El Chaco Boreal
Paraguay - Junio de 2013

FOTO: Glenda


Una expedición al Chaco Paraguayo


Rutas extremas en Paraguay

Inicio el relato de esta travesía afirmando una idea que forjé en incontables viajes: lo más importante de un lugar es su gente, la gentileza con la que te recibe y el calor de su trato, luego, cualquier paisaje es bello.

En Paraguay nos deleitamos con el trato amable, tranquilo, generoso de cada persona que cruzamos. Fuimos agasajados en casa de Cristian Fox con una recepción de reyes a cargo de los muchachos de 4x4 Paraguay, quienes ya, desde antes de conocernos nos habían brindado datos y atenciones. Policías, militares y guarda parques nos ayudaron en todo momento brindándonos en algunos casos hospitalidad en sus instalaciones.

Cada persona que el destino o la necesidad nos puso al frente, respondió de igual manera generosa, respetuosa y llena de afecto.

Inicio el relato haciendo esta salvedad, ya que, a la belleza del Chaco Paraguayo, le debo sumar esta visión del paisaje, que se vive desde el alma.

La travesía

De objetivos ambiciosos, esta travesía planteaba una recorrido extremo por la región más desolada del Paraguay. Recorreríamos la frontera con Bolivia al nor-oeste, y atravesaríamos al país de oeste a este buscando la región del pantanal paraguayo al límite con Brasil, para luego en un periplo norte-sur, regresar a Asunción.

Quien desee seguir este relato, deberá forzosamente apoyarse en un mapa del Paraguay o bien del google earth, para poder entender el tipo de región donde nos movimos.

Los integrantes y sus vehículos

Organizada por Eduardo de VIAJEROS 4X4, la travesía estaba integrada por los siguientes personajes:
# Eduardo y Aldo, en Toyota Hilux 2.5
# Tobhias, en Patrol
# Hugo Perret y Luis en Toyota Hilux 3.0
# Andy y Diego en Land Cruisser
# Glenda y Eladio en Cherokee

Partimos...

El día lunes 17 de junio a las 15:00hs nos juntamos en la Petrobras del Puente del Remanso que cruza el río Paraguay, a las afueras de Asunción, donde emprendimos el viaje hacia la región de Boquerón. A la noche llegábamos al Cruce de los Pioneros donde abandonaríamos el confortable asfalto por los próximos seis días. Aquí nos alojamos en un pulcro hotel.

A la mañana siguiente nuestro recorrido nos llevó por el área de colonos menonitas hasta el Fortín Boquerón, lugar de incalculable valor histórico y de orgullo paraguayo.

Este fuerte, y su conquista por fuerzas paraguayas, son el hito y punto de partida de la victoria paraguaya en la reconquista de su territorio, invadido por Bolivia, en la que se llamo Guerra del Chaco en los años 1932 a 1935.

En medio de una zona de producción agrícola ganadera, este fortín guarda las heridas y los muertos de esa batalla; pueden verse las tricheras, casamatas, viejos camiones aguateros y en el desolado museo pudimos ver, a través de sus ventanas, los rifles y ametralladoras que se usaron en la batalla. Pero, habiéndome informado antes acerca de esta guerra, supe que el arma mas letal del conflicto, y que afecto a ambas fuerzas por igual, fue la falta de agua. La región del Chaco es seca, sin lagunas ni pozos, y, durante medio año, no cae una gota de lluvia. Así se enfrentaron estas almas, en medio del calor, la sed, el hambre y la lluvia de metralla.

Con el alma dolorida recorrí este fortín, sabiendo que muchos habían sufrido y muerto en esta tierra que hoy mis pies pisaban. Abandone este terreno sagrado, tratando de escaparme de la melancolía que me había invadido.

El día planteó un recorrido tranquilo pasando por la ciudad menonita de Neuland, siguiendo hasta el parque Tte. Enciso donde nos brindaron alojamiento. Llovía y el polvoriento Chaco de la guerra, ahora era un incipiente lodazal.

En las instalaciones del parque nos encontramos con personal del ministerio de educación que hacia un relevamiento de las comunidades indígenas, y con ellos armamos una cena de conversación animada y colorida.

Llovió durante toda la noche.

En nuestro programa inicial, la jornada del segundo día se perfilaba como el mayor desafío del viaje, ya que intentaríamos llegar al límite con Bolivia, y visitar algunos hitos.

El camino no seria fácil, ya que, abandonaríamos los caminos propiamente dichos para adentrarnos en desoladas picadas que planteaban fuertes dudas acerca de su transitabilidad.

Quiero aclarar que es muy poca la información que se tiene de esta región, y la incertidumbre envolvía cada uno de nuestros pasos.

El día realmente cumplió su promesa de ser durísimo, ya que el tránsito por la "Picada de la Desesperación" puso a prueba a más de uno, ya que suponía andar por un sendero estrecho por más de ochenta kilómetros, sintiendo como las ramas de ambos costados arañaban la camioneta como queriéndola retener. Antes, habíamos recorrido los médanos del Chaco, verdadera dunas cubiertas de monte bajo y de suelo arenoso. Volvieron a mi mente los espíritus de la guerra, e imaginaba a soldados perdidos en esta picada cuyo nombre graficaba las sensaciones que allí experimentaron. Mientras tomaba una coca cada tanto, con un cielo nublado y lloviznoso, pensaba en la dureza de este monte inclemente incendiado por los soles calcinantes, torturando a soldados errantes.

Llegamos a un puesto militar, la base aérea, donde nos informaron que podíamos seguir hasta el otro destacamento. Al rato se nos presentaba un cartel que decía destacamento militar Gabino Mendoza; fuimos cordialmente recibidos por el personal militar y luego una amable conversación, tomaron nuestros datos y continuamos hasta el hito IV, de idéntico nombre al destacamento. En el hito, posamos para una foto, charlamos y bromeamos un rato. El regreso al destacamento fue rápido y decidimos seguir viaje, aventurándonos a llegar al parque Defensores del Chaco donde pretendíamos dormir como la noche anterior.

El viaje hasta el parque fue largo y llegamos muy de noche, encontrándonos que nadie estaba para recibirnos. Solo un maquinista que ocasionalmente tenía su máquina y casilla al frente, nos informo que el guarda parques había partido hacia otro puesto. Sin más opciones, decidimos armar nuestro campamento ahí nomas, algunos refugiándose en la galería abierta, otros armando nuestras carpas. Esa noche cominos, bebimos y conversamos por un buen rato.

Temprano iniciamos el tercer día de travesía y nos dirigimos a la conquista del hito VI; dicho objetivo proponia un camino de ida y vuelta por el mismo recorrido, casi estaríamos en el limite más septentrional del Paraguay. Este recorrido de 65 km de ida y 65 km de vuelta no fue nada facil y varias veces quedamos atrapados en lodazales de aparente simplicidad, pero que nos retrasaban enormemente; ya tarde llegamos al cuartel Lagerenza donde nos encontramos con su comandante, un coronel, verdadero militar entrenado, culto y mundano con quien nos deleitamos conversando tanto a la ida como al regreso. Durante la conversación nos fue revelado el aparente secreto de Míster Long, que había aguijoneado nuestra curiosidad. La historia es la siguiente, hay una estancia abandonada en medio del chaco, cuyo dueño era un mítico Mr. Long. Nadie podía responder a nuestra inquietud acerca de quién era Mr. Long y por que un halo de misterio rodeaba su historia.

El coronel nos contó que Mr. Long era el embajador estadounidense en Paraguay y que ante la inminencia de la guerra viajo a Estados Unidos para advertir de la situación regional, y que le verdadero motivo de la misma, eran los intereses de la standar oil, que, instaba a Bolivia a invadir Paraguay a fines de apoderarse del Chaco y sus pozos petroleros. A los dos días Mr. Long era asesinado en Nueva York y todas las sospechas recaían en la Std. Oil Company, y la guerra ya tomaba su curso de intereses empresarios.

Es imposible recorrer este territorio sin la permanente referencia a la guerra y su espíritu había apresado al grupo entero.

Casi de noche emprendimos el camino a Madrejón, otro emplazamiento en el enorme parque Defensores del Chaco donde intentaríamos conseguir alojamiento. Llegamos muy tarde en una noche muy fría, despertamos al guarda parques quien nos brindo lo poco que tenia para ofrecer, ya que las instalaciones principales estaban ocupadas. Asi, el hombre, tranquilo, amable y sencillo nos prendió un buen fuego, nos busco agua, y nos dio una luz que instalamos en la batería del patrol. Cansados casi nos fuimos a dormir de inmediato, pero, como todas las noches, el espíritu fiestero de Tobhias nos invitaba a improvisar una reunión, prometiéndonos una caipiriña. Así se armó la reunión mientras algunos desertaban, otros nos acalorábamos en el divertido dialogo mientras un fuego de palo santo calentaba la reunión. Esa noche dormí en un catre al lado del fuego metido en la bolsa de dormir.

Durante la conversación con el guarda parques nos advirtió que el camino que pretendíamos tomar en dirección a bahía negra estaba intransitable, aun para tractores, y al parecer el corte no dejaba opción de atravesarlo. Se planteaba un gran dilema para el día siguiente.

Temprano, muy de mañana en un descalabrado campamento donde unos durmieron dentro de una habitación, desalojando a una perro que la tenia ocupada, otros en un quincho al lado del fuego y otros en los vehículos, todos nos juntamos adoloridos y adormecidos a ver como emprenderíamos este día.

Ya, desde el día anterior habíamos comenzado a rumbear hacia el este buscando la dirección a bahía negra de la que nos separaban 240 km y un millón de incertidumbres.

Un condimento que aderezo todo el viaje, fue la autonomía de mi Cherokee a la que debía proporcionarle combustible suficiente para hacer mil kilómetros. La voraz cheroketa, se relamía embriagándose con nafta la que se tragaba casi sin degustar, en una bacanal de consumo inusitada.

A estas alturas ya había agotado los tanques auxiliares, el tanque principal y aguardaba con horror que se prenda la luz de la reserva. Pero tenía un as en la manga: los tanques de GNC llenos con los que, si el camino a Bahía Negra estaba bueno, podría completar el recorrido. Rezaba para que no hubiese barro, para que todo fuese suave, para no usar la doble. Emprendimos el camino con la seria amenaza de llegar al obstáculo insalvable y tener que regresar a punto cero, sin combustible y sin posibilidad de conseguirlo. Jugado y sin fichas emprendí el viaje con el grupo ya que aquí yo podía seguir un camino seguro hacia el sur a una zona poblada y con combustible, pero, significaba abandonar nuestra expedición.

A los cincuenta kilómetros de marcha se prendió la luz y sonó como una corneta el pitido que decía "estas sin combustible!!!", Glenda horrorizada me decía -visteeeee, tenías que traer más bidones!!-, mientras yo sentía en mis encorvados hombros el peso de sus palabras; tratando de quitarle dramatismo intentaba convencerla que el gas sería suficiente. Antes, había hecho varias veces los cálculos y tomaba como referencia el consumo de mi anterior cheroketa en el viaje a Manaos que había necesitado 110lts para hacer 700km, en este caso yo llevaba 140lts y la carga completa de gas, con la que en condiciones normales de ruta, hago 330km; la matemática estaba a mi favor, pero esta nueva Cherokee era una borracha y se había tomado varios litros de mas.

Mis calladas oraciones daban sus frutos y recorríamos kilómetros de buen camino, usando el gnc. En un cruce nos encontramos con unos lugareños que arreglaban una destartalada Land Cruisser, ellos nos confirmaban las malas noticias: el camino era intransitable. Eduardo levanto la lanza y espoloneo el caballo hacia nuestro destino: el obstáculo insalvable.

En un puesto militar nos alentaron diciendo que la ruta estaba buena. Yo para mis adentros sabia que cuando hay información contradictoria, siempre triunfa la peor noticia, en este caso, que no podríamos pasar.

Finalmente llego el obstáculo, y lo pasamos, luego otro, y lo pasamos, no sabíamos cuál era el difícil y cuál era el último.

Al rato estábamos metidos en un lodazal infernal con huellas profundísimas. Una moto apareció en sentido contrario y su conductor nos advirtió que le camino estaba bastante feo, yo pensé "¿Más feo aún?

Een los obstáculos anteriores debí ser ayudado a cruzar el largo barreal, ya que la panza de la chero quedaba apoyada en el medio de la ruta dejando las rueditas en el aire. En otros, ya perdido por perdido los encare solito pensando que me quedaría en el medio, pero logrando maniobrar y a fuerza de volantazos y acelerador, logre cruzarlos. Se sucedían las eslingadas, los malacateos, las salidas de la huella y como condimento extra, a la Toyota de Aldo se le había roto una homocinética (según nuestro diagnostico) y debía andar en simple. ¡En el peor lugar del camino!

Hugo hizo galas de su pericia y audacia al conducir su chata por medio de estos larguísimos empantanamientos remolcando a la herida Toyota blanca y a mí, en una oportunidad.

La noche caía sobre nosotros y no lográbamos salir de este camino, nos faltaban más de ochenta kilómetros y el barro se hacía mas y mas profundo. Se quedaba uno, era rescatado y se quedaba otro; Hugo, heroicamente, con una chata a cuestas, enfrentaba cada obstáculo hasta que en uno, cayo su Toyota negra en una profunda cuenta inundada. Peleamos mucho para quitar la eslinga que la unía a la chata de Aldo; una vez liberada logro salir a fuerza de malacate y ancla. Ya estábamos exhaustos, caminar por el barro llevando eslingas, estirando cables de malacate, cargando el ancla, durante todo el día nos había erosionado el físico y la moral.

Mi camioneta había aspirado todo el gas en este pantano sin fin. Con la luz titilante de la reserva de gas y la luz prendida de la reserva de combustible, enfrentaba un obstáculo tras otro. Nos separaban más de 60 km de nuestro destino: Bahía Negra.

Dejamos atrás todos los obstáculos que habían consumido todo nuestro día para hacer menos de 200 km, venciendo al camino intransitable, pero, en mi caso la lucha continuaba ya que sin gas, habìa empezado a consumir los últimos litros de combustible. La aguja del marcador descendía, adentrándose en la zona prohibida; yo esperaba el tosido final, mientras la aceleraba con la punta del pie para que gaste menos. El Gps me alentaba..10km…8.5km…..4.2km……1.7km…875m y la gallega que anunciaba nuestro arribo a Bahía Negra: había llegado!!!

Nos recibió el Rio Paraguay con una visión magnifica de su cauce ancho y voluptuoso; enfrenta a el, la base Naval de Bahía Negra. Andy con Diego habían llegado hacia unos minutos y al parecer iniciaron una conversación con los marinos a los que le solicitaron alojamiento. Lugo de un rato nos fue concedido. Nos albergaron en una cuadra abandonada; algunos optaron por dormir en el vehículo, otros armamos carpas en la derruida instalación.

Al otro día el desafío seria conseguir combustible, ya que a las diesel también se les había acabado. Los muchachos tuvieron suerte ya que consiguieron su gasoil sin mayores inconvenientes. Distinta fue mi suerte, ya que debi salir a buscar nafta a una almacén donde la vendía fraccionada en botellas de 2lts; el precio: un robo, 20.000.- guaraníes la botella, es decir $40.- por dos litros. La cherokee se relamía y pedía muchas de esas botellas: fueron 40 botellas!!!! Me reía solo mirando a la dueña del almacén vertiendo el anaranjado menjunje en el tanque de mi chata, mientras en mi mente se atropellaban las imágenes de idéntica carga ocurrida en Bolivia, hacia casi un año atrás. La diferencia: la amabilidad y dulzura de la paraguaya, que me daba conversación. Me lleve cinco botellas adicionales por las dudas.

Esa mañana enfrentamos lo que parecía un trámite, el camino a Loma Plata de 390km en buen estado, según los vaticinios, y el posterior asfalto a Asunción.

Pero, este barro pegajoso se negaba a dejarnos ir, así fue que la chata de Aldo, que ya había anticipado sus problemas, en la rueda delantera izquierda, terminaba de romper el rodamiento, engranándose por completo en medio de la ruta: síntesis, no era la homocinética el ruido que sentíamos, por lo tanto habíamos dilapidado el tiempo andando en simple un dia entero en la peor parte del camino, enfrentando los lodazales más pesados llevando la chata de tiro con la toyota de Hugo, con la intención de no terminar de romper lo que luego se rompió.

El escenario era un tanto desolador, 14:30hs de un sábado y a 200 km de u pueblo del que solo le conocíamos el nombre: Loma Plata.

Nos pusimos a desarmar comprobando la destrucción de los rulemanes y la buena salud de la homocinética. El desarme no fue fácil, pero a las cinco teníamos la pieza afuera y Luis, mediante un solo llamado telefónico consiguió lo imposible: los repuestos originales, y un taller mecánico que abriría para repararnos la pieza que llevaríamos. Hugo, de inmediato puso en marcha su chata y me subí a acompañarlo; Luis se ofreció ir con Hugo, pero le pedí ir yo, ya que mi primo que vive en Asunción ya había iniciado algunos contactos con gente conocida de la zona, así que, en caso que se complique la solución de Luis, yo podría llamar a mi primo y buscar una alternativa.

Empezamos el camino a Loma Plata por un camino en excelentes condiciones y dos horas y media después estábamos en el taller donde unos alemanes en cuestión de quince minutos nos dejaron la pieza armada. Hugo pagó la cuenta y salimos de regreso, anunciando que llegaríamos cerca de las once. La sorpresa fue que una llovizna pertinaz, habia transformado el hermoso camino en un jabonazo donde casi no se podía andar. Hugo dio clase de manejo y logro llevarnos de vuelta sin inconveniente alguno.

En un mensaje de Luis nos decía, -"Los esperamos con un cordero asado, (es en serio)-", yo no lo podía creer que, en medio de la nada hubiesen conseguido un cordero, y que alguien lo haya asado!!! Inmediatamente supe que era obra de Tobhias: nadie más puede conseguir eso.

Llegamos bastante más tarde y allí estaba el cordero asado, los asadores y todo el grupo esperando. Comimos entre risas y cansancio, para luego ponernos a armar la chata. Al cabo de uno hora y algo estaba lista. Hugo dirigió el arreglo, contando con la colaboración de casi todo el mundo. Todo esto se desarrollaba a la vera del camino, al lado del puesto policial, y bajo una fuerte llovizna.

Esa noche cada uno durmió donde pudo, en mi caso en la cherokee, despertándome entumecido y atrapado entre la pedalera y el volante.

A la mañana emprendimos el camino a Loma Plata, pero ahora transformado en una pista de patinaje: no se podía andar, las chatas se iban para todos lados, así que el tramo de 200km lo completamos como en cinco horas. Ya en el asfalto los tiempos empezaron a acelerarse y el grupo emprendió el regreso a distinto ritmo. Habíamos completado un viaje imposible, ya que viajar por el Chaco con piso seco es una cosa, y con la lluvia copiosa es otra muy distinta.

Este raid de altos objetivos dejo a nuestros anfitriones paraguayos preocupados por las zonas donde se desarrollaría, ya que, aun para ellos, locales y conocedores, reviste una gran complicación.

En estos casos creo que siempre se dice lo mismo, que el grupo fue magnifico etc, etc, etc, yo solo quiero decir que con generosidad y tenacidad es muy difícil que un grupo fracase, y aquí pudo comprobarse esto.

           
ELADIO SCALAMOGNA
Junio de 2.013            


 


 

Eladio también editó 2 fantásticos videos con las tomas que hicimos durante el viaje.

Acá se los mostramos...
 




 

  Esta aventura comenzó acá... >>



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