Corría 1998. La carta manuscrita llegó de los inefables Coroneles con aquellas máquinas trepadoras llamadas Guanaqueras. Un grupo de San Juan compuesto por una treintena de amigos que desde los años ’70 zarandeaban los Andes y la Precordillera con sus 4x4 fatto in casa, mucho antes de las VTT lustrosas que se vendían a precio de dólares y yens en los salones de exhibición.

La propuesta postal llevaba el sello del Pebi Zimmermann. Ideólogo, junto con el Gringo de Lara, de aquél núcleo, me proponía participar con ellos de un intento de cruce del Tontal, entre Barreal y San Juan. Esta travesía la habían realizado ya una vez hacía mucho tiempo, y el asunto era reeditar la epopeya – si teníamos suerte. Una intentona problemática porque solo podía llevarse a cabo con buen tiempo. Mejor dicho: con tiempo sin nubes. Porque si los nubarrones envolvían la cresta del Tontal no sería posible avanzar. Si igual se intentaba seguir y uno se apartaba de la cima, podía entrar en un acarreo lateral que chupaba el rodado sin misericordia ni posibilidad de volver a sacarlo.

Si bien ya comenzaba a usarse el GPS, no hubiese sido posible tampoco aplicarlo porque no existía un track marcado previamente. Así que: a probar y acertar – o fracasar. Convencí a Pedro “GPS” Gutovnik a participar, y desde Mendoza llevamos como tercero a Flavio Guida.

Nos encontramos con el coronelato en Media Agua, cruzamos a Barreal no sin antes contemplar desde un mirador todos los colosos de la región, desde el Mercedario hasta el Aconcagua, e hicimos campamento base en lo de las cabañas de Ossa.

A la mañana siguiente el clima pintaba espléndido. Tomamos hacia el Norte, torcimos hacia el Tontal y llegamos primero a un grupo de antenas en el Cº Amarillo hasta donde conducía una huella borrosa.

A partir de ahí: nada. Rumbo 180º. El grupo de máquinas era mixto: algunas Guanaqueras, pero también varias 4x4 comerciales pequeñas, y varios visitantes con Discovery o Cherokee.


Sin huella: Algunas máquinas parecen escaparse de las nubes que las corren, pero no fue más que una amenaza momentánea.
Der. Pedro observa la caravana que se aleja.

A partir de la antena se navegaba a simple vista, como Colón, tratando de circular por donde mejor se podía. Algunas nubes amenazaban, pero no llegaron a avanzar lo suficiente como para envolvernos.

Lo que no sabíamos: teníamos que transitar por la cumbrera por más de veinte kilómetros hasta alcanzar el cerro Pircas (4356 msnm) antes de bajar al valle, donde nos aguardaría otro obstáculo fiero.

Para peor el terreno se ponía cada vez más áspero. Lajas sobresalían del suelo apuntando directamente a los flancos de las delicadas Dunlop y Michelín. Las Guanaqueras no tenían mayor problema porque calzaban las indestructibles Fate 6.50x16. Pero los otros, los “finoli” modernos, pronto comenzaban a pinchar; o mejor dicho, a cortar los flancos.

Las cubiertas que se habían traído de repuesto se iban agotando.
De repente, a medio camino, la Ley de Murphy que entra en acción: una de las cucarachitas pequeñas y debiluchas de las comerciales que no logra trepar por una pendiente, una Guanaquera que la cuartea, y… ¡rotura de cardán!

De haber sido semieje, nada grave pasaba porque se podía continuar con la simple. Pero sin cardán simplemente no había tracción. A cuatro mil metros de altura, y todos un tanto apunados.
Los Volpi, padre e hijos, se pusieron a trabajar. Convocaron dos chatas para conectar su equipo de soldadura a sus baterías, sacaron el cardán, lo alinearon y comenzaron a soldar. Punto por punto. Cuatro horas o algo por el estilo. Por fin la Guanaquera estaba reparada.


Imagen sin palabras: sobre lajas había que transitar, en todo caso esquivándolas. Con razón que las cubiertas se despedazaban.
Cuando llegamos al Cº Pircas, antes de bajar, colocamos la última rueda de auxilio que quedaba..


Recorrido de la expedición Cerro Traviesa, de Barreal a San Juan.
Se subía desde las antenas en el Cº Amarillo (3698 msnm) al Cº Pircas (4368) y luego se descendía a través del Portezuelo del Pachaco pasando por el Puesto las Cuevas para rumbear a San Juan

Ya bastante avanzada la tarde alcanzamos el hito en lo alto del Cº Pircas. A partir de allí había que bajar, ¡pero cómo! Un tobogán. La chata sobre la grava tendía a cruzarse.
Y sin perspectivas de alivio porque abajo en el valle, donde pernoctamos, nos esperaba una vega traicionera. Por arriba, pasto verde y hermoso. Pero debajo, agua y barro. Pronto el pantanal nos atrapó sin querer dejarnos ir. Nos cuarteábamos mutuamente.


Peludeando en los tembladerales cerca del Port. del Pachaco.
Una chata tenía que cuartear otra (si es que había grip). Aquí la Disco de Pedro es sacada por una Guanaquera

Superado el pantano nos aguardaba aún otra prueba dura: nos hallábamos atrapados en un hoyo del cual había que salir por una estrecha canaleta, puro ripio suelto.

Comenzaron a escarbar las ruedas y a humear los embragues. Por cada metro que se subía se retrocedía dos. Incluso repetidos intentos de remolque resultaron vanos. Finalmente a alguien se le ocurrió un último truco: colocar la chata en diagonal como para que la cola estuviere más alta que la trompa. Con este mínimo envión inicial pudimos arrancar y vencer la traicionera pendiente..


La Guanaquera que aparece aquí tenía ya el cardán soldado, pero venía además con el neumático posterior izquierdo externo desinflado.
Sin embargo, con tantos equipos de redundancia y una buena provisión de repuestos, siguió firme hasta casa

El resto fue pura diversión, ya sin angustias: un picnic en el puesto Las Cuevas, y a la tarde en San Juan. Pero si me preguntan: no lo quisiera volver a repetir por el riesgo de quedar atrapado arriba en medio de las nubes.

 

FIN