Cuando termina la operación de rescate del Defe veo que quedan solo unos minutos más de luz.
Recordaba hace unos cuantos años cuando en el R12 me metí de noche en un lecho similar en Bolivia y tuve que sudar un buen rato la camiseta hasta hallar la salida, absolutamente invisible en la oscuridad total solo horadada por las tenues luces originales del 12. Hallarla fue más una casualidad que algo que se parezca a pericia.
Me pareció oportuno entonces advertirles que quizás sería conveniente un campamento antes que seguir renegando en la oscuridad buscando vadeos probables y salidas invisibles, agregado a que un rescate del agua en el frío de la noche no sería tan divertido como con luz y calor diurno.
Allí saltó uno sacando pecho:
- Yo tengo experiencia en vadeos nocturnos, lo hice en el río de María (?) y el no se cuanto...
- Sigamos, sigamos, esto se va a poner lindo. Modularon todos a coro por la radio.
Estos tipos no se amilanan frente a nada, bueno, sigamos, esto si que se va a poner lindo.
- Bueno Flavio, entonces vos que tenés la experiencia, la máquina, las cubiertas y las luces apropiadas (como diez reflectores de xenón, radón, criptón y freón adornan el frente de la TLC, mas otros de "plasma", "diodos y tiristores" de manera tal que cuando los prende, la chata da un respingo para atrás como reacción al chorro de luz que sale hacia adelante ;o) .
- No, mejor que vaya Denis.
- Pero Flavio, vos decís que tenés experiencia en vadeos nocturnos, además, con esas luces...
- No, no, mejor que vaya Denis, dále Denis hacé punta...
- Pero Flavio...
De nada sirvió, allá fue Denis a abrirnos el camino iluminado con las luces originales de su Toyota.
Al rato estábamos todos buscando en la oscuridad, posibles vadeos con tal de seguir avanzando.
Solo teníamos en el GPS una recta del GO-TO que apuntaba a Cabrería, pueblito en que habíamos estado a la tarde, a la vera de un empinado río tributario del Grande de San Juan que no estaba señalizado en los mapas.
Mergel bajó linterna en una mano y handy en la otra a buscar sitios donde la húmeda arena parecía más firme.
Allá cruzaba Alejandro y detrás lo seguíamos el resto.
Por momentos era Jorge el que tomaba la punta abriendo camino ayudado por su copi Jaime y atrás, el trencito de otras 4 camionetas.
Tantas luces, tantas chatas, ojos y linternas buscando camino hicieron esto bastante menos traumático que mi mal recordada experiencia en solitario en el R12.
La circunstancia que todos habían decidido voluntariamente y sin ningún tipo de condicionamientos continuar esta travesía nocturna, quitaba presión al "organizador", todos sabían a que se exponían y lo aceptaron, así que solo fue un disfrute.
Cada pequeño contratiempo superado una caricia al ego de cada uno de los integrantes del grupo.
En un momento quedó finalmente Flavio al frente de la caravana por un tiempo y ocurrió la fatalidad...
La foto menos deseada por Flavio... la foto de la enorme Toyota Land Cruisser blanca, agachada frente al charco como un animal tomando agua con las patitas delanteras abiertas y el capot casi sumergido en el líquido elemento.
Lo salvó la oscuridad...
Nuevamente dos malacates de 9.000 libras fueron necesarios para sacar a este ballenato de tan incómoda posición.
Continuamos avanzando a un módico promedio de 6 o 7 Km/h.
De repente me doy cuenta que distraídos buscando los mejores cruces en la oscuridad, nos habíamos olvidado de buscar la salida hacia Cabrería.
Desde el centro de ese amplio lecho y, en la oscuridad, era imposible ver las riberas y, en la ribera Este (a nuestra izquierda) debíamos haber hallado el "empinado tributario" que nos sacara de allí rumbo a ese minúsculo pueblito.
¿Ya lo habremos pasado? ¿Estará más adelante? ¡Que dilema!
Seguir circulando por ese tortuoso laberinto buscando una salida que quizás había quedado atrás o regresar, desandando camino, a buscar una salida que quizás estaba más adelante.
No, todos veníamos mirando los tres metros inmediatos delante de las trompas de las camionetas para no caer en ninguna trampa ni romper nada.
Denis y Jorge hacían punta. Flavio sacó de su arsenal infinito un enésimo reflector, un buscahuellas con el que iba iluminando la margen Este del río (gracias Flavio! ), pero nada, allí solo se veía un interminable paredón.
El WPT "Cabrería" ya quedaba "justo a las 9" (6Km a la izquierda de aquel lecho encajonado), a partir de allí ya comenzamos a sospechar fuertemente que la salida había quedado atrás.
Sin embargo el río hacía un amplio semicírculo rodeando el punto "Cabrería", con lo cual no nos alejábamos, estábamos siempre a 5 o 6 Km de el.
Miguel, en una de las tantas bajadas a buscar un mejor paso, había quedado de copiloto de Denis que iba haciendo punta.
No se por qué pero en mi GPS, cuando aumentaba el zoom se me borraban las líneas de nivel así que se me ocurre pedirle a Miguel.
- Mirá, buscá en el GPS las líneas de nivel y buscá a la izquierda cuando estas hagan una escotadura, una entrada hacia el este. Ello significaría una quebrada, por donde seguramente bajaría un río. Fijate si hay alguna adelante o hacia atrás.
Al rato llega la respuesta.
- Acá adelante hay dos, una a unos 700 metros y otra a unos 2000 metros, ¿serán esas?
- No se, probemos...
Todos escudriñábamos las paredes que nos rodeaban buscando la salida.
Penosamente avanzamos los primeros 700 metros para descubrir que la primer "escotadura" era una grieta en la pared imposible de remontar.
- Sigamos, no nos queda otra, faltan 1300 metros.
Quince minutos después llega la buena noticia, Denis y Miguel habían hallado la escotadura por la que bajaba el "empinado tributario" del Grande de San Juan.
- Fijate si la siguiente curva de nivel apunta hacia Cabrería (Cabrería había quedado un poco atrás).
- Sí, sí, la siguiente pasa justo por el pueblo !!
Listo, sale con fritas !!
Pero, paremos, detengámonos en el relato, que aquello no era "moco de pavo". Ese "empinado tributario" era justamente, empinado, seco, tapizado de grandes cantos rodados y entrecruzado por decenas de profundos zanjones por los que en épocas de lluvia bajó el agua arrastrando todo a su paso.
Meterse por uno de esos zanjones podía implicar meterse en un callejón sin salida y, en la oscuridad eso solo era cuestión de suerte o mala suerte.
Los chasis de las camionetas se retorcían de un lado a otro, iluminados por los focos de quien los seguía.
Las suspensiones se estiraban al máximo de su recorrido y la rueda contraria comprimía elásticos o espirales hasta sus topes.
Las grandes piedras bola rozaban cañoneras, diferenciales y tanques de combustible.
La pericia de los conductores hizo que pocos golpes se escucharan en el silencio de la noche.
Fueron 5.000 metros tortuosos, para las chatas y para sus tripulantes, apretando dientes, esperando el golpe fatal provocado por una piedra que se desacomoda, un deslizamiento lateral, un involuntario error de conducción.
Por suerte nada de eso pasó y, una hora después, a las 12 de la noche estábamos todos en Cabrería.
El pueblo oscurísimo. Ni un perro salió a ladrar.
Reagrupados comenzamos la trepada de los 700 metros de desnivel de la cuesta de cornisa.
Debíamos ir rápido, pasar por Oratorio y tomar la 40 con rumbo norte.
En Santa Catalina nos esperaban (a las 8 de la noche) con camas preparadas y duchas de agua caliente.
Lucho había hablado por teléfono 15 días antes avisándole a Doña Blanca y a Don César que posiblemente fuésemos a su pensión ese jueves por la noche pero, la verdad era que nos daba mucha vergüenza aparecer a la 1 de la madrugada, 8 sátrapas mugrientos a despertar a esta pareja de gente mayor acostumbrada a horarios "normales", que seguramente estaría en el mejor de sus sueños.
Parados en la puerta de la pensión de Doña Blanca, nos quedaban solo dos alternativas; dormir nuevamente en las chatas sin comer o golpear la puerta.
Convencieron a Lucho de golpear la puerta.
Lucho golpeaba despacito para no molestarlos...
- Si los vamos a despertar golpea como la gente. Le dice Denis mientras llama a la puerta con tres golpes secos.
Ya estaban Doña Blanca y Don César "candelabro en mano" abriendo el portal muy contentos por nuestra llegada.
Terminamos a las tres de la madrugada comiendo unas exquisitas milanesas de llama, ensalada y papitas puneñas hervidas con cáscara, preparadas por Doña Blanca y cocinadas finalmente por Flavio y Denis, devenidos en cocineros oficiales de la travesía.
Deliciosas. Realmente; inolvidablemente deliciosas...