TRILOGÍA DE PEDRO:
Canaris, los Bandoleros y los tapados de Painé y Pincén

(I) Pedro y el Almirante Canaris.

En la primera semana de julio del 2004 Pedro decide realizar una visita mitad privada, mitad de negocios a Bariloche para estrenar su flamante Toyota SW5. Toma por un itinerario poco frecuentado: en vez de pulir cubiertas por el pavimento de la RN 237 vía Piedra del Águila, desde Neuquén llega hasta Villa El Chocón, cruza allí el murallón de gravedad alto 86 metros del embalse Exequiel Ramos Mejía y toma por la RP 74 que atraviesa la altiplanicie al Este del Limay. Es el antiguo carril al Nahuel Huapi redescubierto en 1999 por el Gran Sargento y que pasa por el territorio de los dinosaurios: Cerro Policia, Aguada Guzmán, Chasicó, Lonco Vaca, Comallo y Pilcaniyeu para salir al Nahuel Huapi por el viaducto de Ñirihuau.

Pero resulta que las desastrosas lluvias que castigaron todo el piedemonte de los Andes patagónicos desde San Martín de los Andes hasta El Bolsón, afectaron aún más las localidades sitas al saliente del caudaloso Limay. Pedro tiene que enfrentar torrentes, aluviones, cortes y lodazales que se tornan cada vez más pesados y que el solitario viajero logra atravesar porque monta una Toyo. Se hace tarde. Cae la noche.

Sin embargo, pasada la estación Perito Moreno, ya en las cercanías del Cº Leones, la tormenta torna intransitable el camino. Pedro se ve obligado a buscar refugio. A la luz de sus buscahuellas aparece de pronto un cartel que reza “Estancia San Ramón”. Siendo imposible continuar, nuestro intrépido conductor decide entrar en la propiedad sin imaginar lo que le aguarda.

San Ramón se llama así por dos columnas rocosas amorfas; la mayor de las formaciones representa a Ramón, el Santo Nonato, y la menor a la mujer de éste.

Una tenue luz guía al automovilista extraviado en medio de una noche cerrada hasta el casco. Cuando Pedro se aproxima a la entrada, la puerta se abre y un señor de cierta edad parecido a David Niven sale y lo saluda:

-Soy Guillermo, dice el desconocido y agrega crípticamente: -Pase, lo estuve esperando.

-¿Esperándome a mí?, se sorprende Pedro.

-No exactamente a usted sino a cualquier automovilista. Porque cada vez que llueve y la ruta afuera se corta, los viajeros que vienen de Pilca y se dirigen a Bariloche se ven obligados a refugiarse aquí. De modo que estoy acostumbrado a alojar a náufragos del camino como usted.

Minutos después Pedro está sentado frente a la chimenea de la mansión viendo cómo chisporrotean los trozos de lenga en la hoguera mientras su anfitrión va en procura de un trago largo. La atmósfera es cautivante: el fogón cuyas llamas son casi la única iluminación de la sala, una gran biblioteca, fenomenales cornamentas de ciervos colorado y dama en la pared, en el bar una parafernalia de licores exóticos desde Ballantines pasando por Calvados hasta los más finos Cognac y Armagnac. Un ambiente casi medieval donde solo parecería faltar un Alejandro Dumas o un Lord Byron para completar la escena.

-¿Scotch?, pregunta el cada vez más enigmático Guillermo.

Pedro asienta con la cabeza. Las chispas del fogón producen verdaderos fuegos de artificio en miniatura.

-No tengo hielo, se excusa Guillermo mientras le llena a Pedro un vaso de cristal tallado.

-Pero con el frío que hace afuera, puro también se lo puede tomar, justifica.

El dueño de casa se acomoda frente a su asombrado huésped y comienza a deshilvanar una historia casi increíble. Cuenta que esta extensa propiedad antes pertenecía a la bienaventurada familia alemana de los von Bülow, cuyos sepulcros a todo esto parecían borrados del mapa durante décadas hasta que la gran quemazón del verano 1998/99 (¡Ay, María Julia!) puso al descubierto, entre malezas, las lápidas del fundador Luis von Bülow y algunos de sus familiares.

-Le mostraré algo notable, le dice a Pedro el convidante mientras se levanta para volver con un libro voluminoso y evidentemente antiguo.

El dueño de casa se detiene en una página y se la señala a Pedro.

-Fíjese lo que dice aquí en el Registro de Huéspedes.

El papel es amarillento y gastado. Pedro, más que leer, trata de descifrar: “Kapitänleutnant Wilhelm Canaris, Weihnacht 1915”, dice allí.

-¿Wilhelm Canaris?, murmura Pedro. -Es el nombre del famoso Almirante Wilhelm Canaris, el jefe de la Abwehr y de la resistencia contra Hitler.

-La misma persona, aunque no lo crea. Pasó por esta estancia al comienzo de la primera Guerra Mundial.

Pedro supera sus sentimientos de convidado de piedra y se anima a pedir otro trago mientras trata de no perderse detalle de la fascinante historia que entre relámpago y trueno va desarrollando su circunstancial conocido.

-Resulta que en diciembre de 1914 se produjo la batalla de las Falkland donde la escuadra comandada por el almirante Maximilian Graf von Spee fue aniquilada por la flota británica cuyos cañones hundieron todos los acorazados alemanes, excepto el crucero Dresden, porque era el más veloz y pudo escapar. Tras una serie de maniobras el Dresden terminó anclando en una bahía del islote chileno Más a Tierra donde fue sorprendido por el cruiser británico Glasgow. Acorralado como estaba, el comandante del Dresden envió a su primer oficial, Canaris, a bordo del Glasgow para parlamentar y señalar que el buque alemán se hallaba en aguas territoriales chilenas. La respuesta de los británicos fue que tenían orden de hundir el Dresden dondequiera lo encontrasen. Los alemanes optaron entonces por abrir las válvulas y mandar el barco a pique, siendo la tripulación internada en Chile.

-¿O sea que Canaris también fue internado junto con sus compañeros?, trata de interpretar Pedro.

-Sí. Pero como era el único de la oficialidad que hablaba inglés, francés y español se decidió que él tratara de escapar para llegar a Alemania y relatar allí lo sucedido. Así fue como se fugó al mejor estilo Papilión de la isla Quiriquina a bordo de un bote a remo para luego cruzar los Andes a caballo y llegar a Argentina. Una verdadera epopeya, una aventura increíble, concluye Guillermo.

-¿Y en su fuga acertó en pasar justamente por la estancia San Ramón?, inquiere incrédulo Pedro, el huésped de la medianoche.

-Aunque no lo crea, así fue. Gracias a sus conocimientos del castellano averiguó dónde podría encontrar a algún colono germano, y le señalaron la estancia San Ramón de los Bülow. San Carlos de Bariloche aún no existía. Fue en Navidad de 1915 que recaló por unos días aquí, estampando su firma en el Libro de Invitados antes de seguir su huída en cuyo trascurso se trasformó por pasaporte fraguado en el ciudadano anglo-chileno Reed Rosas, viudo. El resto de la historia del Admiral Canaris figura en muchos libros: espía alemán en Madrid y luego comandante de un submarino todavía en la primera Guerra, vuelta a la Marina alemana en la década de los 30 y, como jefe del contraespionaje y adversario de Hitler, uno de los personajes más enigmáticos de la segunda Guerra Mundial hasta su trágico fin en las postrimerías del conflicto. Curd Jürgens interpretó su figura en el cine, concluye el relator.

Un breve silencio se produce hasta que Guillermo continúa:

-Pero no solo el joven Canaris acertó en pasar. Tengo referencias de que también Butch Cassidy y el Sundance Kid se detuvieron aquí después de su asalto al Banco de Tarapacá de Río Gallegos. Y aparentemente tuvieron que sepultar en algún lugar buena parte de su botín de doblones y patacones que habían robado y que resultaban una carga demasiado pesada para llevar, redondea Guillermo esta historia. –Seguramente un día alguien vendrá con un detector de metales para hallar el tapado.

Pedro se reclina sorbiendo la última gota de lo que con su fino paladar descubre no es escocés sino irlandés, antes de aceptar la propuesta del dueño de casa de pasar la noche en el histórico casco para proseguir al día siguiente viaje a Bariloche, ya con el tiempo muy mejorado.

De tal manera, en forma totalmente impensada, las huellas de Pedro y la sombra larga de Wilhelm Canaris se cruzaron cierta noche tormentosa por circunstancias fortuitas cerca de las orillas del Nahuel Huapi.

F.B. KIRBUS                  

 

FIN

Continúa en: TRILOGÍA II, Pedro y el "tapado".