En este artículo escrito en 2004, Federico nos relata cómo se descubrió , la hoy famosa "caldera" unos 20 años antes, su primer infructuoso intento de llegar a ella con los "Coroneles de San Juan" y, fundamentalmente los desaguisados respecto a su toponimia.

También nos enuncia algunas teorías sobre su presunto origen.

Lamentablemesnte aún no hemos podido rescatar las fotos aereas y saltelitales a las que hace mención en su texto.

Del Cráter Escondido
a la caldera del maldito Inca Pillo

"Al examinar una imagen satelitaria en el campamento de la compañía minera Anglo American Corporation (AAC) en Chile, vimos algo que nos sobrecogió. Bob Lyall, director de exploración de la empresa, nos explicó que estábamos viendo un lago de unos dos kilómetros dentro de un cráter de alrededor de cinco kilómetros de diámetro. El hoyo a su vez se encontraba en el centro de uno de los más grandes círculos volcánicos de la Tierra: un anfiteatro a una altura promedio de unos 5200 metros de altura y 25 kilómetros de diámetro rodeado por volcanes, muchos de ellos de más de 6000 metros."

"Pocos de estos picos fueron escalados antes. El cráter nunca había sido descrito en la literatura de montaña. En efecto mi compañero, Louis Glauser, y yo acabábamos de ascender recientemente al Pissis ( la cumbre más alta cercana al cráter y donde nuestro aneroide había marcado mayor altitud que previamente en el Ojos del Salado), y ni siquiera habíamos advertido el hoyo."

"Con estos antecedentes en mente resultaba casi inevitable que comenzáramos a llamarlo Cráter Escondido ("Hidden Crater" en inglés)."

"Así nació la idea de una expedición a esta región, expedición que combinaría varias disciplinas científicas."

Tal el comienzo de un artículo publicado por el escalador norteamericano Johan Reinhard en la revista Optima, volumen 35/4, de 1987, que es la primera descripción de una expedición al gran hoyo. El asalto, durante el cual Reinhard incluso buceó desde un gomón para analizar plancton, se realizó en abril de 1986 (Reinhard había buceado previamente, en 1981, en la laguna de altura que se encuentra dentro del cráter del Licáncabur, hito fronterizo natural entre Chile y Bolivia, situada a unos 5900 msnm). Llegó hasta la caldera desde Chile (exactamente, ¿por qué vía?) en triciclos Honda partiendo del campamento de la AAC situado hacia el NO.

El recóndito cráter de altura verosímilmente no había sido alcanzado antes por ser humano alguno.
Sin embargo sí había sido observado con anterioridad a Reinhard en aerofotos.
Fue en la década de los ’60 que Federico B. Kirbus escudriñó y detectó la presencia de esta singular formación geológica en el mosaico (ver foto adjunta) de una restitución de fotografías aéreas del IFTA (Instituto Foto Técnico Argentino) correspondiente a un trabajo de relevamiento aéreo que dicha empresa realizó por cuenta y orden de La Rioja (esta provincia fue la primera en ordenar un sobrevuelo aerofotográfico integral de su territorio).

Pero, por cierto, no resultaba fácil comprender de qué se trataba concretamente. El cráter se halla apartado de todos los caminos trillados de la alta Cordillera y ni siquiera fue mencionado, y mucho menos descrito por los primeros relatores científicos de la región del siglo XIX, tales como Martín de Moussy, Luis Brackebusch o Germán Burmeister. Aquello fue el primer indicio de la existencia del cráter. Cuando a comienzos de la década de los años ’80 comenzaron a estar disponibles las primeras imágenes satelitarias Landsat en colores, sobre papel de medidas 18,5 x 18,5 centímetros y en escala al millón (costo individual entonces: US$ 90, hoy equivalente a unos 300 dólares), el misterioso cráter volvió a aparecer y llamar la atención de Kirbus (ver imagen adj.).

Pero al mismo tiempo también los célebres Coroneles de San Juan a través de uno de sus miembros, de profesión geólogo, habían descubierto la singular formación en las satelitales.
Así se armó la primera expedición argentina para avanzar hasta el cráter, en este caso desde el Sur a través de la garganta por donde desagua el arroyo del Veladero procedente del gran circo de volcanes. También Federico B. Kirbus, (a) El Sargento factótum, integró dicha expedición (que incidentalmente se realizó al amparo de la tenue luz del cometa Halley, marzo de 1987), esfuerzo que quedó trunco más allá del Campo de los Burritos Muertos por el agua de deshielo que cubría el lecho playo del Aº Veladero, pero también debido a la rotura del palier de una de las Guanaqueras, y además por el fuerte apunamiento que padecían dos de los integrantes de la expedición.

En su recorrida previa al ingreso en la quebrada del Aº Veladero, que resultó estar cortada por un alto nevero en La Angostura, los Coroneles pasaron también próximo a dos grupos de pircas (construcciones de piedras, bajas en este caso) que le habían sido señalado al Sargento factótum por Alejandro Despa, antiguo vecino de Alto Jagüe que frecuentó el bolsón de la Laguna Brava acompañando no solo a arrieros y mineros sino, inclusive, a cazadores furtivos de vicuñas que levantaban esos parapetos en sitios estratégicos para permitir que los huidizos camélidos se acercaran sin desconfiar, para luego abatirlos.

Entre tanto se habían hecho accesibles imágenes satelitales más detalladas y comenzaron a realizarse intentos de ascensión, incluso con enduro.
Un riojano, de los primeros en alcanzar el borde del cráter, tuvo la trasnochada idea de proponer el nombre Corona del Inca como topónimo de la caldera. Idea trasnochada porque en nuestro país se ha vuelto costumbre designar o identificar cualquier coprolito de origen dudoso o incierto como procedente de los incas (seg. el Petit Larousse: coprolito = excremento fosilizado).

El originalísimo topónimo Corona del Inca, agradable al sonido pero por lo demás un dislate, rápidamente fue traducido al quechua para darle una pretendida mayor autenticidad. Y con no menor celeridad el IGM, en esos precisos momentos casualmente abocado a la actualización de sus cartas topográficas al 250.000, aceptó la propuesta no menos disparatada de cierto informante, colocando en la carta 2769 III Fiambalá, el topónimo "Lag. Caldera del Inca Pillo".

Todo este dislate tiene su origen en la traducción literal de Corona del Inca al quechua. En el idioma de los antiguos peruanos (que por otra parte jamás llegaron a estas latitudes), Píllu táway significa tanto como coronar, investir, ungir, y Pillúkuy quiere decir coronación, investidura.

De Corona del Inca pasando por Pillu táway hasta el Inca Pillo fueron solo dos pasos pequeños y cuasi rectilíneos. Y así quedó y quedará perpetuado en la cartografía, en el habla y en la literatura per saecula saeculorum sin posibilidad de devolverle a la formación su denominación primitiva y en todo caso más merecida.

En un momento dado Kirbus prohijó la tesis de que el solitario pozo pudiera ser producto del impacto de un gran meteorito. En las satelitales todo apunta "en teoría" a la posibilidad de tal origen: una semi esfera cóncava con los bordes sobreelevados, característica inconfundible del material expulsado al penetrar el asteroide. Empero, geólogos confirmaron después que el material hallado en el fondo del lago era basalto y que por tanto la formación del hoyo era de índole indubitablemente volcánica.

A comienzos de 1991 el montañista bávaro Gerhard Deigendesch ascendió en rápida sucesión, primero al Ojos del Salado, con dos compañeros más; luego al Pissis, con otro compañero, y finalmente al Bonete, en solitario. De taquito, por así calificar esta triple hazaña. Tanto desde el Pissis como desde el Bonete (también falsamente descrito en la cartografía del IGM por un antiguo error como "Bonete Chico"), Deigendesch tomó con tiempo impecable una serie de panorámicas espectaculares donde, en la vista captada durante la ascensión al Pissis, aparecen en el gigantesco anfiteatro natural, aparte del Cráter Escondido con su laguna, otros tres espejos de apreciable tamaño, que al igual que aquél sin duda son producto de deshielo.

Hoy día el Cráter Escondido se ha trasformado en destino turístico profanado a troche y moche por toda clase de excursionistas que a todo eso arriesgan su pellejo en forma inconsciente, exponiéndose a ser atrapados por una repentina nevazón hasta que el vehículo quede cubierto como la Defender de aquél expedicionario que debió dejar su equipo cubierto por una caparazón de varios metros de nieve hasta poder rescatarlo recién en la primavera subsiguiente.

Por suerte existen todavía varias perlas no menos valiosas como el Cráter Escondido que los miembros de la Peña 5x5 tienen la intención de descubrir aunque sin volver a cometer la torpeza de dar a conocer el hallazgo, con el fin de proteger, si cabe, el sitio impoluto e prístino para generaciones futuras.

Buenos Aires, Primavera de 2004

 

P.D.: En la década del ’60 la gran estancia Las Tamberías fue adquirida en subasta judicial por Gordon Goldberger (a) Tibor Gordon. Linda al N con la Eª Chaschuil, llega de Oeste al Este desde el límite internacional hasta el Valle Hermoso, y toca en el S el extremo septentrional de la Laguna Brava. Dentro de su área de unos 400.000 hectáreas (actualmente de venta) se encuentran el Pissis, el Bonete, el Veladero y los volcanes linderos, lo mismo que el Cráter Escondido. El hijo de T. G., Eduardo Gordon, ha ofrecido a Federico B. Kirbus la concesión turística total de la porción riojana del fundo (unos 320.000 ha, con un perímetro de unos 250 kilómetros) y ha designado madrina del macizo Pissis a Marlú Kirbus.

 

FIN