El asunto fue que se nos fue la mañana buscando (y por suerte consiguiendo) nafta para la Vitara y gasoil para los gliptodontes que, aparentemente también venían "comiendo" más de la cuenta (de la cuenta que habían hecho sus dueños en Buenos Aires).
Afortunadamente, como les decía, varios vecinos de Cusi-Cusi andan en viejas Ford F100 nafteras, por lo cual tienen sus propias reservas de nafta y aceptaron dos de ellos vendernos 25 litros cada uno, con los que la Vitarita se atragantó y hasta sobró para un bidoncito de reserva. Muy gauchos los vecinos de Cusi-Cusi.
Desafortunadamente ahora, agregar combustible a los 4 ballenatos gasoleros nos insumió hasta el mediodía, con lo cual nuestra jornada de travesía comenzaba con un handicap de 4 horas (árdua tarea la del guía reorganizar recorridos para que ese retraso afecte lo menos posible los objetivos presupuestos para el día ).
La primera parte consistiría en un viaje netamente turístico por paisajes muy poco conocidos del norte argentino, óptimos para una "travesía familiar".
No obstante que los caminos no requerían un manejo "especial" como pretendían los travesistas, los paisajes extraordinarios que veíamos, sedaban sus ansias de aventura.
Así pasamos por el "Valle de la Luna2", Valle de Marte para mí, por el color de la tierra y rocas que conforman ese cuadro extraterrestre.
Circulando por la RN40 hacia Paicone continúa esa paleta de colores pintada en las montañas, y más allá, el fugaz ingreso a Bolivia por el Paso de Río Mojón, nos deja con la boca abierta y casi sin memoria en las cámaras.
Cuando regresamos, a nuestro paso por Ciénega, ya son las dos de la tarde y los estómagos gruñen pidiendo comida.
Conseguimos unos fideos y arroz hechos a las apuradas y comidos más apurados todavía luego de una "picada" que improvisamos con salamines y queso de las inacabables alforjas de Jorge y Denis, y que degustamos frente a la comisaría del pueblo.
Eran casi las tres cuando seguimos camino.
Modificaríamos el recorrido para no llegar de noche a El Angosto y perdernos el espectacular paisaje de esa interminable cuesta sobre roca roja.
Pasamos por Oros y San Juan de Oros (nombres sugestivos), abandonado el primero y con muy pocos pobladores el segundo pero con muchas antiguas factorías mineras abandonadas.
En medio de los dos, la nueva RN40 discurre por una "Bella Quebrada", como indican los mapas de ViajerosMapas.
Pocas palabras y muchas fotos ameritó aquel espectáculo de paredes plegadas a ambos lados de la ruta mientras se circula, a buena velocidad por el lecho de un río esporádico, de aquellos que se inundan de bote a bote ante una lluvia... Y estaba relampagueando !!
La tarde avanzaba más rápido que lo deseado, debíamos llegar cuanto antes a El Angosto a zambullirnos en el Río Grande.
No obstante pasaríamos antes por Cabrería, para poder ver con luz los altísimos paredones de lo que yo llamo "La Talampaya de barro".
Efectivamente, las márgenes del río por el que circula la huella esporádica, consisten en paredes perfectamente verticales, de casi 100 metros de altura, pero conformadas con material de "acarreo" esto es, canto rodado mezclado en una gran argamasa de barro.