San Pedro de Atacama, Chuquicamata y Géiseres de Tatio
"CHILE"

Diario de viaje

Página 2

San Pedro de Atacama - Chuquicamata - Chiú-Chiú -
Volcanes S. Pedro y S. Pablo - Tocopilla - Antofagasta - Oficinas salitreras

Las fotos se pueden agrandar "clickeando" sobre ellas


Viaje al Norte de Chile, 17oct/02nov 2000

Etapa 2: San Pedro de Atacama, Calama, Mina Chuquicamata, Chiú-Chiú, Viaducto Conchi, Volcanes San Pedro y San Pablo, Tocopilla, Cobija, Antofagasta, Oficinas salitreras, vuelta a Chiú-Chiú.

24 Oct.

09:30 Desayuno en restaurante de los petroglifos (San Pedro de Atacama).
11:00 Salida de San Pedro de Atacama.
12:50 Entrada a Calama.
Es mediodía y hace mucho calor.
El centro es un infierno de tránsito. Buscamos hotel, no se puede estacionar.
Los hoteles que encontramos no tienen cocheras, y dejar las cosas en la camioneta en la calle o en una playa abierta no nos convence, como así tampoco ponernos a bajar todo con ese calor y estacionados en doble fila.
Decidimos buscar algo mas alejado del centro. Nos indican un hotel cerca del Aeropuerto, nos metemos en una Villa cariño por equivocación y en una casa particular pensando que se trataba de cabañas para turistas. “No, estas son cabañas para otra cosa”, nos explica amablemente un caballero.
Transitamos por una autopista en el desierto con “boites” y “night clubs” cada 200 metros, en el medio de la arena y de un sol calcinante de media tarde y sin ningún tipo de vegetación.
Por fin llegamos al hotel del aeropuerto (U$S 180 por noche). No, está bien, gracias.

 Seguimos buscando y encontramos las cabañas “.....“ al lado de otras a las que denominan “motel” (lo que en Argentina llamamos hotel-alojamiento o albergue transitorio, eufemismos para “hotel por hora” u hotel para “otra cosa”) según nos explica ahora comprensivamente la dueña.
 Las cabañitas son bonitas (?), tipo casa prefabricada. La madera y salpicré, algo desteñidos por la inclemencia del sol, y para más no hay un solo árbol que dé algo de sombra en los alrededores. Son mas de las tres de la tarde. Dejamos las cosas en la cabaña y nos vamos  hasta  Chuquicamata, a dar una vuelta por esa ciudad al borde de la mina y a 20 Km. de Calama.

Llegar a Chuquicamata nos insume cerca de media hora por una recta autopista de 15 kilómetros con marcada pendiente que exige a los vehículos a transitar en tercera o cuarta velocidad sin poder superar los 80 km/h.
 La ciudad es privada, propiedad de la empresa dueña de la mina. Muy prolija y ordenada alberga a los 8000 trabajadores del emprendimiento minero.
 Recorremos sus callecitas y sus distintos barrios: de los operarios, de los supervisores, de los ingenieros, de los gerentes y el hospital, que fue modelo en Chile por muchos años y que está a punto de ser sepultado por los miles de toneladas de material de desecho que se extrae del gigantesco cráter. Por ello ya están construyendo un nuevo pueblo satélite en Calama, donde mudarán toda la ciudad de Chuquicamata por cuestiones de salubridad de sus habitantes.
 A las cuatro de la tarde nos sentamos a comer en uno de los restaurantes de esta ciudad que, no se por qué, pero me hace recordar aquellos pueblos del salvaje Oeste norteamericano que veíamos en las películas. No hay mayor fundamento, porque la seguridad y el orden son lo primordial en Chuquicamata.

 Volvemos a la “cabaña”, nos duchamos y, ya de noche,  salimos a dar una vuelta por el centro de Calama. Está muy concurrido. Caminamos un poco, compramos unas bebidas y sin cenar (no teníamos apetito porque habíamos almorzado a las cuatro y media de la tarde) nos vamos a dormir para poder ir a primera hora del día siguiente a la visita guiada a la Mina.


25 Oct.

07:30 Nos levantamos y tomamos el desayuno en la cabaña.
08:30 Llegamos a Chuquicamata, pagamos un bono voluntario de U$S 10, nos muestran un audiovisual de la mina y...
10:00 En un Bus con aire acondicionado, nos llevan a recorrer las instalaciones.
Vemos el gigantesco cráter artificial de 4 por 2 kilómetros y 850 metros de profundidad  de donde enormes camiones  extraen el mineral a razón de 340 toneladas por viaje y 650.000 por día.    En 20 años mas llegarán a los 1100 metros de profundidad y el yacimiento será abandonado. No porque no haya mas mineral sino porque será antieconómica su extracción. Todo es de dimensiones ciclópeas, los camiones, las grúas, las instalaciones, el hoyo, las montañas artificiales construidas con el material sobrante, las líneas de alta tensión que abastecen al complejo, en fin, uno se siente insignificante ante tremenda obra que demandó 85 años de permanente excavación.

La Mina de Chuquicamata solo es comparable a la Mina Toquepala, en el sur de Perú.

11:00 Fin de la excursión. Regresamos a Calama.

12:00 Retiramos las cosas de la cabaña y salimos rumbo a Chiu-Chiu.

13:00 Llegamos después de parar varias veces a filmar y sacar fotos.  Chiu-Chiu está a la vera del río Loa (el mas largo de Chile -400 Km.-) que por aquí no es mas ancho que un zanjón.
El pueblito es hermoso. Una calle central con casas de adobe y techo de paja.
Al final la plaza y la antigua iglesia de mas de 400 años  vemos que hay un único y lindo hotelito, reservamos una habitación para la noche, compramos fiambre y bebida para el almuerzo y salimos rumbo a los volcanes San Pedro y San Pablo.

14:00 Pasamos por un pucará de adobe muy cercano a Chiu-Chiu. Continuamos camino por abajo, bordeando el Loa. Vemos muchas pequeñas chacritas con plantaciones que verdean con la humedad aportada por la escasa agua que el “tranque” (dique) que está mas arriba, derrama para el cultivo. (La mayor parte es utilizada para enviar, por largos acueductos, como agua potable para las grandes ciudades de la costa que carecen de ella).

15:00 A la orilla del Loa improvisamos un pic-nic con sándwiches de mortadela.

15:30 Visitamos el Pucará de Lasana. Imponente. En un cerro a la orilla del río, desde donde se domina todo el panorama. Parece un verdadero laberinto de casas de piedra. De cada habitación se pasa a otra y a otra y a otra y uno no sabe como regresará a la entrada.

16:30 Llegamos al viaducto de Conchi. Altísimo (140 mts. sobre el nivel del río, el doble de altura que el Viaducto Polvorillas, pero de factura mucho menos elaborada).  Por él transitaba el “Ferrocarril a Bolivia”. Hoy solo pasan los caños de los acueductos de casi un metro de diámetro, que llevan el agua a Tocopilla y Antofagasta. Abajo, en la profundidad, el hilo plateado del río Loa. De repente nos vemos inmersos en un gigantesco remolino de arena del desierto que nos enceguece por unos minutos y nos deja cubiertos de un talco terroso imposible de sacudir de nuestra ropa.
Para nuestra sorpresa vemos en las inmediaciones, en aquella superficie desértica, cajones de madera abandonados. Son de munición de mortero perteneciente al Ejército de Chile. ¿Y si nos halláramos en el medio de un polígono de tiro, o un campo de ejercicios militares? Mejor rajemos!!! 

17:00 Pasamos por la estación San Pedro. Una única construcción de madera señala que allí hubo un próspero pueblo mientras una empresa norteamericana explotaba el cobre de las inmediaciones.

No se ve un alma

Dos relucientes vagones, también de madera y pintados de verde inglés, del “Ferrocarril a Bolivia”, de principios de siglo, con la leyenda “reservado” y una escalerita forrada en terciopelo púrpura apoyada en los durmientes para acceder a ellos, ofrecen una imagen perturbadora en aquel páramo.
 
18:00 Rodeamos ya gran parte de los volcanes San Pedro y San Pablo. Liliana distingue una tenue columna de humo que se desprende del cráter del San Pablo. 
Los "escoriales" de lava volcánica descienden por su ladera Oeste.

Al costado de la ruta, emergiendo de una llanura de césped, un perfecto cono de lava reciente. Es el volcán Poruña, que se eleva apenas unos cien metros de la planicie. Comenzamos a escalarlo con la camioneta, pero las piedras tienen bordes muy filosos y temo estropear una cubierta (no muy recomendable en ese apartado lugar).

19:00 En el regreso nos desviamos hacia el Este en busca del “Ojo de San Pedro”, una pequeña laguna que se ve como un perfecto punto blanco en las fotos satelitales. Nos perdemos en el laberinto de huellas que se dirigen a todas partes y sin carteles indicadores. Por fin encontramos un galpón semiabandonado, allí unos operarios nos indican como llegar.
Estábamos a escasos 700 metros.
El “Ojo de San Pedro” está seco. Las compañías mineras se robaron el agua para sus emprendimientos.  Quedó solo el fondo de la laguna con salitre, de unos 300 metros de diámetro.

Ya anochece y decidimos salir a campo traviesa para acortar camino.
Mala idea. A los pocos cientos de metros el terreno de arena se afloja y no vemos por ningún lado dónde está el sendero que buscamos.
Hay muy poca luz.

El GPS estaba apagado así que no tenía la traza del camino recorrido (para poder volver o saber por donde pasaba el sendero que andábamos buscando).
Por fin, después de unos penosos kilómetros en la obscuridad de ese arenal, vemos un camino..., solo que entre el y nosotros discurre un acueducto de mas de un metro de alto, (imposible de pasar) y que acompaña al sendero hacia ambos lados.

Bajo y camino buscando un posible lugar de acceso.
Iluminando con la linterna veo que unos doscientos metros mas adelante hay una especie de terraplén que, con suerte nos permitiría sortear el acueducto. Para llegar hasta allí tenemos que pasar por sobre unas dunas de arena en la penumbra y tratar de no quedar encajados. (No hay nadie en kilómetros a la redonda que pudiera ayudarnos. Estamos solos.)

Por fin lo logramos y continuamos camino a Chiu-Chiu.
La huella es pésima. El profundo serrucho no nos permite ir a mas de 20 Km/h y faltan mas de 100 Km.
Por un momento el terreno mejora y  "le metemos pata".

22:00 Llegamos al hotelito de Chiu-Chiu. Por suerte nos estaban esperando pero, por desgracia no servían cena. -”Vayan por allí, al principio del pueblo hay una casita donde les pueden dar de comer”. Allí vamos caminando. La temperatura bajó muchísimo y andamos emponchados con camperas de duvé. Encontramos el lugar y cenamos unos apetitosos churrascos con huevos fritos.
24:00 A dormir. Mañana saldremos hacia el mar.


26 Oct.

09:00 Nos despertamos y desayunamos en el hotel.

10:00 Visitamos la Iglesia  (sacamos fotos)   y recorrimos el pueblito.

12:00 Cargamos todo en la camioneta y salimos.

12:20 Calama (vamos a buscar una cadenita y medalla que me olvidé en la cabaña cuando estuvimos allí. Por suerte la habían encontrado y guardado.).

13:00 Chuquicamata, cargamos combustible y salimos.
 Cruzamos la cordillera de Domeiko, el desierto y la cordillera de la costa.

14:45 Tocopilla. Divisamos el Océano Pacífico.
Bajamos hasta la playa, el GPS marca 2 metros sobre el nivel del mar (la antena está en el techo de la chata). La ciudad ha crecido mucho desde que estuvimos aquí por última vez en 1.989
Nos quedamos observando el mar como una hora (nuestros ojos necesitaban ver agua después de tanta sequedad).

15:45 Nos vamos por la carretera costera hacia el sur. Está recientemente pavimentada.
El espectáculo de la grandiosidad del Océano Pacífico batiendo con sus espumosas olas los pies de la cordillera de la costa es productor de profundas y extrañas sensaciones.

18:20 Pasamos por Cobija, el otrora puerto mas importante de Bolivia, hasta que cayó en manos Chilenas allá por 1879, hoy en ruinas. De su iglesia solo queda el basamento, la plaza es un descampado de 200 por 200 metros rodeados de restos de construcciones de adobe de no mas de un metro y medio de altura. De allí para arriba, dicen los lugareños, se lo llevó un maremoto en 1870 y el olvido en que la sumieron los chilenos (pienso yo).
A unos cuatrocientos metros; un cementerio abandonado con tumbas del siglo XIX.

19:20 Mas al sur, pasamos por Hornito, única playa en que nos pudimos bañar cuando pasamos por aquí en 1989 (por la temperatura del agua). El sol se escurría en el horizonte y cientos de gaviotas aturdían con sus graznidos mientras caminábamos por la playa de esta ciudad de veraneo, desierta en octubre.

20:30 Desde un promontorio divisamos la ciudad de Antofagasta que se extiende como una gargantilla de diamantes iluminados por un spot. Es enorme, después de tantos pueblitos minúsculos luce como una “gran ciudad”.

21:00 Ingresamos al centro de la Antofagasta y descubrimos el hotel San Martín, donde nos alojamos por U$S 32 (Hab. Doble con desayuno y cochera).

22:00 Cenamos en un barcito, único lugar abierto en las inmediaciones, cansadísimos y con muchas ganas de acostarnos.

24:00 Nos dormimos.


27 de Oct.

08:20 Nos levantamos. Desayunamos en el hotel.

09:20 Salimos a pasear por la plaza principal  (estábamos a una cuadra) y por el centro. Compramos pesos chilenos, rollos de fotos, postales y cinta de vídeo virgen.

11:20 Pasamos por el Hotel.
12:00 Retiramos el equipaje y salimos en la camioneta.

Nos vamos a la parte alta de la ciudad, a los barrios nuevos.
Desde allí se divisa a la perfección como ha crecido Antofagasta. Edificios de varios pisos han germinado y crecido como los porotos de los prácticos de botánica. Por allá se ve el puerto, la costanera, un estadio de fútbol, varios parques, vías de ferrocarril y nuevos barrios con arquitectura y colores muy agradables.
Son de un estilo mediterráneo, pero en lugar de estar pintados de ese blanco enceguecedor, lo están de una combinación de tonos pastel del amarillo, naranja y rosa. Las callecitas, de un novísimo pavimento, suben y bajan por la ladera de la montaña. Faltan árboles, pero su ausencia no es molesta, el sol no es muy fuerte y corre una leve brisa del Pacífico.

12:30 Continuamos por la ruta costera hacia el sur (es nueva, en el 89 no estaba construida, su traza es muy difícil porque no hay sitio entre la montaña y el mar) y descubrimos como se ha expandido en esa dirección también Antofagasta.
Pero se ha expandido de una manera orgánica y elegante. Lindas calles y avenidas con plantas y flores y construcciones de muy buen gusto arquitectónico. 
Así llegamos hasta Puerto Coloso, unos 10 Km. al sur.  Fue el principal puerto salitrero de la zona, pero hoy hay allí una enorme planta que trata el mineral de cobre que viene por un mineraloducto (caño que transporta un barro con el mineral en suspensión) que cruza la cordillera de la costa desde el interior, desde mina “La Escondida”, (yacimiento mas grande aún que Chuquicamata). Eso convirtió a puerto Coloso en el principal puerto de embarque de concentrados de cobre de Chile.

13:00 Regresamos al centro de Antofagasta, antes pasamos por un balneario municipal donde estuvimos en 1989 y almorzamos unos lomitos en una especie de Mc Donals autóctono.

14:40 Salimos a atravesar el desierto rumbo a Calama.

Cruzamos el trópico de Capricornio por tercera vez.   Entramos en zona tropical.

Circulando por la carretera del desierto nos llama la atención la cantidad de hornacinas y cruces que señalan y recuerdan accidentes automovilísticos. Rarísimo en esas interminables rectas planas y con lo respetuosos que son de las normas de tránsito los chilenos, al punto que allí, en medio de esa planicie desértica, si hay un paso a nivel, detienen completamente el vehículo, ponen primera y arrancan, aunque no se vea un tren en ningún punto del horizonte.

De repente, en una de las tantas hornacinas vemos una banderita argentina. Nos detenemos. Allí mismo está la tumba de ese argentino desconocido que fue a dejar su sangre en esa tierra yerma. No hay nombre, solo una inscripción haciendo referencia a “el argentino” y la banderita desflecada por el viento. Con la poca agua dulce que tenemos regamos unas plantitas que luchan por sobrevivir bajo ese sol abrasador, alimentándose de la materia orgánica del finado.

Unos cientos de kilómetros mas adelante comienza la zona de “oficinas”, eufemismo con el que se disfrazó durante años estos verdaderos centros de esclavitud donde cientos morían extrayendo salitre que, en otro continente y transformado en pólvora, generaría mas muertes.
 Corría la primera guerra mundial.

 Realmente no creo mentir cuando les digo que estas construcciones fantasmales, verdaderos pueblos edificados con ladrillos de salitre y sin una hierba en kilómetros a la redonda, destilan muerte por sus paredes, por sus calles, y se la siente flotar en el ambiente.
Imagino, en estas habitaciones semiderruídas, de cuadras tipo cuartel, la gente hacinada después de una extenuante jornada con la espalda partida, expuesta al sol de este desierto, esperando simplemente otra jornada igual. Hasta que el cuerpo diga basta. Busco en las paredes un rastro, una inscripción, un legado de alguno de aquellos ignotos seres que por aquí pasaron. Pero nada, ni siquiera esa pequeña huella pudieron dejar en la historia. 

17:00 Pasamos por Sierra Gorda. Un verdadero oasis en este desierto de sal. Cuatro manzanas de verde y un tanque con agua potable. Descansamos unos minutos a la sombra de los árboles. Nos faltan solo 117 kilómetros hasta Calama.

18:00 Calama, vamos al centro a llenar tanque y bidones de combustible. De aquí en mas no veremos una gasolinería en unos cuantos kilómetros. Buscamos una cafetería y, por extraño que parezca, no encontramos ninguna mas o menos buena.

18:55 Nos vamos a Chiú Chiú.
19:15 Ya recorrimos los 30 kilómetros y estamos nuevamente en el único hotelito del pueblo. 
Nos ubicamos en la habitación y salimos a caminar.

Ya se hizo de noche. Las estrellas nos deslumbran y allí nos quedamos con el cogote doblado, tratando de ubicar constelaciones.  El frío de la noche nos corre hacia un lugar mas acogedor, el restaurante donde cenamos la otra noche. Hoy está la dueña, una señora muy amable y muy conversadora. Nos cuenta que regresó de Santiago, de una especie de convención que el SerNaTur (Servicio Nacional de Turismo) organizó para promover el turismo en aquellos pueblitos que perecen al perder al agua potable que regaba sus exiguos cultivos, a manos de las “mineras”. En la convención estuvo con una muchacha de Toconce (otro pueblito mas enclavado en la cordillera), muy entusiasmada con lograr que los turistas conozcan sus pagos y lleven la savia vital del dinero a aquellos parajes olvidados. La conversación se extiende en la puerta del local, hasta la una de la madrugada. El frío entumece las manos, rodillas y cualquier articulación que se le ponga a tiro. Mientras la dueña del local nos hace señas de que le hagamos “pata” hasta lograr que se vaya un adhesivo carabinero que “espera por la pizza”. Si. Allí, perdidos entre las montañas, el “mangazo oficial” también se practica.

 Confieso que ganó el carabinero. Aliado con el frío, que nos batió en retirada.  El (el carabinero) tiene años de “bancarse” el frío cordillerano, sin otra posibilidad mas, que esperar que a los treinta días lo vayan a relevar de algún paso perdido en la montaña. En esos años se deben haber hecho amigos.


28 Oct. (Viernes).
 Nos levantamos y desayunamos en el hotelito. Ni bien se levanta el sol, también se levanta la temperatura y el ambiente se torna agradable, hasta el mediodía, en que se convierte en agobiante.
Y para peor, los árboles escasean.

Leemos en la guía: Chiú Chiú, pequeño poblado ubicado antes de la confluencia del rio Salado con el Loa.
Aquí están las mejores tierras, habitadas en el pasado por la mayor concentración nativa de pueblos cazadores-recolectores, unos 1000 años antes de Cristo. Por este lugar pasó un intenso tráfico comercial, encontrándose en excavaciones arqueológicas, desde moluscos marinos a plumas de pájaros de Brasil.
Por aquí cruzaba el camino del Inca y en este oasis estuvieron los conquistadores españoles Almagro y Pedro de Valdivia.
Con el auge de Cobija como principal puerto de Bolivia, se produjo un intenso tráfico a Potosí y Salta que pasaba por Chiu Chiu. (La muerte la trajo, el ferrocarril, la explotación del cobre y el salitre que se llevó a muchos de sus habitantes y se descuidaron los canales de riego. -Agrego yo-).


Vamos hasta la iglesia, allí conversamos con la cuidadora. Nos cuenta interesantes historias del lugar.
Recordamos que la noche anterior la dueña del restaurante nos habló de una extraña laguna sin fondo. (Certificado por Jacques Coustou, afirmó), (y por un grupo de científicos japoneses que arrojaron colorante en su superficie y luego recorrieron con aviones hasta el océano, para ver donde salía el agua, sin hallar el lugar ni la conexión). Es por allí cerca.
Pasado el mediodía nos vamos a tratar de encontrarla con las indicaciones que nos diera.

A poco de buscar la encontramos. En verdad es extrañísima. Rodeada de dunas de arena. Unos cien metros mas alta que el río Salado que corre por allá abajo. Perfectamente circular. De un azul intenso, sus aguas cristalinas dejan divisar como los bordes se hunden hacia una profundidad abismal. La tranquila superficie es acariciada por una suave brisa, el viento no llega allá abajo, está en un pozo. Tiene unos doscientos metros de diámetro y una pareja de patos se esconde entre los juncos de sus orillas.

El calor intenso, en ese pozo en el desierto, susurra al oído el consejo de tomar un gratificante baño el aquellas frescas aguas. 
Pero en el “mate” un escurridizo e irracional pensamiento/sentimiento repite: “sin fondo”, “sin fondo”, “sin fondo”. Como si ello indicara que una oculta fuerza interna lo succionará a uno hacia en centro de la tierra ante cualquier intento de mojarse tan solo la punta de los dedos de los pies para mitigar el calor.
Mejor lo dejamos ahí, y nos damos una ducha en el hotel.
Preferimos tomar mate mientras mirábamos los patos.

MAÑANA IREMOS HACIA LOS GÉISERES DE TATIO... {Pág. 3}

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