Desde el sitio del accidente ferroviario retomamos raudamente, ya había avanzado mucho la tarde y nos quedaba un extenso recorrido por delante, desconocíamos en que estado encontraríamos las huellas o el terreno donde deberíamos abrir camino.
Desandamos los pocos kilómetros hasta el desvío de la huellita que Lucho había relevado de las satelitales y habíamos marcado para ir al Llullailaco.
Resultó pintoresca y nada traumática.
Pasamos al pié del Vn Cerro Mellado, de 5280m de altura, que pasa desapercibido frente a gigantes como el Socompa o el Llullaillaco.
Al arribar a la base del Llullaillaco, nos detenemos en un gran campo de "bombas" volcánicas. Son rocas de tamaño regular desde 50cm a un metro y medio de diámetro, expelidas incandescentes por los volcanes en erupción.
Estas sospechamos que salieron despedidas desde las entrañas del Llullaillaco, cuya boca volcánica dista 14Km de allí. Imaginemos con la velocidad e inercia que salieron escupidas del volcán para recorrer semejante distancia por el aire.
Había un tramo de la huella que Lucho no había podido visualizar en las fotografías satelitales, pero no tuvimos inconvenientes en encontrar una salida hacia la depresión donde se encuentra la Salina del Llullaillaco. Era nuestro paso obligado antes de continuar más al sur y volver a remontar hasta los 5320 metros de altura donde se encuentra el yacimiento de Mina Julia.
El sol aceleraba su carrera a esconderse en su cueva del Oeste y nosotros acelerábamos el paso para tratar de llegar con luz a Mina Julia.
El camino era tortuoso. Gran parte de la subida a la Corrida de Cori la debimos hacer con el sol justo poniéndose frente a nosotros, lo que, junto a los parabrisas llenos de tierra, dificultaba tremendamente la visibilidad en un camino de cornisa lleno de pozos.
Finalmente febo se escondió tras el filo divisorio de aguas.
En la penumbra veíamos mejor.
Llegó la hora de los penitentes. Se empecinaban en reunirse justo sobre la calzada.
Nos obligaron a realizar una serie de maniobras "evasivas" trepando por los laterales con inclinaciones temerarias.
- Tano, vamos a llegar justo, con el sol iluminando la veta de azufre!!
Efectivamente, la "veta" se halla del otro lado de la divisoria de aguas, por lo que cuando la cruzamos volvimos a ser bañados, nosotros y el paisaje, por los rayos del sol que se ponía en el Océano Pacífico.
A contraluz veíamos nuestro destino para el día siguiente, las fumarolas del Vn del Azufre o Lastarría.
En la bajada se nos hizo de noche.
Tomamos un atajo que nos dejaría justo al lado de la Capilla de Mina La Casualidad, 1300 metros mas abajo, donde pasaríamos la noche.
Circulábamos a buen ritmo por esa angosta huella de cornisa en bajada cuando, repentinamente debo clavar los frenos.
En la obscuridad pude divisar unos gruesos cables que cruzaban la senda a unos 50 cm de altura. Eran los restos del extenso cablecarril de 15 Km de longitud que unía Mina La Casualidad con el yacimiento en Mina Julia.
Si no nos hubiésemos detenido a tiempo podríamos haber arrancado paragolpes y tren delantero de la chata.
Prontamente avisamos por la radio a quienes venían detrás.
Bajó Lucho y con su peso parado sobre los cables de dos pulgadas, logró bajarlos lo suficiente como para pasarlos por arriba sin enganchar nada de los bajos de la camioneta.
Serían más de las diez de la noche cuando en la total obscuridad llegamos a Mina La Casualidad. Mejor, mayor sería la sorpresa del día siguiente para quienes no la conocían.
Ocupamos transitoriamente una de las abandonadas casas de los obreros que antaño laboraron en la mina. Allí en esa cocina sin puerta ni ventanas, cenamos una deliciosa comida preparada por Victoria, cocinera oficial de esta travesía y prontamente nos ubicamos en habitaciones y camionetas dispuestos a dormir.
Fue la noche más benigna de las muchas en que pasé en La Casualidad a 4000 msnm.
No hubo viento y nada de frío. Sospecho que la temperatura no debe haber bajado de cero grados.