Día 5
La madrugada y sus 15 grados bajo cero congelaron la condensación de nuestra respiracion sobre los vidrios de la camioneta.
Ni la menor voluntad de bajar a encender la hornalla para tomar algo caliente.
Los pies entumecidos y las manos heladas.
Serian las 8 y media cuando nos pusimos en movimiento.
Por suerte, a pesar del frío y del burro de arranque herido, la Lada se puso en marcha sin chistar. La rusita recordaba los frios de su Siberia natal y se ponía contenta.
Decidimos desandar el camino hecho la noche anterior, seguros de habernos pasado la salida de esa trampa de ratones.
Trescientos metros atrás descubrimos la quebrada que nos sacaría de allí.
La obscuridad de la noche anterior nos ocultó por completo sus existencia.
Remontamos por un buen rato aquella ladera, pasamos a otro "valle árido" y otra gran trepada (que algunos no pudimos remontar) para volver a las alturas.
Busqué un rato y encontré una grieta con menor pendiente para salir de allí.
Lo llamativo es que al no haber camino, se hace camino al andar.
Uno va eligiendo lo que le parece será el tránsito menos tortuoso para máquina y osamenta, teniendo como "norte" un punto imaginario en el GPS.
- Ya estamos en el cráter del volcán!!!
- NO. Todavía falta. Aún no hemos subido al labio sur.
Andábamos un poco desorientados porque imaginamos que íbamos a salir al interior de cráter, al norte de la Laguna Diamante y, en realidad la laguna no la veíamos por ningún lado.
Pero, era cierto, estábamos al sur del cráter antes del campo de piedras laja.
A las 10 nos montamos sobre la huella que viene desde El Peñón.
Unos cuarenta minutos fueron menester para llegar al labio sur del cráter... y allí se descorre el velo y podemos admirar esa enorme "palangana" de 40 Kms de diámetro con laguna y hasta dos o tres cumbres en su interior.
Quienes lo veían por primera vez, así como quienes lo volvemos a ver luego de anteriores visitas no podemos sustraernos al embeleso de la contemplación que provoca ese espectáculo que armó la naturaleza para los privilegiados que tengan la voluntad de llegarse hasta allí.
Solo unos minutos dedicamos al disfrute.
Lamentablemente era el último día de nuestra estadía por esos lares y aún nos faltaba encontrar y ver los 24 agujeritos, Colifalla y salir hacia el norte pasando nuevamente por las instalaciones alambradas de la mina de Litio FMC Minera del Altiplano, en el salar del Hombre Muerto. Llegar a Antofagasta de la Sierra, recogerlo a Enrrique, repostar combustible y de alli bajar hasta Belén, sería el postre de tan trajinado día.
A los minutos las expresiones de asombro..
- Esto es de locos... andamos a más de 100 Km/h por dentro del cráter de un volcán y a 4.700 metros de altura!!!
Aparecen los primeros obstáculos.
Los arroyos que traen el deshielo de las dos cumbres del Galán de 5.912 metros de altura, están congelados.
Miden mas de 40 metros de ancho y dudamos que el hielo superficial resista el peso de las camionetas. Todos recordamos la experiencia del día anterior de Miguel a quien se le rompió el hielo bajo las ruedas y hubo que trabajar por casi una hora para sacarlo.
Me decido y meto la Lada en primer término, es el vehículo mas liviano de la expedición.
Pasamos sin problemas. El hielo apenas crugió a nuestro paso.
Detrás se animaron las Toyotas y el resto.
Sugiero, ya que estamos cerca, hacer una segunda visita a la confluencia más alta del mundo a la que se llegó en vehículo motor, es la S26W67 en la ladera del domo central del Galán.
Como una tropilla de desbocados caballos salen todos disparados en búsqueda del punto imaginario donde se cruzan el paralelos de 26 grados sur con el meridiano de 67 grados oeste.
Allí está la apacheta que erigimos hace más de dos años cuando pasamos con Gregorio, Piri y el Polaco camino al Paso del Colifa.
Fotos de rigor y... a buscar la vega de Aguas Calientes.
Cada cual haciendo su propio camino por aquella superficie plana surcada por cursos de agua secos o congelados, nos dirigimos al sector noroeste del cráter. Allí unas termas formaron una vega que los primitivos habitantes denominaron sabia y obviamente "aguas calientes".
Con Javier, Gusz y Alfredo nos zambullimos en una hondonada en la que divisamos la vega.
Alfredo haciendo punta se "clava" en el mallín y allí queda bufando la Cherokee.
Gusz le tira una linga y colabora a moverlo un poco, pero no se puede librar completamente de esos traicioneros pastos húmedos.
Finalmente y a fuerza de motor zafa de la varadura.
Tenemos que salir de allí.
Ahi "descubrimos" que la salida es una enorme pendiente con arena floja.
Las chatas con motores más poderosos transpiran un poco la camiseta pero logran salir. Nos dejan de regalo un sector con arena suelta y muy removida.
Quienes lidiábamos con menos potencia y con 37 libras en los neumáticos, que nos negabamos a dejar escapar, debemos recibir ayuda del malacate de Miguel.
Algunos aprovechan ese momento para comer algo, veníamos sin cena y casi sin desayuno.
Continuamos recorriendo ahora la porción norte del cráter.
Se suceden arenales y lechos de rios secos dentro de una extensa planicie de arena gruesa.
Suspendemos la visita a "la Perla del Galán" y a Colifalla.
A la altura de los dos torreones giramos hacia el norte en busca de los 24 agujeritos.
Nos vamos acercando a aquellos puntos grabados en los GPSs.
Preocupados por hallar las hoquedades, no nos damos cuenta que ya estamos dentro de una de ellas.
La verdad, nos desilusionamos un poco.
Imaginábamos otra cosa.
Estamos dentro de un cuenco formado en el suelo de unos 100 a 150 metros de diámetro y unos 6 a 8 de profundidad.
Si uno no presta atención, ni se percata que es una irregularidad "muy regular" del terreno.
Lo llamativo es que estas irregularidades "regulares" se repiten una al lado de otra, formando tres filas practicamente paralelas.
La otra cosa que nos llamó la atención fue que, en el centro y fondo de cada una de ellas y en círculos de unos 30 metros de diámetro, las piedras superficiales eran negras, contrastando con las de color te con leche de todo ese ambiente.
Tenian la misma forma y textura pero eran renegridas, como calcinadas por alguna gran fuente de calor.
No era suelo volcánico, si bien estábamos en la ladera norte del volcán Diamante, que luce como una gran torta de lava antiquísima y desgastada en las imágenes satelitales.
Alfredo con la Cherokee y Gusz con la Ford Ranger comienzan a trepar la ladera del Diamante para lograr un mejor punto de vista para las fotografías.
Los vemos como diminutos puntos que casi se pierden en el paisaje mientras nos dedicamos a recorrer, uno por uno, todos aquellos misteriosos pozos.
La hora seguía avanzando así que, sin develar el misterio y con más preguntas que la que llevábamos, nos fuimos de aquel lugar rumbo norte, rumbo al Salar del Hombre Muerto.
Teníamos intención de pasar a curiosear el vado del Río de Los Patos, aquel que conduce a la huella que bordea al Salar del Hombre Muerto por el Este.
Realmente, es amedrentador. Profundo, de orillas escarpadas y con bastante hielo.
Por suerte no teníamos que pasar por allí.
Continuamos raudamente ahora, nos quedaba muchísimo camino por delante.
El paisaje sigue pareciendo de otros mundos.
Comenzamos a divisar el Salar. Poco más adelante les muestro la tumba del Hombre Muerto que le dió nombre al Salar.
Llegamos al portón eléctrico que corta aquel camino. Como buenos y dóciles muchachos súbditos de la bandera con barras y estrellas, pedimos permiso para poder pasar. A los quince minutos nos abren el portón.
La ruta pasa por el costado de la gigantesca pista de aterrizaje de la empresa.
Pasamos por las oficinas a registrarnos y salimos por el portón que mira hacia la escuelita.
Ya sobre la RP43 se le imprime un ritmo veloz a la marcha.
El Colo, a quien no le gusta perder ni el colectivo, le dá una indicación equivocada a Alfredo y Gusi que iban primeros, con la intención de hacerles perder valiosos minutos.
Con ello, aparentemente Miguel con el Colo de copiloto toman la punta.
Los ultimos rayos de sol iluminan nuestro acercamiento a Antofagasta de la Sierra.
Me llamó la atención que debia "bombear" el pedal de freno para lograr que este "levante" cada vez que llegábamos a una de las cientos de curvas de aquel camino.
Al arribar a Antofagasta de la Sierra, "en el aire", Miguel y el Colo se encuentran con la sorpresa de ver a Alfredo y Gusi tomándose una cerveza en la calle principal del pueblo. De nada sirvió el engaño, llegaron primero y se lo hacen notar bautizándolos con cerveza.
Así vamos llegando todos a AdlS.
Repostamos combustible y recogemos a Enrique que ya se encontraba muy recuperado de su "principio de edema".
Eran ya casi las 8 de la noche y nos esperaban al menos 5 horas de camino de cornisa para bajar hasta Belén.
Con Matute no teníamos apremio por llegar a Buenos Aires, así que por un momento pensamos quedarnos a dormir allí y continuar camino al día siguiente.
Las últimas habían sido dos jornadas agotadoras, habiendo pasado la noche intentando dormir sentados en la chata con 13 grados bajo cero.
Finalmente decidimos "bajar" con el grupo.
Mientras terminan de repostar combustible las gasoleras, le aviso al Colo que vamos a salir, a tranco lento, para ir avanzando un poco.
Así lo hacemos y, a poco de salir, en una recta, noto que a la camioneta le cuesta adquirir velocidad, a duras penas llega a 75Km/h.
Pienso que debe ser una recta en subida (a pesar que no recordaba eso cerca de AdlS). Miro el indicador de altura en el GPSs y veo que lentamente va bajando, a razón de un metro cada 5 o 10 segundos.
Es una bajada!!
¿Qué está pasando entonces?
Ah, ya sé, debe haber nucho viento de frente, justifica mi adormilada mente.
Poco más adelante y en una curva un poco cerrada la Lada sobrevira extrañamente. Logro corregir.
Las siguientes curvas vuelve a ocurrir algo similar.
- Sonamos Matute, tenemos una goma baja!.
Paramos, Matu revisa y todo estaba bien.
Hacemos un par de Km más y la Lada sigue con su comportamiento extraño.
- ¿Estás seguro Matute que las ruedas están bien?
Nos detenemos nuevamente y revisamos, esta vez con linterna una por una todas las cubiertas. Todo en orden.
Se habrá reventado algún amortiguador. Mejor que vayamos mas despacio pienso mientras nos ponemos en marcha nuevamente.
Comienza una zona de leves curvas y contracurvas entre las lenguas de lava de "Los Negros", dos renegridos volcanes en las cercanías de Antofagasta.
Sabía por donde andábamos pero, a decir verdad la obscuridad no nos permitía admirar aquel paisaje.
Repentinamente, en una de las curvas la Lada se descontrola totalmente, intento bajar un cambio y, nada, el motor gira en vacío. El freno no responde, el pedal se va al fondo.
Ya fuera del camino la rueda delantera izquierda golpea contra unas rocas que la envían nuevamente al centro de la calzada.
Listo, pienso, ahora es asunto de mantenerla en el camino hasta que pierda algo de velocidad.
No terminé de pensar esa corta frase que ya la chata había dado un respingo y vuelta a salirse del camino hacia la izquierda.
Esta vez la roca era más grande y más dura.
El golpe fue tremendo.
Veo, en cámara lenta, como se clava la punta delantera izquierda en la roca. Se levanta la cola de la camioneta y avanza girando en torno a aquel punto fijo donde se había apoyado.
Siento la rueda delantera izquierda hundiendo el piso y empujando mis pies.
Cuando se detiene el ruido y el movimiento estamos en el medio de la ruta, con todas las luces encendidas pero mirando en sentido contrario al que íbamos.
Lo primero que atino es a modular por la radio avisándoles a los que venían detrás lo que había sucedido.
Tenía miedo que nos llevaran por delante.
Bajamos como podemos con Matute y apreciamos el desastre desde abajo.
El parabrisas estaba unos 10 metros más adelante, había salido despedido.
Me llama la atención el calor que siento en mi mano derecha. Miro y veo la sangre que brota de un profundo corte en la base del dedo pulgar. Cierro un poco los dedos para evitar el sangrado.
Matute dice no tener ni un rasguño.
A los pocos minutos llega toda la banda. Con marcada solvencia el Colo organiza el salvataje de heridos
Previamente Gusi me realiza curaciones de emergencia desinfectando y vendando la profunda herida. (Qué hermosa sensación la del Pervinox ingresando en la carne lacerada, todavía me acuerdo Gusi... de vos y de varios de tus parientes...).
La camioneta no se podía mover por sus propios medios así que había que decidir que hacer.
Mientras Miguel nos lleva en su camioneta de regreso a Antofagasta de la Sierra junto con el Colo, el resto de los muchachos en una operación rápida y sincronizada, recuperan todas las cosas que llevabamos en la Lada.
GPS, cámaras, bolsos con ropa, con comida, casco de Matute, bolsitas, cajas con herramientas, elementos de la guantera, elementos del baul, carpa, bolsas de dormir, antena y, en un alarde de sus cualidades para "afanar autoestereos", Gusi se mete de cabeza por el hueco del parabrisas y desarma el equipo de VHF.
En el Hospital de AdlS un cartelito nos avisa que tenenos que buscar a la enfermera, esta ubica al doctor y este me realiza una sutura de 12 puntos en la mano.
Aplicación de antitetánica y provisión de antibióticos.
Tengo la fea sensación de estar usufructuando medios que fueron pensados y destinados a los pobladores de la zona. Solo el estado de necesidad por el que estoy pasando tranquiliza mi conciencia.
Mientras el Doc, me cosía como podía la profunda herida de la mano, El Colo regresó al lugar del accidente con personal de Gendarmería Nacional en el Unimog y consiguen traer de regreso la camioneta, colgada del paragolpes del Unimog.
El Colo me dice:
- Con razón te diste la piña, se viene saliendo un palier trasero.
- Y cómo no se va a salir despues del golpe que se comió.
- No, pero no es el de tu lado, es el del lado del acompañante. Tuvimos que parar tres o cuatro veces para mandarlo para adentro. Parece que se rompió el rulemán o se salió el seguro.
- Pero si ese es el rulemán que hice cambiar antes de salir para este viaje!!!
En Fin....
Pienso que deberé quedarme allí a organizar todo y emprender el regreso, en colectivo, al día siguiente, martes, hacia Buenos Aires.
Cuando pregunto cuándo saldrá el próximo colectivo hacia Belén, la respuesta me desconcierta. Salió esta mañana, hasta el viernes no vuelve.
Es ahí cuando me entero que los muchachos ya habían decidido quedarse en AdlS, excepto Miguel, El Colo y Guillermo que tenían obligaciones impostergables en Baires.
Arreglamos entonces con quienes se quedaron nuestro transporte. Javier se ofreció para llevar a Matute y Gusz me ofreció transportarme a mi hasta Baires. El equipaje se repartirá en las camionetas de Carlos, Javier y Gusz a pesar que venian ya hasta el tope.
La sensación de sentirse acompañado, ayudado y protegido por esos "compañeros" de fierro, es "impagable".
El aprendizaje:
Esa noche, (pocas horas desde la 1 a las 5 de la madrugada), casi no pude dormir reprochándome mi torpeza.
La camioneta me venía avisando a los gritos que algo andaba mal y yo no le dí la importancia que ameritaba.
Los dos "bombazos" al pedal de freno, que tenía que darle en cada curva, cuando veníamos bajando del Salar del Hombre Muerto, son indicios de: falta de líquido de freno, freno desregulado, rulemanes delanteros flojos o rulemanes traseros muy desgastados.
Como es comun en la Lada que se "aflojen" un poco los rulemanes delanteros sin representar esto un riesgo mayor, me incliné a pensar (sin comprobarlo) que la falla era esa y que por la mañana, en Belén los ajustaría.
Le costaba tomar velocidad a la salida de AdlS. Claro, con un rulemán hecho puré la campana se apoya en las cintas de freno y aumenta la resistencia al avance!!!
Las permanentes e inexplicables sobreviradas (idas de cola) que manifestó en los últimos 8 km y que no eran motivados por una rueda desinflada, se los atribuí (sin verificarlo) a un amortiguador roto.
Cuando me entero que la falla en realidad fue provocada por un ruleman trasero defectuoso ya era tarde. La piña nos la habíamos dado, la mano ya estaba lastimada y la camioneta hecha bolsa.
De cualquier manera no me cabe duda que el Todopoderoso se apiadó de nosotros y nos tomó de los cabellos para salvarnos de un mal mucho mayor. Tan solo 25 metros mas adelante nos hubiésemos desbarrancado rodando sin parar por unos cuantos cientos de metros.
Soy conciente de que no puedo estar "distrayendo" a Dios para que me proteja de mis macanas.
En mi ¿descargo? solo puedo decir, y que nos sirva para todos, que estábamos muy cansados y mal dormidos por lo que evidentemente no podíamos razonar con lucidez (tema a tener en cuenta).
Por otro lado es sabido y permanentemente comentado por nosotros que la falta de oxigeno de las alturas atenta siempre contra pensamientos veloces y sensatos.
También eso debimos haber pensado, pero esas mismas razones nos lo impidieron...
La historia continuó, pero no estoy autorizado a contarla...
...
(*)Ultimo momento... Llegó la autorización!!!!
El regreso desde Antofagasta de la Sierra nos depararía todavía alguna sorpresa más:
Partimos con las chatas sobrecargadas despues de haber descansado unas pocas horas, a las 6 de la mañana. Todavía era de noche.
Carlos en su Toyota abría la caravana de tres chatas.
Detrás iba Gustavo con Wale y yo de "colado" en el asiento trasero, con mi mano cosida y vendada, algún golpe en el brazo, rodeado de bolsos y bolsitos y un tubo de oxígeno a medio usar entre las piernas.
Cerraba Javi con Enrique en el asiento de acompañante y Matute en el asiento trasero en similares condiciones a las mías.
Veníamos charlando y tratando de ubicar en la obscuridad el lugar donde hacía unas 9 horas habíamos tenido el accidente.
- Mirá, mirá. Fue ahí. Ves, si hubiera sido un poco más adelante habrian comenzado a rodar por el barranco!!!
Realmente de solo pensarlo se estrujaba el corazón.
- Curva cerrada a la derecha! Avisa Carlos que se había adelantado un poco.
Continuabamos charlando acerca de que uno realmente, mientras maneja por esos caminos de montaña, no piensa que se puede desbarrancar.
De ser así se quedaría petrificado de miedo.
Estábamos en esas cavilaciones cuando, de repente, se hace presente la curva cerrada a la derecha que había preanunciado Carlos.
En ese momento, aparentemente se destalonó la rueda delantera derecha de la Ford Ranger de Gustavo, por lo que nos fuimos contra la montaña y comenzamos a subir un pequeño talud interno de la curva.
Como el camino continuaba bajando, las dos ruedas izquierdas de la chata que habían quedado sobre la calzada se iban hacia abajo mientras seguíamos avanzando y la camioneta, en cámara lenta se iba inclinando mas y más hasta que volcó sobre su lateral izquierdo.
Ibamos despacio, pero el golpe fue suficiente para destrozar el espejo y los vidrios de ese costado y astillar totalmente el parabrisas.
El tubo de oxígeno salió disparado y, en su camino antes de incrustarse en el techo golpeó mi canilla haciéndome ver las estrellas.
Gustavo y Wale iban con cinturón puesto y, por suerte, no se golpearon para nada.
¡Qué feo es estar dentro de un vehículo volcado!
Pretender salir se convierte en una tarea casi imposible.
Las puertas que se pueden abrir son las del costado que quedó hacia arriba.
No hay donde pararse y al abrir la puerta esta vuelve a caer sobre la cabeza de quien intenta salir!!
Finalmente lo lograron Wale, en primer término y detrás Gustavo.
Yo estaba tapado con los bolsos con la mano cosida y vendada y con el dolor del golpe en la pierna por lo que preferí esperar en esa posición a que Cárlos con su malacate hiciera lo necesario para poner la Ford nuevamente con sus ruedas en el piso.
Por fin pude bajar. Hacía un frio de locos.
Como no encontrábamos el matafuegos para inflar y talonar la rueda, deciden poner la de auxilio.
Por supuesto, la llave para bajar el auxilio está detrás del respaldo del asiento trasero. Para sacarla tenemos que vaciar de bolsos, bolsitos y bolsones ese asiento.
Media hora después ya estábamos en marcha nuevamente.
Manejaba Wale para que Gus pudiera canalizar toda su bronca sin poner en riesgo nuestras vidas ;o)
No habremos hecho mas de 30Km cuando pinchamos otra cubierta.
Las ruedas de las Toyotas no sirven así que preferimos revolver hasta que aparezca el matafuegos y talonar la cubierta que hubo que sacar 30Km atrás.
Media hora después ya estábamos en marcha nuevamente.
A partir de allí y hasta la noche todo transcurrió sin novedad excepción hecha que íbamos emponchados como collas para mitigar los efectos del viento helado que entraba por la ventanilla de conductor.
Serían las 8 de la noche cuando estábamos cruzando el área despoblada sobre las extensas Salinas Grandes entre Catamarca y Córdoba.
Noto que baja la intensidad de la luz de los faros. En ese instante Wale que iba manejando dice: Se endureció la dirección!! ¿Qué pasó?
Dicho esto detiene la marcha y descubre que se había "volado" la polea de la bomba de la dirección hidráulica.
No sería mayor problema si no fuese que por esa polea pasa la única correa que mueve además el altenador, la bomba de vacío para el freno de potencia y... LA BOMBA DE AGUA!!!
Sonamos, sin bomba de agua no vamos a ningún lado.
Estábamos a 30 Km del último pueblito (San Martín) donde seguramente no tendrían ni auxilios ni repuestos de dirección hidráulica de Ranger.
Por un momento se pensó llamar al ACA, pero dedujimos que demoraríamos mas de dos horas esperando (en el mejor de los casos).
No se discutió más y Carlos saca una linga para iniciar el peligroso remolque de una chata sin frenos por 150Km (hasta Dean Funes).
A 50Km/h demoramos tres horas en llegar. Eran las doce de la noche y comenzó el calvario. Recorrimos tres veces el pueblo de punta a punta con la chata a remolque buscando en cuanto hotel y pensión hubiera.
Nada. Todo ocupado.
- Estan haciendo un gasoducto y el personal de la empresa tiene copada toda la capacidad hotelera del pueblo, incluso casas de familia, nos supo explicar el dependiente de la estación de servicios donde finalmente pasamos la noche sentados frenta a un café y turnándonos para dormir de a ratos en la chata.
Carlos y Javier luego del tremendo "aguante" que nos hicieron, continuaron su camino aquella misma noche. Ya llegaban a sus obligaciones con un día de atraso.
Ilusos de nosotros pensamos que a las 7 y media abrirían los talleres y, a mas tardar a las 9 estaríamos en camino nuevamente.
Bueno, a las 9 abrieron los talleres.
No había ese repuesto en Dean Funes.
Tampoco en Jesús María.
Posiblemente en Córdoba, pero habria que ir a buscarlo (120 Km en bondi ida y 120 de vuelta).
Felizmente apareció en la agenda de Gusz un gauchazo amigo cordobés del Club Ranger que nos compró el repuesto en Córdoba y lo despachó en una combi para Dean Funes.
La combi llegaría a las 13:10, pero los cordobeses duermen religiosamente la siesta y no hay acontecimiento que los haga desistir de esta costumbre.
A las cuatro comenzaron con la reparación y a las seis entregaron la camioneta funcionando.
Linda hora para salir a hacer los ultimos 900 Km hasta Buenos Aires. En invierno, de noche y con las ventanillas rotas y el parabrisas astillado.
12 Hs después arribamos a Baires.
Por suerte al dinosaurio se le pasó la cistitis!!!
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Esta fue la crónica casi analitica de esta travesía, contada desde lo cerebral.
Lo que nos pasó por el corazón, lo que marcó nuestros sentimientos y lo que nunca olvidaremos lo supo contar magistralmente El Tano Baldi, quien tomó la pluma y escribió lo que ninguno de nosotros supo decir con palabras pero que todos suscribimos con lágrimas de emoción en los ojos.
EDUARDO CINICOLA
Agosto de 2.005
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