PARTE 2: El camino a la frontera (carretera Transchaco):
Esa misma tarde debíamos llegar por la Transchaco hasta la pequeña localidad de Mariscal Estigarribia, último punto de abastecimiento antes de adentrarnos en los próximos 1000Km de montes, medanos, picadas y extensos barreales. Allí también fue nuestro último almuerzo sentados a la mesa de una fonda que oficiaba también de "nigth club" y de bailanta dominguera. Allí, en "Texas", fuimos atendidos por una thailandesa a las órdenes del menonita propietario del lugar, de hablar atravesado este, como si hiciera poco que arribara al país, siendo que seguramente era nativo paraguayo pero alimentado siempre de las costumbres e idioma de su cerrada comunidad.
Mariscal Estigarribia no es comunidad menonita, pero, como en casi toda la región del Chaco son ellos, por mayoría, los dueños de los establecimientos, sean estos estaciones de servicio, restaurantes, casas de repuestos, ferreterías, chacras o estancias. Después veremos que en la zona de Bahía Negra, más cerca del río Paraguay aparecen brasileños también como dueños de las haciendas, siendo los paraguayos nativos normalmente la mano de obra.
Salimos ya entrada la tarde de Mariscal Estigarribia, con tanques llenos a pleno y con destino final el Parque Nacional Tte Enciso, una gran reserva de casi 40.000 Has donde nos habían dicho que era probable que los guarda-parques nos ofrecieran cobijo, caso contrario deberíamos dormir en las carpas, lo que era una opción poco tentadora ya que la lluvia que venía cayendo desde hacía 3 días había convertido todo en un gran lodazal. Como es obvio no es nada cómodo ponerse a armar carpas bajo la lluvia.
Los 130Km que nos separaban del PN Tte Enciso nos demandarían varias horas ya que a medida que nos adentrábamos más en el Chaco las negras nubes de tormenta nos avisaban de la tarea que habían hecho sobre la calzada en esos últimos días.
Por suerte hasta La Patria (minúsculo poblado) continuaba el pavimento de la RN9 Transchaco (en realidad muy poceado y de tránsito lento).
Desde allí solo 20Km de barro nos separarían del puesto de los guarda-parques. Esos 20Km fueron el aperitivo de lo que nos esperaría en los próximos 4 días.
En La Patria el precario asfalto lleno de pozos gira hacia el sudoeste en busca del límite con Bolivia a la altura del Hito I (Fortín Rivarola), mientras que la Carretera Transchaco, por la que iremos nosotros, continúa recta con rumbo noroeste, hasta la frontera con Bolivia a la altura del Hito III (Fortín Garay) cortando el Chaco Boreal en dos.
Para nuestra sorpresa en La Patria existe un precario surtidor de combustible, donde se refugian decenas de chivas que cubren todo el piso con su excremento que se deshace bajo la lluvia. Luego de algunas gestiones pudimos hallar al muchacho que se encarga de su atención y los expedicionarios completaron precautoriamente los tanques, a excepción de Eladio que a pesar de ser el más necesitado, desconfiaba de la calidad de esa nafta.
Ya con el sol poniéndose a nuestro frente (a esa altura del año febo se escapa por el horizonte tan tempranamente como las 17:00Hs) y con una permanente llovizna que nos regalaban las negras nubes hicimos esos mencionados 20Km hasta el Parque Nacional Tte Agripino Enciso.
Llegamos de noche y bajo la lluvia, no obstante lo cual no tuvimos inconveniente para hallar al guarda-parques quién solícitamente nos ofreció unas habitaciones que por suerte permanecían vacías debido a que se había abortado una reunión entre los caciques referentes de la zona y personal de Ministerio de Educación que había concurrido allí con ese fin.
Justamente con esa gente del Ministerio de Educación es que mantuvimos una animada conversación durante la cena comunitaria en la que degustamos un guiso de arroz que ellos estaban preparando. El golpe de gracia fue una exquisita caipirinha que preparó Tobhias y nos sirvió de postre ayudando a que prontamente caigamos en brazos de Morfeo.
En la amena conversación con quienes oficiaran de anfitriones, nos enteramos entre otras muchísimas cosas que aún existen "pueblos originarios" escondidos en aquellos montes viviendo de la caza y eventualmente los que se encuentran al sur, cerca de los bañados del Pilcomayo, también de la pesca. Muchos de estos naturales no tienen ningún interés en entrar en contacto con el hombre blanco ¡ en pleno Siglo 21 !!
Nos sorprendió conocer que existen 23 lenguas indígenas (solo sabíamos de guaraní) que poco o nada tienen que ver entre sí. Tampoco tienen ni quieren tener nada que ver entre sí quienes las hablan, ya que hasta hace poco tiempo eran enemigos acérrimos y peleaban a muerte por un palmo más de territorio de caza.
Llovió toda la noche, por lo que era de esperar que el tramo que debíamos recorrer ese día, en principio hasta la frontera, estuviese complicado.
Salimos a media mañana en medio de un barreal en el Parque (que hizo que nos perdiésemos la visita guiada) y en la ruta, una ancha calzada abovedada en la que había que cuidarse de no caer a las banquinas. El piso cambiaba de duro, con una capita de barro jabonoso en la superficie a blando con marcada huellas. El color pasaba del amarillo/anaranjado gredoso, al gris, luego rojo, negro y finalmente a una arena naranja gruesa mezclada con tierra.
La ruta había dejado de ser "ruta" para pasar a ser una "picada" en el monte que discurría serpenteante sobre un suelo arenoso, en una profunda huella un metro por debajo del entorno.
Ese suelo arenoso y mojado nos permitía desarrollar buena velocidad. Imagino que en época seca y calurosa el transitar por allí se debe convertir en un trabajo muy pesado para hombres y motores, con permanentes encajadas en la arena.
Es que estábamos atravesando el Parque Nacional Médanos del Chaco, la zona más inhóspita de este inmenso bosque seco.
Inhóspito porque no hay agua en ningún lado. No hay ríos ni lagunas ni siquiera charcos y cualquier pozo, por profundo que sea, que se haga en busca del vital elemento, solo traerá a la superficie agua salada, inútil para hombres, animales y aún plantas. Estas últimas subsisten por las lluvias que se dan durante unos pocos meses al año y posiblemente luego solo del rocío matinal.
Pocos animales vimos en ese tramo. Solo algunas aves (similares a cigüeñas) y cotorras. Evidentemente la lluvia los mantenía en sus madrigueras y el ruido de 5 camionetas cinchando en el barro auyentaba a los pocos que anduviesen por allí.
Hablando del ruido que generábamos. Los militares que nos encontramos en el Fuerte Gral Eugenio A Garay (Ex Fortín Yrendague) nos dijeron que sabían de nuestra llegada hacia unos 40 minutos, alertados justamente por el rugir de los motores.