VEGA LAS QUINOAS
Catamarca - Argentina


Foto:Eduardo Cinicola
Puna en el Dto Antofagasta de la Sierra

MUSICA de FONDO:


El Departamento de Antofagasta de la Sierra en la provincia de Catamarca tiene una superficie de 27.000 Km2 aproximadamente. En su totalidad está ubicado en esa gran altiplanicie compartida por Argentina Chile y Bolivia denominada Puna, es por ello que su altura media supera ampliamente los 3.000 metros sobre el nivel de los mares. Eso, unido a una escasés de agua es motivo de que los árboles brillen por su ausencia.
Allí la única manifestación verde está en las vegas o mallines que se forman alrededor de alguna vertiente de agua y están compuestas generalmente de un pasto ralo. Ninguna planta se levanta más de 20 cm del piso.

Las vegas tienen generalmente superficies muy acotadas de no más de una o dos hectáreas y son pocas. No más de 100 en ese amplísimo territorio, lo que hace no más de 400 hectáreas de verde en 2.700.000 hectáreas de motañas, desiertos y salares. Si, cuatrocientas (no cuatrocientas mil, solo 400) en dos millones setecientos mil. Realmente hay que buscarlas con lupa en las fotos satelitales. Son pequeñísimas manchitas verde que solo se distinguen con un zoom muy alto.

Es alrededor de ellas donde se reúnen los seres vivos de la Puna para supervivir, entre ellos los escasos humanos que en allí habitan.

La lejanía, la incomunicación, el olvido de que son objeto ha hecho que la gran mayoría de esos pobladores que vivían en ellas y "de" ellas, las hayan abandonado.

Hoy no debe haber más de 6 o 7 vegas habitadas en la zona del Calalaste y Antofalla.

En general son las nuevas generaciones las que se van, buscando nuevas y mejores posibilidades, dejando allí a sus mayores, desvalidos y en la soledad más absoluta.

En esa zona encontramos las vegas de Antofalla (allí se ha formado un pequeño pueblito que, estando a punto de desaparecer, está resucitando lentamente -35h-), mientras que las restantes han ido perdiendo paulatina y permanentemente sus pobladores. Así ha pasado en Vega Los Colorados, Botijuela, Las Quínoas, Orohuasi, Cadillo Grande, Agua Dulce, Cortaderas, La Brea y Potrero Grande. Solo en tres o cuatro de ellas encontramos gente (una o dos personas) de manera permanente.

Vega Las Quínoas es una de esas tres o cuatro. Allí el matrimonio formado por Antonio Alancay y Catalina Ramos se empecinan en sacarle vida a la arena.

Están en ese lugar desde siempre ya que alli vivieron sus padres, sus abuelos y sus "anteabuelos". Sin embargo, rompiendo esa tradición, sus hijos se fueron y quedaron ellos solitos remando contra toda adversidad imaginable, en la soledad más absoluta pero luchando aún, con todos sus sufridos años a cuestas.

El clima implacable de extremas temperaturas los agrede a ellos y sus plantas y animales, como empecinándose en demostrarles que allí solo hay cabida para rocas y arena.

Ibamos en octubre de 2.006 con el Colo Hartingh, Miguel Esteban y un matrimonio formado por Hans (alemán de visita en Argentina) y su esposa Myriam cuando pasamos a visitarlos y de esa visita les muestro estas fotos:


 


Foto:Eduardo Cinicola
En las largas huellas de la Puna es raro ver vegetación.


Foto:Eduardo Cinicola

Solo arena, piedras y alguna pequeña reseca planta.


Foto:Eduardo Cinicola
El agua escasea por lo que se niega la vida.


Foto:Eduardo Cinicola
Sobran si, volcanes y corridas de yerma lava endurecida, donde lucha por existir algún ejemplar vegetal.


Foto:Eduardo Cinicola
Sobran también los salares, grandes, medianos y chicos
donde la misma sal se encarga de matar cualquier organismo vivo.


Foto:Eduardo Cinicola
Son kilómetros y kilómetros de bellísimos paisajes
en la aridéz más absoluta.


Foto:Eduardo Cinicola
Kilómetros y kilómetros sin ver verde.


Foto:Eduardo Cinicola
El sol de la Puna, con poco "filtro" atmosférico, es implacable
el intenso frío de sus noches lo es aún más.


Foto:Eduardo Cinicola
Cruzamos el extenso salar de Antofalla (más de 180 Km de sur a norte)


Foto:Eduardo Cinicola
Y, en la orilla Oeste, escondida en una minúscula quebrada...


Foto:Eduardo Cinicola
Nos sorprendemos ante este estallido de verdor.
La cantidad de habitaciones hace pensar en una numerosa población,


Foto:Eduardo Cinicola
Pero los únicos responsables del minucioso cuidado de estas plantas y su irrigación
sin los cuales morirían irremediablemente en pocos días, son...


Foto:Eduardo Cinicola
Don Antonio Alancay y su esposa Catalina Ramos.
Acá leyendo ella en voz alta, una carta que le enviara la Senadora catamarqueña por gestión de Myriam Colombo.


Foto:Eduardo Cinicola
Y acá exhibiendo la Bandera Nacional llevada también por Myriam.

La bandera era para la escuelita que había en Las Quínoas, pero tuvimos la mala noticia
que la habían cerrado por falta de alumnos, por lo que la Bandera Nacional ondeará ahora en el puesto de Don Alancay.


Foto:Eduardo Cinicola
Le pedimos a Don Alancay que nos muestre cómo hace para conseguir ese "milagro" en la Puna.
Y allí nos lleva con tímido orgullo a mostrar el producto de su trabajo.


Foto:Eduardo Cinicola
Sorprendido que a estos porteños les interese su obra, nos sorprende a nosotros
con verdes retoños crecidos en el lugar más inverosímil del planeta.


Foto:Eduardo Cinicola
Vida arrancada como por milagro a esa estéril arena.


Foto:Eduardo Cinicola
Verde que lastima los ojos después de ver tanta arena, say y roca.


Foto:Eduardo Cinicola
Mas verde y otra casa de cuando la familia era más grande y los todos los hermanos Alancay moraban en esa vega.


Foto:Eduardo Cinicola
También tiene algunos corrales donde cría unos pocos ejemplares de cabras y llamas.


Foto:Eduardo Cinicola
Por las dudas, el cercano salar nos recuerda donde estamos.


Foto:Eduardo Cinicola
Pero allí no terminan las sorpresas...
Caemos en la cuenta, a fuerza de preguntar, que todo lo que está allí lo ha hecho Alancay
con sus propias manos, unas pocas herramientas y materiales del lugar.


Foto:Eduardo Cinicola
Esa pérgola, las sillas, las mesas y el resto de los muebles los ha construído
con la madera de los álamos cortados y rectificados con precarias herramientas
y solo con su fuerza ya que carece de electricidad y por ende de cualquier torno,
fresa, sierra, taladro o cepillo electro mecánico.
Tampoco tiene una ferretería cerca donde comprar clavos, tornillos, lija o cola de carpintero...


Foto:Eduardo Cinicola
Nos sorprende con una fragua, con la cual realiza también trabajos en hierro.


Foto:Eduardo Cinicola
Su herramienta más importante, también construida por el (excepto la pala)
el arado, con el que le ha logrado sacar jugo verde a las piedras.

Nos contó luego que la tarea más importante para mantener vivas a todas esas plantas consiste en el direccionado y redireccionado permanente de la escasa agua que le brinda la surgente por una extensa red de pequeños canales de cuidada pendiente que hay que mantener limpios en todo momento.
Pocos días sin la presencia humana harían que ese oasis desapareciera y solo quedara la vega con un pasto muy cortito como en todas las que no reciben atención y cuidados.

Esta conversación me hizo temer por el futuro de la Vega Las Quínoas, ese oasis en el desierto, ya que a la muerte de Alancay le sucederá indefectiblemente la muerte de la Vega.

Lamentablemente Antonio Alancay no tienen sucesor interesado en vivir allí.

           
EDUARDO CINICOLA
Octubre de 2.006            


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