Ellos circulaban de un lado de la hondonada de los penitentes mientras que con Ale nosotros lo hacíamos por la margen sur.
La tarde avanzaba rápidamente y debíamos juntarnos para armar campamento.
Los perdimos de vista pero encontramos un lugar donde, no sin riesgo, nos podíamos zambullir a la hondonada para intentar su cruce.
Le pido a Ale que aguarde arriba por si nos tiene que sacar a malacate ya que el regreso por tracción propia es imposible.
Nos tiramos. Circulamos unos doscientos metros por el fondo de la quebrada y encontramos un lugar donde, aparentemente, podremos salir por la margen opuesta.
Primera de baja, curso sesgado para reducir pendiente y 190 burros desaforados empujando nos sacan del pozo.
- Dale Ale, avanzá que ya salimos.
Por radio el Tano nos tira sus coordenadas y al poco rato nos reunimos.
Las montañas ya estiran sus sombras y el sol deja de calentar.
La mayoría dormiremos en las chatas, pero Jorge tiene que armar carpa. Debemos parar antes que se vaya definitivamente la luz.
En ese momento Alejandro iba abriendo la marcha y ve otra quebrada que apunta al Cerro Aguas Dulces Sur, (por allí discurría otra de las variantes que habíamos pergeñado).
Insiste en aprovechar las últimas luces para hacer el intento de hallar por esa vía la A1 (alternativa 1).
La pendiente es mayúscula. La Cherokee bufa y levanta nubes de polvo pero llega a una cota infranqueable.
Le sugerimos que haga descender del vehículo a su copiloto.
Martín abandona la chata y, con esa diferencia de un magro 4% en el peso total, la chero logra subir. Alejandro desaparece tras las rocas. Sigue avanzando y nos modula por radio. Lamentablemente al poco tiempo llegan malas noticias. Por allí no se puede continuar.
- No hay problema Ale. Bajá, armamos campamento, cenamos el exquisito arroz a los 4 quesos que nos preparará Victoria y mañana, mañana será otro día.
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Estábamos en una pequeña hondonada que bajaba del Aguas Dulces, con poco reparo, pero por suerte había muy poco viento.
El arroz a los cuatro quesos que preparó Viky estuvo "de rechupete", al punto que, contrariando lo que pregono constantemente, me comí un segundo plato. Realmente era un pecado tirar esa exquisita comida.
De postre un poco de mantecol y... a las camitas.