Descendemos.
En el camino nos encontramos con Panastas y Pampa que regresaban de su excursión pedestre a la confluencia. Intentamos convencerlos que se asomen ellos también a ese balcón al paraíso. No lo logramos. Lástima, se lo perdieron.
Nos montamos nuevamente a la RN60, ahora con rumbo sur, buscando un lugar donde detenernos para la picada del mediodía.
Luego del acelerado almuerzo decidimos meternos a husmear en la "XX-81" (aquella que cruzaría hasta Palo Blanco), pero solo hasta el filo si se pudiera.
El comienzo es muy halagüeño, una amplia y suave pendiente nos hace tomar altura sin sobresaltos.
Pero, todo lo bueno tiene un fin. Nos damos cuenta que hemos trepado demasiado ya que la traza de la XX va a nuestra derecha por el fondo de un profundo pero bastante amplio cañadón por el que circula un arroyo.
El desnivel entre nuestra posición y el fondo del cañadón es mucho y la pendiente de bajada muy marcada, si bien de arena, promete depositarnos a los tumbos abajo.
Avisamos al grupo y retrocedemos buscando una bajada más amigable.
Amigable, lo que se dice amigable, no había nada, así que finalmente nos tiramos con Denis por la misma ladera de arena pero donde parecía un poco más baja.
Cuando intentamos ver si podríamos regresar, pasó lo mismo que el la olla del Cazadero. La pesada TLC marcaba profundos surcos y se hundía hasta casi detenerse a poco de comenzar el intento de subida. Bueno, dentro de un rato cuando intentemos salir estaremos en problemas…
- Muchachos, no se tiren, nosotros exploraremos un poco por acá a ver hasta donde se puede avanzar, Uds vean si encuentran un mejor lugar para bajar o para que podamos salir nosotros…
El tránsito por las márgenes de aquel arroyo era bastante dificultoso ya que este era angosto, profundo y se abría en varias ramas.
En sus orillas había vegas, coironales, arenales y él mismo se iba recostando de un lado a otro contra las paredes rocosas del cañadón que, aguas arriba se iba cerrando.
Invalorable fue la ayuda que recibíamos por radio de nuestros compañeros que, allá arriba y desde una posición privilegiada, nos iban guiando para que evitáramos los problemas que no podíamos ver desde el nivel en que nos hallábamos.
Pampa, Panastas, Alfredito y Jorge nos guiaban mientras Pexa con Diego buscaban afanosamente una bajada "subible".
Finalmente deciden tirarse por una que parecía poco complicada, pero el terreno los engañó y cuando pretendían subir, con 30 libras de presión en los neumáticos, el Jeepito tiraba la toalla.
Nosotros, con Denis habíamos avanzado bastante llegando a una posición donde necesitaríamos ayuda, ya que seguramente en cualquiera de los cruces del arroyo que se sucederían de allí en adelante, podríamos "clavar las guampas".
Esperábamos infructuosamente que Pexa se acercara mientras él se había empecinado con remontar lo que acababa de bajar.
El tiempo pasaba, nosotros no avanzábamos y nuestros compañeros seguramente se estaban aburriendo allá arriba.
Decidimos regresar a ver cómo saldríamos nosotros de ese berenjenal en que nos habíamos metido. Ni siquiera sabíamos si podríamos llegar a donde Pexa y Diego se habían tirado ya que eso era unos 800 metros río abajo de donde nos deslizáramos nosotros y Alfredo nos decía por radio, que el no veía la manera por la que nosotros podríamos recorrer esa distancia.
Finalmente, a los pies del acantilado en el que se encontraba Alfredo y con una inclinación lateral cercana a los 45 grados, pudimos avanzar y arrimar a "la bajada de Pexa".
Pexa ya estaba arriba nuevamente pero, por los "dibujos" que había dejado en la arena y sal de la ladera, podíamos notar que la tarea de remontar aquello no sería nada fácil.
Un primer intento no nos permitió llegar ni al primer tercio.
La pendiente era muy marcada como para emprenderla de frente y muy arenosa como para pretender "quenquearla", al margen que cualquier trayectoria oblicua, hacía que la chata se deslizara de costado sin ganar altura.
Hicimos lo que se debe hacer. Bajamos la presión de los neumáticos a 16 libras y, tomando carrera, en tercera de baja (la segunda le parecía muy corta a Denis) emprendemos una trayectoria diagonal que nos exigiría un violento retome en subida a mitad de trayectoria.
La TLC con sus seis pistones a 4000 RPM rugía y humeaba como locomotora a vapor, pero subía y subía.
Cuando llegamos a donde debíamos hacer el retome, era evidente que la tercera quedaría larga y cualquier intento de bajar un cambio nos dejaría plantados a mitad de la cuesta. Allí nos damos cuenta que, si bien hacia adelante la pendiente aumenta considerablemente, iba a ser preferible eso que el retome y así, con el fierrito a la tabla seguimos en línea recta.
Las RPM empiezan a bajar.
Acostumbrado al motor naftero de la chero intuyo que el final se acerca (cuando aquella cae de 3000, la debacle es imparable), pero la TLC sigue tirando aún a 2500 RPM y a 2000…!!
Con el último aliento llegamos a la cima y nos hallábamos a salvo.
Hicimos algunas travesuras más, buscando otra salida a la RN60 y buscando otra entrada por el río desde el asfalto, que terminó en un gran lodazal cubierto de cortaderas y alto pasto puna, hasta que, ya cansados y casi de noche, decidimos bajar a Fiambalá.
Ahí queda la "XX-81" como un desafío, para nosotros mismos o para quien quiera recoger el guante.