Nosotros estábamos un poco más alto, pero sin la posibilidad de ver territorio chileno.
Retrocedimos nuevamente a probar la última alternativa que había imaginado unos minutos antes.
Era una pequeña abertura que nos llevaba al interior del cráter norte. Un cráter de tan solo unos 200 metros de diámetro, pero con abundante nieve en su interior.
Si pudiéramos trepar 30 metros más por su labio Oeste, estaríamos viendo Chile y tendríamos la posibilidad de llegar a la mismísima cumbre del volcán, un domo 400 metros más al norte y tan solo 200 metros más arriba.
Lo intentamos. Era casi de noche pero lo intentamos.
Nos zambullimos en el interior del cráter tratando de no perder mucha altura y no meternos de lleno en la nieve del fondo.
Íbamos por un lateral, tratando de pisar terreno firme para no perder tracción y ocurrió.
La trompa apuntando arriba en forma sesgada, y las cuatro ruedas escarbando en una mezcla de pedregullo y nieve.
Atrás y a la izquierda, del lado del fondo del cráter y muy pegado a la camioneta, una roca de unos 60cm de altura, sostenía la rueda trasera.
Para adelante no podíamos avanzar.
Si intentábamos para atrás, ni bien sobrepasáramos la roca, la camioneta se desplazaría hacia el fondo mientras la roca destruiría el lateral izquierdo de la cherokee.
Jorge Alonso y Alfredo Sánchez se habían quedado a la expectativa en el borde del cráter a unos 150 metros de distancia.
Pedirles a ellos por la radio que viniesen a intentar socorrernos podía ponerlos en riesgo a ellos mismos y deberíamos emprender una laboriosa tarea de rescate cuando las sombras de la noche ya se adueñaban del lugar y la temperatura bajaba violentamente debido a la extrema altura a la que nos hallábamos.
Pocas imágenes tenemos de aquellos momentos. Estaba obscuro y estábamos muy ocupados intentando zafar de esa trampa.
Cuando Jorge ya estaba cerca (decidió por si mismo que debía bajar a ayudarnos) logramos destrabarnos de la nieve y la gran piedra.