El amanecer en el improvisado campamento a la vera del río Bacoya, nos trajo buenas noticias.
Con luz veíamos ahora que, si bien no era fácil salir de allí, tampoco sería imposible.
Habría que trabajar un poco y juntar coraje.
La primitiva huella que iba unos cuatro metros por sobre el nivel del pedregoso río, había sido carcomida y quedaba solo un metro y medio escaso entre el barranco y la montaña, sería cuestión de comer un poco la montaña con el pico del abuelo de Mauro (la pala la habíamos olvidado) y apretar los dientes mientras la rueda izquierda iría al borde del terreno recién desmoronado.
Hice punta con la Cherokee que es la que menos trocha tiene y con ruedas chicas.
Al ver como pasé con cierta facilidad, Denis juntó coraje y metió la gigantesca Toyota Land Cruisser con rodado 33 !!
Media cubierta quedaba en el aire, pero por suerte no se desmoronó nada.
Detrás pasaron sin problema Pexa y Mauro en la Ranger. Por suerte no tuvimos que usar el pico (de muchos años y poco uso que trajo Mauro), al Conejo Negro ya le estaba saliendo urticaria de solo pensar que tenía que agarrar una herrramienta de ¡Trabajo!...
No voy a decir que fue sencillo, pero en poco más de media hora habíamos recorrido los 2500 metros (que la noche anterior nos parecieron imposibles) y que nos separaban de la nueva traza de la ruta a Nazareno, a la altura del ingreso a San Francisco.
Nos montamos a ella y tomamos rumbo a Nazareno, pero por pocos kilómetros. Queríamos investigar el tramo de salida de la huella que abandonáramos la noche anterior por los deslaves que presentaba. Eso era en las cercanías de Tuc Tuca.
La expedición nos mostró que el último tramo (en contra de lo que habían expresado los pobladores) estaba tan o más deteriorado que lo visto al atardecer. Circulando por una cornisa, presentaba grandes grietas formadas por el agua y numerosas rocas desprendidas de las alturas ocupaban lo que alguna vez fue calzada.
Como esa huella ya no nos llevaba a ningún lugar de interés, decidimos meternos por otra que trepaba con rumbo norte hacia el Abra Tuc Tuca que resultó tener 4.310 metros de altura. Al trasponerla se nos abre un hermoso panorama de decenas de quebradas que forman los arroyos y ríos de la cuenca del Santa Victoria. Es que el abra de Tuc Tuca es la divisoria de aguas y posiblemente pase por allí el límite entre los Departamentos de Nazareno y Santa Victoria Oeste.
Según datos que habíamos cargado en el GPS, esa impresionantemente bella huella que teníamos por delante, nos llevaría a un "pueblito" que el IGM identifica con el nombre de "Caldera".
Nos deteníamos cada 500 metros a tomar fotografías y más fotografías.
Allí veíamos la presencia de la mano del hombre adaptando el entorno a sus necesidades, sin máquinas, solo con fuerza humana.
Laderas cultivadas, corrales colgados de las montañas, cuadros con sembradíos, casitas en lugares "imposibles".
Numerosas huellas talladas en los cerros que debieron ser abandonadas después de alguna furiosa tormenta estival, de aquellas que arrastran miles de toneladas de material en el alocado descenso de las aguas, formando esos torrentes de barro y enormes piedras que corren desenfrenadamente formando lo que los nativos denominan los "volcanes", que arrasan con todo a su paso.
La huella abandonada era reemplazada con otra, laboriosamente tallada en esas empinadas laderas, que posteriormente también fue "comida" por la naturaleza.
Circulábamos por la que debió ser la enésima traza construída por estos incansables seres humanos que quieren, a toda costa, poder comunicarse con otras "comunidades".
Una bifurcación, nos metió una tremenda duda. Esta no era ¿por cuál tomar? Sino ¿por cuál tomar PRIMERO?, porque seguramente recorreríamos ambas, tarde o temprano. El pretexto era que teníamos que relevar TODAS las huellas para ViajerosMapas.
Ví que el GPS cargado con una versión "ad-hoc" de ViajerosMapas indicaba que la huella de la izquierda nos llevaría a las comunidades de Volcán y San José, donde acabaría. Mientras que la de la derecha iría a Caldera.
Estamos intrigados por hallar Campo La Paz, una comunidad que no figura ni siquiera en las cartas del IGM.
En Campo La Paz ocurrió hace unos meses un extraño fenómeno. Repentinamente se escuchó una gran explosión y se derrumbó parte de un cerro, llevándose la vida de un anciano y de una de sus nietas al sepultar su vivienda, la otra se salvó de milagro pues había salido circunstancialmente a hacer un mandado.
La escasés de noticias e imprecisión de las mismas hizo pensar en un primer momento que el cerro pudiera haberse caido por un deslave producido por alguna tormenta, o que se tratara de un "volcán" más de los tantos que se presentan en la zona. Estábamos intrigados por dilucidar el enigma.
Allá vemos una hermosa laguna en una ladera, con un vertedero hacia el arroyo que corre cientos de metros más abajo.
Está del otro lado de la quebrada por la que vamos descendiendo. ¡Que bueno sería poder pasar a su lado! Allá vemos unos burritos en su costa y unas aves disfrutando del espejo de agua.
La huella desciende y desciende.
Allá vemos una capillita y unas casas alrededor. ¿Será un pueblito?
Seguimos bajando, curva y contracurva.
Las direcciones no alcanzan para esos tremendos retomes en una sola maniobra y debemos asomar la trompa de las camionetas al precipicio, retroceder e intentar nuevamente.
Pasamos cerca de la capillita, pero para llegar a ella había que tomar un desvío cerrado con tranquera.
Seguimos.
Finalmente llegamos a nivel del río, ese que veíamos allá abajo en las profundidades.
La laguna quedó ahora arriba nuestro, unos 200 metros.
Circulamos un trecho por entre las piedras del fondo de ese río de pronunciada pendiente.
Hallamos una salida por la ribera opuesta.
Trepa hacia una quebrada lateral ¿Dónde nos llevará?
Más adelante una tranquera. La abrimos, pasamos y la volvemos a cerrar.
Con alegría descubrimos que la huella nos acerca a la hermosa laguna que viéramos cuando circulábamos por los altos.
Un paisano de evidente aspecto colla, con campera de cuero y un lazo para animales colgando arrollado de su hombro se para en medio de la huella con clara intención de hacernos detener.
Resultó ser Gaspar Cosme Damián, el cacique de la comunidad.
No le hacía ninguna gracia nuestra visita y nos sometió a un intenso interrogatorio, luego llamó a otra gente, de quién dijo que eran integrantres del Consejo de la Comuna, los que tomaron nota de nuestros nombres y vehículos y el motivo de nuestra visita.
Luego de un rato de charla y ya más distendidos, nos comenta que estan preocupados por lo que en nuestras palabras podemos denominar "penetración cultural" a la que se verán sometidos, fundamentalmente sus niños, si arrecian las visitas de turistas.
También les preocupa el deterioro de su ambiente y no ven que ello les lleve ningún beneficio, por el contrario, saben de comunidades como Purmamarca, Iruya y otras, donde la llegada del turismo solo provocó la pérdida de sus tierras (de las que no tienen títulos de propiedad más que su tenencia ancestral), a manos de "gringos con papeles".
No quieren saber nada (justificadamente) con la minería ni con ninguna actividad que les modifique su forma de vida y cultura, de la que se muestran orgullosos.
Ni siquiera los "Planes Trabajar" manejados por los políticos de turno, son bien vistos, pues han deteriorado la "cultura de trabajo" que han profesado por siempre.
Ellos construyen sus propios caminos, como éste por el que estamos circulando, para poder comunicarse, traer y llevar mercancía a otros centros poblados, pero no para ser "invadidos".
Ante argumentos tan contundentes, poco queda más que admirarse por la claridad de pensamiento y por principios que defienden.
Nos comentó que si lo llevábamos hasta el poblado (centro de la comunidad), nos lo mostraría con gusto.
La "comunidad" resultó ser ni más ni menos que "Campo La Paz". Estaba unos cuantos kilómetros más adelante y unos cuantos metros más abajo.
Llegados al casco urbano, (una veintena de casas, capilla, escuela y cancha de fútbol) conocimos al enfermero, a unas matronas y a otra gente del lugar. Desde allí nos mostraron la ladera que se desmoronó sepultando al anciano y su nieta. Nos aseguraron que no había tormenta ni lluvia el día de la "explosión" y demostraron que la explosión no fue simplemente el ruido de las miles de toneladas de piedras deslizándose hacia la quebrada, ya que la explosión hizo volar piedras que aparecieron, a la misma altura pero en la ladera opuesta.
Realmente continúa el misterio. Actividad minera no hay en este momento en la zona.
Una explicación que ensayaron las autoridades provinciales apunta a que piedra caliza (cal viva) de las profundidades, comenzó a desprender gases por acción de aguas subterráneas y que estos fueron aumentando su presión hasta provocar el estallido (¿?).
El lugar es un verdadero paraiso.
Averiguamos que no figura en los mapas porque en realidad su antiguo nombre era "Caldera" (¿sugestivo no?) y desde la década del 80 se la rebautizó como Campo La Paz.
Averiguamos también que desde allí el enfermero baja por una huellita por el interior de los ríos y, en tan solo una hora y media está en Santa Victoria Oeste, pasando por Hornillos, Potrerillos, Churquipampa, Puncoviscania y Acoyte.
Ya queríamos meter las camionetas por allí. Uno de nuestros objetivos era justamente hallar la forma de unir la vía a Nazareno con Santa Victoria Oeste, sin tener que salir a Jujuy.
El cacique se negó terminantemente.
Argumentaba que era imposible para camionetas (en secreto el enfermero afirmaba que no era así).
El tema es que no nos dejó pasar y tuvimos que desandar camino.