Este fin de semana largo pinta inmejorable en cuanto al tiempo: frío, sí, pero con cielo despejado en casi todo el país. Y en ese “Empty Quarter” al que Néstor & Friends están por dirigirse predominan mejores condiciones aún: Entre Chepes y Jáchal llueve por año apenas 117 milímetros – casi nada –, y la heliofanía relativa, o sea la incidencia de horas de luz solar, es de las más altas del mundo con un 76%.

Excelente para encarar una nueva excursión que se aprestan a iniciar Néstor y sus compañeros motoqueros. Aunque en esta ocasión se han agregado al núcleo duro varios cuadriciclos y algunas chatas 4x4. No precisamente algo que lo entusiasme demasiado a Néstor, que por su experiencia de años sabe, como ya lo sabía Cristóbal Colón, que la velocidad de cada flota depende de la vela más lenta. Pero en este fin de semana largo del 9/10/11 de Julio se han ido agregando tantos participantes que el conjunto de vehículos mecánicos hubiese hecho honor a las divisiones de Rommel o de Montgomery en la 2ª Guerra Mundial.

De todos modos, Néstor es optimista. Además, rebosante de entusiasmo por los objetivos que se ha fijado para esta nueva expedición de aventura de su grupo. Al ordenar por última vez las cartas, anotaciones y papeles que llevará en su mochila, relee y luego guarda en el bolsillo la carta que días atrás le remitió el Gran Sargento con un pedido muy especial para este viaje: puesto que uno de los objetivos de la tropa será Mogna, con un lenguaje tan florido como elocuente The Chief le solicita tomar en ese remoto pueblo cuyano, una foto del sepulcro de la Chapanay, diciendo:

“Oh, Néstor, “único párvulo sobreviviente de la masacre de Heracles; héroe entre héroes en tu “pubertad, astuto entre todos los astutos en tu vejentud; tú a quien se lo ve en la “película Troya como anciano acompañando a los asediantes de la ciudad triplemente “fortificada mientras opacas con tu sombra infinita la labor de ese mocoso de “nombre Brad Pitt; tú, magnífico Cid a quien todos admiramos y seguimos, amén: si “llegaras a pisar el suelo histórico de Mogna, haz el favor de sacar para mí una foto de “la tumba de Martina Chapanay, esta heroína de los días de nuestra organización “nacional que cual un Robin Hood recorría los páramos cuyanos y las Lagunas de “Guanacache para terminar su agitada vida en la recóndita Mogna, mujer a quien “quisiera construir un monumento incorporando el relato de sus andanzas en la “nueva edición, en CD, de mi Guía de Aventuras y Turismo.”

Es propósito firme de Néstor llegar en esta salida hasta la recóndita Mogna para cumplir con el pedido tan especial del inefable Sargento. Puesto que entre los participantes del viaje se hallan Mauricio y Eduardo, el incansable realizador de este hermoso portal de aventuras denominado Viajeros4x4, Néstor sabe que con su ayuda podrá cumplir con el objetivo.

Aunque nuestro protagonista viaja en rigor con otra intención, nacida de las recientes desventuras de Pedro, quien en su última visita a Bariloche vivió una serie de sucesos que de una u otra forma abarcaron desde el cruce de sus pasos (los de Pedro) con la larga sombra del enigmático almirante Wilhelm Canaris, con el elusivo botín de Butch Cassidy y el Sundance Kid en una estancia de la región de los Lagos, y por fin con su encuentro con aquél personaje de la estancia La Primavera que busca los tesoros enterrados de los caciques Pincén, Painé y otros (encuentro que por poco a Pedro le valió algunos inopinados perdigonazos).

Con los preparativos del viaje concluidos y el equipo preparado (las motos son llevadas en varias chatas hasta poco antes del inicio de la excursión a campo traviesa), Néstor se apresta a iniciar esta aventura que de las muchas que en tantos años vivió a bordo de su Kawasaki verde, terror de todos los parajes prístinos e ignotos de la precordillera, será acaso la más notable. Porque el objetivo esta vez es una de las comarcas menos pobladas y más desiertas no sólo del país, sino del mundo. Donde nada invita a permanecer siquiera un minuto, sin necesidad u obligación, en un terreno inhóspito que se extiende a lo largo de las márgenes del río Bermejo, al Este de la sierra Pie de Palo. Todo aquí parece de una u otra forma inspirar miedo y angustia. Lo cual queda claramente reflejado en la patética toponimia: Médanos Negros, Pampa del Gigantillo, Ruinas de San Carlos, Quebrada del Poronguito, Pampa del Pinchagual, Buey Muerto, Los Terremotos, Médano Atravezado (sic), Pampa del Aterrizaje, o la Mina La Porfía en el cerro Guayaguás – por donde quiera que se mire, nombres sugestivamente tétricos en esta vastedad desprovista de casi todo.

Pero son justamente algunas de las denominaciones que fascinan a Néstor. Así, pudo saber que en La Porfía, en sus tiempos de esplendor, se extraían cantidades considerables de oro, y donde oro hubo, algún lingote queda... Y también lo atrapa la referencia Pampa del Aterrizaje, que en su Ozi Explorer tiene perfectamente ubicada en 31º 46’ S y 67º 20’ W.

Aquí, y esto lo supo Néstor a través de la genial máquina de búsquedas tipo google, pero mejor, que son los inagotables archivos del Sargento factótum, se han desarrollado en tiempos no demasiado lejanos algunos de los episodios más dramáticos de la historia gris argentina: la de los contrabandos aéreos. Una serie de hechos apasionantes y dramáticos.

La salida, el traslado y la llegada de la numerosa tropa al punto convenido desde donde se iniciaría la travesía, trascurren sin problemas. El viernes 9 de julio, por la mañana, la totalidad de los participantes se halla presente en el punto de partida. Néstor está satisfecho y orgulloso del conjunto de hombres listos para el ataque: un verdadero ejército de varones, jóvenes y duchos en esta clase de expediciones, bien equipados y dotados, con sus uniformes térmicos acolchados y multicolores montando sus poderosos y relucientes rodados. Ni Alejandro Magno, ni el Gengis Khan, ni tampoco Napoleón hubieran podido sentirse más conformes con semejante ejército. Un gran momento.

Néstor, como el buen pastor y responsable del grupo, reúne a todos para recalcar que nadie debe apartarse un ápice del itinerario marcado y que, además, ninguno debe adelantarse ni tampoco retrasarse porque sí. Solamente entre todos podrán vencer estos desiertos terribles, sin agua, municiones de boca ni referencias para la orientación, que a través de los siglos se cobraron centenares de vidas. De ahí su denominación: travesía, porque el reto era atravesar estas comarcas, y atravesarlas sin sucumbir.

Como primer objetivo en este cruce Néstor ha fijado la mina La Porfía en las entrañas del Cº Guayaguás (904 msnm), marcado en su GPS en 31º 53’ S y 67º 14’ W. Con el receptor de las señales satelitales resultará imposible perderse o pasar de largo. Allí, supone Néstor, tienen que existir todavía vestigios de las antiguas labores y del beneficio de los nobles metales extraídos cuando el oro y la plata tenían buen valor.

Aprobando hacia este objetivo los batallones inician la marcha. Néstor a veces atrás, como arriando su haciendo, otras, adelante, como madrina con cencerro. No es fácil mantener juntos a tan numerosa tropa. Actúa como un atento perro pastor. Marchando en un determinado momento a la retaguardia de la manada motorizada ya algo dispersa, Néstor de repente advierte que una huella de moto se aparta del resto torciendo en dirección al Bermejo, que corre hacia el poniente, no muy lejos. ¡Un desastre si alguno de los participantes llegara a desnortarse y perderse! Entre popa y proa Néstor decide seguir al llanero solitario para alcanzarlo y llevarlo, de las pestañas, de vuelta al hato. Pero no es fácil: por tramos la huella es bien visible, pero después se borra. Entre la vegetación arbustiva achaparrada Néstor tampoco logra detectar ninguna nube de tierra delatora en la lontananza. El candidato imprudente parece estar irremediablemente extraviado. Cruz diablo.

No habría Néstor avanzado más de media hora en procura de la oveja negra cuando de pronto se topa con algo totalmente inesperado en esta soledad. En un claro entre los arbustos y cerca del único arbolito que podría brindar una sombra raquítica, Néstor se encuentra con algo que parece de otro planeta: una casa rodante Mercedes-Benz último modelo, estacionada en apariencia desde hace algunos días, y sus cuatro ocupantes, un matrimonio con dos chicos, todos sospechosamente rubios.

Néstor se siente más sorprendido que los otros (que no lo están porque han oído venir la enduro desde lejos).

-Buenos días, y perdón, balbucea, casi tartamudea Néstor. -¿No han visto pasar por aquí un hombre con una moto parecida a la mía?

-La fejdad que noo, responde el hombre con innegable acento extranjero, más concretamente, alemán.

La escena es de por sí singular: en medio de la nada, un artefacto más parecido a un OVNI que a un vehículo terrestre: tres ejes con tracción total, equipado a full con energía y calefacción solar, dotación electrónica completa incluso GPS e Internet inalámbrico Amarsat, teléfono satelital, dispositivo de agua reciclable, frigidaire con freezer, todo de última generación. Un comodísimo Motor Home como vivienda, cocina, laboratorio y estudio de trabajo.

-Pero usted habla muy bien el español, dice admirado Néstor.

-Casteliano, casteliano. Lo hemos aprendido en Azunsión del Pajaguay donde yo trabajo como profesoj en el Colegio Alemán. Cada año jealizamos un par de viajes de afentura poj la Ajgentina, pejo para poder hacerlo en fojma cómoda no uzamos una Kombi Folksvaguen Festfalia como otjos maestjos alemanes sino este Mejcedes con el que liegamos a todas pajtes, concluye.

Néstor queda maravillado con todo lo que está viendo, y esto en pleno desierto. Realmente increíble: una avanzada de tecnología en medio de una inhóspita travesía cuyana.

-¡Están perdidos, extraviados, tienen un problema mecánico, o están aquí en este sitio porque quieren?, inquiere Néstor.

-No, no se pjeocupe. Hemos parado aquí pojque me intejesa infestigar ciertas cosas, replica el alemán.

-¡Qué bueno!, exclama nuestro héroe sobre dos ruedas, aliviado. – Me llamo Néstor a todo esto, agrega.

-Soy Markus. Markus Huber, replica el rubio grandote. -Mi mujer aquí es Waltraud, y nuestjos hijos se liaman Heike y Wolfgang; Wolfi.

Néstor se olvida de su tropa y de la oveja negra extraviada que estaba persiguiendo y acepta de buenas ganas una cerveza en lata autoenfriante para humedecer la garganta.

-¿Y qué es lo que investigan de interesante?, quiere saber Néstor.

-Estamos buscando vestigios de aviones contrabandistas que solían atejjizar aquí en otros tiempos, procedentes de Asunción, para trasportar cigarrillos y güiski, explica Markus. -En aquél entonces aquí aún no se contrabandeaba droga. Los contrabandistas tenían establecido su campamento base en el aeropuerto de Asunción y bajaban sea en Formosa, Santiago o en estos despoblados descargando sus mercaderías. Pero algunas veces ocurrían mejicaneadas, y unos chojjos le hacían una zancadilla y se quedaban con la merca. O les mandaban la policía. Por eso cierta parte de este desierto se liama Pampa del Aterrizaje. Era un área muy activa, y se trasportaban impojtantes valojes, agrega el forastero.

-Pero, ¿cómo y de dónde se enteraron de todo esto?, pregunta Néstor, ya totalmente olvidado del objetivo central que lo había traído a los bañados del río Bermejo.

-Ocujje que en Azunsión me puse a averiguar sobre este tema, y halié bastantes antecedentes. Entonces decidimos con Waltraud pasar nuestras pjóximas vacaciones de infierno en las travesías de Cuio para ver si encontrábamos algo, aclara Markus.

-¿Y qué hallaron?, insiste Néstor.

-Restos de algunos bimotores que descendieron y crashearon aquí, pero nada de gjan falor. Poj esto estamos terminando nuestras recojjidas a campo trafiesa aquí y nos dirigimos ahora a un nuefo teatjo de operaciones cerca, encarando algo muy difejente. Venga, dice Markus a Néstor, -entje y le muestjo en la compu lo que estamos planeando.

Néstor sube a la casa rodante, convertida en una maravilla de la tecnología de avanzada. Markus se sienta, enciende la compu y baja una imagen satelital real time, o sea que muestra el terreno al instante, como una carta meteorológica.

-Fíjese, señala el alemanote; -Aquí estamos nosotros, en la Pampa del Aterrizaje.

Desde aquí nos vamos hacia el Oeste para encarar nuestro pjóximo proyecto: la búsqueda de meteojitos.

-¿Meteoritos quiere decir?, se cerciora Néstor.

-Sí, piedjas caídas del cielo. Es algo para hacerse jjico, responde su interlocutor.

Néstor despliega todas sus antenas mientras un chorro de adrenalina concentrada ingresa en su torrente sanguíneo.

-¿Rico?, pretende confirmar Néstor. Desde que ha aumentado el precio de los cigarrillos, no quiere despreciar ningún ingreso extra.

-Pero antes de explicarle, ¿no quiere compajtir con nosotros un Gulasch congelado que hizo Waltraud y que calentaremos en la parábola solar?, pregunta. –Se hace en tres minutos, ¿tiene tiempo?

Néstor acepta, aunque no tanto por el hambre que siente sino para conocer algo más.

-¿Cómo y dónde entonces quiere buscar y encontrar los aerolitos?, consulta Néstor.

-Verá usted: aquí puede observar en la satelitaria la jegión de Cuio. Existen dos grandes extensiones de superficie ondulada: son los desiertos de arena más extensas del país. Y entejjados en esta arena iacen miles de meteojitos, algunos de incalculable valor.

-Aja.

-Sí. Ocujje que en los últimos años comenzaron a encontrarse muchísimos meteojitos tanto en el Sahara como en la Antártida, prosigue Markus.

-¿En la Antártida?, pregunta Néstor atónito.

-Así es: a través de millones de años se fueron precipitando sobre el hielo eterno incontables cuerpos celestes. En un libro muy interesante, hoy agotadísimo, llamado GUÍA DE AVENTURAS Y TURISMO, de un tal Federico B. Kirbus que con suerte conseguí en una librería de viejo en Buenos Aires hay un apartado sobre aviones contrabandistas y dos capítulos sobre meteojitos y sobre el famoso Mesón de Fierro. Allí dice el autor que cada año penetran la atmósfera tejjestre unos 11.000 meteojitos de toda clase, chicos y grandes. Imagínese cuántos habrán caído a través del tiempo. Si se precipitan al piso en cualquier parte, es difícil reconocerlos como tales, o sea diferenciarlos de guijarros comunes. Pero como últimamente los glaciares antárticos retroceden, los coleccionistas solo tienen que ir a buscarlos en el extremo de la lengua de hielo derretida, ahí yacen en el piso. Si uno sabe identificarlos, los puede recoger como el campesino que jecolecta papas en su campo, o manzanas en su jardín.

Néstor tiene que morderse la lengua. No quiere confesar, por si las moscas, que conoce a Kirbus y deja que el otro prosiga:

-Existen tres tipos básicos de residuo cósmico: metal puro, mezcla metal / piedra y pétreo. En San Juan existen dos comarcas donde es fácil encontrar estos objetos: una es el área de los Médanos Grandes al Sur de la sierra Pie de Palo, de casi mil kilómetros cuadrados, y otro campo menor, los Médanos de las Chacras; aquí puede observarlos en el mapa. En el extremo austral de los Médanos Grandes está Vallecito donde según la tradición encontraron el cuerpo de la Difunta Correa, que justamente murió de sed en este descampado tórrido y seco.

-Pero, ¿cómo quiere descubrir las piezas? curiosea Néstor.

El alemán es franco:

-En estas dunas todo objeto duro, de metal o roca, es de origen exótico, o sea cósmico. Me construí en Azunsión, fíjese allí, este rastrillo de pocos dientes o uñas, pero largos, con los que “peino” la arena hasta una profundidad de 20 a 25 centímetros. Apenas siento algo duro, como el pescador cuando pica un pez, comienzo a cavar y extraigo el meteojito. Naturalmente los hay de diversas clases; algunos son de escaso valor y otros, más caros que su equivalente en oro. Esta tarde salimos para Médanos Grandes. En una primera prospección durante las últimas vacaciones de verano descubrimos más de una docena en pocas horas; los vendimos al British Museum, Sección Meteorites, en Londres. Del producido de esa primera cosecha nos compramos este camión vivienda. Pero ahora queremos realizar una búsqueda sistemática y hacernos jicos de verdad. Nuestjo sueño es tener aquí en Sudamérica una gran hacienda.

El alemán respira hondo y agrega:

-Pero en realidad esto es una carrera contra el reloj. Hace 25 años estaban registrados en el British Museum unos 2.200 meteojitos. Ahí se lleva el Registro Central de Objetos Cósmicos. Pero desde entonces se han encontrado tantos en el mundo que ya suman más de diez mil. Y con cada uno que se descubre, disminuye naturalmente el valor promedio general. Así que cuanto antes uno los descubre, tanto más alto el valor. El asunto es apurarse para hallarlos y venderlos.

Néstor mira su reloj. La oveja negra debía ya, según su cálculo, yacer exhausto al lado de la Difunta, pero igual le interesa la hora por si conviene reordenar el rumbo de la tropa y probar suerte en Médanos Grandes, dejando La Porfía para mejor oportunidad. Así, como para una primera prospección, como quien lava un poco de arena aurífera en un sombrero chino para ver si reluce alguna pepita, chispa o brizna. Pero los otros, ¿dónde estarían a esta hora?

-Lo felicito, realmente apasionante, se sincera Néstor.

-Ahoja vamos a Marayes y de allí tomamos en dirección a Caucete. Luego bajamos hasta el pueblito José Martí. De aquí sale una huella de como 30 kilómetros hasta un paraje llamado Chañar Seco, que queda al pie del gran médano. Está en 31º 59’ S y 67º 57’ W. Solo hay que apearse del vehículo y empezar a buscar. Como lo hizo Schliemann en Troya, remata.

Néstor se queda galvanizado. Un gringo, que ni siquiera habla bien el idioma y sin embargo conoce los secretos del país. Ahí y entonces nuestro protagonista se da cuenta que en las salidas multitudinarias que realiza con sus compinches, ha perdido mucho tiempo atravesando charcos de agua y levantando nubes de polvo para la fotito antes de hacer descubrimientos genuinos. Pero ya tiene una idea de cómo encarar su próxima salida, que sí será de descubrimientos verdaderos. El Sargento le ha confesado que tiene varias perlas in petto. Sepulcros incaicos, por caso, ¿qué talco?

En esto se oye el escape de una moto. Néstor salta del Buquebus y ve que quien viene es nada menos que la oveja negra extraviada.

-Néstor, ¡¿vos aquí?!, vocifera.

-Sí.

El otro se pone como una hiena:

-¡Pero si toda la muchachada te está buscando! ¿Qué te creés? Algunos ya te daban por perdido, sepultado en los barros del Bermejo. Menos mal que te encontré aquí, con este marciano rubio. Ya no más aviso por handy al resto del grupo, así se tranquilizan. Y no vuelvas a extraviarte como hoy; de lo contrario, no te llevamos nunca más.

Markus contempla a los dos motoqueros mientras éstos enfilan hacia donde habían venido, diciendo a su mujer:

-Waltraud, estos dos se parecen al Gordo y al Flaco, pero más chiflados...

F.B. KIRBUS, invierno del 2.004.- .

 

FIN