AVIACIÓN: DE MEJICANEADAS Y OTRAS FELONÍAS

Contrabandos aéreos en las travesías cuyanas

En la década de los 50, en Estados Unidos había en un momento dado 143 aviones extraviados. Perdidos. Esfumados sin dejar rastro.

Con los modernos métodos de navegación y rastreo estos casos han disminuido. Pero aún así puede estimarse que en nuestro territorio cerca de una docena de máquinas, entre civiles y militares, permanecen desaparecidas desde hace años. Lo certifica el hallazgo, en 2000, del avión Lancastrian en lo alto del Tupungato, caído en 1947.

Procedía de Londres y cubría para la British South American Airways (BSAA) la ruta a Santiago de Chile, vía Buenos Aires. Sorprendido por vientos extremadamente fuertes de frente al encarar el cruce de los Andes, el comandante en apariencia inició el descenso antes de lo debido y se estrelló contra la ladera Este del volcán.

Quedaron flotando como dudas por un lado el anuncio previo que la máquina se aprestaba a ascender a 24.000 pies cuando poco después chocó volando a nivel 15.000; por otro un misterioso mensaje en Morse, emitido tres veces, que hasta hoy nadie pudo descifrar:

... – . –. –.. . –.–. = STENDEC – STENDEC – STENDEC. ¿Qué querría decir?

Analizando la secuencia de puntos y rayos me inclino a pensar que, aunque emitido tres veces, en el apuro y entre los sacudones de la fuerte térmica, el radiotelegrafista quiso retrasmitir el siguiente mensaje del comandante a la torre de control: DESCENDING. La interpretación tiene su lógica, porque en medio del mal tiempo y convencido de que ya había atravesado el macizo andino, el piloto quiso iniciar un rápido descenso para perforar las nubes y procurar un aterrizaje cuanto antes. ¿O tal vez el mensaje morse quería expresar justamente lo opuesto, es decir ASCENDING? Cualquiera de las dos interpretaciones tendría su lógica. Pero a ciencia cierta no lo sabemos, ni tampoco importa.


Vista del motor del Lancastrian británico accidentado en ladera SE del Tupungato

Una vez confirmada la desaparición, surgieron desde luego una serie de versiones respecto de lo que trasportaba el Avro Lancastrian G-AGWH. Como casi siempre ocurre en tales casos. Que a bordo viajaba un emisario secreto de la Corona; que había también documentos clasificados, y que - ¡cuándo no! – el avión llevaba un importante cargamento de oro.

Estos rumores siempre circulan apenas ocurre un hecho anormal como un siniestro o un aterrizaje forzoso. Y la verdad es que no faltan razones para que el gran público piense así ya que en muchos vuelos no regulares se trasporta efectivamente mercadería especial, o valores, o bien contrabando.

He registrado en la Argentina varios casos, de los que seleccionaré algunos. Y eso que no estamos aún tan desarrollados como en Estados Unidos. Puesto que el control antidroga es allí muy estricto se puso en práctica la siguiente metodología: los contrabandistas compran un bimotor usado, cargan la mercadería y la tiran luego con paracaídas sobre áreas prefijadas. Al final se lanza el propio piloto dejando que la aeronave continúe volando por autopiloto hasta agotar el combustible. Sin rastros...

De hecho, vale mucho menos la máquina que el cargamento.


Escena registrada por Darío Bracali después de encontrar una rueda y uno de los motores del Lancastrian en la ladera del Tupungato.
¡La cubierta todavía estaba inflada!

Especialmente durante el período de Onganía, con aranceles altos y controles estrictos, surgió en nuestro país una floreciente actividad de contrabando aéreo. En muchos casos los bimotores procedían de Asunción del Paraguay cargados de cigarrillos y whisky y aterrizaban en pistas improvisadas pero bien señalizadas, hasta de noche con balizas a kerosén: sea en Formosa o Chaco, sea en Santiago del Estero, sea en Catamarca, La Rioja y San Juan. En suma: en áreas deshabitadas donde era fácil descargar la mercadería para estibarlas en una camioneta.

En estos operativos clandestinos no faltaron tampoco las famosas “mejicaneadas”, es decir la aparición de delincuentes que se habían enterado de la llegada de un aeroplano con carga valiosa para hacerse del botín a contrapelo.

No siempre tampoco los aterrizajes en condiciones precarias terminaban bien. Los campos de Ampacama, del Salado y del Gigantillo o Guayaguás en San Juan solían ser destinos habituales de estos vuelos clandestinos, con accidentes que cobraron algunas vidas.

Y no sólo las de los contrabandistas. También las existencias de algunos periodistas corrieron peligro en algún momento cuando por caso sobrevolando las áreas probables de aterrizaje, los encargados de recibir la mercadería en tierra primero confundieron este avión con el de los transportistas y, al percatarse del error y que los reporteros pudieran arruinarles con su curiosidad el operativo, abrieron fuego para ahuyentarlos; la comisión policial luego enviada al sitio no encontró nada.

Peor el caso de cuando después del aterrizaje forzoso con dos muertos en las Pampas del Salado (Febrero de 1970) dos uniformados fueron despachados al sitio en calidad de consigna, desapareciendo ambos. Primero dejó indebidamente el lugar del siniestro el agente Julio A. González y al internarse en el monte se esfumó como si se lo hubiera tragado la tierra. Su compañero, el cabo Sánchez, salió al rato a buscarlo y también se extravió; encontraron su cuerpo a diez kilómetros de distancia y con nueve proyectiles servidos de su arma, que disparó para llamar la atención.

Acaso más espectacular aún es el caso de otro bimotor que de Paraguay se dirigía vía Salta aparentemente a Chile y, entre nubes, tocó con su panza un cerro en la Puna cerca de Olacapato, desintegrándose. Cuando llegó la policía se encontró con los restos de los infortunados tripulantes y decenas de bolsas conteniendo clorhidrato de cocaína (“A la manía, cocaína mala” reza el palíndromo o frase que se lee igual al derecho que al revés).


El avión paraguayo en la mina Olacapato, donde aterrizó de emergencia pero sin dañarse.
Durante el cuasi conflicto con Chile a fines de 1978 debió ser desguazado

Cerca de este mismo lugar había aterrizado a mediados de los años 60 otro avión, un DC-3, matrícula paraguaya, cuyos ocupantes dejaron la máquina donde quedó y se fueron caminando. El aparato estuvo durante mucho tiempo cerca de la mina de márnol verde de Olacapato hasta que a fines de 1978 la Fuerza Aérea ordenó desguazarlo. Lo solíamos ver cuando cruzábamos en auto por Huaytiquina a Chile.

Y no solo en el Noroeste suceden estas cosas. En Naschel, San Luis, capotó alrededor de 1966 un bimotor de gran porte, matrícula uruguaya en este caso, que habría sido fletado por el hampa. Como quiera que el fuselaje quedara entero, el intendente de La Toma lo hizo trasportar al balneario de esta localidad donde sirvió durante cierto tiempo como bar y local nocturno hasta que por fin también fue desmantelado.


El avión contrabandista que debió descender cerca de Naschel (San Luis).
Puesto que quedó entero, el fuselaje fue llevado hasta La Toma, donde durante un tiempo sirvió de bar en el balneario público

Alguna vez un avión contrabandista llega a trasformarse hasta en atracción pública. En Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, en pleno centro de la ciudad se exhibe en una plazoleta un Constellation cuatrimotor llamado “El Avión Pirata”. Así los humildes trabajadores internacionales del trasporte ilegal de mercaderías tienen al menos allí su merecidísimo monumento.


En una plaza pública de Santa Cruz de la Sierra se conserva “El Avión Pirata”, un Super Constellation

Por fin el caso del DC-6 carguero que el martes, 19 de octubre de 1971 se estrelló casi al pie del monumento del Cristo Redentor. No es cuestión de entrar en pormenores, pero en síntesis la máquina cargada con carne enfriada que había partido a las 11.10 del aeropuerto mendocino de El Plumerillo con destino a Los Cerrillos (Santiago) no pudo remontar, por algún problema técnico pues las condiciones de vuelo y visibilidad eran excelentes, la altura del portezuelo de 3854 metros llamado Iglesia, estrellándose unos 300 metros debajo del Cristo Redentor.

Desde Las Cuevas pudo observarse la escena dantesca, pero cuando llegaron los auxilios toda la ayuda para los tres experimentados aviadores resultó demasiado tarde.

Hoy día pueden verse aún los restos del aparato. Para eso hay que bajar a pie desde un zigzag al otro, pues no se llega en automóvil. El fuselaje, partes del tren de aterrizaje y de las alas todavía se hallan esparcidos como testimonio mudo de que los Andes no solo son crueles con viandantes y jinetes sino incluso con los aviadores.


Estos son los restos, tal como hoy se ven, del DC-6 que se estrelló en 1971 la cresta divisoria de las aguas, en Las Cuevas, a unos 3500 metros de altura
Foto: Hans Siebenhaar


Avión Dove LV GIT de SARGO (poliducto Campo Durán-San Lorenzo), 1959 en el Cº Ingamayo (o Cº Honduras) a 5500 msnm,
cerca de La Poma en el valle Calchaquí superior.
Había salido de Salta “sin contrabando”.
Fue saqueado, llevándose “muchos pesos” los que llegaron primero (era, parece, un vuelo “pagador”).
Curiosamente, resulta difícil hallar el caso en el registro de accidentes de aviación

F.B. KIRBUS                  

 

FIN

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