Una expedición al Chaco Paraguayo
PARTE 3: La "Picada de la Desesperación"
En el fuerte Garay, unos pocos soldados al mando de un oficial, custodian la cercana frontera con Bolivia. A no más de 6Km de allí se encuentra el Hito III (Sgto Rodriguez para los paraguayos, Ftin Villazón para los bolivianos). No sé si es paso habilitado, pero lo cierto es que del lado boliviano espera también una precaria picada no apta para transporte pesado ni para colectivos.
Era ya pasado el mediodía y todavía nos esperaba la Picada de la Desesperación que nos llevaría al Hito 4 (Gabino Mendoza). Desde allí pretendíamos llegar al Hito 5 en el extremo noroeste de Paraguay (Cerro Cabrera), para luego volver a Gabino Mendoza y desde allí al puesto del guarda-parque del PN Defensores de Chaco.
Allí mismo comenzamos a tomar nota que nuestras pretensiones sonaban desmedidas, sobre todo al enterarnos que la Picada de la Desesperación, de unos 70Km, se hallaba en total estado de abandono y cubierta de vegetación sin que hubieran pasado por ella más que dos expediciones en el último año.
Deberíamos hacerla en esas condiciones y con el condimento de la lluvia/llovizna casi permanente.
Desistimos de la visita al Hito 3, allí cerca pero que ida y vuelta nos insumiría valiosos minutos de luz (ya conté que el sol se pone a las 17:00Hs y oscurece unos 40 minutos después).
Decididamente encaramos la Picada de la Desesperación.
La optimista decisión se convirtió en turbación inmediatamente, pues ni siquiera hallábamos donde ésta comenzaba en el monte tan cerrado. Por suerte un soldado del destacamento corrió a indicarnos por donde deberíamos empezar a "atropellar".
El entusiasmo por recorrer esta picada de triste historia decreció inmediatamente cuando vimos lo que ello significaba.
El estado de abandono en que se hallaba había permitido que plantas, arbustos espinosos y hasta árboles, crecieran en ella y a sus lados, cerrando casi por completo la luz por la que deberían circular los vehículos.
Recorridos los primeros 500 metros ya un primer importante obstáculo se interponía en el camino.
Efectivamente un árbol caído atravesaba el estrecho sendero. Mmmm comencé a hacer cuentas viendo que, con el camino más o menos despejado, no podíamos circular a más de 10Km/h lo que representaba no menos de 7 horas para recorrer esos torturantes 70Km hasta el Fortín Gabino Mendoza. A ello deberíamos sumarle ahora las demoras para despejar la huella de obstrucciones mayores como este árbol caído…
Eran casi las dos de la tarde y a las 5 y media se escaparía la luz solar… Mmmmm…
Bueno, pero metidos en el baile deberíamos bailar, por lo menos hasta donde la naturaleza y sus clorofílicos secuaces nos lo permitiesen.
Finalmente decidimos que abrir un rodeo a fuerza de machete para esquivar ese árbol atravesado en la senda iba a ser menor tarea que intentar cortarlo con los elementos manuales con que contábamos. Y así lo hicimos.
Envalentonados por la rapidez de la maniobra que no nos insumió más de 20 minutos, retomamos la marcha, solo preocupados ahora por el rechinar de ramas y espinas rayando los laterales de las chatas.
Ramas cada vez más gruesas golpeaban fuertemente contra los parantes del parabrisas y algunas contra el vidrio mismo. Había que hacer de tripas corazón y no pensar lo que estaba sucediendo con la pintura y la chapa de las chatas.
Allí comprendimos el por qué de unas protecciones que usan los paraguayos en sus camionetas para andar por las picadas, consistentes en unos arcos metálicos que, arrancando desde los paragolpes delanteros avanzan hacia la parte anterior de la baca, en el techo de las camionetas, provocando el desvío de las ramas y evitando tanto golpe en vidrios y parantes (bueno, será para la próxima).
Los espejos retrovisores externos debieron ser replegados inmediatamente para evitar su destrucción segura, como si ocurrió con varios snorquels atacados y rotos por las ramas más gruesas.
Solo habíamos recorrido un par de kilómetros y el bosque ya nos demostraba todo su poder, pero estábamos decididos a continuar pues para ello habíamos ido tan lejos.
Que les puedo contar, fueron largas horas las que nos insumió recorrer esa picada que debe su nombre "Desesperación", al sentimiento provocado en los soldados bolivianos que, en perdidosa retirada, abandonando armas y municiones trataban de avanzar penosamente por ese inclemente bosque de suelo arenoso y falta absoluta de agua. Dicen que allí murieron más soldados que los que perdieron la vida en batalla. Realmente, en verano, con más de 45 grados a la sombra, luchando a machete limpio para abrirse paso, sin siquiera la posibilidad de beber agua fresca por varios días, ha de haber sido indudablemente la causa de tal mortandad humana.
Y nosotros nos quejábamos sentados en las butacas de las camionetas, con protección por los 4 costados y avanzando a fuerza de motor.
Sin embargo, en un momento tuvimos la oportunidad de apreciar con todos los sentidos lo que implica avanzar a fuerza de machete por ese cerrado chaco.
Resulta que la picada corre casi paralela y en pequeño ángulo con la línea fronteriza que separa Paraguay de Bolivia. Aldo, durante los preparativos, había logrado comunicarse con un paraguayo de vialidad que resulto ser uno de los maquinistas que le afirmó que durante el año 2010 y 2011 había abierto una picada fronteriza desde el Hito cero (tripartito) hasta el Hito 5 (en el Monte Cabrera). Eran 306 Km de picada que simplemente se había abierto para dejar marcado el límite, pero que seguramente nadie había transitado con posterioridad. Quedó en escribirnos luego de que intentara averiguar en qué estado se hallaba esa picada fronteriza, pero perdimos contacto con él.
Quienes fuimos en este viaje
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EDUARDO CINICOLA
Junio de 2.013
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