Duna / Médano Federico Kirbus
Bolsón de Fiambalá - Catamarca
Abril de 2.012

FOTO: Nicky Schreiber

MUSICA de FONDO                     :


El Médano de Kirbus

Como en todo, existe también una puja mundial por saber cual es el médano o duna más alta del mundo.

En la República Dominicana existe un gran campo de dunas denominado Dunas de Baní, son millones de m3 de arena, pero su altura asciende a no más de 35m.

Japón no se queda atrás y también ostenta las Dunas de Tottori

España se enorgullece de su "duna de Bolonia" de 30 metros de altura.

Mientras que la más alta de Europa sería la de Pillat, en Francia con una altura entre 80 y 107 metros.

Mauritania tiene también las suyas que se caracterizan más por su extensión, 1.200Km, que por sus alturas, ya que son dunas móviles.

Namibia ostenta la famosa "Duna 45", que debe ser la más fotografiada del mundo, de arenas rojas y unos 180 metros de altura.

Sin embargo, la duna más alta del continente africano pareciera ser la "Duna 7, también en Namibia y que con sus 380 metros de altura pretende el título de "La duna más alta del mundo".

En Asia, en el Desierto de Gobi seguramente hay también dunas muy altas, aunque no hay datos de sus alturas.

Pero, cruzando al nuevo continente, nos encontramos con sorpresas "enormes"…

En Perú aparece la Duna Grande en Nasca que con sus 924 metros de altura reclama para sí ese galardón. ¡Casi tres veces la altura de la Duna 7 africana !!

Pero, en Argentina, Don Federico Kirbus descubrió que, recostado sobre las sierras de Zapata, en el bolsón de Fiambalá se ha formado un médano que, con base en 1.615msnm halla su máxima altitud a 2.845 msnm conformando una ¿duna? de 1.230 metros de altura que superaría por más de 300 metros la duna peruana.

Así se han instalado justificadas discusiones acerca de qué se considera "altura":

¿Es la altura la diferencia de altitud entre su base y su cima o, directamente la altura sobre el nivel del mar (altitud) de su cima?.

Aceptado que, como "altura" de una duna, consideraremos la diferencia de altitudes entre base y cima, queda otra discusión: ¿Una duna debe tener todas sus caras cubiertas de arena o es suficiente una acumulación de esta sobre una cara de una montaña prexistente? Porque este es el caso de la mayoría de los altísimos médanos que se forman en el Bolsón de Fiambalá.

Bueno, el asunto es que estábamos en Fiambalá, por enésima vez y nunca habíamos siquiera identificado la Duna de Federico Kirbus, mucho menos intentado "escalarla" en camioneta. Esa era ahora una buena oportunidad.

1.230 metros de desnivel en una superficie arenosa no habría de ser una tarea sencilla. Seguramente exigiría los motores y transmisiones de las chatas a un máximo que ni siquiera imaginábamos.

Jorge Alonso con Jorge Hackanson, Pablo Anastasio con El Pampa Zerega, Alfredo Sánchez solito, Pablo Pezzano con Diego Tognetti y Denis Garione con quien escribe, nos dirigimos esa mañana hacia Medanitos en busca de la "entrada" a la mentada Duna.

Ya habíamos incorporado a ViajerosMapas unas trazas "XX" que podrían conducirnos a la cima del gigantesco médano. Las pendientes no parecían extremas aunque rondaban el 17% con extremos del 39% cerca de la culminación.

La primer sorpresa que nos llevamos (aparte de lo dificultoso que era el comienzo de esa "escalada") fue que la superficie de la base no era arena "pura", sino una mezcla de ésta con tierra y pedregullo suelto.

La segunda consistió en que veíamos plantas y delgados pastos verdes que brotaban en aquella gran ladera. Claro, las intensas y atípicas lluvias estivales de los últimos dos veranos contribuyeron a tapizar de una rala vegetación aquella duna.

Los motores se exigían al máximo y yo temía por su recalentada pues circulábamos en segunda o tercera velocidad de baja y a no más de 10 o 15 Km/h durante largos minutos haciendo una terrible fuerza para abrir paso en la cuesta de arena, con algunas esporádicas detenciones.

El tiempo que demoró cada cual en la base hasta que se decidió a bajar la presión de los neumáticos y el que empleó en la operación misma hizo que nos separásemos y hasta nos perdiésemos de vista en esa extensa ladera cubierta de arena, grietas y algunas matas.

En la parte baja encontramos decenas de huellas que se cruzaban y entrecruzaban, originadas seguramente por otros conductores que buscaron la mejor pendiente para que sus máquinas ganasen altura.

A medida que ascendíamos las huellas fueron desapareciendo hasta que las únicas que quedaban eran las que íbamos marcando nosotros mismos.

A poco de partir, Panastas y Alfredito, deciden no forzar sus máquinas ya que ese era solo un "entretenimiento" mientras que la misión principal de ese día era arribar enteros a Antofagasta de la Sierra por el camino de Las Papas, el Arenal y el Campo de Piedra Pómez.

Quienes insistimos con trepar lo máximo posible pensamos que sería solo un trámite de unos pocos minutos.

Gran equivocación. Estuvimos andando y desandando. Esquivando grandes hondonadas y buscando mejores trazas durante casi dos horas hasta que logramos llegar muy cerca de su cima. Lamentablemente para la acometida final se nos interpuso una profunda grieta en la arena que deberíamos rodear por algún lado descendiendo algunos cientos de metros para volver a emprender el ascenso.

La presencia de nuestros compañeros abajo, esperando, más lo avanzado del día y el ambicioso recorrido que nos quedaba por delante hizo que decidiéramos descender y dejar, en todo caso, la culminación de la tarea para otra oportunidad, dándole el tiempo y la importancia que ella merece.

Llegamos hasta los 2.730m de altura, a solo 115 metros de su cima.

11:30 Hs comenzamos el descenso. Decidimos hacer una ruta distinta, como siempre, para conocer algo más.

Seguramente desde donde ustedes leen esto imaginan que descender es sencillamente apuntar las trompas de las camionetas para abajo y dejarlas caer, sosteniéndolas con una marcha baja.

Bueno, lamentablemente nada más alejado de la realidad, uno no puede predecir que habrá 10 metros más adelante, pasando la siguiente ondulación de arena. Puede ser una grieta, un profundo pozo o una tentadora "calle" que termine frente a una insalvable pared de la duna.

Bajamos distanciados, cuestión que si quienes hacían punta se metían en problemas, los que venían atrás pudieran auxiliarlos desde una posición ventajosa.

Preferíamos andar por las crestas, en la medida de lo posible, para evitar la sorpresa de quedar entrampados en un pozo sin posibilidades de escalar sus arenosas e inestables laderas.

Así anduvimos por casi media hora hasta que, cerca de la cota de 2.400m, hallamos una muy pisada huella que transitaba en sentido transversal a nuestra bajada, manteniendo el mismo nivel y con dirección sur/norte.

Tenía todo el aspecto de ser una huella armada para excursiones al médano llevando turistas por un circuito conocido.

Nos montamos en ella con ansias de conocer algo más de aquella inacabable duna.

Por un buen rato circulamos en sentido norte disfrutando la vista hacia abajo del paisaje del valle cultivado gracias a la presencia de agua del río Fiambalá/Saujil/Abaucán.

Allá abajo divisábamos la población de Medanitos y, más al norte, el pequeño caserío de La Soledad.

Cruzábamos afiladas crestas de arena que recordaban las películas de los touaregs del desierto africano, cuando, de pronto la huella acaba frente a una descomunal hondonada. Abajo, muy lejos, un tributario del Abaucán se abre camino entre la arena

Quienes fuimos


 



Mapa de la zona tomado de ViajerosMapas.com


FOTO: Sergio ZEREGA
Ni bien llegamos a Medanitos, vemos parte de la gran dimensión de la duna.


FOTO: Pablo ANASTASIO
Pastores en las afueras de medanitos.


FOTO: Diego TOGNETTI
Pastores en las afueras de Medanitos.


FOTO: Jorge HACKANSON
Estábamos en "las puertas de las dunas".


FOTO: Eduardo CINICOLA
Pero antes de partir, a cargar las baterías...


FOTO: Jorge HACKANSON
La arena esperaba por nosotros.


FOTO: Eduardo CINICOLA
Al pie del Cristo, el pueblo de Medanitos.
No pudimos averiguar el por qué de ese nombre... ;o)


FOTO: Jorge HACKANSON
A poco de comenzar a subir nos percatamos que
se impone bajar la presión de los neumáticos.


FOTO: Jorge HACKANSON
El Defe de Alfredo ya había enterrado media cubierta en esa mezcla de arena tierra y guijarros.


FOTO: Eduardo CINICOLA
No es posible apreciar en la foto la pendiente de esas laderas, pero si se puede notar
como las ruedas han escarbado y se han hundido en el suelo.


FOTO: Eduardo CINICOLA
Ya subimos bastante y la altura nos permite apreciar en fertil valle a que dan vida
las aguas del río Fiambalá/Saujil.


FOTO: Eduardo CINICOLA
Hacia el sur podemos ver el oasis que se forma en Fiambalá.


FOTO: Eduardo CINICOLA
Mientras que, hacia arriba, nos sorprendemos al ver como la arena va dando paso a la vegetación.


FOTO: Eduardo CINICOLA
Esta vegetación ha crecido en la duna merced a las copiosas lluvias atípicas de los últimos veranos.
El médano ya no parece un ambiente desértico como otrora...


FOTO: Jorge HACKANSON
Al punto que ya hasta hay ganado vacuno alimentándose allá.


FOTO: Eduardo CINICOLA
Si sigue así, pronto será una selva :o).

Llevamos ya mas de una hora trepando detrás de las huellas de Jorge que va haciendo punta.
Debemos haber salvado un desnivel de 1000 metros y esto sigue subiendo.
Atrás nuestro, en algún lugar invisible a nuestros ojos, viene Pexa con Diego.


FOTO: Eduardo CINICOLA
Nos acercamos a la cima, ahí está, a 2.845m de altura snm.


FOTO: Eduardo CINICOLA
En el último tramo tuvimos que hacer unas piruetas con la camioneta deslizándose de costado.


FOTO: Eduardo CINICOLA
Allí estamos a 2.730msnm, pero una insalvable hondonada
(cuya dificultad no se distingue en la foto) nos separa de la cumbre.
Nos harían falta al menos 40 minutos más para "resolver" aquello, pero Alfredo, El Pampa y Panastas nos esperan abajo.


FOTO: Eduardo CINICOLA
Igualmente el último tramo tiene una marcada pendiente.
Y detrás de esta primer pequeña lomada hay una gran grieta.


FOTO: Jorge ALONSO
Posamos para la foto...


FOTO: Jorge ALONSO
Y al rato vemos que se acerca el "tomatito" de Pexa, peleandole a la arena y a la pendiente.


FOTO: Jorge ALONSO
Finalmente posamos TODOS para la foto.


FOTO: Diego TOGNETTI
Pexa orgulloso con su Wrangler.


FOTO: Eduardo CINICOLA
Comenzamos a descender...


FOTO: Diego TOGNETTI
No ha de ser fácil ya que se nos interpondrán numerosos pozones de arena seca.


FOTO: Eduardo CINICOLA
Un verdadero laberinto.


FOTO: Eduardo CINICOLA
Pero un bello laberinto.


FOTO: Eduardo CINICOLA
Apuntamos hacia el noroeste, para bajar por un lado diferente.


FOTO: Diego TOGNETTI
Hacia allá parece un verdadero desierto con intrusiones de lava.


FOTO: Jorge ALONSO
Cada tanto nos deteníamos a sacar fotos.



Como les decía, cruzábamos afiladas crestas de arena que recordaban las películas de los touaregs del desierto africano, cuando, de pronto la huella acaba frente a una descomunal hondonada. Abajo, muy lejos, un tributario del Fiambalá/Saujil se abre camino entre la arena

  • Pero… ¿cómo es esto? ¿Tendremos que desandar todo lo andado…? Ya son más de las 12:30 y los muchachos deben estar desesperados allá abajo deseando continuar para llegar a tiempo a Las Papas, el gran arenal, el Campo de Piedra Pómez y Antofagasta de la Sierra ¡!

Bajamos de las chatas y vemos, con asombro, que allá (150 metros más abajo) la tenue huella continúa y no es hasta que nos acercamos al borde de aquel enorme tobogán que nos damos cuenta que la huella no terminaba allí donde estábamos parados.

Simplemente el viento había acumulado arena sobre ella haciéndola desaparecer justo al borde del "acantilado"…

Hubo que juntar mucho coraje para tirarse por allí, pero el solo hecho de pensar en desandar todo el camino hecho nos impulsó hacia adelante.

En principio el parabrisas se pintó de azul… solo cielo veíamos en el. Luego cae la trompa de la camioneta y la fuerza de gravedad nos separa de los respaldos. Así comenzamos a transitar esa interminable y alocada bajada. En el espejo retrovisor se achicaban las siluetas de nuestros compañeros que quedaban arriba, en el filo, sacándonos fotos y cruzando los dedos para que llegásemos enteros abajo.

Finalmente lo logramos. Era ahora el turno del "avispón rojo", el Jeepcito de Pexa que se veía como un minúsculo bicho colorado en el borde de la bajada.

Y allá vino.

Y se dio el lujo de hacer una parada en pleno descenso ya envalentonado por las prestaciones de su cabalgadura.

Y atrás bajó Jorge Alonso, con la displicencia de un Lord inglés, ¡ Llegó abajo sacando fotos. !

  • Bueno, apuremos el paso que los muchachos ya están en Palo Blanco esperándonos con unos lomitos completos para recuperar energías.

Pasó luego que al llegar a la RP135, que une Medanitos con Tatón, no podíamos ingresar a ella pues un alambrado nos lo impedía. ¡Estábamos dentro de un predio privado sin acceso a la ruta y dentro del pueblo !!

Finalmente, por el patio de una casa, bajo la atónita mirada de sus habitantes, pudimos acceder a la ripiada ruta provincial. Eran las 13:00 y nos faltaba casi una hora para llegar a Palo Blanco, comer y emprender el largo camino a Antofagasta de la Sierra…

Los muchachos del Jeep se entretenían y se atrasaban contestando mensajitos por el celular…


 


FOTO: Jorge ALONSO
Pasamos numerosas dunas móviles dentro de la Gran Duna.
dunas móviles que seguramente en la próxima tormenta de viento taparan parte de la vegetación
y el ciclo continuará, alternado con épocas de sequía donde todo volverá a ser solo arena.


FOTO: Jorge ALONSO
El yipito de Pexa hunde sus pequeñas cubiertas de calle en aquel tereno hostil para ellas.


FOTO: Eduardo CINICOLA


FOTO: Pablo PEZZANO
Más arena...


FOTO: Eduardo CINICOLA
Más bajadas...


FOTO: Diego TOGNETTI
En la lejanía otro gran médano.
Aquel no llega a tener la altura de este, ya que solo llega hasta los 2.482msnm


FOTO: Eduardo CINICOLA


FOTO: Eduardo CINICOLA
Foto... foto...


FOTO: Eduardo CINICOLA
Por momentos desaparece la rala vegetación mientras cambia el color de la arena.


FOTO: Eduardo CINICOLA
Más "filos".


FOTO: Eduardo CINICOLA


FOTO: Eduardo CINICOLA


FOTO: Eduardo CINICOLA
Hallamos una huella y nos montamos sobre ella con rumbo norte.


FOTO: Eduardo CINICOLA
Comenzamos un descenso abrupto.


FOTO: Eduardo CINICOLA
Hasta que aquella huella acaba frente al algo que asemeja a un borde acantilado...
Pero..., allá abajo se vé otra huella que continúa...


FOTO: Eduardo CINICOLA
S, realmente continuaba, solo que había que tirarse por una caída que hacía temblar la pera.
Arriba esperan turno Pexa y Jorge.


FOTO: Jorge ALONSO
Es tu turno Pexa...
Vamos que abajo te atajan...


FOTO: Eduardo CINICOLA
Solo en el último cuarto se suaviza un poco.
Igualmente pensamos que es irremontable.


FOTO: Pablo PEZZANO
¡ Lo logramos !!
Y Jorge lo festeja comiéndose una mandarina ...


FOTO: Eduardo CINICOLA
Llegamos a una zona más plana, pero aún no estábamos "afuera".
Muchas profundas grietas de arroyos temporarios debimos salvar, apuntando a la localidad de "La Soledad" en los GPSs.


FOTO: Jorge ALONSO
Llegados a La Soledad, un alambrado se interponía entre nosotros y la libertad.


FOTO: Jorge ALONSO
Luego algunos vadeos y...


FOTO: Eduardo CINICOLA
Todo terminó con unos "Lomitos" almorzados frente a la plaza de Palo Blanco.


Vean en el perfil altimétrico del Medano de Kirbus, en el kilómetro 45, la magnitud de la bajada.


Esto tampoco terminaría allí.
Continuaría con una zona de hermosos paisajes:
El camino a Las Papas y de allí a AdlS, pasando por Campo de Piedra Pómez !!
  Sigue acá ...

           
EDUARDO CINICOLA
Abril de 2.012            



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