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La tercera.... ¿Será la vencida...? |
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Bueno, debíamos salir lo más pronto posible de allí, antes que la nieve nos sepultase. La alternativa, supuestamente más corta, pero desconocida consistía en intentar salir por esa última grieta con rumbo sur, ascender a la corona y descender a la "falsa Pampa de los Bayos", aquella que se halla al noroeste del Peinado. No lo dudamos y apuntamos las trompas de las camionetas a aquella hendidura en la pared de toba baya, a la hendidura que se hallaba más al sur. Prontamente llegamos a ella mientras caían los primeros leves copos de nieve. Impresionaba circular por allí. Con un ancho y parejo lecho de arena flanqueado por altos paredones de ceniza volcánica petrificada, nos producía la sensación de estar transitando por una de las tantas avenidas de Buenos Aires, rodeados de edificios. ¡ Ésto no es 4x4, esto parece un juego de niños ! A buena velocidad serpenteábamos en la grieta que se iba estrechando y se convertía en un callejón. Repentinamente, luego de una curva a la izquierda, vemos unas enormes rocas que se habían desprendido de las alturas y reposaban en el medio del "callejón". Desde lejos dio la impresión que podríamos encontrar un pasaje entre ellas. Cuando estuvimos a su lado nos percatamos de nuestro error de apreciación. Continuar por allí era imposible. Se nos quemaban los papeles de la vía de escape más cercana, mientras el cielo se oscurecía más y más.
Para fotos en tamaño máximo, intente acá
Contra reloj desandamos unos miles de metros hasta llegar nuevamente a la pampa y buscamos y hallamos una vía para ascender a la planicie "agrietada". Por arriba nos acercamos al borde de la grieta y divisamos allá abajo nuestras propias huellas por dentro del "callejón". Seguimos avanzando inmersos en una nube baja que dificultaba ver y hasta imaginar que encontraríamos más adelante. Estábamos a unos 4.600 metros de altura y debíamos ascender al menos 500 metros más para llegar a los 5.100 en que se encuentra el labio de la "corona". El suelo se aflojaba, la pendiente aumentaba y cada vez más dudábamos de hallar la vía para descender nuevamente a la grieta para poder salir de allí. En un breve intercambio de opiniones, optamos por la alternativa supuestamente más larga, pero "supuestamente" también, más segura. Volver por donde ingresamos, con ciertas variantes que deberíamos descubrir, ya que había varias bajadas por las que nos habíamos tirado, que eran absolutamente imposible de remontar. Para ello debíamos regresar nuevamente a la Pampa. Nivel 6: "Reprobado" (deberemos recursar), esperemos que no aparezca el temido cartelito de "GAME OVER" ¡! Por suerte, si bien el cielo continuaba completamente encapotado, todavía no nevaba copiosamente. Lastimosamente debimos perder los buenos metros de altura que ya habíamos logrado, era imposible hacer un track transversal a las grietas, así que la única alternativa era descender a los 4.550 metros de altura de la Pampa de los Bayos y cruzarla en búsqueda de la grieta por la cual habíamos ingresado. Pero el espíritu explorador no se pierde ni aún en las más bravas contingencias… Por supuesto, si, allá fuimos todos buscando una salida más fácil.
La grieta era espléndida. La nube baja nos permitía apreciar que esta era ya una avenida ancha como la 9 de Julio (de Bs As. 150 metros entre frentes de edificios). Esa se juntaba con otra y, más allá se cruzaba con una más angosta… La siguiente a la izquierda y seguíamos tomando altura por un lecho de arena que por momentos perdía consistencia, mientras la nieve comenzaba a caer con más intensidad. Repentinamente la grieta se angostó y cambió notoriamente la pendiente mientras el suelo se aflojaba. Iba en la Cherokee haciendo punta y… a pesar de haber bajado uno y dos cambios, se frenó, se hundió y se plantó. Aviso por la radio que me adelanten por la derecha para que ellos no pierdan su inercia, así lo hacen Denis primero y luego Jorge. Uno, dos, tres intentos, retrocediendo y volviendo adelante y, nada. No conseguíamos vencer esa pendiente arenosa donde ya habíamos generado una profunda huella. Los minutos pasaban, Denis y Jorge hacía rato habían desaparecido de nuestra vista. Tuvimos que armarnos de paciencia y bajar la presión de los neumáticos para poder continuar avanzando. Eso hizo que nos separásemos aún más de nuestros compañeros. La tormenta arreciaba. Ellos dudaban por donde seguir avanzando. Nosotros dudábamos acerca de por donde habían tomado ellos, ya que en los tramos de roca las huellas se perdían completamente y la niebla obstruía la visión. Por suerte, cuando la nieve se comenzó a acumular, nos permitió distinguir su trayectoria marcada en el piso. Ocurre que, un par de "cruces" de grietas tomados equivocadamente, harían que nos desencontráramos totalmente en ese laberinto de rocas y en medio de una tormenta de nieve. Finalmente y por suerte en poco tiempo nos reagrupamos, la tormenta había amainado. El asunto radicaba ahora en que estábamos a unas dos horas y media de la salida norte y se venía la noche. Para más estábamos muy lejos de cualquier track conocido, incluso del que habíamos grabado a la ida. El todopoderoso se apiadó de nosotros y despejó las últimas nubes, con lo que un Febo agonizante, volvió a iluminar el escenario con un tinte rojizo propio del atardecer. Eso trajo un poco de sosiego a los preocupados ánimos, sosiego que ya veremos duraría muy poco.
A alguien se le ocurrió que, si salíamos del hoyo por el mismo lugar que ingresamos la noche anterior (por la vertical quebrada que baja del mirador), ahorraríamos mucho tiempo, cosa que era cierta, solo que yo opinaba que por allí era muy riesgoso intentarlo, por las dificultades propuestas por la marcada pendiente y las grandes rocas que tapizaban el lecho de aquel rústico arroyo temporario. Seguramente provocaremos una rotura en una chata en un lugar muy dificultoso, sino imposible, para el rescate. Mi propuesta era salir por la puerta norte, por donde habíamos ingresado en la segunda expedición, de la que no había llevado los tracks porque, de tan supersecretos que eran, los había impreso y me los había comido tal como haría un buen agente del recontraespionaje. Confiaba en mi memoria (y en la de Denis). ¿Les dije que estos "muchachos" no aceptan un no como "propuesta" sin al menos intentarlo? 2 a 1 ganaron la votación. Vayamos entonces por la infame quebrada. Denis venía con una pequeña pérdida de agua de su radiador y prefirió parar a completar el líquido faltante, antes de someter su chata a tremendo esfuerzo. No sé por qué cuestión Jorge se retrasó y, finalmente quedé primero para encarar la tremenda subida. A paso de hombre comenzamos a trepar, piedra a piedra, metro a metro. Por momentos nos subíamos a la barda derecha del pequeño pero bravo arroyo seco ya que, cosa que no habíamos visto la noche anterior, por allí era más parejo. El inconveniente radicaba en que el terreno allí era muy suelto y la pendiente muy alta por lo que teníamos que zigzaguear violentamente, entre el talud de nuestra derecha y las rocas de la izquierda. La Cherokee bramaba escupiendo arena y piedras con sus cuatro ruedas. Finalmente descendimos nuevamente al lecho, rocoso pero más firme. Allí la chata comenzó a retorcerse de un lado a otro. El temor fundado era que producto de algún deslizamiento lateral de las ruedas sobre las redondas rocas, la chata quedase "colgada" del cardan con el consecuente daño y pérdida de tracción. Miraba para atrás y veía a Denis todavía entretenido reponiendo líquido al radiador, mientras que Jorge recién se aprestaba a encarar el primer tramo de subida. Yo recordaba que muy poco más adelante venía la parte más brava del trayecto (exceptuando el "salto" de dos metros casi al final del recorrido). Cuando llegué a la parte donde se complicaba más, me detengo a ver qué hacían los que habían insistido en meternos en ese berenjenal… Denis seguía con el radiador, mientras que Jorge luchaba en la parte de suelo flojo levantando una enorme polvareda pero sin poder lograr la tracción necesaria para que la Toyota trepe. Repitió la operación un par de veces y le pedí por radio que no insistiese más, que igualmente más adelante la cosa se complicaba más y no era momento, ni hora, ni lugar, como para romper algo. Nos pusimos de acuerdo y abandonamos ese intento, no sé si imposible pero si muy riesgoso. Además, ese día ya habíamos abusado de nuestra buena suerte.
Al rato… Al rato… Qué papelón, los metí acá adentro y ahora no sé cómo salir !!! Probamos por un lado, probamos por otro, ninguno era un "ambiente conocido" para mí que recordaba aquel primer ingreso como algo para nada traumático. Ahora, para cualquier lado que tomáramos, el suelo se ponía muy irregular, grandes rocas puntudas asomaban en la escasa arena… no, mejor probemos por allá. La luz se iba, la nevada continuaba y Pierre quería armar su carpita… Finalmente Gian Marco, el púber hijo de Denis se puso a revolver entre los archivos de la Lap Top de su padre, (que no tiene idea de que es lo que guarda o no en su máquina) y al rato me dice… Allí estaba, guardado en muy baja resolución (700 puntos para 1000Km), el track que hiciéramos el año anterior. Gracias mil Gian Marco, sin tu hallazgo todavía estaríamos dando vueltas dentro de la hoyada de la Pampa de los Bayos. Exactamente a las 12 de la noche Piérre pudo armar su carpita a "solo" 3400 metros de altura (aunque no estaba con el mejor de sus humores). Aprendimos una última lección: En esos ambientes las nevadas invernales y los torrentes producidos por su deshielo estival pueden cambiar totalmente la fisonomía de un terreno y conducir a grandes equívocos…
FOTO: Eduardo CINICOLA

La última grieta
FOTO: Pièrre Lous

Cuando comenzamos a salir por la última grieta, las nubes ya descendían hacia la Pampa.
FOTO: Eduardo CINICOLA

Los volcanes se escondían tras la niebla.
FOTO: Eduardo CINICOLA

Y los primeros copos de nieve salpicaban los parabrisas,
Mientras transitábamos esa "avenida"...
FOTO: Eduardo CINICOLA

Que a los pocos kilómetros se cerró por un derrumbe.
FOTO: Eduardo CINICOLA

No importa, vayamos por arriba.
FOTO: Eduardo CINICOLA

Allá abajo, las huellas que dejamos en la "rua sem saida".
FOTO: Eduardo CINICOLA

Después del percance en el arenal, reagrupamos en la tormenta.
FOTO: Eduardo CINICOLA

Creo que ya había pasado lo peor.
FOTO: Eduardo CINICOLA

Solo la incógnita si por allí podremos salir.
FOTO: Eduardo CINICOLA

No hay horizonte, no hay volcanes, no hay referencias para saber dónde estamos ni hacia dónde vamos,
solo los GPS, y "la gallega" está de franco.
FOTO: Pièrre Lous

Una hora más tarde sale el sol y cambian los ánimos.
Mientras tanto las nubes siguen por allí cerca.
FOTO: Pièrre Lous

¿Es por acá?
No, por allá.
Pero, cómo puede ser que no me acuerde?
FOTO: Pièrre Lous

Por acá me parece que ya pasamos varias veces... :o(
FOTO: Pièrre Lous

¡ Otra vez la nieve !!
Y nuestras idas y venidas...
¿Son todas nuestras esas huellas ?
FOTO: Jorge Alonso

Finalmente Pièrre recupera su sonrisa, al día siguiente, tomando su café matinal a orillas del Salar de Antofalla.
Estamos muy contentos, creo que volveremos e invitamos a todos aquellos que sepan respetar los paisajes a que la conozcan
las emociones que provoca, no se pueden transmitir de ninguna manera.
Tan solo podemos dejarles este magro relato y estas esforzadas fotos que osadamente intentan describir lo indescriptible.
NOTA: Publicamos este último relato y los tracks de las huellas que abrimos en ViajerosMapas y al poco tiempo ya nuestro amigos del Club Ranger la emprendían a por su logro y lo relatan así El Club Ranger en Pampa de los Bayos.
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EDUARDO CINICOLA
Febrero de 2010 |
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