Los aviones del Ingamayo.
Pese a que habíamos pasado la tercera noche de campamento consecutiva por encima de los 4200 msnm, el entusiasmo y la adaptación le ganaron fácilmente al cansancio y las incomodidades. Todos nos levantamos temprano y muy bien de salud y de ánimo. Mientras desayunamos mirando al imponente Ingamayo delineamos la estrategia a seguir para vencerlo y sacarle los secretos de sus aviones estrellados
Teníamos dibujado en el GPS un track por el sur por sobre una abandonada huella minera que nos dejaría bastante cerca de la posición del avión de YPF pero acababa frente paredón que, por lo menos con las chatas, era imposible remontar.
Si bien era una clara huella minera su estado de abandono era importante, asunto este que habíamos descubierto la tarde anterior.
La opción norte no usaba huellas existentes sino que eran dos “XX” (trazas tentativas), Una de ellas, la XX-56, discurría por los lomos y los filos buscando pendientes accesibles pero, en caso de no poder alcanzar la cima nos dejaba bastante lejos del avión. Sin embargo, si lográbamos recorrerla en su totalidad, le poníamos las chatas encima a los restos del avión.
Las pendientes en teoría eran posibles, pero siempre dependiendo del piso que fuéramos a encontrar.
Pese a que a simple vista su traza impresionaba, nos jugamos por esta última opción.
Desde donde acampamos le pusimos proa al este y hacia arriba. En menos de 8 km teníamos que subir 1300 metros, desde 4250 a 5550, sin camino.
Primero fue un poco de terreno arenoso y coirones antes de llegar al pie del cerro, donde empezaba el verdadero desafío.
La subida al lomo que habíamos elegido para montarnos fue una ardua tarea ya que era muy larga y con mucha pendiente; sin embargo el buen piso ayudó y logramos llegar al primer peldaño. Allí empezamos a tener otra perspectiva de lo que pensábamos hacer, ya que lejos de aplanarse, la montaña parecía empinarse cada vez más como si se estuviera resistiendo a la invasión.
Pero allá fuimos.
Ya por el filo la pendiente era cada vez mayor y los pobres motores venían dando de todo de sí para vencerla. El piso empezó a empeorar y se puso “lajoso”, (uno de los peores pisos para encontrar en una trepada ya que para lograr sustentación y no hundirse escarbando en las lajas, hay que desinflar mucho, lo que expone peligrosamente los flancos de los neumáticos a las filosas lajas. N. de E. ).
Finalmente tuvimos que desinflar las cubiertas. En mi caso las terminé bajando a 8 libras con el riesgo de romperlas, pero era la única opción si quería seguir. Algo parecido, aunque no tanto, hicieron Diego y Denis en las TLC.
Diego le encontró primero la vuelta para atravesar ese bendito manchón de lajas y se fue para arriba ante nuestra atónita mirada mientras terminábamos de desinflar. Por la radio nos anima anunciando que el piso mejoraba más adelante, así que le dimos nosotros también para adelante y pasamos la parte jodida.
Ya estábamos por encima de los 5000…
Ahora el piso era bueno pero se seguía empinando a medida que la cima parece al alcance de la mano. Exprimiendo los motores a fondo (al menos los modestos 95 Hp de la Vitara) lentamente seguimos subiendo. El GPS no para de marcar mis nuevos records de altura (en Vitara): 5100, 5200, 5300, 5350….
Así llegamos a una pequeña explanada, antesala de la pendiente final que luce imposible, tanto por la inclinación tanto por el suelo.
Igual, enceguecidos, intentamos lo imposible y nos lanzamos a ella.
Logramos subir un poco más pero alrededor de la curva de nivel de 5400 se acabó nuestro ascenso. La combinación de pendiente y piso de lajas apenas si permitía subir a pie.
Mi record, mejor dicho el de Pampa 02 quedó en 5.395msnm. Nada mal para los 1.600 cm3 de mi motorcito.
Mirar hacia atrás lo que habíamos subido era impresionante y parecía imposible, incluso daba ciertas dudas por la futura bajada.
La cuestión que teníamos la cima del Ingamayo ahí nomás a 120 metros de desnivel y estábamos a unos 2,8 km en línea recta del avión de YPF.
Increíblemente había señal de celular así que mandamos mensajes y fotos online del logro a los amigos y la familia que por supuesto no creían donde estábamos. Sin embargo la transmisión del SPOT no nos permitía mentir.
Denis, Matías, Aldo y yo nos jugamos a hacer cumbre, ya que era temprano y el clima estaba estupendo. Llevamos la radio, GPS, abrigo y un poco de agua ya que el recorrido no era muy largo y casi todo a la vista de las chatas, aunque claro está, por encima de los 5400 msnm
Lentamente, con esfuerzo pero sin dificultades los cuatro conseguimos hacer cumbre a 5.532 msnm. Primero Denis, que enseguida bajó y luego los tres restantes nos pudimos parar encima de la pirca que marca la cumbre del cerro y sacarnos fotos que permanecerán para siempre en nuestro recuerdo, ya que ninguno de nosotros éramos andinistas y esto sonaba como hazaña.
Hasta acá todo bien, pero el diablo metió la cola y nos traicionó la ambición. Tan fácil habíamos llegado allí que no se por qué motivo irracional se nos ocurrió salir buscar el avión, que estaba a sólo 2300 metros en línea recta y 300 metros más abajo que nosotros.
Desde allí no se veía pero lo teníamos en el GPS.
Hablamos con Eduardo por VHF y le informamos que iríamos hasta el avión con el compromiso que caminaríamos una hora hacia el objetivo. Si llegábamos bien y si no, cualquiera sea la distancia que faltase nos volvíamos. En eso quedamos y salimos.
Como se imaginarán, caminar a esa altura no es sencillo aunque los tres nos sentíamos excelente. A poco de andar nos dimos cuenta que en una hora no llegaríamos pero al menos podríamos rescatar unas fotos a distancia. Si bien era en bajada, el piso de lajas sueltas hacía difícil caminar más la necesidad descansar cada tanto hacía muy lento el avance.
Nos dimos cuenta que probablemente íbamos a necesitar más agua que la que teníamos pero unos ténues indicios de lo que serían los restos del avión nos hicieron seguir.
A 705 metros del objetivo se cumplió la hora pactada y con todo el dolor del alma cumplimos la promesa de volvernos, al menos con una foto más o menos buena de los restos.
La verdad que fue difícil no seguir teniendo el objetivo tan a mano, pero era lo correcto, por respeto a nuestros compañeros y por nuestra seguridad.
Hasta acá habíamos hecho todo lo correcto aunque debo reconocer que no había sido la mejor idea salir a esta aventura sin haberlo planeado del todo: no llevábamos el SPOT, no llevábamos suficiente agua, no teníamos un segundo Handy, no llevamos comida ni abrigo extremo: A favor teníamos: señal de celular y el clima estaba muy bueno.
Al darnos vuelta y ver a lo lejos y 250 metros más arriba la cima del Ingamayo, nos dimos cuenta que la hora que habíamos tardado a la ida iba a ser mucho más larga: sería en subida, cansados y con poca agua.
Allí cometí un error: Razoné que estando a 5300 msnm, apenas por debajo de las chatas no tenía sentido subir hasta los 5530 y bajar. Simplemente había que desplazarse por la curva de nivel rodeando el cerro y listo….
La idea era buena y se reforzó porque la imagen que tenía del cerro mientras subíamos con las chatas era que las pendientes eran “caminables” y porque en el GPS las curvas de niveles se mantenían siempre bien separadas. Además la zona por donde comenzaríamos a rodear el cerro, a la postre el escote por donde el piloto seguramente quiso embocar el avión para evitar estrellarse, resultó que era muy sencilla de recorrer y hasta pareció que encontramos sendas de animales (¿?)
Tanto Matías como Aldo pusieron algunos reparos pero al final los convencí. Nos comunicamos con las chatas y les informamos de nuestro propósito.
Empezamos la caminata sin mayores dificultades salvo que empezó a aparecer el cansancio y el agua se empezó a acabar. Más adelante la ladera se inclinó un poco más pero se podía andar y tuvimos que sortear algunas quebradas con dificultad.
Cada quebrada parecía la última pero las chatas nunca aparecían y la distancia se acortaba pero no tan velozmente como queríamos. Cada Tanto nos comunicábamos con las chatas para informar la posición.
Las dificultades generaron dudas sobre cuestiones no consideradas y empezamos a preocuparnos:
¿y si uno de nosotros se tuerce un tobillo o se cae?
¿y si la próxima quebrada es infranqueable?
¿y si se nos acaban las baterías?
¿Y si el GPS deja de andar?
Las camionetas no aparecían y una quebrada con una pendiente más pronunciada nos acobardó a solo 1500 metros de las chatas.
¿Y ahora?
Maldije mi “genial idea” y evaluamos que hacer. No había mucho para elegir. Retroceder era impensable así solo quedaba bajar a costa de alejarnos de las chatas pero al menos nos poníamos a una altura menor y por lo que veíamos hasta conseguiríamos agua.
Hablamos con nuestros compañeros en las camionetas y le comunicamos la nueva decisión, que además implicaba que ellos empiecen también a bajar para luego tratar de encontrarnos más abajo. Eduardo fue ungido piloto de la Pampa 02.
La bajada a pie era larga y bastante violenta pero sin riesgos, así que lentamente nos encaminamos al fondo de la vega donde veíamos agua corriendo.
Bajamos unos 700 metros de un saque y con la lengua afuera bebimos el agua fresca más deseada de nuestras vidas.
Estábamos a unos 6 km del campamento de la noche anterior, pero metidos en un valle alejado del lomo por donde bajarían las chatas a 4500 msnm.
Al encajonarnos perdimos la comunicación por radio y tampoco llegaba la señal de celular. No obstante, al estar mucho más abajo estábamos tranquilos porque ahora “sólo” se trataba de caminar rio abajo.
Llenamos nuestras botellitas con preciada agua y comenzó el largo peregrinar hacia abajo por entre mallines sin contacto con las chatas. Realmente estábamos muy cansados ya que sumábamos más de 6 km a semejante altura y faltaba otro tanto.
Cada tanto encendíamos la radio y nada. Lo mismo le pasaba los muchachos que nos buscaban y no sabían por dónde andábamos. Entre nosotros y ellos había por lo menos tres valles tal como vimos luego en el Google Earth, aunque ni ellos ni nosotros suponíamos eso.
En uno de los intentos lo escuchamos a Denis y ahí nos tranquilizamos.
Le volvimos a pasar las coordenadas de nuestra nueva posición y a partir de allí solo fue cuestión de tiempo.
A las cinco de la tarde, cinco horas después de haber partido de la cima del Ingamayo y después de 10 km de caminata nos volvimos a encontrar a unos 3 km del campamento de anoche. Cansados pero en buenas condiciones.
Los “rescatistas” gracias a nosotros se habían hecho otra panzada de offroad porque atravesaron tres o cuatro quebradas para llegar a la nuestra y de hecho la última bajada hacia nosotros no era remontable, así que no quiero imaginar lo que hicieron tratando de procurar encontrarnos…
Primero nos felicitaron por el esfuerzo y después nos reputearon con toda la razón.
Aldo, Matías y yo, lejos de estar orgullosos de la “hazaña” estábamos arrepentidos por lo que habíamos preocupado a Denis, Diego y Eduardo y porque podríamos habernos puestos en real peligro. Todo esto lo cuento para que todos nosotros lo releamos y aprendamos para otra ocasión, lo que a su vez se los pido a los lectores. Pese a que todos teníamos experiencia, igual nos dejamos engañar por la montaña y no la respetamos. Por suerte salió bien.
Sin duda lo volvería hacer, pero tomando mucho más recaudos. Al fin de cuentas, no llegamos al avión, solo le robamos algunas fotos de lejos, así que el desafío sigue en pie.
En fin, una situación linda de contar, que no hay que repetir en las condiciones que la hicimos, pero también para destacar que tanto durante como después de la situación vivida el grupo estuvo a la altura de las circunstancias, tanto los caminantes, como los “rescatistas”.
Prueba superada!
Quienes fuimos en este viaje
|
|
SERGIO ZEREGA "El Pampa"
Noviembre de 2.012
|