Una expedición al Chaco Paraguayo
PARTE 6: La picada "Línea 1" (De Madrejón a Bahía Negra)
El día siguiente comenzó con una gran incógnita; el guardaparques de Madrejón aseguraba que la picada "Línea 1" que nos debía conducir a Bahía Negra donde deberíamos haber llegado la noche anterior, estaba cortada con un metro de agua a unos 150Km de allí, en cuyo caso deberíamos volver y tomar otra picada hacia el sur, que nos llevaría a Filadelfia en unos 200Km.
Pero la incógnita que menciono al comienzo, no se refería al estado de las huellas, sino a la autonomía de la cherokee de Eladio, que estaba consumiendo mucho más de la cuenta.
El estimaba que tenía combustible para unos 250Km, pero si nos aventurábamos a la Linea 1 y luego de recorrer 150K debíamos regresar para enfrentar otros 200 hacia Filadelfia, seguramente deberíamos abandonar a Eladio y Glenda en medio del monte y sin nafta… jajajaj
Nos empujaba el optimismo y decidimos largarnos a buscar el paso hacia Bahía Negra, donde pretendíamos llegar cerca del mediodía… ¿mediodía??
El tramo hacia el norte, hasta Agua Dulce, donde nos montaríamos en la temible "Línea 1" lo hicimos a buen ritmo por una calzada muy barrosa pero ancha y recta, no obstante lo cual llegamos a 4 bocas (Agua Dulce) a las diez y media de la mañana.
En el camino recogimos de las más diversas opiniones respecto del estado y transitabilidad de la línea. Que mejor intentáramos por dentro de las estancias, pidiendo permiso para que nos abrieran las tranqueras. Que no, que por dentro no se podía pasar porque el río había cortado todos los caminos. Que la Línea 1 estaba inundada con más de 70Cm de agua y muy ahuellada. Que no era así, que lo podíamos intentar… en fin. ¿Regresar? ¿Quién dijo regresar?
A Eladio se le estaban prendiendo todas las alarmas. Los tubos de GNC andaban por su último cuarto y la luz de reserva de nafta ya estaba parpadeando y nos faltaban más de 130Km de camino "peliagudo" donde se usarían mucho las marchas bajas y seguramente algunas cuantas aceleradas a fondo para salvar obstáculos bravos.
¡ Vámos Eladio, si no llegás o tenemos que regresar, te llevamos eslingado !!
Seguramente allí recordó los 10 litros que no quiso cargar en La Patria, dudando de la calidad del combustible. Seguramente se maldijo por no haber traído aunque fuera un "bidoncito" más o, como siempre recomiendo, algunos envases de gaseosa de 2,5 L cargados de combustible y escabullidos en el baúl como una última reserva.
Haciendo de tripas corazón y con el optimismo como estandarte nos metimos en la boca del lobo.
13 horas de intenso trajín nos insumieron esos 130 Km.
Trece horas de barro y más barro. Seis de las cuales en completa oscuridad.
Con una camioneta que quedó en tracción simple.
Con varias que se quedaban colgadas de sus vientres en los profundos huellones llenos de agua.
Unos ayudaban a otros y aquellos volvían para ayudar a los primeros.
Eslingas, malacates, poleas de reenvío, sogas, palas, grilletes, anclas. Todo elemento de rescate fue usado y abusado.
Hicimos "trencito" para poder arrastrar por más de cien metros una de las chatas que se había clavado, con una rueda en la huella y la otra afuera, los diferenciales apoyados en el piso marcando un profundo surco mientras se deslizaba como un autito de juguete sin ruedas.
Otra quedó, ya de noche, inclinada temerariamente a milímetros de un profundo canal de más de dos metros de profundidad, cuando se deslizó de costado en su esfuerzo por ayudar a otra que se hallaba "clavada" en un zanjón.
Las eslingas se cortaban y volvíamos a anudarlas. Caminábamos de una a otra chata, de uno a otro embrollo, haciendo precario equilibrio sobre los tocones de barro, para no pegar un patinazo y terminar acostados dentro de un huellón.
Las chatas más pesadas y con ruedas más grandes, que podían pisar el fondo de la huella, llevaban eslingadas y con motores a fondo, a las más livianas para sortear los pasos más difíciles.
Eslingar y soltar, eslingar y soltar para luego volver a eslingar.
Pasaban las horas y la distancia a Bahía Negra se achicaba muy lentamente.
Para más nunca supimos cuál sería el último gran obstáculo que algunos pocos conocedores de la zona presagiaban, justo antes de un puentecito…
A las doce de la noche hicimos nuestra entrada triunfal a Bahía Negra. Lamentablemente ninguna fanfarria nos esperaba. Ni siquiera había luz en el único rancho que oficiaba de albergue.
Afortunadamente Andy que había llegado primero, se acercó al destacamento naval y consiguió que nos permitiesen armar carpas y bolsas de dormir en una gran cuadra de soldados, sin vidrios en sus ventanas y bastante sucia producto del largo abandono.
Sin embargo eso era maravilloso luego de tan arduo día, del cual nos era imposible recordar la cantidad de encajadas y rescates que habíamos padecido.
A media noche y bajo la lluvia, aquella sucia y abandonada cuadra fue un hotel de cinco estrellas para nosotros.
Quienes fuimos en este viaje
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EDUARDO CINICOLA
Junio de 2.013
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