Día 5
La mañana siguiente debíamos ir al primero de los lugares marcados como probable locación del Pajaraco, asi que desarmamos campamento y luego de un desayuno que compartimos con nuestro anfitrión nos despedimos y partimos.
Primero quería que ambos Carlos conocieran, aunque sea desde un balcón, el salar de Antofalla, así que nuestro rumbo apuntó al Norte y luego Oeste.
Lucho da rienda suelta a uno de sus pasatiempos favoritos, la fotografía, y captura estas imágenes.
Salar de Antofalla
Pueblo de Antofalla visto desde el lado Este del Salar
Ya habían pasado unas cuantas horas desde el amanecer así que debíamos comenzar a "trabajar".
Continuamos subiendo cimas donde descubríamos apachetas y nuevos horizontes mientras nos acercábamos a aquella primer vega que reunía condiciones como para "alojar" en sus cercanías al pajarraco.
Era poco más allá del mediodía cuando Carlos, haciendo punta, llega al Waypoint marcado como "Vega 03". Está escondida detrás de unas montañas. Cerca de allí, a 850 metros está marcado el WPT "Ver 03" que sería la posible ubicación del geoglifo o un punto de observación.
Lamentablemente cuando llegamos nos damos cuenta que "Ver 03" está del otro lado de la Vega y en un pequeño valle ascendente. Posiblemente unos 150 o 200 metros más alto que la vega, pero es imposible cruzar en vehículo para llegar allá.
Tendremos que caminar.... ¿Caminar?...
Caminar es una cosa, cuesta a 4300 metros de altura pero es factible, ahora... ¿Subir....? Subir es otra cosa...
Hago un cálculo rápido y concluyo que 150 metros equivale a un edificio de 50 pisos.
Yo no subo 50 pisos por la escalera ni en Buenos Aires, a nivel del mar!!!
¿Cómo voy a subir 50 pisos a 4300 metros de altura y sin oxígeno....?
¿Quien viene? , pregunta Aldo que ya se preparó para la expedición pedestre.
Está bien yo voy. Digo haciendo caso omiso a mi pensamiento anterior.
Y yo, dice Carlos que ya había comenzado a cruzar la Vega saltando de túmulo en túmulo.
El comienzo no fue tan traumático para estos tres sujetos de costumbres sedentarias, habitantes de urbe de llanura de altura cero.
Cuando la pendiente comenzó a aumentar, los pulmones nos pedían detención y descanso cada diez pasos exactos.
Así tardamos una hora y media en subir 200 metros y avanzar un kilómetro...
Y todo para nada!!!
Allí no había ningún pajarraco.
Extendimos el área de exploración unos cientos de metros para observar unas hondonadas y formaciones rocosas llamativas pero, nada. Allí no había nada.
Lo que sí llega a observar Aldo es una gran pampa de arena que se extiende al Oeste de la vega, pero para llegar allá debemos bajar a nivel del agua de la vega, avanzar unos 800 metros y ¡¡¡Volver a subir!!!
Una hora más nos costó regresar a donde habíamos dejado las camionetas.
Eran más de las tres de la tarde y estábamos agotados, extenuados y muertos de hambre.
Cuando recuperamos el aliento nos preparamos algo para comer.
En una hora ya estábamos repuestos y con "tanques llenos".
- ¿Vamos hasta la pampa de arena? Pregunta Aldo.
- Si, pero con las chatas, yo no camino un paso más.
Avanzamos por el costado de la vega pero, parecía imposible.
Por la cresta de la lomada que bordeaba la vega..., tampoco fue factible. Los altos túmulos formados por los coirones y la arena que se acumula en su derredor atentaban contra la integridad de las camionetas. Luego de 15 minutos de suplicio por allí decidimos abortar.
- Ya sé, digo. Volvamos al camino, que retrocediendo unos kilómetros es posible que encontramos otro valle que nos acerque de una manera menos traumática.
Así lo hicimos. Encontramos el valle, bastante más arriba y por el nos metimos.
Le pedimos a Carlos que nos espere. Le avisaremos si el camino es viable y nos lleva a donde pretendemos.
A poco de andar nuevamente los túmulos de coirones nos sacuden como en coctelera.
Aldo sufre por su camioneta y está a punto de abandonar.
- Un poco más Aldo, hacia aquella silleta. Seguro que desde allá la veremos.
Sufrimos pero llegamos y la vimos. Allá estaba a nuestros pies.
No la podíamos apreciar en toda su extensión, la misma lomada donde nos hallábamos nos ocultaba parte de su superficie, pero...
- Allá, allá enfrente... me señala Aldo.
Aquello parece un fuerte o unas construcciones sobre la ladera de la montaña.
Miro y, efectivamente. Parecían fortificaciones.
Prolijas y parejas fortificaciones en las laderas de la montaña que custodiaba la planicie de arena, unos metros mas alta que la vega en la que habíamos estado.
Una observación con los prismáticos me permite ver que el tamaño de aquellas rocas que conforman la supuesta fortificación es enorme.
- No, Aldo. Son muy grandes las rocas. No creo que haya habido en este lugar suficiente mano de obra como para mover semejantes rocas a ese lugar.
Pero más allá veo un grupo de rocas que podría tener forma de Pajarraco...
A decir verdad la distancia era mucha y aún con el teleobjetivo no me animaba a afirmar que aquello fuera el Pajarraco, pero...
- Volveremos mañana con mejor luz!!
Esa noche Aldo pretendía hacer un tercer campamento, Carlos deseaba acercarse hasta Antofagasta de la Sierra (hostería) y yo especulaba que podíamos conseguir alojamiento en Los Nacimientos.
Los convencí de arrimarnos hasta allí y, por suerte, una niña nos guió hasta Don Segundo Rodriguez quien aceptó alojarnos en una hermosa y fuerte casa de paredes de piedra que otrora utilizara como depósito de acopio de lana de llama, cuando la actividad de cría en esas montañas era significativa.
Hoy ya no quedan crianceros ni pastores. Nos dice con un dejo de nostalgia por tiempos mejores.
Lo animamos a que oriente su actividad hacia el turismo. Que acondicione los lugares que posee para alojar viajeros aventureros.
Luego nos damos cuenta que practicamente tiene todo acondicionado, la casa donde nos aloja tiene una gran sala y dos dormitorios, paredes de piedra, piso de cemento, puerta y ventanas herméticas y techo de chapa y adobe.
Las camas están hechas, con sábanas limpias y tantas mantas que hay que quitar algunas durante la noche porque parece que uno morirá aplastado por su peso.
Por ahora fallan los sanitarios, solo una letrina con paredes y puerta en los fondos para necesidades fisiológicas, pero afirma haber comprado ya los artefactos y anuncia que la intendencia, con los pocos pobladores de Los Nacimientos, ya han tendido los caños plásticos que llevarán el agua a las casas. Nos muestra el gran tanque de acopio, aguas arriba del arroyo.
También tienen grupo electrógeno que les diera la provincia e instalación eléctrica que hicieron ellos, pero por un tema de jurisdicciones nadie les manda el gasoil para el generador. Ni el municipio (AdlS) ni la gobernación. (?)
Don Segundo Rodriguez resultó ser además la persona que, según Enrique lo reconociera en la expedición anterior.
"Dijo Enrique que dijo D. Segundo"
- Ah... usted es el señor que andaba recolectando plantitas hace 25 años. Si, me acuerdo que el día que encontraron "aquello" habían salido para allá. Señalando en dirección a Vega Los Colorados a campo traviesa.
Esa era la versión de agosto de 2005.
Ahora, puestos a conversar, la versión cambió radicalmente. Del "interrogatorio" a Don Segundo surgió que:
a) Don Segundo no reconoció a Enrique sino, por el contrario:
"-El señor me reconoció y me hizo recordar cuando anduvo por acá en 1982 recolectando plantas".
b) De "esa cosa" Don Segundo no sabía nada.
"-Llegaron la noche anterior y se quedaron a dormir acá, al día siguiente salimos juntos, yo llevaba dos maestros a Antofalla y ellos se detuvieron cerca del mediodía por acá no más, a unos 10 Km. Luego no los volví a ver".
Lo único valorable que rescatamos de aquella conversación era que Enrique había andado por allí en 1982 y que, hasta que se cruzara con D. Segundo en Los Nacimientos no había hallado nada, o por lo menos no se lo comentó en aquella oportunidad a esa persona.
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