LOS PAPELITOS VERDES

Dólares en el avión que llevaba el tesoro de Perón

También un Curtiss había sido, cuatro años antes, protagonista de otro accidente, aunque con consecuencias más dramáticas... y con un epílogo más curioso. El 17 de mayo de 1960 un C-46 F (por Freighter, carguero) de la empresa Transamerican Air Transports cruzaba, con equinos y cargamento diverso, por el paso Las Leñas de San Rafael a Rancagua, en Chile, en un vuelo originado en Ezeiza vía Santiago y con destino final Panamá. Era comandante Pedro Fuentes, copilotos Fermín Gómez y Oscar Carballo, y Domingo Vacarelli mecánico. La carga principal eran siete caballos de pura sangre.

El tiempo pintaba malo: tempestad en la alta Cordillera. Sobre el paralelo 34º 30' S estaban envueltos en nubes los picos de los altos volcanes apagados, como el Leñas (4351 metros), el Paraguay (4589) y el Sosneado (5189).

Habiendo partido a las 11 de Ezeiza, a las 15.15 el radiotelegrafista comunicó que debido a las adversas condiciones climáticas iban a intentar el cruce de los Andes por el paso del Yeso.

La máquina, matrícula LV-GGJ (Lima Víctor - Golf Golf Junior), cruzaba sin embargo a un nivel demasiado bajo para lo que es aquélla orografía. Además parece que el piloto o el navegante un tanto se había extraviado porque no alcanzaron a cruzar por el Yeso sino más al Sur, por el paso Las Leñas (no idéntico con el valle homónimo de deportes invernales). El hecho es que una tarde nublada sobre la estancia El Sosneado a orillas de la Ruta 40, al Norte de Malargüe, se oyeron claramente los motores de un avión que evidentemente volaba bajo. Después, nada más. Era como si al C-46 se lo hubiera tragado la tierra. Toda la búsqueda resultó vana.


Vista del volcán El Sosneado que aparece en último plano.
La erosión dejó tan solo la chimenea de lava endurecida, que es una característica de muchos volcanes antiguos,
como por ejemplo también el Zapaleri, punto trifinio en el límite donde se tocan Argentina, Bolivia y Chile, en el extremo NO de la Puna de Jujuy.

Pasaron semanas, trascurrieron meses. Cambió el almanaque. Sin rastros del Curtiss. Hasta que de pronto comenzaron a suceder y a observarse cosas extrañas en la comarca. Como que dos hombres de situación económica humilde de El Sosneado habían adquirido una estación de servicio en Neuquén. Otros más, puesteros como aquellos de origen, se habían trasformado en prósperos comerciantes. Cuando la policía inició la investigación se supo que los personajes en cuestión habían llegado hasta el aparato siniestrado en lo alto del escarpado volcán Sosneado donde entre restos metálicos y esqueletos humanos y de animales había, desparramado, fajos de billetes de banco y monedas: pesos moneda nacional, dólares, soles peruanos, escudos chilenos y balboas panameños.


Recortes de diarios después del hallazgo del Curtiss por las autoridades, meses después de la caída


Restos metálicos del Curtiss que se estrelló contra el volcán Sosneado. Por tratarse de una toma digital primitiva, se notan los pixels
(Foto gentileza de Gustavo Karan, Karen Travel, Malargüe)

Es que cuando se traslada un avión particular es necesario disponer de dinero en efectivo para la compra del combustible en las escalas técnicas y para demás gastos. A menudo se llevan también caudales, habida cuenta que este medio es más seguro que el trasporte terrestre por automotor o tren. Hallada la punta del ovillo fue posible reconstruir toda la trama. Para los saqueadores todo se inició cuando con su vista experta observaron cómo en el comienzo del verano después de un invierno de poca nieve, en lo alto del Sosneado comenzaron a revolotear jotes, cóndores y otras aves de carroña. Recordando la desaparición del Curtiss y atando cabos, los pastores subieron hasta el lugar de la tragedia, encontrando todo en su estado natural.

Cuando se supo del episodio se desencadenaron desde luego las versiones más inverosímiles. Como que en el Golf Golf Junior habría volado un correo del entonces fugitivo ex presidente Perón llevando al exterior su mal habida fortuna: dólares, joyas, y oro en monedas y en barras.

En rigor, nada de esto. Pero sí buenas sumas de divisas que llevaba la tripulación para gastos de viático.

El más desgraciado de todos resultó ser un puestero que viviendo en una choza, aprovechó unos papelitos verdes que encontró para tapar las ranuras por donde entraba el chiflete. Sencillamente no solo ignoraba el valor de los dólares, sino incluso de qué se trataba.

Interesante resulta el colofón de todo lo antedicho. Porque según el informe oficial sobre la causa del accidente parecería que aquello no fue un impacto ("nube con carozo"). En cambio el aparato parece haber caído por daños estructurales: entró en nubes con fuerte turbulencia perdiendo en las violentas ascendentes y descendentes el ala derecha y el plano estabilizador y elevador, piezas que se encontraron a unos 3500 metros del lugar del siniestro. Un caso parecido al del DC-4 de Bolívar con las parejas de recién casados que viajaban a Bariloche, diciembre de 1957, y al del DC-6 que en julio de 1961 sufrió un percance fatal por iguales causas entre Las Flores y Azul.

F.B. KIRBUS                  

 

FIN