SANTA VICTORIA OESTE
Salta - Argentina
         


Santa Victoria Oeste


Colgada de la pared oriental de las Sierras Subandinas, allí donde baja la Puna y da lugar a la Selva de Yungas, en la provincia de Salta, se encuentra Santa Victoria Oeste.

La aclaración "Oeste" se debe a la necesidad de difrerenciarla de la localidad homónima en la misma provincia, aquella que se encuentra en el llano, a la vera del Río Pilcomayo, en donde se juntan los límites de Argentina, Bolivia y Paraguay. Aquella es pues, Santa Victoria Este.

Santa Victoria Oeste, al igual que Iruya, solo tiene acceso vehicular desde la Provincia de Jujuy, subiendo desde la Puna hacia el Este, hacia la Sierra de Santa Victoria -que allí oficia de límite oriental de esta altiplanicie y a su vez de límite entre las provincias de Jujuy y Salta-, y comenzando el descenso hacia la selva.

Abandonando la Puna entonces, con dirección al naciente, se debe trepar hasta los 4500 metros y pasar unas tres abras de similar altura, a fin de llegar al borde oriental de esta altiplanicie y comenzar el descenso por la pared húmeda de la cordillera de Santa Victoria.

Cuando ese descenso nos arrima a los 2500 metros sobre el nivel del mar, encontramos Santa Victoria Oeste, colgada de paredes acantiladas "a caballo" de la "Y" que forman la juntura de los ríos Sacharuño y Santa Victoria.

Está unas tres veces mas alejada del asfalto de la RN9 que Iruya. Un viaje "directo" no insume menos de 5 a 6 horas desde La Quiaca.

Nosotros elegimos un "viaje indirecto"...


Santa Victoria Oeste


Efectivamente, luego de abandonar el asfalto a la altura de Yavi, continuamos unos kilómetros más por la Ruta Provincial 5 (Jujuy) y al llegar a Suripujio vemos una huella que se desvía al norte, apuntando al límite con Bolivia, que por allí se encuentra muy cerca.

En aquel momento no teníamos idea hacia dónde conducía esa huella.
En realidad, en ese mes de agosto de 2006, nos hallábamos con mi esposa recorriendo sin rumbo prefijado la Quebrada de Humahuaca en la camioneta que nos prestara Lucho (Carlos Lucchini).

Habíamos estado dos días en Iruya y otros tantos en Yavi.
Allí nos encontrábamos con tiempo libre, camioneta prestada y tanque lleno.

-¿Vamos a conocer Santa Victoria Oeste? Me propone Liliana.

Fue el empujón que necesitaba para poner primera y partir hacia un destino que teníamos pendiente desde hacía mucho tiempo.

Como les contaba, a la altura de Suripujio abandonamos la RP5 con rumbo norte.
A poco de andar encontramos el primero de los varios caseríos desiertos que veríamos a la vera de esa huellita.
Según pudimos ver escrito en la montaña, se trataba de Inticancha (El espacio del Sol -en quechua-).
Por más que buscamos en las casitas y en los alrededores, no vimos ninguna persona ni ser viviente.

Continuamos recorriendo ese hermoso paisaje de planicie levemente ondulada.
Al llegar a un cementerio, una bifurcación nos obliga a elegir: ¿Este o Norte?
Tomamos hacia el norte, ya que estábamos intentando llegar al límite para ver cómo estaba demarcado.

Cruzamos un par de arroyos congelados y dos caseríos más, con corrales y sin gente ni animales.

Adelante y hacia abajo se extendía el territorio boliviano.
Unas lagunitas, unos caseríos y algún desdibujado camino se podía adivinar en ese lejano paisaje.
 


Foto:Eduardo Cinicola
Al norte de Suripugio, el primer pueblito desolado.


Foto:Eduardo Cinicola
" BIENVENIDOS a INTICANCHA" dice el geoglifo en la montaña.


Foto:Eduardo Cinicola
La prolija y "causurada" capillita es el centro del caserío.


Foto:Eduardo Cinicola
Arroyos congelados.


Foto:Eduardo Cinicola
Algunas vicuñas.


Foto:Eduardo Cinicola
Y otros pequeños caseríos (este es Saladillo), nos encontramos antes de...


Foto:Eduardo Cinicola
...tener una vista del territorio boliviano.
El límite corre en línea recta, por un lugar no demarcado por allí abajo.


Foto:Eduardo Cinicola
Divisamos algun caserío en Bolivia.


Foto:Eduardo Cinicola
Y algún lejano camino.


La huella, con cierto mantenimiento hasta allí, continúa subiendo y comienza a mostrar signos de abandono.

¿Dónde nos estaremos metiendo?

En el GPS, cargado con ViajerosMapas aún no figuraba esa huellita, pero si el límite con Bolivia, y por lo que se observaba, estabamos circulando paralelos a el, con rumbo Este.

Poco a poco comenzaron a aparecer profundas grietas longitudinales en aquella huellita en ascenso, producto del escurrimiento de alguna violenta lluvia.

A partir de allí notamos que se hacía impracticable para un auto común de calle. Solo la altura de una camioneta permite salir indemne de ese tránsito.

En primera de baja, lentamente para no romper nada de la camioneta prestada, continuamos ascendiendo hasta la divisoria de aguas.
Pasamos por el abra de 4.411msnm (a nuestro regreso buscando en cartas topográficas del IGM supimos que se trataba del Abra de Rota) y, sin que nada lo indicase, ingresamos a la provincia de Salta.

Comienza un corto descenso que nos deposita en un valle donde divisamos varios caseríos.

Al pasar por uno de ellos, Paraje Vizcachani, una persona nos "hace dedo".
Resultó ser el enfermero que envía la provincia a recorrer la zona.
La providencia hizo que pasara una camionetita con dos turistas despistados (nosotros) y se ahorrara una caminata de unos 10Km por la montaña hasta la RP7 (Salta), continuación de la RP5 (Jujuy), donde con suerte en un par de horas podría conseguir algun vehículo que lo acercara a Santa Victoria.

René Martinez tuvo suerte, sacó boleto sin escalas hasta SV.
Nosotros también tuvimos suerte, porque gracias a el conocimos muchas cosas de aquellos lugares, de la idiosincracia de la gente, de su tarea asistencial y, fundamentalmente, como broche de oro, nos recomendaría a una señora en Santa Victoria que nos daría alojamiento en ese pueblo que figura "sin comodidades de hospedaje" en todas las guías de turismo.

El camino vuelve a subir, buscando las nacientes de un arroyo y el cruce con la RP7.
Poco antes de llegar, 3 pequeñas y vistosas lagunas embellecen aún más aquel paisaje.
 


Foto:Eduardo Cinicola
Subiendo hacia el Abra de Rota.
Hasta allí la huella estaba en buenas condiciones.


Foto:Eduardo Cinicola
Muy lejos y adentrada en territorio boliviano, con teleobjetivo descubrimos esta laguna.


Foto:Eduardo Cinicola
Antes de Paraje Viscachani, un caserío, Pueblo Nuevo.


Foto:Eduardo Cinicola
Una de las tres lagunitas antes de arribar a la RP7


Foto:Eduardo Cinicola
La RP7 a la vista, allá sube despues de haberse sumergido en un valle intermontano.


Foto:Eduardo Cinicola
Estamos recorriendo las crestas de la Sierra de Santa Victoria de mas de 4500 metros de altura.
A nuestro pies profundos valles.


Foto:Eduardo Cinicola
Desde esas alturas comenzamos a descubrir nuevas y antiguas locaciones humanas.
En esta vemos cuadros de cultivo colgados de la ladera, algunos de ellos posiblemente de época prehispana (los más desdibujados).


Foto:Eduardo Cinicola
Más cuadros y corrales.


Foto:Eduardo Cinicola
Los primeros con más acercamiento.


Foto:Eduardo Cinicola
Otra locación contemporánea muy bien cuidada.
Se puede apreciar la huella de herradura, único acceso.


Foto:Eduardo Cinicola
Otras "canchas" (espacio despejado y pircado en quechua).


Foto:Eduardo Cinicola
Por detrás de las últimas cumbres se aprecia la nuboselva húmeda de la planicie salteña y el bosque chaqueño.


Foto:Eduardo Cinicola
Comienza la Bajada, son miles de curvas las que son necesarias para descender.
Vemos restos del antiguo camino de herradura que conducía a Santa Victoria.


Foto:Eduardo Cinicola
La ruta zigzaguea y se enrosca sobre si misma buscando reducir la pendiente.


Foto:Eduardo Cinicola
Luego de casi dos horas de descenso, cuando las últimas horas del día estiraban las sombras,
arribamos a Santa Victoria.


Foto:Eduardo Cinicola
Hoy el zinc ha reemplazado la paja en los techos de sus casas de adobe.
Angostas calles sin vereda nos cuentan de tiempos sin autos ni carros.


Foto:Eduardo Cinicola
Primitivo empedrado con cuneta central para que corra el agua.


Foto:Eduardo Cinicola


Foto:Eduardo Cinicola
Uno de los bravos ríos de montaña, el Santa Victoria que, junto con el Sacharuño rodean la pequeña ciudad-pueblo.
El tamaño de las piedras que arrastra nos habla de la fuerza de su torrente.


Foto:Eduardo Cinicola
En esta época del año no es más que un apacible arroyo.

Por ese día concluimos el paseo y fuimos a cenar y dormir en el único albergue con que cuenta SVO.
Igualmente eramos los únicos huéspedes de sus grandes habitaciones comunitarias.
Limpias, recien construídas en material, pero enormemente frías. Nos protegieron las numerosas colchas tejidas que nos proveyó la dueña para poder pasar una buena noche.

Al día siguiente haríamos el regreso por la ruta convencional, aquella que solo insume 5 a 6 horas hasta La Quiaca.

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EDUARDO CINICOLA
Agosto de 2.006