Amaneció un hermoso día soleado.
Frente a nosotros la Laguna Escondida, detrás de ella el volcán de la Laguna Escondida (5.917m). Nosotros habíamos ingresado por el norte del volcán, ahora pretendíamos encontrar una salida por la ladera sur del mismo, por una silleta donde se juntan las lavas de este con las del gigantesco Volcán el Cóndor (6.414m).
Lo intentamos, lo logramos.
Era un espectáculo dantesco. Serpenteábamos en un estrecho pasadizo que habían dejado los dos frentes de lava en sus últimas erupciones cuando ellos, cual dos colosos en pugna, vertían el uno sobre el otro ríos de viscosa roca derretida que traían también "a flote" otras inmensas rocas sólidas.
Allí estábamos nosotros en lo que quedaba de aquel infernal campo de combate.
Inimaginable lo que debe haber sido aquello en el momento en que iba ocurriendo.
Así cruzamos la línea del Gps que nos indicaba que estábamos nuevamente en casa y "legales".
No creemos haber hecho nada malo, solo estuvimos unas horas adentrados unos pocos miles de metros en un lugar casi inaccesible de nuestros vecinos para poder mostrar su belleza.
Poco más adelante pasamos por el abra entre los volcanes Laguna Escondida y El Cóndor, la bautizamos "Abra Escondida Sur", está a 4.775 metros de altura y allí pusimos las primeras seis piedras (una por cada integrante del grupo) de lo que conformará una apacheta en agradecimiento a la Pacha Mama que nos permitió conocer esos confines tan recónditos.
Ese mismo día continuamos explorando, sin éxito, otras posibles vías de acceso a la Pampa de los Bayos, por su pared Sur. Fue interesante.
A la tarde decidimos no perder más tiempo y nos dirigimos a la "puerta norte" de acceso a la Pampa. Eso se los cuento en: Pampa de los Bayos, la tercera ¿Será la vencida?