Eran las cuatro de la tarde, a las siete se pondría el sol y teníamos por delante un nuevo desafío.
Nuestro destino era las cercanías de Nazareno, queríamos conocer las comunidades de San Francisco, Tuc Tuca y otras.
Pero siguiendo un viejo precepto alemán que dice ¿para qué la vamos a hacer fácil si la podemos hacer difícil?, elegimos para ir hacia Nazareno no por el nuevo y bello camino ripiado.
No, elegimos la antigua y abandonada huella minera en desuso desde hace muchos años.
A veces siento que somos kamikazes. Veo que en otras expediciones o travesías está todo calculado, todo previsto, todo "conogramado", dia, hora, lugar, hotel, color de sábanas...
Lo nuestro es más anárquico. Nos gusta esa huella, nos metemos. Nos aburre un lugar; nos vamos en busca de otro. Se hizo tarde, no importa, seguimos hasta que el esfuerzo se torne vano.
El asunto es que partiendo a las 16:00 de Abra Pampa rumbo a la comunidad de Condor, al pié de la cuesta que busca atravesar la Cordillera de Santa Victoria, había pocas espectativas de llegar de día a algún lugar civilizado, pero no era el momento de continuar atrasando los "planes"...
A ritmo veloz, a las 17 pasábamos por Cóndor y, unos minutos más tarde nos subíamos a la RP jujeña que asciende al Abra de Cóndor (4.501msnm).
Dije... ¿nos subíamos a la ruta provincial??
No, no, no... Muchachos. No es por allí...
- ¿Y por donde entonces?
- Por acá, ¿no ven bajo esa matas que alguna vez hubo una huella por aquí?
La verdad que de la huella quedaba poco. Estábamos a 4.100 metros de altura y debíamos salvar casi a campo traviesa unos 620 metros de desnivel para atravesar el Abra de Lajas de 4.720m de altura. Antiguo portezuelo por el que se accedía a los valles de la alta cuenca del Río Bermejo (aquel que luego de hacer de límite entre las provincas de Chaco y Formosa termina desaguando sus barrosas aguas en el enorme río Paraguay).
El antiguo angosto camino minero, desmoronado en muchos lados, carcomido por esporádicos cursos de agua, nos llevaba lentamente hacia arriba.
Al Oeste la altiplanicie de la Puna iba quedando a nuestro pies.
Ya veíamos, detrás de la Sierra de Cochinoca (de unos 4400 metros de altura) y pegada al oeste de la RN9, la gran ollada de la laguna de Pozuelos.
En el horizonte, dibujaban su silueta a contraluz, nuestros "amigos" de anteriores expediciones, los gigantescos volcanes pertenecientes a la Cordillera de los Andes que marcan límite entre Argentina y Bolivia.
Allá se divisan el Zapaleri, el gicantesco nudo del Panizos y la inconfindible silueta del boliviano Vn Bonete.
El sol se esconde tras de ellos y nos va retaceando su luz.
Se viene la noche y aún no hemos llegado al Abra y mucho menos sabemos qué nos encontraremos más adelante.
Sabemos que es muy probable que un gran derrumbe o un gran corte provocado por el agua haya creado un obstáculo insalvable para llegar a destino.
No obstante seguimos avanzando.
A las 18:23 de ese domingo 13 de septiembre, pasamos el Abra de Lajas. Verificamos una altura de 4.723msnm.
Del otro lado la penumbra. El sol quedó definitivamente detrás de la montaña.
El zigzag de bajada es pronunciado y muy desdibujado.
La antigua huella se pierde en el lecho de un río y no sabemos si seguir por la deteriorada margen derecha o por la mucho más maltrecha margen izquierda.
Denis que va adelante toma por un corte ascendente en la margen izquierda.
Yo había visto unos restos de huella que parecía que continuaban por la derecha. La poca luz no ayudaba.
Pexa y Mauro venían a la espectativa para no hacer camino de más.
Al rato Denis por la radio nos informa de la impracticabilidad de continuar por esa huella ascendente.
Una detenida mirada al GPS, donde habíamos cargado una versión experimental de ViajerosMapas con huellas a verificar, tomadas de las fotografías satelitales, nos dice que esa huella conduce probablemente a una mina abandonada, ya que no tiene salida posible. Debemos buscar por la derecha.
Denis retrocede, cruzamos trabajosamente el lecho de ese río tapizado de enormes cantos rodados, son las nacientes del Bacoya que viéramos aguas abajo el día anterior, y por la margen derecha prontamente llegamos a un gran descampado donde el río se explaya a sus anchas.
En la semipenumbra divisamos un rancho y unas personas trabajando.
En frente, la antigua huella minera asciende a 45 grados, en cornisa, por una ladera perfecta.
El inconveniente es que, a pesar de la poca luz, observamos grandes desmoronamientos que la hacen impracticable. Al menos sin unas cuantas horas de trabajo de pico y pala (Y nos habíamos olvidado la pala !! Solo disponíamos del pico del abuelito de Mauro).
Estudiando el mapa, veo que, si seguimos el curso del río, aguas abajo nos cruzaremos con la nueva ruta que va a Nazareno. No sabemos ni podemos ver por la poca luz, como está el lecho de ese río.
Mientrasa mirábamos el mapa del GPS, Denis se acercó trabajosamente entre las grandes piedras a consultar a esa gente (sorprendida de vernos allí) las probables alternativas.
Regresa con tres informes.
- La huella que acabamos de dejar efectivamente iba a una mina abandonada.
- Respecto a la salida de allí, si solucionamos el problema de los primeros derrumbes de la huella de cornisa, más adelante está menos deteriorada.
- Por el río también se podría avanzar, no sin poco esfuerzo, hasta cerca de San Francisco, a encontrar la nueva ruta de ripio que conduce a Nazareno.
Propongo armar campamento para no arriesgar una rotura en ese lecho escabroso y desconocido donde la obscuridad nos impediría elegir la mejor traza y continuar al día siguiente con luz de sol.
Los muchachos están embalados y sugieren seguir un rato más, es que estamos a no más de 4.000 metros del camino, 4.000 metros que con ese piso y en la noche pueden ser una eternidad.
Peludeamos un buen rato.
Saltábamos de una orilla a otra, hasta que se acabaron las orillas... o no las veíamos.
En un momento la cosa se complicó definitivamente.
La antigua huella parece que iba por la orilla derecha, pero se había desmoronado.
Por la vera izquierda divisamos que algún lugareño construyó varios corrales pircados cuyas paredes llegan justo hasta la misma barranca de la orilla del río.
Se ve muy poco.
Denis insiste y se mete de lleno al encajonado lecho.
Avanza trabajosamente hasta que una gigantesca roca en el medio no le da más chances.
Indefectiblemente debe retroceder.
Les aseguro que no es fácil, marcha atrás en un arroyo de altas barrancas, de no más de tres metros de ancho, de noche y con grandes piedras que desacomodan permanentemente la camioneta, habiendo olvidado ya el lugar por dónde se metió en semejante berenjenal.
Repentinamente vemos luces adelante y arriba.
- Parece un vehículo que viene en nuestra dirección....
- Pero ahora se está alejando....
- No, no, mirá se acerca nuevamente... ¿Nos habrá visto?
Al poco rato nos damos cuenta que lo que estamos viendo es algún vehículo que transita por la ruta a Nazareno y que baja el zigzag del badén del Bacoya para luego alejarse definitivamente rumbo a su destino.
Es que están ahí no más, a 2500 metros... pero a la vez muy lejos.
Armemos campamento, mañana será otro día.
Nuevamente comimos escabeche provisto por Adriel, pero esta vez acompañado por mayonesa que arrimó Lucho...