Termas de Fiambalá |
Hablando de cuestas, la de la Aguadita está prácticamente rectificada y la interminable bajada nos zambulle en el pequeño poblado de Angúlos.
El asfalto, que continúa hasta el próximo pueblito, desdibuja nuestros recuerdos de 27 años atrás.
Si, así era la antigua Ruta 40. De ripio y muy angosta metiéndose en el corazón de los pueblitos. La nueva traza asfaltada corre a muchos kilómetros de acá, en otro valle, pero este guarda la magia, el misterio y las imágenes que surgen espontáneamente en mi cerebro cuando alguien menciona la Ruta 40. Es que así se grabaron a fuego cuando éramos muy jóvenes y así perdurarán.
Almorzamos en la plaza de Santa Cruz, a la sombra de los árboles y frente a la capilla, las mujeres armaron los emparedados, mientras con Lucho cambiábamos una cubierta de la F100 que se estaba desinflando. La mañana fresca se volvió una tarde agobiante. Cuando llegamos a Tinogasta, ya en la Provincia de Catamarca, debimos parar obligadamente a la sombra de los árboles de la plaza a refrescar las camionetas y nuestras testas. El camino continúa hacia el norte con un suave pero permanente ascenso. Es el camino internacional que lleva al Paso de San Francisco. Antes recorre un amplio valle que nace por el norte en la Cordillera de San Buenaventura (límite sur de la Puna).
El fuerte viento del Oeste talla las montañas de la cordillera y se lleva sus partículas de arena a amontonarlas en la margen Este del Valle de Fiambalá, en una zona de grandes médanos.
Justamente, nuestro arribo a Fiambalá se produce en medio de una de esas fenomenales tormentas de arena que nos hacen pensar que estamos en Medio Oriente.
No podemos ver más de 10 metros delante de la trompa de la Lada. No se que pasa, nunca ocurrió antes. Con todas las ventanillas cerradas la camioneta comienza a llenarse de arena. Los apoyabrazos, los asientos, el tablero... ¿Cuándo acabará? Cruzamos el pueblo y comenzamos a subir por la ladera este del valle, por allí, a no más de 20Km están las Termas. Seguimos subiendo y, repentinamente el clima cambia. El viento desaparece y, desde la altura vemos la nube de polvo y arena desplazándose por el valle, pero ya no nos afecta. Arribamos a las termas. Ya habíamos estado por acá, pero de noche y a las apuradas nos dimos un baño cuando vinimos a conocer el camino hacia el Volcán Pissis, en uno de aquellos viajes de reconocimiento.
Se han construido una serie de piletas arroyo abajo por las que va pasando el agua, perdiendo parte de su temperatura y haciendose tolerable a la inmersión.
Las aguas bajando en una sucesión de pequeñas cascaditas artificiales forma un agradable ambiente.
A medida que se asciende se encuentran las piletas con agua a mayor temperatura. Allí alquilamos una precaria cabaña y nos quedamos a reponer fuerzas antes de la subida a la Salina de la Laguna Verde, (nuestro próximo destino) al pié del volcán Pissis.
Hay por allí también un museo que reune las piezas que se han hallado de pretéritas épocas en que se alojaban, en unos cuadros allí existentes, familias enteras en su peregrinación por las fiestas de San Pedro.
De época actual, se pueden visitar dos de las tres bodegas más importantes de Catamarca. Una allí no más, sobre la denominada Ruta del Adobe. Es "Finca Don Diego", con 73 has de viñedos propios produce las variedades Cabernet Sauvignon, Syrah, Chardonay, Malbec y Tannat, que exporta a Panamá, Colombia y EEUU. Otra, al Norte de Fiambalá, es la Bodega Cabernet de los Andes S.A., de tan solo 3 años de antigüedad que elabora Malbec, Syrah y Bonarda, siendo su marca Tizac.
Tuvimos oportunidad de ver también como extendían uvas sobre una superficie asoleada para producir las pasas. Cenamos en la Hostería de Fiambalá y nos fuimos a dormir a las Termas, a prepararnos para la próxima aventura familiar del día siguiente... |
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