A alguien se le ocurrió que, si salíamos del hoyo por el mismo lugar que ingresamos la noche anterior (por la vertical quebrada que baja del mirador), ahorraríamos mucho tiempo, cosa que era cierta, solo que yo opinaba que por allí era muy riesgoso intentarlo, por las dificultades propuestas por la marcada pendiente y las grandes rocas que tapizaban el lecho de aquel rústico arroyo temporario. Seguramente provocaremos una rotura en una chata en un lugar muy dificultoso, sino imposible, para el rescate.
Mi propuesta era salir por la puerta norte, por donde habíamos ingresado en la segunda expedición, de la que no había llevado los tracks porque, de tan supersecretos que eran, los había impreso y me los había comido tal como haría un buen agente del recontraespionaje. Confiaba en mi memoria (y en la de Denis).
¿Les dije que estos "muchachos" no aceptan un no como "propuesta" sin al menos intentarlo?
2 a 1 ganaron la votación. Vayamos entonces por la infame quebrada.
Denis venía con una pequeña pérdida de agua de su radiador y prefirió parar a completar el líquido faltante, antes de someter su chata a tremendo esfuerzo.
No sé por qué cuestión Jorge se retrasó y, finalmente quedé primero para encarar la tremenda subida.
A paso de hombre comenzamos a trepar, piedra a piedra, metro a metro. Por momentos nos subíamos a la barda derecha del pequeño pero bravo arroyo seco ya que, cosa que no habíamos visto la noche anterior, por allí era más parejo.
El inconveniente radicaba en que el terreno allí era muy suelto y la pendiente muy alta por lo que teníamos que zigzaguear violentamente, entre el talud de nuestra derecha y las rocas de la izquierda.
La Cherokee bramaba escupiendo arena y piedras con sus cuatro ruedas.
Finalmente descendimos nuevamente al lecho, rocoso pero más firme. Allí la chata comenzó a retorcerse de un lado a otro.
El temor fundado era que producto de algún deslizamiento lateral de las ruedas sobre las redondas rocas, la chata quedase "colgada" del cardan con el consecuente daño y pérdida de tracción.
Miraba para atrás y veía a Denis todavía entretenido reponiendo líquido al radiador, mientras que Jorge recién se aprestaba a encarar el primer tramo de subida.
Yo recordaba que muy poco más adelante venía la parte más brava del trayecto (exceptuando el "salto" de dos metros casi al final del recorrido).
Cuando llegué a la parte donde se complicaba más, me detengo a ver qué hacían los que habían insistido en meternos en ese berenjenal…
Denis seguía con el radiador, mientras que Jorge luchaba en la parte de suelo flojo levantando una enorme polvareda pero sin poder lograr la tracción necesaria para que la Toyota trepe.
Repitió la operación un par de veces y le pedí por radio que no insistiese más, que igualmente más adelante la cosa se complicaba más y no era momento, ni hora, ni lugar, como para romper algo.
Nos pusimos de acuerdo y abandonamos ese intento, no sé si imposible pero si muy riesgoso. Además, ese día ya habíamos abusado de nuestra buena suerte.