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Carlos VARELA BARROS

"Expedición hasta el avión de los rugbiers uruguayos"



Diario de Viaje

Escrito por Carlos Varela en Marzo de 2.006.

MENDOZA:


Viaje en la cordillera de los Andes hasta el avion de los rugbiers uruguayos

Este fue un recorrido realizado a caballo como parte de un viaje mas extenso realizado en enero 2006 en una kangoo gasolera, por Carlos, Maria José, y sus hijos Facundo (15) y Lautaro (11).

Pensábamos llegar a la laguna Diamante, pero la ruta permanecía cortada, según nos informaron en el puesto de Gendarmería de Pareditas; por lo que mi mujer me pregunta: y si vamos hasta el avión?...

Ya sabíamos de que estaba hablando. Hace 10 años visitamos el hotel abandonado que se encuentra a 60 km al oeste de la localidad del sonseado, y nos enteramos de la posibilidad de realizar esta travesía. En aquella oportunidad no lo pudimos concretar, pero la idea quedó "adentro".

Todos de acuerdo, esta vez volvimos al hotel abandonado (ojo, el camino no es para cualquier auto. El nuestro pasa al límite de su capacidad.), y esa tarde, luego de un baño termal (noté que el agua está más fría que en el viaje anterior. Alguien puede corroborar ese dato?), nos dirigimos a un puesto de "veraneada". Es decir, uno de los ranchos donde pasan largos meses los baqueanos que cuidan sus cabras en los valles y vegas cordilleranos durante la temporada estival.

Pronto nos arreglamos.
- ¿Cuándo quieren salir?
- Mañana.
- Listo. Vengan mañana a las 8.
Así de fácil.

Al otro día, allí estábamos con nuestra ansiedad a cuestas, mientras los baqueanos ensillaban y estrujaban al carguero amarrando los bultos y apretando cinchas.

Y salimos,los cuatro, el baqueano, y el carguero cabestreando atrás.

A poco de salir pensamos en los detalles: la comida…!cómo no le encargamos un chivo…!
¿El baqueano traerá su comida?...

Resultado: arroz,polenta y fideos, y encima racionado… ¡pero a quién le importa, si la cordillera está allí para nosotros, con sus colores,sus silencios, y esos caballitos guapos que no temen ni las alturas, ni los desfiladeros, ni los arroyos impetuosos.

Después de cruzar el río Atuel, (que acá corre abierto en muchos brazos en un lecho de piedras), entramos en el valle del arroyo de las lágrimas, que conduce en su final al glaciar donde se encuentra el avión.

Atravesamos la "yesera". Un impresionante cerro de yeso de afilados senderos.

Vadeamos arroyos con el agua blanca de espuma hasta la panza de los caballos.

Bajamos a vegas de un verde esmeralda, contrastado con los grises plomizos de la cordillera.

Siempre Jesús, nuestro joven baqueano adelante, abriendo la marcha a pura espuela y canto.

Nosotros confiados en lo que nos dijo:
- Estos caballos no se desbarrancan. Nacieron acá. Ustedes solo agárrense.

Y no te queda otra. Solo mirar al fondo del abismo, el arroyito que corre allá bien abajo, y rezar para que sea cierto.

Tras 5 horas de marcha acampamos a pasar la noche en una vega. Hay pasto, hay agua, hay leña.
Faltó el chivo.

El cerro sonseado es el último en recibir los rayos del sol.

Después, un festival de estrellas, y las historias de la gente de la montaña, y los inolvidables mates dulces de Jesús alrededor del fuego.

Al día siguiente marchamos a mayores alturas. Parches de nieve que se van convirtiendo en nieve con parches de piedras.

Nos acercamos al glaciar, y el baqueano nos cuenta detalles de la tragedia.

El, como su padre, como su abuelo, conocen la historia de 1ra mano: Han llevado muchas veces a los sobrevivientes al lugar.

Dejamos los caballos a una distancia del promontorio de piedras donde están los restos del avión

Un respetuoso silencio nos invade, cuando vemos las cruces, los recordatorios, los pedazos retorcidos del avión.

Recorremos con la vista en lo alto, el lugar donde impactó el avión, el tobogán de hielo por donde se deslizó, el punto donde se detuvo. El glaciar va borrando parte de la historia.

Apenas imaginamos la gigantesca lucha por la supervivencia.

Fueron 2 viajes. Uno recorriendo nuestra increíble cordillera durante 3 días sobre el lomo de los caballos.

El otro, el encuentro con este lugar tan fuerte, donde la tragedia y el heroísmo quedaron marcados en la memoria de todos.

Carlos Varela Barros       



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