"El ingeniero chaqueño/cordobés y aventurero..."
Transbolivia y Transamazónica hasta Manaos en 4x2 (regreso en solitario) |
Es difícil empezar este relato, ya que la sucesión de aventuras e historias vividas fue tan extensa, que se tiene el vértigo de pensar que uno olvidará la mitad de ellas, al querer escribirlas. A la vez también, estoy seguro de no poder describir el colorido que todo este desopilante viaje tuvo. Con estas salvedades comienzo mi relato de un viaje que empezó siendo una cosa y terminó siendo otra y en un destino totalmente diferente.
Les dedico este relato a todos los que aman la aventura sin límites.
![]() Escrito por Eladio Scalamogna en Julio de 2012.
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El Relato: Con Tio Frankie soñamos en hacer juntos la primera parte de su viaje a Alaska, un tramo hacia el norte por terreno amazónico, incluyendo parte del pantanal, la ruta de estaño y la mitica ruta transamazónica BR319. El viaje se preparo con lujo de detalles, y días antes de la partida, leyendo las noticias de la zona, nos damos cuenta que, lluvias tardias y torrenciales dejaron la zona completamente inundada, en una de las máximas crecidas de los últimos cien años. Todos los ríos de la cuenca amazónica estaban a tope.
El proyecto del viaje
El destino y los compañeros
![]() En ruta
Cruzamos a Bolivia por el paso Salvador Mazza, en Yacuiba cambiamos unos dólares por bolivianos para hacer frente al via crucis de peajes y otras “colaboraciones” a la policía de caminos. Tambien debíamos cargar combustible y aquí nos encontramos que en un intento de “fomentar” el turismo internacional, el gobierno boliviano de Evo, aplica una tarifa diferenciada en el combustible para turistas, en la cual se cobra tres veces mas el costo que a un auto con patente boliviana. Para bolivianos el precio es de 3,20Bs, mientras que para nosotros es de 9,17Bs. Esto no nos molesto, solo que prometimos valernos de cualquier treta para pagar el precio mas bajo.
![]() En SCZ (asi pondré santa cruz para no escribir tanto), ya tarde, buscamos hotel y nos alojamos en una residencial de mala muerte pero con garaje, ya que los hoteles estaban todos llenos. Al otro dia nos encontramos con Jean paul un amigo virtual del mundo off road boliviano, quien nos guio a una gomeria donde cambie las cubiertas de mi chata que no daban mas, por unas hermosas y baratas Goodrich. Luego, almorzamos y al contarle de que íbamos al parque, nos desalentó contándonos que el viaje al parque es peligroso, complicado y que deberíamos hacerlo con otras camionetas. Logro convencernos.
Nos despedimos y partimos a un “plan B”, que seria ir a Guayarámerin, localidad en el Beni, y frontera norte de Bolivia con Brasil. La idea era hacer una ruta que había estudiado, y que en la red de caminos boliviana esta marcada como de “tierra” (es decir la escala inferior de rutas) y como parte de la ruta 9. El camino, por lo que había estudiado, era llano, desolado, pero al parecer transitable y lleno de paisajes de pantanal. Una vez en Guayará, veriamos que hacer. Partimos a Trinidad, capital de beni, 580km de scz, y llegamos a la noche a dormir. Al otro dia nos esperaba el camino de tierra hasta Puerto Siles, en la costa del rio Mamore, un bellísimo afluente amazónico, que luego se transforma en el Madeira.
Una vez ahí, el dueño de la estancia, se rió de nosotros, diciéndonos que no pasaríamos, pero si queríamos ir, nos daba una guía que nos acompañe al otro día.
Con las primeras luces abandone mi martirizante pensamiento, y me levante. Mis primos, me confesaron que sufrieron miedos idénticos a los mios.
Esta imagen del animal asesinado tardo un buen rato en borrarse, y casi arranca de mi alma, la promesa de hacerme vegetariano. Luis, nuestro guía, metía su mulita en el monte y nosotros por detrás…mientras, verificaba como íbamos con la ruta del gps, comprobando que nos desviábamos hacia el oeste. Luego comprobé que este desvío, era a causa de que el humedal no se había secado y lo estábamos esquivando por el monte, de mayor cota. El camino, estrecho y en medio de árboles iba dejando a mi Cherokee cada vez mas rayada, a punto que en un momento pensábamos de que color la pintaríamos al volver.
Nunca debí poner rumbo a donde encaré mi camioneta; mas bien debería haber seguido a la mulita y volver a la estancia a jugar con los niños, y a comer unas tortas fritas, para luego volver a mi casa y contar que estuvimos “tan lejos” y que logramos regresar….
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FOTO: Eladio
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La catástrofe
Ahí fue que saque el único recurso que me quedaba, e hice bajar la rueda de auxilio y una pala de punta que llevábamos en el techo, y elegí el único lugar del terreno donde hacer un hueco para usar la rueda de ancla e intentar salir a malacate. Así fue que empezamos a cavar en el lodo, casi a la altura de la puerta del conductor pero a veinte metros de distancia. El cable tiraría de costado la chata, arrastrándola, según mis cálculos, y dejándola en un terreno más seco, el único que había en la comarca.
Mis primos me preguntaron si ya había hecho esto y le respondí con una sonrisa, que explicó sin palabras, que esto era una improvisación más.
Allí, con dedo acusador les dije a los presentes ¡¡Nos metieron en un pantano!!-
Ahora, estábamos montados en el “plan C”.
Circulamos por un camino de selva totalmente solitario, sin presencia humana, pero de una belleza sobrecogedora. Paramos mil veces a ver los arboles, a escuchar los mil sonidos de una selva imperturbada. Estábamos a las puertas de una aventura magnifica y que no sabríamos que llegaría a los pocos kilómetros.
El camino se fue haciendo más y más angosto, el suelo lodoso por momentos, haciendo que la chata patine y amenazaba con quedarse.
La providencia quiso que ahí, en medio de la nada, tres personas en un barquito, estuvieran pescando.
El primo Gabriel, se había quedado con la camioneta del otro lado, y era ajeno a este mundo loco donde nos encontrábamos. Esa noche dormimos ahí, comimos con uno de los chicos que trabajaba ahí, y al otro día, en la pompa fúnebre, recorrimos todo el pueblo hasta que finalmente dimos con la persona justa: un personaje, típico de frontera, un boliviano dealer de todo producto y servicio que se requiriese, llamado Papaito…. El nombre lo describía a la perfección, y Papaíto fue quien consiguió la chata, el motor y quien la guie por las traicioneras aguas del guapore.
Al medio dia iniciábamos la odisea de cuatro horas para llegar hasta nuestra camioneta, abandonada del lado boliviano. Al llegar, casi al atardecer, nuestro primo Gabriel, me dice, -todo bien, solo un problemita, me dormi con la chata en contacto y se quedo sin batería-, como lo dijo, tan tranquilo, seguro, el imaginaba que con el carnet del ACA, la cosa estaba resuelta… Le dije, -PEDAZO DE PELOTUDO!!, ESTAMOS CAGADOS!!!.
Estaba bañado en sudor, roñoso, y los mosquitos, se ve que disfrutaban de esta salsita asquerosa, ya que me picaban, aun a través de la remera. No había tiempo para el off y en verdad estaba insensible a todo. Ahora había que subirla a la balsa, en 4x2, en medio del barro, y con un escalón entre la balsa y la costa. Los primos habían quedado inmóviles y yo les daba ordenes a los gritos desde dentro de la chata, a la que tenia a 3000rpm para que cargue la batería.
No subia, patinaba, les hice hacer una rampita con tierra y unos palos, ahí mordió y asomo la trompa, les hice atar al cable del malacate a la otra punta de la balsa, y a los tumbos y patinazos, metí la chata al pobre navío; ya estaba arriba!!.. el motor siempre en marcha y sin desacelerar, si se quedaba aca, estábamos muertos.
Cruzamos el rio, y de noche atracamos en la otra costa, en medio de los yuyos, y al ver el lugar de arribo, me dije, - esto va a ser difícil-.
La situación era desesperada, la chata colgada del cable del malacate a medio metro del rio, en medio del monte, de noche, y rota.
Asi fue que nos subimos a la balsa, y navegamos en medio de la noche hacia el fuerte Principe da Beira, una construcción de la colonia, ahora transformada en brigada militar.
Ya mi mente no estaba preocupada, me dispuse en un estado de tranquilidad propio de aquel que pierde todo, y en el que se encuentra una energía y felicidad difíciles de explicar.
Dormimos comodísimos en la carpa, hacia un poquito de frio, y la esposa del balsero nos dio unas mantas y una almohada.
Acá quiero detenerme y hablar de esta gente que, sin conocernos y solo por vernos, nos ofreció de corazón y con amor todo lo que tenía.
A la mañana mandé comprar cosas para desayunar, y en la mesa comimos todos, la señora, su hija y nosotros, riéndonos y agradeciendo por tanta hospitalidad.
Aún no lllegaban los militares, cuando abro el capot, conecto la batería, le doy arranque, y en la primera vuelta arranca, y se queda regulando suavecita como si nada hubiera pasado.
Vimos alejarse Luis y su mulita, y una vez que desaparecieron de la vista nos aprontamos a seguir. Hacia adelante, un humeral amenazante y mil zanjones pantanosos que atravesar.
Comenzamos a andar y a los pocos kilómetros, supe que debíamos regresar. Estábamos lejos del track, y en cada intento de acercamiento, el piso se hacía más y más lodoso.
En un momento y ya sin tracción, reculo con la chata y le digo a los chicos que ya basta.
Hacemos el último intento de volver al track y nos quedamos empantanados malamente.
Sin ningún punto a donde hacer firme el malacate, intento sacar la chata, pero no hubo caso.
Tiro un poco el freno de mano y traccionó un poco atrás, en la desesperación, (la peor consejera) aprieto un poco el freno y al parecer lo hice de más, ya que un estruendo proveniente del eje delantero me estremeció.
Había destrozado el diferencial.
Ahora el panorama era negro.
Solos, clavados en medio de un pantano, con la chata rota.
En ese momento empezaba a llover. Creo que si un perro perdido hubiese pasado por allí, nos hubiera meado irremisiblemente. Sin tiempo para insultarme a mi mismo, me puse a ver alternativas a tan difícil situación.
Puse en marcha de nuevo la chata y comprobé que, si bien hacia ruido a destrucción, la ruedas giraban.
Primero tenia que sacarla de la ciénaga, para ver que haría.
Tuvimos éxito, y la chata arrastrada de costado, salía del pantano. No frené y seguí hasta lo seco, sintiendo los golpes del diferencial. Ahí intenté desactivarlo, pero no fue posible.
Volvíamos a la estancia, logrando llegar a paso de hombre luego de tres o cuatro horas, y después de habernos perdido por un rato en el monte.
Luego, en la conversación todos concluyeron que estuvimos pesimamente guiados, y un peón viejo nos ofreció llevarnos por un lugar, que el aseguró, nos haría sortear el obstáculo. -Ya era tarde para nosotros. Ahora debía ingeniármelas para hacer que la chata ande.
Así, siendo la tarde, me metí en la carpa a pensar como hacerlo.
No podía desarmar el diferencial, ya que necesitaba una llave grande.
La única opción que me quedaba era quitar los palieres y desarmar las crucetas, dejándolas bobas en la masa. Eso hice al otro dia con ambas ruedas delanteras, convirtiendo a mi cherokee en 4x2, guardando en el baúl los palieres delanteros.
Nos despedimos, y nos fuimos.
Ese plan lo gesté la noche anterior mirando un mapa de Bolivia, y consistía en llegar a Puerto Ustarez, e intentar cruzar el Guapore para entrar a Brasil, por el medio de la selva. Mis primos estaban fascinados con el cambio de planes. Yo a estas alturas, perdido por perdido, ya estaba jugado y empezaba una exploración de un área sobre la que no tenía ningún dato.
El mapa de Rondonia, no mostraba ninguna población del lado brasilero frente a Puerto Ustarez. Las incognitas a cerca de, si habría como cruzar, y camino al frente, lejos de molestarnos, nos motivaban a seguir en búsqueda de la aventura.
En la última parte, las ramas volvían a dibujar líneas en el lateral de la cherokee.
En eso, damos una curva y nos llenamos de asombro por lo que vimos: el sendero moría en un rio enorme. Habíamos llegado. Pero el término puerto, le quedaba muy grande a este lugar: solo dos canoas medio hundidas, era la flota que atracaba.
Se sorprendieron muchísimo al ver salir de la selva a un vehículo del que se bajaron, los extraños personajes.
Ahí conversamos, y nos dimos con la noticia que no había como cruzar, y que debíamos ir a una población brasilera, al frente y distante a unos cuarenta km, a buscar una barcaza para cruzar.
Este barco estaba allí, esperando un grupo de estudiantes que llegó luego, y con quienes nos embarcamos y cruzamos Brasil. En ese grupo conocimos a Marlene, una mujer, que nos llevo en su camioneta hasta Costa Marques, lugar donde deberíamos, al otro día, empezar la peregrinación para conseguir el pontón para cruzar.
Nos encontramos viajando con este grupo de gente desconocida y alegre, y al llegar nos sorprendió, más aún, el lugar donde se pararon los autos: en frente de una pequeña funeraria de pueblo. Aquí nos bajamos todos, y la mujer que nos llevo, ofreció café, y torta, mientras todos hablaban animadamente, en tanto que con mi primo nos mirábamos sin saber que hacer, y sin saber exactamente que hacíamos allí; en un momento le decimos a Marlene, que nos íbamos a buscar la balsa y nos dijo que no era necesario, que su yerno y su empleado ya estaban en el puerto en procura del navio.
También nos ofreció quedarnos allí, a lo que accedimos. No podíamos creer esto que estaba pasando!! Alojados en una funeraria en medio de gente que conocíamos desde hacia solo una hora.
La chata estaba en medio del barro de la costa, muerta sin nada de batería; el muchacho de la balsa, que veía mi desesperación y mis ojos desorbitados, saco de la galera una batería tipo de moto, la que le puse con unos cables y les dije a todo ser humano presente, entre ellos estaba Papaíto, -empujen fuerte que solo hay una oportunidad- y asi, hombres, mujeres, gatos y perros empujamos la chata marcha atrás en el barro, solté el embrague, le di contacto para ayudar, y arrancó.
Un escalón de más de 40cm, para bajar de la balsa, nos dejaba en una picada en medio del monte, muy empinada, casi no apta para nuestra 4x2.
Desde la chata, les ordeno colocar las eslingas alrededor de unos matorrales en la costa y anclar el malacate: saldríamos a malacate limpio y tiraríamos la chata de la barcaza; era la única. Eso hicimos y la cherokee golpeo a la salida, cayó a la costa el tren delantero, pegando un panzaso en el borde de la balsa, mientras el eje trasero al caer, la cola daba un golpe infernal contra la balsa.
Ya estábamos abajo, 3000rpm el motor, el malacate tirando, los mosquitos picando, yo dando órdenes a los gritos, la chata en tierra traccionando, prendo los iodos para ver algo, y sin saber por que, el motor se para.
No volveria a arrancar.
El muchacho de la balsa miraba sin saber que decir, solo nos dijo, -yo los espero aca-.
Desarmé todo lo que pude, miré si había chispa, no había, y dije, -la compu nos cortó el chorro. – Vámonos a la mierda, mañana volvemos a ver que hacemos-.
Luego de una hora llegamos, y nos dirigimos al cuartel a informar que habíamos cruzado un vehiculo extranjero.
El balsero, compadecido, nos ofreció dormir en su casa donde podríamos armar la carpa. Antes que esto, luego del dia sin comer ni beber, y del monton de aventuras difíciles, con hambre y sed, nos detuvimos en una lanchoette-almacén donde nos comimos una pizza con unas diez cervezas heladas, nos reimos un buen rato y luego nos fuimos a la casa de este AMIGO NUEVO, que nos recibió y nos brindó todo lo que tenia.
¡Qué mezquino es uno!...
Con cuanta miseria nos movemos día a día en nuestra vida, temiendo del otro, presos de las cosas que tenemos…
Gabriel no quiso dormir en la carpa y le ofrecieron una hamaca paraguaya, donde el vago paso la noche.
Nos despedimos y nos dirigimos al cuartel, donde en la guardia pedimos hablar con el jefe, y luego de unos minutos fuimos conducidos a la presencia de un joven y atento teniente. Allí, en mi portuñol descarado, le expliqué quienes éramos, de dónde veníamos, cuáles eran los motivos de nuestra incursión en Brasil, y le solicitaba, que nos diera ayuda a nuestro vehiculo averiado y tirado en suelo brasilero.
Parece que me exprese bien, y descubrió en nuestros ojos, que lo que decíamos era verdad, y nos dijo que mandaria una camioneta militar con el mecánico a buscar nuestra chata.
Nosotros partimos por medio del monte a esperarlo, ya que ellos no podían llevarnos por cuestiones militares.
Luego de una hora, llegamos y estaba ahí; la luz del dia, mostraba A LA POBRE CHATA TIRADA a la orilla del rio, y aun atada a los matorrales con el cable del malacate.
En ese instante llegan el teniente y su mecanico, en una vieja Toyota bandeirante.
Se puso feliz al ver que la cosa se había solucionado y nos acompañó hasta el fuerte. Alli, nos felicito por haber llegado hasta allí, y nos ofreció una visita guiada al fuerte, la que aceptamos y disfrutamos.
FOTO: Eladio
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En Costa Marquez, y mientras buscábamos balsa pase por la policía civil, e informe de nuestra situación y me dieron un escrito con mi exposición, en la que decía que buscaríamos la sede de la Policía Federal mas próxima para regularizar la situación. Por eso, esa noche hos quedábamos en Porto Velho, para al otro dia hacer ese “tramite”.
Guajara-Mirim esta a 350km para el otro lado de donde íbamos, le pregunto si no lo puedo hace r en otro lado y me dice que en realidad el debería deportarnos de inmediato y cobrarnos una fuerte multa, pero, en atención a nuestros esfuerzos para regularizar la situación es que nos brindaba esta facilidad. Agradecimos, saludamos y partimos a hacer el tramite.
Con Juanpi, regresamos a Porto Velho esa noche, y continuamos viaje a Humaitá.
CAMINO A MANAOS
Si yo hubiese sabido que haría esa ruta en una camioneta tracción simple, solo, y acompañado solo por mi primo, nunca hubiese aceptado hacer ese viaje, pero, estando allí, no había como negarse.
Para los que no conocen este camino, se trata de una ruta asfaltada que en otra época unia Manaos con el resto de Brasil, pero fue abandonada y destruida ex profeso por el consorcio balsero del rio Madeira, y a esto lo puede comprobar, la cual actualmente solo tiene algún tránsito parcial y escaso, manteniéndose activa la red de antenas de Embratel, que realizan un enlace de microondas entre Manaos y Porto Velho.
Al otro dia, desayunamos y salimos a este camino desierto, ya que en el inicio se ve algún movimiento, el que va desaparaciendo a medida que uno avanza, para hacerse nulo a estas alturas.
El sol, que en esta latitud se cae a pique a las 18:00 desaparecio entre refusilos del cielo tormentoso, y una vez llegada la noche, una lluvia torrencial se desató.
Los puentes ya no existían, y en su lugar unas rampas de tierra bajaban hasta un caño gigante, y del otro lado volvia a subirse al terraplen; esto, mojado y lleno de barro blando era imposible, y bajábamos de costado y subíamos de costado tirando barro para todos lados. En tanto la lluvia seguía y mi cagazo aumentaba exponencialmente. Finalmente entramos en un tramo de camino, muy patinoso pero sin huecos, de manera que andábamos con la chata de costado, pero pudiendo maniobrar.
Al otro dia, despertamos al balsero y bajo la lluvia encaramos el tramo final a la deseada Manaos.
Esa tarde en Manaos recorrimos el hermosísimo teatro y toda su area histórica, estuvimos mucho callados, disfrutando de estar bañados y limpios, tomamos unos juguitos naturales, y temprano nos fuimos a una bar típico, donde nos tomamos varias cervezas y brindamos por nuestro viaje.
La lluvia me acompañó desde la bajada de la balsa y por varios km. Enfrenté, ya a la tarde el tramo tan temido, y estaba como para temer. Verlo de día daba miedo, por las huellas profundísimas y su barro pegajoso y rojo. Me quedé en varias oportunidades, pero fue fácil salir de todas.
El plan estaba muy estudiado desde antes y consistía en dormir allí, para al otro día salir al alba a tratar de hacer el resto del camino, y de no lograrlo, tenia el way point de una fazenda, llamada "De los Catarinos", donde pediría asilo por la noche. Ese día viaje como un enemoniado, sin parar nunca, solo sacaba algunas fotos o filmaba algo y seguía. Me comí unas naranjas que llevaba, unas manzanas y tome agua, nada mas. Casi no use el aire.
A las cinco de la tarde paraba en la fazenda de los catarinos a saludarlos y a charlar un rato con ellos.
Dormí comodamente, y al otro dia fresco y limpio, salí a la ruta.
Llegué a Guajará. Volví a cargar nafta, y al mirar la chata, descubrí manchas de aceite en el vidrio trasero… zaz! Dije!!... y me fui a una gomeria para que me saquen la goma. Quité la campana de freno y me encontré con el reten destruido, y el palier bailando.
Al otro dia nada, asi que me decidi a actuar, y me fui con el ruelman y el reten en un taxi colectivo a Porto velho, (era la cuarta vez que hacia este maldito camino”!!!!!!!!); llegué tarde, pero me alojé en un hotelito donde al otro día me pasaría a buscar un amigo del Jeep Club de Porto Velho, a quien había contactado a través de mi amigo Sergiao.
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FOTO: Eladio
FOTO: Eladio
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Bolivia, dura y difícil
Al otro dia intentaba cargar combustible, y me encontraba que no había, nada; pero supe que el dinero mueve el mundo asi que mencioné, pago el doble, y salieron varios comedidos que me llevaron a una casucha donde apareció el combustible en medio del gallinero.
Con 40lts en el tanque salí a comerme lo que faltaba.
A las cuatro de la tarde tocaba el asfalto en Trinidad, cargaba combustible a precio nacional, por haberle dicho unos cuantos piropos a la chica de la estación.
Al otro dia completaba la TRANSBOLIVIAN, e ingresaba a territorio nacional.
Mil imágenes quedan sin retratar, muchas sensaciones debieron ser resumídas para que este relato pueda leerse en internet.
Si hubiera sabido lo que eran esa rutas del Beni, hubiese enfrentado a los camiones brasileros.
A mi situación de persona y vehicuo ilegal, la solucione con un verso impresionante, y el sello del policia se incrusto en medio de mil papelitos de colores que acompañaban mi permiso de importación del vehiculo.
Ahora a enfrentar 1.100km de tierra.
Al principio la cosa iba bien, pero a la tarde el camino estaba destruido, y caia en un pozo del que pensé saldría con la camioneta quebrada al medio. Por suerte, solo un amortiguador reventado.
Luego paraba, ya que, había puesto mal el cardan delantero en el pantano, y con los golpes se había caído. Lo saque en cinco minutos y a las nueve de la noche entraba a Rurrenabaque. Hotel, baño, comida y dormir. Había hecho 600km.
Al medio dia, la "Chero" pedía mas nafta, y en Yucumo, la misma historia. En diez minutos dejaba el pueblo con combustible suficiente para llegar a Trinidad.
Seguí mi camino a SCZ.
Ese día no conseguí llegar ya que había manejado como dieciocho horas y paraba en Pailón, a dormir.
De ahí a Córdoba, solo un trámite.
No he logrado transmitir la adrenalina que este viaje tuvo. Solo puedo decir que la aventura fue profunda y extensa.
Ojalá que este relato anime a alguno a salir hacia donde sus sueños lo lleven y pueda respirar el aire de libertad que estas cosas nos brindan.
FOTO: Eladio
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