La sorprendente experiencia de Federico y Marlú

en las entrañas de las Sierras de Córdoba.


 

Rrrrriiing...

-Hola

-¿Federico?

-Sí, soy yo

-Pièrre habla, dice la otra voz. -Pièrre Dumas.

-¡Qué tal y qué sorpresa, Pièrre, contesta Kirbus. -Desde el cierre de la revista aire libre que no nos vemos ni hablamos. ¿Cómo están Graciela y los chicos?

-Bien, todos muy bien, es la respuesta. -Federico, hablo por un asunto urgente. Estamos preparando un suplemento de turismo, caza y pesca para El Gráfico y necesitamos una buena nota con fotos sobre autos. Sé que están saliendo con Marlú en estos días con una Toyota Hilux D/C 3.0 TD y por ahí podrían producir un artículo ilustrado para el nuevo magazine, que saldrá una vez al mes.

-No soy un mago, Pièrre, es la contestación. -Tenemos un circuito prefijado y un presupuesto acotado, así que ahora resultan imposibles las expediciones estrafalarias como antes cuando las revistas nos financiaban las aventuras en los rincones más apartados del país.

-¿Y qué es lo que piensan hacer esta vez?, consulta Dumas.

-Vamos a visitar La Guitarra, en el Sur de Córdoba, y de ahí seguimos para recorrer un circuito que descubrió para mí Nico Kugler: Calmayo y el convento de los Benedictinos, es la respuesta aclaratoria

-La Guitarra, Calmayo, Benedictinos, ¿qué es todo esto? Seguro que de este recorrido puede salir una nota polenta, polenta, con fotos mostrando la Hilux saltando sobre lomos de burro y pasando por vados profundos, insiste el colega francés (acriollado y aquerenciado).

-¡Pero Pièrre! ¡No estoy para las famosas “fotitos” que le reprocho a cuanto amigo que tengo por ahí. Hago exploraciones, descubrimientos - si es que algo queda todavía para descubrir -, investigaciones, pero no puedo producir artículos como muchos de mis colegas peludeando en el barro en las canteras del Gran Buenos Aires o inclinando la chata sobre una piedra, todo para una “fotito”, replica Kirbus. -Además, si los japoneses de Toyota llegaran a ver una toma con una Hilux cruzando un charco se ponen como hienas porque sostienen que sus productos, que consideran los mejores del mundo, no son vehículos anfibios sino hechos para circular sobre tierra firme.

-Necesito algo bueno y urgente, sí o sí. Así que por favor cuento con este material a más tardar hasta el 20 de agosto. Gracias y chau, remata Pièrre su breve llamado y corta.

Es el sábado 7 de agosto. Marlú está probando la nueva Ford Ranger en Mendoza pero vuelve esa misma noche. La salida para el viaje está fijada para el lunes 9 al mediodía. Por la mañana hay que retirar la Hilux de la Toyota, que viene en lugar de la Prado prometida porque ésta quedó retorcida después de dos semanas de “demostraciones” en el gran pozo artificial

Tout terrain en la Exposición de La Rural, en Palermo. No importa: la Hilux tiene una mecánica similar, y siendo que es una edición Limitada posee una caja con una especie de tapa de plástico que se puede cerrar para llevar equipaje.

Todo se desarrolla según el cronograma: retiro del vehículo en Vicente López, carga de los bártulos y salida en dirección hacia Venado Tuerto, donde está previsto el primer pernocte.

Además de Marlú integra la dotación Antje, una simpatiquísima chica alemana que está en el país por un par de meses para perfeccionar su español, que ya habla admirablemente bien. Igualmente, hay que esforzarse para explicarle por qué una ciudad importante en Argentina se llama Venado Tuerto, o sea ciervo con un solo ojo. La verdad, una buena pregunta.

A la mañana siguiente, salida en dirección a Rufino, luego Laboulaye y por último General Levalle. Aquí es donde se encuentra, muy cerca, la célebre Guitarra y donde vive también Pedro Ureta, el dueño de la estancia y artífice de esta magnífica y singular obra de arte: una plantación de unos 4000 pinos y eucaliptos formando el contorno de una guitarra de seis cuerdas.

Pedro y su mujer Tate reciben a los extraños en su hogar de General Levalle con la típica cordialidad criolla y los conminan a quedarse a almorzar mientras les cuentan algo sobre la historia de La Guitarra. Pero algo más ilustrativo puede encontrarse en la Web cliqueando www.cordobaalsur.com.ar, link Gallery.

Para una visita del campo con su kilométrica vihuela no queda tiempo por hoy. Esa misma noche Federico, Marlú y Antje recalan en Villa General Belgrano para preparar la expedición del día siguiente.

Durante el viaje a todo esto Federico ha venido pensando en las aventuras y desventuras vividas recientemente por Pedro Gutovnik y por Néstor Queralt. Vivencias increíbles al toparse los protagonistas con personajes que realmente parecen haber salido del túnel del tiempo, como Canaris, Butch & Sundance y los caciques Pincén y Painé.

El próximo destino, cumplido el objetivo La Guitarra, es ahora Calmayo.

-¿Calmayo? ¿Qué es esto, dónde queda?, preguntan Diego y otros vecinos conspicuos de

La Villa (General Belgrano). -¿Acaso un calmante?-, agregan en tono de chanza.

-Según los mapas es un pueblito situado detrás del Cordón del Hinojo, que delimita el Valle de Calamuchita hacia el Este, aclara Federico, que ha localizado el topónimo en las topográficas, ya antes de salir de Buenos Aires, mientras planificaba la expedición.

Parece mentira: en las cartas, Villa General Belgrano dista escasos diez kilómetros de Calmayo, ¡y nadie la conoce, ni siquiera de nombre! Del convento de los Benedictinos sí oyeron hablar algunos, pero tampoco nadie ha estado.

La mañana del miércoles pinta linda. El tanque está a full. La EBL 348 azul se desliza suavemente por el pavimento de la RP 5 en dirección Sur. Pasando 2,5 kilómetros el tercer acceso a Santa Rosa de Calamuchita, un cartel indicador señala: El Parador de la Montaña.

¡Aquí es!

La huella de tierra es buena. Se ven las marcas de una motoniveladora que pasó por aquí hace poco. Camino para toda clase de vehículos, incluso automóviles bajos. De momento Federico aún no sabe dónde y cómo producir “la fotito” para la nota pedida por Pièrre. Después de unos cinco kilómetros la huella hace una S y pasa entre varios edificios importantes, en parte hechos de calicanto, con techos de tejas rojas a dos aguas. Es El Parador de la Montaña. A la vera del camino se levantan dos esculturas de hierro. En el establecimiento se celebra alguna fiesta porque hay coches parados y un grupo numeroso de personas en animada conversación.

El camino continúa entre curvas, pircas, espinillos, tabaquillos, pasa por algún vado hormigonado pero seco, en suma: el inconfundible escenario de la Córdoba serrana.

Un cartel con flecha hacia la izquierda indica de pronto: Calmayo 2 Kms.

¡Por fin Calmayo! Después de tanto investigar, Federico acaba de alcanzar el objetivo de su viaje. Calmayo, ¿qué significará? Lo único claro es que en quichua, mayu o mayo significa arroyo. Un Waypoint en el GPS: 32º 01,583’ S y 64º 28,043’ W. Distancia en línea recta hasta el centro de Villa General Belgrano: 9.217 metros. Ni uno más, ni uno menos, tomando, o no, en cuenta la curvatura de la Tierra.

Calmayo propiamente dicho es un caserío disperso de tal vez una decena de viviendas, desde modestas hasta algunas señoriales, una escuela, el infaltable kiosko para bebidas frescas y una pequeña capilla de bonito diseño clásico y en su espadaña, dos campanas de bronce. En la mayor de las dos se lee la fecha cuando fue fundida: 1897.

Buen lugar para pasar las vacaciones de verano, piensa nuestro hombre. Una rápida sesión de fotos documentales, luego el regreso al camino principal. Otro cartel señala: Monjes Benedictinos.

De Calmayo hay tres kilómetros hasta llegar al convento. Primero se pasa al lado de la Casa de Retiro de las Hermanas Esclavas, y luego de un breve trecho aparece el monasterio de los padres y hermanos unidos en el espíritu de San Benito de Nursia: Ora et Labora. El santo varón fundador de la orden, en 529, evidentemente no era argentino.

Antje se acerca a una mayólica en la pared de calicanto del edificio principal donde reza: “Monasterio de Ntra. Sra. De La Paz” - “Monjes Benedictinos” - “Fundado el 3 de Mayo de 1976” - ”Ave María Purísima” - ”Sin Pecado Concebida”, y se sorprende por la formulación de estas dos últimas frases:

-Hum... Siempre pensé que esto significaba la concepción impecable de Jesús de Nazaret por María, pero por lo que voy entendiendo ahora es que también la madre de Cristo fue concebida sin pecado...

Es hora de la siesta sagrada. El Garmin con su reloj atómico marca las 13.22.47. Ninguna alma a la vista. Solo un ovejero alemán manso y juguetón sale a recibir a los visitantes. Pero al poco tiempo aparecen el hermano Roberto, entrerriano descendiente de los alemanes del Volga, y luego la hermana Amalia, de ascendencia suizo germana.

Hay ahora solo tres religiosos en el convento fundado en 1976 en este paraje apartado, se enteran los visitantes. En el pequeño negocio se venden exquisitas mermeladas artesanales, licores y otros productos por el estilo. Una petaquita con un guindado color ámbar desaparece rápido en las alforjas de Federico mientras sor Amalia disfruta al conversar en su lengua materna con Antje y fray Roberto, de civil, sin sayo, cuenta sobre la historia del monasterio, que depende de la sede principal en Victoria.

Aunque el tiempo parece haberse detenido aquí, el reloj sigue implacable su marcha y todavía hay que dar la gran vuelta pasando por San Agustín y la añeja estancia Santa Rita para subir al Cordón del Hinojo y de allí bajar finalmente otra vez a Villa General Belgrano.

Sobre tan animada conversación se han hecho como las dos y media, y los excursionistas reanudan el viaje con rumbo a San Agustín.

El caminito serrano continúa en forma placentera a través de un paisaje prístino, donde uno se siente totalmente alejado del resto del mundo. En un punto determinado hay una bifurcación sin ningún indicio preciso por dónde tomar hacia San Agustín.

-Allá atrás hay una casa, señala Marlú.

Sí, efectivamente: en medio de un bosquecillo asoma un edificio, y más allá algunas otras construcciones, como camufladas. Ningún ser humano a la vista, aunque resulta evidente que el lugar está habitado. En un pequeño cartel se lee la palabra “IDEA” en mayúsculas, pero alguien ha agregado arriba, con pintura en aerosol, “Una buena”.

-Averigüemos, propone Antje (el diminutivo en holandés de Anita), un poco temerosa por hallarse como extraviada en medio de una naturaleza agreste y para ella desconocida y casi hostil.

Federico desciende para acercarse a lo que parece ser la entrada del edificio principal cuando la puerta se abre y se adelanta con paso pausado un hombre de unos 50 años, ya peinando canas; primera impresión: cociente intelectual a todas luces 130 plus.

-¿Por aquí pasa la ruta a San Agustín?, pregunta Federico. -Estamos algo desorientados debido a la falta de carteles.

-No se preocupe, la ausencia de señalización en esta comarca no es del todo casual, responde el hombre. -Por aquí no se va a San Agustín, sino por ese otro derrotero. De todas maneras, ya que llegó hasta aquí, pase con sus acompañantes, así le muestro en detalle el itinerario a seguir..

El enigmático personaje, en vez de entrar enseguida, se acerca primero a la Hilux, pone la mano sobre el capó y, mirando la toma de aire, pregunta:

-¿Turbo Intercooler?

-Este buche es trucho. El motor 3.0 TD solamente tiene turbocompresor de escape, responde Federico.

-¡Qué lástima!, explica el otro. -Está regalando un once por ciento de rendimiento que la Naturaleza le ofrece gratis.

-¡¿Aja!?.

-Y, sí: el enfriador o intercooler reduce en 60 grados la temperatura del aire previamente condensado por el compresor. Puesto que la densidad de la atmósfera aumenta o disminuye el uno por ciento por cada 5,5º C de incremento o descenso de la temperatura, el efecto del enfriamiento se traduce en este caso en una ganancia del once por ciento. Aritmética básica. Pero, perdón: por favor, entren, dice, se da vuelta e ingresa por la puerta principal; Federico, Marlú y Antje le siguen.

El interior del edificio nada tiene que ver con su austero aspecto exterior. El gran salón principal al que se penetra después de pasar por el hall de entrada, no tiene ventanas, solo iluminación artificial y se parece más bien al Centro de Control de Vuelos Espaciales de Houston, o del Jet Propulsión Laboratory en Pasadena.

-Pasen, siéntense, invita el anfitrión. -Ya les muestro por dónde seguir. Entre tanto les traigo un refresco y unas municiones de boca, porque probablemente no almorzaron todavía, agrega.

Es cierto. Los viajeros no han probado bocado desde la mañana cuando salieron de La Villa.

El convidante vuelve con una jarra de agua cristalina y una bandeja de canapés, ideales para esta hora y circunstancia. De un armario extrae una carta sumamente detallada para explicar a los extraviados la ruta a seguir.

Pero las instalaciones del búnker son demasiado impresionantes como para que Federico preste atención a las explicaciones del dueño de casa. Por fin lo vence su natural curiosidad profesional.

-Esto parece un ámbito diametralmente opuesto a los claustros de los vecinos benedictinos, se sincera el visitante.

-Es usted excelente observador, dice el hombre. -Probablemente sea periodista o algo por el estilo. Aprovecho para presentarme: soy Eduardo Larrindeguy, ex militar del Ejército Argentino retirado con grado de coronel, doctor en física e ingeniero en química. ¿Y usted?, inquiere el otro.

-Me llamo Federico, Federico Kirbus.

-¿Federico cuánto dijo?, pregunta el dueño de casa. -¿Federico Kirbus? ¡Pero qué increíble golpe de suerte de conocerle personalmente! ¡No sabe cómo todos los que vivimos y trabajamos aquí hemos leído y hasta devorado sus artículos y sus libros de viajes y de aventuras!

-Bueno, sí, hay personas que recortan y coleccionan mis artículos y tienen alguno de mis títulos, pero no es para tanto, porque algunos me señalan o envían correcciones, replica Federico con una modestia que no siempre le es propia mientras observa con atención creciente la sala donde se encuentra. Por donde quiera que se mire asoma tecnología de avanzada. El Control de Vuelos en Houston que Kirbus visitó tiempo atrás podrá tener cierta semejanza con las instalaciones de aquí, pero resultaría muy anticuado en comparación. Esto aquí es de lo más moderno que pueda concebirse.

-Estas instalaciones parecen ser de una nave espacial, comenta Federico.

-Una buena equiparación, la suya, admite el dueño de casa. El hombre está sólo, pero a simple vista es obvio que estas misteriosas instalaciones parecen estar habitualmente frecuentadas por muchas personas que aquí trabajan, estudian y experimentan. -Cuento con su total y absoluta discreción y reserva, sabiendo quién es. Donde se encuentra en estos momentos es uno de los laboratorios de armamentos más sofisticados del mundo, dice el Coronel R.E.

-Por lo que estoy observando, debe ser algo así. Pero aún no me explico de qué se trata, admite Federico.

-Esto aquí es fruto de uno de los procesos tecnológicos más notables de las últimas décadas, que pasó y continúa pasando desapercibido tanto para el público como incluso para instituciones oficiales inútiles como la SIDE y otras similares.

-Comprendo, asienta Federico.

-Le cuento desde el principio. ¿Recuerda que en las décadas de los 60, 70 y 80 el famoso “reloj” de la Karolinga Atomisken Instituten de Estocolmo marcaba reiteradas veces “tres minutos antes de las Doce”, o sea antes del posible estallido de un conflicto nuclear de alcance global? En esos años Este y Oeste estuvieron varias veces a un tris del inicio de una conflagración de consecuencias incalculables. Fue cuando un comité internacional se abocó a la búsqueda de sitios donde aún en el peor de los escenarios bélicos una elite internacional compuesta por hombres de ciencia, filósofos y pensadores pudieran hallar un refugio seguro, a salvo de las bombas nucleares y termonucleares. Estos sitios debían estar lejos de los epicentros de posibles bombardeos, pero disponer de razonable infraestructura básica y buenas comunicaciones. Entre los cinco refugios que entonces se eligieron, dos se hallaban en la Argentina: el uno era Cachi Adentro, en Salta, y el otro esta bendita comarca sita entre Calmayo y San Agustín, justamente en el punto donde ahora nos encontramos, concluye su relato el anfitrión. - Y no vaya a creer, continúa, -que aquellos eran escenarios de ciencia-ficción: recuerde que durante la Guerra de las Malvinas Mss. Thatcher había ordenado apuntar los cohetes con ojiva atómica de sus submarinos, por si acaso, a las coordenadas de la ciudad de Córdoba...

-Pero aquél peligro hace rato se ha esfumado, repone Federico. -El mundo de hoy parece lejos de una confrontación atómica, no obstante los conflictos locales. -El mundo gira sin detenerse. En aquél momento el gobierno argentino decidió instalar aquí un centro de investigación y estudio de excelencia para fines militares y civiles. Se construyó entonces este complejo ultramoderno y semi subterráneo con laboratorios, talleres de alta precisión, gabinetes de experimentación para armamentos de avanzada y se radicó aquí a un núcleo de civiles y militares compuesto por algunas de las mentes más preclaras del país para trabajar en investigaciones de toda clase, especialmente en el ámbito de armamentos, redondea el anfitrión, para continuar:

-Y no fue del todo casual la elección de este sitio, vecino al convento de los patres y fratres en Cristo de la orden de San Benito, y próximo también a la Casa de Retiro Espiritual de las Hermanas Esclavas. Los monasterios, claustros y conventos desde siempre fueron refugio preferido de espías, partisanos y de la resistencia; recuerde no más la 2ª Guerra Mundial con Monte Cassino como ejemplo descollante en tal sentido.

-Hace un cuarto de siglo que se creó este centro, o sea hace bastante tiempo, recapitula el visitante; -¿No son obsoletas ya las instalaciones?

-Mire, es la respuesta, -esto aquí es como aquel episodio ocurrido hace muchos años cuando las diferencias entre los aviones comerciales eran aún muy notorias: bimotores, trimotores, cuatrimotores, a pistón, a turbohélice, ala alta o baja. Un día una señora de cierta edad y llena de aprensión, al abordar un aparato preguntó al piloto parado al lado de la escalerilla: “Comandante: ¿Será bueno este avión tan viejo?”. A lo que éste respondió: “Ascienda tranquila: Es tan viejo porque es tan bueno”. Aquí ocurre algo similar: nuestra tecnología es de lo más moderno.

Federico observa que algunas luces de control en los tableros y paneles titilan.

El hombre señala con la mano el centelleo apenas perceptible mientras continúa:

-Operamos como un organismo militar descentralizado financiado por aquellos fondos reservados y secretos que desaparecieron en los últimos años de ciertas cuentas oficiales y que algunos sospechan fueron destinados a coimas para gremialistas y políticos. Encima todavía tienen la desfachatez de autotitularse Honorable Cámara de Senadores o Honorable Concejo Deliberante. Es cierto que una porción de esos caudales efectivamente fue a parar a las manos corruptas de esa gentuza. Pero aquello fue una pantalla; la mayor parte ha servido para mantener este centro de estudios y desarrollo, aclara y prosigue:

-Con esos recursos lo que se ha hecho es financiar nuestra labor secreta. Aquí trabajamos medio centenar de especialistas en proyectos futuros. Contamos por un lado con la mejor “materia prima” que pueda concebirse: personal argentino, producto de la mezcla de varias nacionalidades que inmigraron desde el siglo XIX. Los descendientes de aquellos europeos se han convertido en una raza de primacía entre sus pares en el mundo. La Argentina, hoy por hoy, no solamente es el mejor país del orbe por donde quiera que lo mire, sino que alberga también la raza humana más perfecta que pueda imaginarse al presente. Gracias a esto hemos logrado formar aquí un grupo de técnicos y científicos sobresalientes. Mientras Marlú y Antje procuran saciar su sed y su hambre con las cosas servidas, Federico

observa cómo continúa el ligero centelleo en los tableros de control.

-¿Y qué, por ejemplo, se ha desarrollado en esta misteriosa institución?, inquiere el visitante curioso.

-El establecimiento se denomina IDEA, Instituto de Desarrollos Avanzados y pretende hacer honor a su nombre y renombre, aun cuando el público ignore su existencia, aclara Larrindeguy, y continúa: -¿Siguió últimamente los conflictos en el Cercano Oriente?

-Solamente muy por encima a través de los diarios, replica Federico.

-Si mira los programas de Fox y CNN en la televisión...

-...Perdón, pero no tengo ni nunca tuve televisor, intercala Federico.

-En cierto modo mejor, porque aparte de Tom y Jerry no hay mucho de divertido para ver, admite el dueño de casa. -De todos modos cuando vea algunas imágenes de los enfrentamientos diarios entre palestinos e israelíes o entre los así llamados aliados y la resistencia iraquí en Bagdad, podrá contemplar algo significativo.

-¿Como qué?, quiere saber Federico.

-Observe cualquier escena de los combates en Gaza: los palestinos tirando en su desesperación piedras contra los tanques, a veces incluso con hondas como David contra Goliat; los guijarros hacen ping!!! en el blindado, se fragmentan en siete pedazos y aquí no pasó nada. ¡Ah, espere! Me acuerdo que tengo algunas fotos para mostrarle. Vea, aquí tiene un tanque israelí enfrentando a un grupo de palestinos tirando pedrejones contra el Patton de cuatro ejes. La tripulación ni se inmuta, porque sabe que los guijarros solamente hacen ruido. Ahora, fíjese aquí: un tanque norteamericano en Bagdad. ¿Qué diferencia observa entre este blindado y su similar israelí en Gaza?, inquiere el dueño de casa.

-Veo que el panzer estadounidense está cubierto de arriba hasta abajo con una especie de adobes protectores...


Tanque blindado norteamericano en Bagdad

-... Exactamente: El “blindado” está a su vez acorazado. En cierto modo un contrasentido: un tanque es de por sí un vehículo protegido por su propia coraza, como lo es una tortuga. Pero en este caso por fuera del blindado se han colocado unas placas adicionales de hormigón armado para proteger la carrocería de acero de alta tenacidad. Puede verificar estas situaciones en cualquier revista o diario, o en la tele...

-... Ya le dije que no tengo televisor

-Bueno, donde quiera que mire observará lo mismo: los blindados en Irak están todos a su vez “blindados”. O sea los han trasformado en verdaderas fortalezas rodantes.

-¿Y a qué obedece esta situación?, insiste Kirbus.

-A un arma que tiene en vilo a los militares norteamericanos desde el 7 de abril último, y que fue desarrollado en estos laboratorios donde usted tiene el privilegio de encontrarse.

-¿Qué pasó el 7 de abril último y en qué consiste esta arma secreta?, pregunta Federico con creciente ansiedad. -En esa fecha, en pleno centro de Bagdad, un blindado norteamericano de última generación fue alcanzado por un proyectil de tan solo siete milímetros de diámetro. Fíjese lo que estoy diciendo: ¡Siete milímetros! Cualquier Birome redonda o hexagonal en su escritorio, si toma un calibre y mide su diámetro, tiene entre siete y ocho milímetros. El proyectil que yo digo tenía siete milímetros. Y no solo perforó el blindaje por donde entró, sino que salió por el otro lado tal como había penetrado, prosigue su relato Larrindeguy. Y ante la exclamación “¡Increíble!” de Federico, continúa aquél:

-Efectivamente increíble. Para todo el mundo menos para nosotros. Porque el arma fue desarrollada en este instituto y luego vendido por una suma muchas, cientos de veces millonaria, en dólares, a un interesado anónimo en alguna parte del mundo. Desde el instante en que aquel tanque en Bagdad fue atravesado como si su blindaje fuera de hojalata, los militares norteamericanos se desesperan, desvelan, no duermen. Porque de difundirse el uso de esta arma, decenas de miles de tanques de todos los ejércitos del mundo caerían en la obsolescencia irreversible. Es decir: esto ya sucedió de hecho, solo que su empleo todavía no se generalizó. Aquello del 7 de abril de 2004 fue un ensayo general. Y los norteamericanos no atinan cómo enfrentar este trance. Por ahora, por lo que podrá ver en los noticiosos, blindan a sus blindados, pero no saben cómo seguir.

-¿Y cómo hallaron justamente aquí la fórmula de un proyectil tan contundente?, insiste Federico.

-Todo se basa en la fuerza del plasma. Más no quiero ni puedo decirle. Este repetido titileo que habrá observado es el reflejo de los ensayos que en estos momentos estamos llevando a cabo en el polígono acorazado del laboratorio, 20 metros debajo del nivel del piso. ¿Qué cómo logramos la fórmula? Pues bien: ¿Recuerda que hace unos cinco años un estudiante estadounidense elaboró y publicó en Internet el guión detallado de cómo armar una bomba de fisión? Tomó informes, documentos y tesis publicados en la Web, combinó hábilmente los datos dispersos y consignó la fórmula con la que los norteamericanos construyeron al “Little Boy”, la bomba de uranio tirada sobre Hiroshima. Así sucedió en principio también con nuestro hallazgo: consultando datos básicos disponibles en Internet pudimos componer un rompecabezas y perfeccionar el proyectil plasmático que ahora posee alguna potencia oscura que no cierra filas, precisamente, con Washington y Londres, dice el dueño de casa.

-Esto es de verdad asombroso, responde Federico. Y en rascándose la cabeza, agrega:

-En la práctica significa además que con semejante dispositivo se podría perforar cualquier caja fuerte, cualquier tesoro de banco, todo.

-Pensándolo así, tiene razón. Nosotros en el instituto por ahora solo manejamos temas tácticos, o llámelos militares, o de defensa. Pero su conclusión es correcta: con el proyectil de plasma en un futuro cercano será posible violar cualquier tesoro del mundo, empezando por el de Fort Worth hasta el del Bank of England, admite Larrindeguy y agrega:

-Tenemos aún otros inventos en la galera. IDEA es líder mundial en varios rubros. Le muestro un ejemplo: siéntese en aquella computadora y entre en su cuenta para abrir la casilla. Así, póngase cómodo. Marque el nombre de su dominio e ingrese la clave. ¿Está? Bien. Ahora cierre su cuenta, venga a este otro teclado donde me he sentado, y observe: ingreso primero su dominio federico@kirbus.com.ar, ¿correcto?

-Pero mi clave no la conoce, se apresura en advertir Federico con tono triunfal.

-Preste atención a esto, dice Larrindeguy. -Ahora tecleo subrik, y ya estoy en su cuenta que me abre todos los secretos, si es que, aparte de los amorosos, los tiene.

-¿De dónde y cómo pudo averiguar la clave de mi casilla, que incidentalmente es mi apellido, pero escrito al revés: Kirbus = subrik, se alarma Federico.

-Sabiéndolo es sencillo: al teclear, cada tecla emite un tono individual y único, como una cuerda de cualquier instrumento musical. Estos sonidos de cada una de las 105 teclas de un teclado de los comunes de compu se graban y analizan. Cada tecla al ser oprimida emite un sonido particular, que el analizador electrónico interpreta. Cuando usted escribió su clave, subrik, de inmediato apareció en mi pantalla el resultado del análisis y así pude entrar en su casilla. Por eso, ahora apúrese en cambiar la clave, terminó Larrindeguy su breve introducción a la cibernética.

-O sea que además de abrir las cajas fuertes podría averiguar todos los secretos del correo electrónico internacional, concluye Federico.

-Sí, estamos bastante adelantados en la materia. Desde luego que no disponemos de los recursos de la NSA, la National Security Agency norteamericana, que es el más secreto de todos los servicios secretos que con su armada de satélites espías sabe en este mismo instante, si lo estuvieren buscando, en qué punto del globo se encuentra...

-... siempre que lleve conmigo un handy activado, completa Federico.

-Ah, sí, esta es condición sine qua non. Casi todo el mundo lo lleva encendido. Sin embargo no pudieron atrapar todavía a Osama Bin Laden, porque el celular que usaba en su fortaleza Tora Bora se lo dio a un confidente y éste salió caminando con el aparato encendido. Los norteamericanos siguieron a este individuo y lo apresaron, pero no era el Barba sino un fiel seguidor con el handy de aquél...

-¿Y a ustedes, los del instituto, ¿no los pudieron ubicar todavía? , quiere saber Federico.

-La NSA y sus similares “tamizan” cada HORA del día unos dos millones, repito: dos millones de llamadas telefónicas, SMS y mensajes de mail que son analizados en forma robótica, sea con datos referidos al tráfico de drogas, a la mensajería militar o a noticias económicas. Basta que en un mensaje de voz, faxeado o trasmitido por mail aparezca una palabra sospechosa como cocaína, crack, morfina, Osama Bin Laden, Al Quaeda u otro término similar, y ya el message “aterriza” en los gabinetes de los decriptadores de la NSA en Langley, Virginia. Pero nosotros aquí no comemos precisamente vidrio molido. Por eso nos manejamos trasmitiendo mensajes, sea de voz o bien de datos, grabándolos en un cassette común o un disquette y enviando éstos a destino por courrier; nada de trasmisiones por teléfono, aire o Internet, salvo para buscar recetas de cocina. Así ya se manejaba Saddam Hussein en la primera Guerra del Golfo, y por eso los norteamericanos no lo pudieron ubicar. redondea Larrindeguy, para proseguir:

-Y tenemos aún otro hallazgo en la galera que todavía no sabemos si vendérselo a los recaudadores fiscales de los principales países del mundo. Porque si llegara a aplicarse una metodología perfeccionada por nosotros, se terminarían todos los fraudes y embustes impositivos: los entes responsables de los ingresos públicos como en nuestro país la AFIP o en Estados Unidos el Internal Revenue Service multiplicarían sus ingresos y se fundirían o irían presos todos los embusteros o defraudadores impositivos que andan sueltos por el mundo.

-Me da escalofríos, dice Federico, -pero continúe.

-Todo se basa en análisis que hemos perfeccionado en extensas series de experimentos y que nos llevaron a la siguiente conclusión: el número Uno en cualquier estadística o cálculo o resultado matemático es muchísimo más frecuente que otra cifra del 1 al 9, dice Larrindeguy.

-¿Cómo?, ¡si el Uno está tan presente en el cuenteo del 1 al 9 que cualquier otro valor!, expone su duda Federico.

-Verá lo siguiente: la probabilidad de que un número empiece con Uno en lugar de Dos o de cualquier otra cifra es desproporcionalmente alta: el porcentual de que un número empiece con un Uno alcanza al 30, con un Dos, un 18 y así sucesivamente hasta el Nueve que solo aparece en el 4,6% de los casos, explica el hombre.

-Trato de seguir y comprender, intercala Federico, -pero no es fácil.

-Se lo explicaré con un ejemplo que es aplicable para todo lo demás: el índice Merval alcanza un buen día el valor 1000. Para llegar a la cotización 2000 tiene que duplicarse el valor de las acciones y el Uno dominaría las cotizaciones durante este prolongado período de superación. Pero para pasar por ejemplo de 5000 a 6000 puntos el índice solamente tendría que subir un 20 por ciento. Por eso el Uno es la cifra dominante en el Universo, que tiene 13,4 mil millones de años, ¿ve?. Entonces también: la gran mayoría de los números en rendiciones impositivas empiezan con un Uno. Si ahora un defraudador del Fisco inventa un número y lo hace empezar con Tres, Cinco o Siete, en el repaso estadístico estos valores saltan a la vista como probablemente no naturales sino inventados. Revisando las declaraciones impositivas sobre la base de este método, los recaudadores podrían fácilmente “pescar” a millones de pecadores, redondea el disertante. Y, ante la exclamación de “¡Asombroso!” de Federico que febrilmente comienza a rebobinar en su mente si su última y escuálida declaración la hizo comenzar con 10.000 o con 90 y tantos mil, el ex militar agrega:

-En rigor, tanto este hallazgo como aquel invento de descifrar los sonidos del teclado fueron producto de la casualidad más que de una profunda investigación. Algo parecido al descubrimiento fortuito de los hornos de microonda.

-¿Cómo fue que se descubrió el efecto de las microondas?

-Un técnico inglés que estaba trabajando en un equipo de radar llevaba en el bolsillo una tableta de chocolate y se asombró que la masa se derritiera no obstante el frío que hacía. Como el fenómeno se repitió, descubrió que eran las ondas cortas del radar las que ablandaban el chocolate al hacer vibrar las moléculas. Así de simple, dice Larrindeguy, agregando:

-Le diré algo más. En realidad los norteamericanos viven en el permanente temor de otro ataque como el del 11/9, pero más devastador. Lo que cualquier terrorista podría materializar es detonar una bomba atómica casera: solo hacen falta dos masas “subcríticas” de uranio 235 para trasformarlas con la explosión de un detonante convencional como el Semtex checo, en una sola masa “supercrítica”, y se inicia el fenómeno de la fisión en cadena. No así una bomba termonuclear que requiere una detonación inicial nuclear externa para comprimir el plutonio y desencadenar el proceso de fusión atómica donde el hidrógeno se convierte en helio. Armar una bomba de fisión nuclear es hoy sencillo, y por eso los estadounidenses le tienen tanto miedo. En cambio no esperaban un cañón de plasma capaz de acelerar un proyectil a tal velocidad que éste no penetre sino que atraviese un vehículo blindado. Esto fue terrible para los militares yanquis en Irak: su arma terrestre más poderosa de repente resulta vulnerable como un juguete, cierra el Coronel R.E.

-Ya lo creo. Y ahora comprendo algunas cosas, admite el viajero convertido en improvisado alumno de táctica y estrategia militar.

-Pero lo que las grandes potencias no se esperan, porque ni siquiera sueñan con un cataclismo de dimensiones semejantes, es una variante sucia con que juegan las mentes y las manos negras del terrorismo: la contaminación masiva y subrepticia del agua potable y de alimentos, prosigue Larrindeguy. -Imagínese: con un gramo, un solo gramo de bactraciotoxina que se obtiene de ranas ponzoñosas, es posible envenenar a 100.000 individuos; con la misma cantidad de botulina, un millón de seres humanos; y con un gramo de tetanotoxina, a cuatro millones de personas. ¿Se da cuenta? Con tres gotitas elimina toda la población de la Capital Federal y el Gran Buenos Aires. ¡Terrible! Estas dosis casi microscópicas introducidas en las aguas de algunas de las grandes envasadoras de gaseosas haría que parte aún de la economía más poderosa del mundo se derrumbe cual un castillo de naipes. No por un casual les estoy sirviendo agua de vertiente local. Nosotros de todas maneras, con esta clase de elementos biológicos y químicos no experimentamos ni jugamos, cierra.

Federico mira su reloj. Se han hecho pasadas las 17, y todavía queda un buen trecho por delante para volver a Villa General Belgrano pasando por San Agustín.

-Espero que en lo que resta del viaje encontremos algún escenario o un vado para tomar algunas fotos buenas para mi trabajo, dice Federico, levantándose.

-Ya sabe, estimado Kirbus: ni una palabra, ni una sílaba siquiera de lo que aquí ha visto y escuchado, enfatiza Larrindeguy estrechando la mano a los tres viajeros. -Nadie intuye qué es lo que existe bajo la sombra de este bosquecillo de pinos y cipreses. Y así tiene que seguir siendo.

Las lámparas vuelven a titilar, esta vez más fuerte.

-En estos instantes en el polígono de pruebas un proyectil de plasma tiene que haber perforado dos planchas de acero tungsteno de tres centímetros de espesor cada una. Hasta ahora nuestras saetas podían atravesar dos planchuelas de dos centímetros cada una de acero al cobalto. Estamos avanzando sin pausa con nuestro desarrollo armamentístico, dice Larrindeguy con una ligera y enigmática sonrisa como despedida.

Cinco minutos más tarde el trío está de nuevo en viaje para recorrer el circuito de Calmayo en busca de un sitio apropiado para la bendita “fotito” que pretende tener Pièrre.

No habrían hecho más de dos kilómetros con la Hilux cuando en un vado seco se les presenta una escena sui generis: una Discovery 4x4 roja con un cartel pegado que reza “La Voz del Interior – Auto Test”, rodeada por tres hombres jóvenes; uno de ellos, el fotógrafo porque lleva varias cámaras al cuello, puteando como Arturo Toscanini en los ensayos de orquesta. A corta distancia un camión cisterna, ambos vehículos detenidos al costado de la ruta.

Un intenso olor hediondo, ¿de dónde vendrá?, flota en el ambiente.

Al apearse Federico de la Toyo, los hombres de la Discovery lo miran con curiosidad hasta que uno abre los brazos avanzando al encuentro del recién llegado:

-¡Kirbus! ¡Profesor! ¡Ilustre maestro!, exclama mientras corre para abrazar a Federico, que por un momento se pone colorado como tomate maduro. Luego se recupera para responder con esforzada modestia mientras trata de sobreponerse al hedor repugnante que lo está acosando:

-¿Vos, dice, -seguramente sos Jesús Funes Funes, a cargo del suplemento AUTOS de

La Voz?

-Tal cual; qué sorpresa encontrarlo en este lugar desolado y que me haya reconocido. La verdad es que he leído todas sus publicaciones desde pibe, desde sus artículos en Velocidad, Ases y Motores, El Gráfico, CORSA hasta A Todo Motor últimamente.

-Son años, replica Kirbus con tono de filósofo. –Pero ustedes, ¿qué están perpetrando aquí, en medio de esta nube fétida y pestilente?

-Yesulta que tenemos que producir un test de la Disco y el diseñador nos pidió una apertura con el coche atravesando un charco salpicando chorros de agua hacia ambos costados, naturalmente más que nada para lucirse él. Dice que el coche debe surgir como una ballena u orca en Golfo Nuevo. Mañana tenemos que entregar el material sí o sí. Pero ocuye que la maldita seca que en Córdoba ya dura varios meses, ha dejado todos los ayoios sin un hilo de agua. Ya ven cómo está despotricando el fotógrafo. En nuestra desesperación nos dirigimos a la Municipalidad de San Agustín para alquilar por unas horas un regador y llenar un vado con un poco de líquido a fin de poder hacer la “fotito”. Pero lo único disponible era un camión tanque atmosférico, o barométrico como dicen los uruguayos. Por poco traemos también a los bomberos con su carro de espuma ignífuga para lograr una escena más espectacular aún, pero al final nos pareció una exageración. Así que haremos la pasada como sea con tal de producir la nota gráfica con muchas salpicaduras. Será como cuando alguien prende el famoso ventilador de techo..., ilustra gráficamente el colega coordobés.


El diquecito de piedras (izq.) con las Suecas cruzando el río Miranda (1962)

-Buena idea para salir del paso, aunque se me ocurre más para HORTENSIA que para La Voz, y más para filmar que para fotografiar, opina Kirbus. -El mal olor tendrán que bancárselo. Porque el fin justifica los medios. De cualquier manera no se olviden de hacerle un buen lavado a presión antes de devolver la chata.

Y agrega, tratando de retroceder unos pasos (por el olor):

-Nosotros fuimos, dicho sea de paso, los que inventaron las pasaditas por los vados en los Grandes Premios Standard de las décadas del 50 y 60.

-Yecuerdo perfectamente esas escenas que se publicaban en El Gráfico; de chico nos devorábamos la revista, añade Jesús.

-Si, amplía Federico y sigue alejándose un poco más caminando hacia atrás, casi trastabillando ahora; -Primero probamos - y tuvimos - suerte en la Cuesta de Miranda. El río traía poquísima agua, así que de un lado del vado armábamos un pequeño diquecito con guijarros. Aunque era escaso el líquido que corría, entre la pasada de un coche y el siguiente siempre se juntaba suficiente para que salpicara hacia todas partes y permitiera fotos espectaculares. En la vista del paso triunfal en 1962 de “Las Suecas” Ewy y Ursula (que era alemana) con el famoso Mercedes número 711 puede distinguirse en el costado izquierdo de la imagen el bordecito de piedras...

-Esa escena la tengo presente como si la estuviere viendo ahora. Pero si no estoy eyado, también vi fotos con autos chapoteando alegremente en otros pasos, no sólo en la Cuesta de Miranda, dice el colega.

-¡Bien observado!, replica Federico. –Naturalmente era agua cristalina de vertiente, no como aquí y ahora. Solo que al final ya nos bandeamos y por poco nos matan. Porque después del éxito inicial de nuestras tomas en el río Miranda y cuando el resto de los fotógrafos también había invadido “nuestro” sitio, porque apenas descubrís algo ya te copian, buscamos badenes en otros ríos, que era lo que nos pedían en la redacción, como ahora a ustedes. Fuimos primero al río Casas Viejas, en Catamarca, y luego al Singuil. Todo por caminos naturales de ripio o tierra. Pero entonces ya nos pasamos: los ríos eran de por sí caudalosos, y cuando encima construimos los tajamares para embalsar más volumen, los corredores empezaban a quedarse, con el distribuidor, las bujías, los cables y hasta los calzoncillos mojadas. Y como no tardaron en descubrir que éramos nosotros los culpables de su contratiempo y desgracia, especialmente los de la categoría chica como los Isard, NSU, De Carlo, DKW y Fiat 600, comenzaron a corrernos. Alguno incluso llegó a tirar un martillo como si fuera un bumerang. Ahí la terminamos con los diques para las “fotitos”.

-Yealmente extraordinario, admite el joven colega mientras el camión tanque se prepara para echar su maloliente carga en el vado.

-Que tengan suerte. Yo esta vez volveré sin la “fotito”... pero con muchas impresiones nuevas y recuerdos, dice Federico y se dirige a la Hilux.

-¿Ya se va, troesma?, es la pregunta casi angustiosa de los colegas cordobeses.

-Prefiero irme antes de salir salpicado...

F.B. KIRBUS                  

 

FIN