El Pajarraco de la PUNA II
Relato

Aprende de los errores de los otros
ya que no vivirás lo suficiente para aprender todo de ti mismo.


LA  GESTACIÓN

Datos no teníamos más que los numerosos pero contradictorios que nos había proporcionado Enrique en las conversaciones tipo "Fidel Pintos" que habíamos mantenido con el.
(Para quien no lo conozca, Fidel Pintos era un actor que encarnaba un personaje que tenía la particularidad de manterner largas alocuciones en las que no decía nada).

Por lo tanto decidimos cortar por lo sano y razonar. Sí, el tedioso ejercicio de razonar...

"Quienes hayan construido semejante obra (aparentemente del tamaño de un estadio de fútbol), no lo pueden haber hecho de un día para el otro. Por lo tanto deben haber permanecido al menos varios días en el lugar por lo que debieron haber tenido agua vital a su alcance".

Afortunadamente (para nuestros intereses de búsqueda) el agua no abunda en aquellas alturas y se manifiesta solamente en forma de vegas (casi siempre de agua surgente) que humedecen áreas relativamente acotadas.

Buscamos en las fotos satelitales y detectamos unas 25 vegas en aquel extenso territorio a explorar, eso reducía muchísimo la búsqueda.

Pero había más:

Para que el pájaro de piedras negras pudiera haber sido construido se necesitaban otras dos condiciones:

a) Que hubiese alguna superficie mas o menos plana en las cercanías de la vega.

b) Que hubiese una fuente de piedras negras (por suerte no muy comunes en gran parte del área a explorar) cercana a la vega y la planicie.

Esto acotaba la búsqueda a solo 4 o 6 lugares, a los que se agregaban dos más que hubiera descubierto Gabriel Lombardi (quien no viajó pero colaboró en la planificación) escudriñando fotos satelitales y que podían ser fallas de la toma o posibles locaciones de "algo raro".

Lo más intrigante era un extraño dibujo que ya habíamos investigado en las fotos con El Colo, Kirbus, Gabriel y varios más durante los preparativos de la primer expedición.

Se halla en la costa norte del Salitral de Potrero Díaz y por falta de tiempo fue dejado de lado durante la expedición de agosto.

Para mí no era El Pajarraco pero igualmente estaba intrigado en saber y ver sobre el terreno de qué se trataba. Gabriel insistía y nos hacía ver la figura de un pájaro un poco mas al sur de la figura más marcada.

De los estudios en el OZI 3D descubrimos que no sería sencillo zambullirse en aquel ojo entre montañas, mejor dicho no sería sencillo salir de alli si nos animábamos a bajar.

Cargamos todos los WPTs de probables locaciones en los GPSs y los tracks de posibles aproximaciones y salimos en la segunda semana del mes de octubre.

Días 1 y 2

El tedioso enlace hasta la localidad de Belén, puerta de entrada a la Puna catamarqueña, tratamos de matizarlo con algunos agregados.

Fue así que paramos a almorzar en Barranca Yaco, lugar de detención casi obligado en la mayoría de las expediciones de Viajeros.

Unos sandwiches de salamines y queso comprados en Colonia Caroya sirvieron para calmar un poco los ácidos estomacales.

Tratamos de no comer mucho porque la experiencia nos dice que desde allí nos espera un "matador" cruce por las Salinas Grandes a la hora de la siesta.

El sol de frente y la modorra producida por una noche de insomnio tras el volante son una combinación peligrosísima como para agregarle los efectos de una pesada digestión.

Para despabilarnos un poco decidimos ingresar a las salinas a la altura de Lucio V. Mansilla y admirar la mas grande extensión de sal de nuestro pais con 4500Km2 de superficie (casi la mitad de la que ocupa el Salar de Uyuni, el más grande del mundo).

No es muy recomendable internarse mucho por allí. Dependiendo de la humedad que haya retenido el terreno, puede convertirse en una trampa peligrosa.

La aparentemente dura superficie (de pocos cms de espesor) se quiebra bajo el peso de las ruedas y el vehículo se hunde indefectiblemente hasta el piso en un barro chirle.

Esto nos pasó con Gregorio hace unos años

 

Allí todavía se explota la sal con métodos bastante primitivos y artesanales.

Las carcomidas vías de un precario tren cambian de recorrido a medida que se agotan las sales minerales en las distintas áreas de la salina.

Para proveer cierta sustentación a los viejos camiones que tambien ingresan a buscar sal, se colocan ramas y palos en el camino. Ramas y palos que sucumben bajo el peso de la carga y se quiebran dejando sus peligrosos restos apuntando en dirección al cielo.

Un poco más espabilados continuamos camino por el asfalto de la RN60 que saliendo de Córdoba ingresa a la Pcia de Catamarca sin dejar de transitar por aquel lecho de un mar interior disecado.

La reverberación hace estragos en los cansados ojos de los conductores, quienes claman por un descanso. La sombra de un único algarrobo provee el sitio ideal para recuperar lucidez. Un incesante viento caliente cargado de tierra nos acompaña en el breve descanso.

Dejamos atrás la provincia de Catamarca para hacer una corta incursión por la Rioja. La Cuesta de la Sébila clausurada nos obliga a este desvío.

Retomamos la RN60 a la altura de Aimogasta donde el cansancio vence definitivamente a los pilotos. Decidimos detenernos a dormir allí.

Por la mañana siguiente retomamos camino rumbo a Belén. Antes, Aldo, estudioso de civilizaciones aborígenes de nuestro territorio nos hace conocer un oculto yacimiento arqueológico.

Por el lecho de unos ríos secos con mucha arena suelta nos va guiando hasta el lugar secretamente guardado

Perteneció a las culturas Ciénaga y Aguada, propias de la amplia zona del pedemonte occidental de Ambato y la extensa cuenca del Salar de Pipanaco hasta el sur de los valles calchaquíes.

Por lo que podemos apreciar debió tratarse de un cementerio por la cantidad de restos de vasijas rotas que denotan poco o ningún uso, propio de utensillos ofrendatorios.

El ojo experto de Aldo nos enseña los distintos motivos y las distintas técnicas empleadas en la fabricación y decoración de aquellas cerámicas.

Aldo es una apasionado de los temas arqueológicos y lleva varios años recorriendo y estudiando.
El resultado de sus experiencias lo volcó en su Sitio Aventura Tucma para compartirlo con todos nosotros,

Nos quedamos un buen rato recorriendo el extenso sitio, sin llevarnos absolutamente nada, por principios y porque sabemos que la nueva ley de Arqueológía pena severamente el solo hecho de tomar un trozo de cerámica (aunque sea roto) y Gendarmería se encarga verificar su cumplimiento en controles vehiculares.

Cerca del mediodía arribamos a Belén para completar tanques y bidones de combustible y aprovechar para almorzar, sin habernos percatado que, por ser el día de la madre, los restaurantes estaban colmados en su capacidad. El apetito hizo que esperáramos estóicamente casi dos horas para conseguir nuestra ansiada comida.

El viaje continuó por la nueva Cuesta de Randolfo y el Portezuelo de Pasto Ventura, hasta Antofagasta de la Sierra donde arribamos mientras salía la luna llena entre los volcanes y se reflejaba en la Laguna que se forma en la vega, justo antes de llegar al poblado.

 


 

Día 3

Lunes 17 de Octubre

Hoy comienza la búsqueda del Pajarraco.

Salimos de AdlS a eso de las 9 de la mañana, acompañados aún con la misma luna de la noche anterior, con rumbo norte.
Nuesto primer objetivo (y nada fácil por cierto) será llegar a la orilla norte del Salitral de Potrero Díaz.
Llamativamente encontramos mucha mas nieve en la RP43 que la que encontráramos en agosto pasado (pleno invierno) lo que nos obligó a abandonar el camino en varias oportunidades para esquivar las acumulaciones.

Unos cuanto kilómetros más adelante paramos para que Lucho pueda hacer el merecido homenaje a la Pacha Mama, en el lugar donde una tormenta de viento blanco nos tuvo a maltraer por mas de 24 horas, hace siete años.
Alli, un año después, construímos una apacheta y dejamos la botella de champagne con la que brindamos cuando la madre naturaleza nos permitió pasar.

La apacheta y la botella permanecen allí soportando los terribles vientos y copiosas nevadas que cada invierno lleva al "Callejón de Puntas Gordas".

Ya cerca de la laguna de Caro, abandonamos la ruta y nos dirigimos a campo traviesa por una hondonada que nos debería conducir hasta un refugio a la vera del espejo de agua.

Arribamos sin dificultades y aprovechamos el reparo de aquellas paredes de piedra para prepararnos algo de comida, ya era el mediodía.

Mientras almorzábamos planeabamos la vía de ataque que nos permitiría salir de la hondonada donde nos encontrábamos para ascender a unos 4200 metros y luego zambullirnos a los 3500 en los que se halla al Salitral de Potrero Díaz.

Vemos que la ruta directa bordeando la laguna Caro por el Oeste y trepando de frente hacia el norte, nos pone por delante una pendiente muy marcada y extensa que dudamos que puedan afrontar las camionetas.

Elegimos desviarnos un poco más hacia el oeste y tratar de subir a la cresta de las montañas y circular por allí, la pendiente parece más suave.

Por supuesto las distancias apreciadas a simple vista resultan bastante diferentes al momento de recorrerlas.
Nos insumió casi una hora trepar a la cresta de aquellas montañas y circular por ellas hacia el Noreste buscando una bajada imposible hacia Potrero Díaz.

Llegamos a una posición donde pudimos apreciar a la distancia la figura que hubiéramos visto en la foto satelital.

Con catalejos y luego fotografiando con teleobjetivo, podemos apreciar que la figura mayor es una aparente formación natural sin forma de pájaro y aquello que ténuemente adivinara Gabriel mas al sur, directamente no llega a apreciarse como una construcción humana desde esta distancia.

Ensayamos un descenso avanzando por unos cuantos metros, pero cuando el arenal se puso más pesado, Carlos que iba en la delantera, retoma para comprobar si era factible el regreso. Allí se dá cuenta que NO.
Su camioneta se queda escarbando la arena sin conseguir ascender esa empinada pendiente.
Gira e intenta por otro lado, y por otro y por otro... pero es en vano.
No logra salir de aquel pozo.

Estaba bastante lejos de nuestra posición y no habíamos llevado cable de acero extra así que hubo que desenrrollar ambos malacates para que sus ganchos se encuentren a mitad de camino.
Igualmente no fue nada fácil. La arena estaba muy blanda y aún ayudando con el motor costaba avanzar palmo a palmo.

Lo sucedido nos hizo tomar con más prudencia el tema este de zambullirnos indiscriminadamente en aquella trampa para ratones.

Comenzó entonces la búsqueda de un lugar con menos pendiente o con menos arena que nos permitiese descender los 700 metros de altura hasta la costa del Salitral.

Recordaba que al comenzar a transitar por la cresta de aquellas montañas vi una quebrada que "pintaba linda" como para el descenso. Justamente por allí había marcado un track tentativo "imaginado" mirando la satelital 3D.

Estábamos a unos 5000 metros de aquel probable ingreso: Dstancia que, a la velocidad que podíamos circular, nos insumió casi media hora.

Si, allí estaba la quebrada, suave en principio y apuntando directamente al salar.

Bien dije, suave al principio. Unos 2 Km mas adelante la pendiente aumenta y por un tramo de no más de doscientos metros se vuelve atemorizante y con mucha arena suelta. Hacemos unos ensayos y nos damos cuenta que, de tirarnos por allí en esas condiciones, no lo podríamos remontar.

Casi vencidos, emprendemos el regreso.
Pero todavía podríamos jugarnos otra carta. Le pido a Aldo que gire a la derecha pues tengo el presentimiento que por allí corre otra quebrada paralela a la anterior y que se juntaría con ella más abajo.

Primero subimos a la cima de una lomada y mas adelante la vemos, allí está la segunda quebrada. Aldo duda en tirarse porque el piso es de lajas sueltas muy filosas.
Carlos hace punta y, desde abajo convence a Aldo de la viabilidad del camino.

¡¡Fabuloso!! Tal lo previsto aquella segunda quebrada baja más suavemente hasta reunirse con la anterior pasado el tramo fulero.

Nos damos cuenta que son más de las seis de la tarde y que es conveniente armar campamento antes de que se ponga el sol y el frio glacial se apodere del entorno.
Dejaremos el ataque final para el día siguiente.

Buscamos un poco un lugar que debía reunir al menos dos condiciones: Reparo del viento y pronta recepción del sol matutino para que actúe como "revividor" en cuanto amanezca.
Nos esperaban temperaturas de varios grados bajo cero en la noche a 4000 metros exactos de altura.

Un tema que preocupaba y no sin razón a Aldo era la posiblilidad que alguno de los numerosos escorpiones que andan por allí se nos escabullera dentro de la carpa.

Una suave brisa que circulaba por la quebrada nos mantenía entretenidos mientras intentábamos armar las carpas. Repentinamente, y cuando los iglús ya habían tomado su forma, aumentó el viento y una fuerte ráfaga se llevó las carpas que pasaron volando por sobre nuestras cabezas rumbo al salar...

La primer reacción fué salir corriendo tras ellas, al fin y al cabo eran "nuestros hogares" que se los llevaba el viento.

Cuando notamos nuestra escasa velocidad (corriendo a 4000 metros de altura sobre arena suelta), frente a la de las carpas que se alejaban como raudas alas deltas o globos aerostáticos, caimos en la cuenta que, muy probablemente esa y las próximas noches "dormiríamos afuera".

En ese momento el viento, satisfecho ya con la broma que nos había gastado, cesó repentinamente y las carpas volvieron al piso varios cientos de metros mas adelante y mas abajo en la quebrada.

Ahora sí, acuciados por la probable proximidad de otra ráfaga "jugetona" trotamos como pudimos a prendernos de los iglús antes que estos pretendieran volar nuevamente.
Volver al campamento barranca arriba con poco oxígeno y los incómodos paquetes de las carpas armadas, luego de la corrida no fue tarea fácil.

La experiencia pasada hizo que reuniéramos pesadas rocas alrededor de las tiendas de campaña donde atábamos los vientos y con las que asegurábamos las estacas que bailoteaban en la arena.

No se si fue la altura, la corrida, el disgusto o su mal merecida fama de "Conejo Negro", el tema es que Lucho se apunó y Carlos mascullaba su bronca entre dientes suponiendo un "ardid" para no colaborar en el armado del campamento.

El cansancio o no se qué nos había quitado el apetito así que, como cena, nos conformamos simplemente con unos calditos calientes que preparamos en un santiamén.

La luna llena que había aparecido en el estrellado cielo ni bien anocheció, iluminando "a giorno" las cumbres nevadas que nos rodeaban, invitaba a la contemplación.

El intenso frío que se desató ni bien se ocultó el sol, invitaba a meterse urgentemente en las carpas a abrigo de las bolsas de dormir...

Ganó el frío.


 


Día 4

Por la mañana siguiente escucho que a eso de las siete, Aldo se levanta. Quiero imaginar que a hacer sus necesidades fisiológicas y espero que regrese para seguir descansando un rato más.
Me quedo dormido y, una hora más tarde compruebo que Aldo no regresó.
Habrá que levantarse tan temprano???

Bueno, tan temprano no era. Ya eran las ocho de la mañana y el sol había comenzado a iluminar la pared oeste de la quebrada. Pronto sus rayos bajarían hasta el campamento. Preparemos algo para desayunar.

Lucho seguía apunado. Un intenso dolor de cabeza no lo dejaba ni pensar ni casi moverse.
Raro en el. Hemos compartido muchas travesías por las alturas durante varios años y nunca lo había visto tan mal.

En oxígeno ni pensamos porque jamás lo habíamos llevado antes, ni lo habíamos utilizado, ni lo creíamos necesario.
Por suerte Aldo, previsor, había comprado y llevado un tubo chico de oxígeno industrial y un regulador con máscara.
10 minutos exactos de aplicación del noble gas a un ritmo de 2 litros por minuto fueron la mágica panacea que provocó la cura definitiva y total del Conejo Negro. Ahora no cabrian más ardides, habíamos hallado, envasado en una lámpara de aladino con forma de tubo de oxigeno, el mago que lo haría laburar.

El madrugón de Aldo tuvo como objetivo una caminata exploratoria. Efectivamente, la ansiedad por saber qué nos esperaba más adelante no lo dejaba dormir y se levantó temprano a quitarse las dudas.

Cuando teníamos el café caliente lo vemos regresar con paso cansino (la altura no permite maravillas). Vuelve con buenas noticias; esa quebrada por la que circulamos continúa unos cuantos kilómetros cuesta abajo hasta la superficie del salitral. La única duda era la consistencia de la arena que tapizaba aquel tobogán en casi toda su extensión.

Apuramos el desayuno, nos quitamos (no sin trabajo) la ropa suplementaria que utilizamos para pasar la noche y, sin desarmar campamento, comenzamos el descenso.

A fuer de ser sincero tengo que confesar que no avanzamos mas que 500 metros de los 6.000 que nos separaban de la figura en la playa.

Aldo nota que la consistencia de la arena bajo las ruedas de la camioneta va disminuyendo y teme por el retorno.
Se detiene e intenta recular desde ese mismo lugar.
No consigue más que hacer patinar las cubiertas mientras se hunden en la arena sin lograr retroceder. La pendiente es marcada.

Cincuenta metros más atrás Carlos intenta la misma maniobra sin éxito.

Decidimos dejar las chatas en el lugar y continuar caminando a explorar un poco.
Bajamos unos cien metros en altura (quinientos en distancia) hasta ver, a lo lejos, la superficie del Salitral de Potrero Díaz.

Vemos que un vehículo anduvo, antes que nosotros por aquí. También vemos por sus huellas, que estuvo intentando mil variantes para tratar de salir de esa gran depresión.

No sabemos si lo logró o si lo encontraremos detenido poco mas adelante con dos esqueletos como tripulantes...

Volvemos a divisar las imágenes en la playa noreste del Salitral pero, nuevamente el ángulo y la distancia no nos permiten definir si se trata de construcciones hechas por seres inteligentes.

Regresamos a los vehículos remontando aquella pendiente arenosa que nos hace transpirar la camiseta y agitar la respiración.

Bueno... y ahora ¿Qué...?
¿Como salimos de aquí?

Carlos, porfía a fuerza de los generosos HP de su motor turbocomprimido pero es en vano. Solo logra enterrarse más y más. Una y otra vez.

Sacamos las escaleras que llevó Aldo y, con ellas, metro a metro logramos que la Hilux de Cárlos llegue a pisar terreno firme.
El "ejercicio" y la falta de oxígeno nos agotó.

Es el turno de la camioneta de Aldo.

Insisto por enésima vez, a riesgo de que me manden a freir buñuelos, que hay que bajar la presión de los neumáticos. Las 45 libras que ostentan son el principal obstáculo para salir de allí.
Los conductores temen que la menor presión atente contra la vida de las cubiertas cuando deban circular sobre roca.


Ese problema lo enfrentaremos cuando llegue el momento. Aldo trajo un extintor cargado con 7Kg de CO2 (suficiente para subir la presión a 35 neumáticos).

Por fin los propietarios de las chatas aceptan la moción y desinflamos las cubiertas.
20 libras por rueda Carlos y no menos de 25 Aldo. Ahora todo es muchísimo más facil.

La situación ha cambiado tanto que, de regreso, ya levantado el campamento, Aldo se anima a subir por aquella empinada quebrada que nos hiciera desistir el día anterior...
Y logra subirla sin problemas!!!

Ya no piensa más en un motor turbo, ahora quiere orugas para las ruedas!!!

Definitivamente, convencidos que aquello que vehíamos no era el Pajarraco, nos vamos de allí. Nuestro destino sería Vega Los Colorados, pero en el camino nos vamos trepando alternadamente a cuanta cima encontramos.
Buscamos atalayas que nos permitan ver la máxima superficie posible.
De cualquier manera las imágenes satelitales nos habían mostrado que por allí no había ninguna vega y por lo tanto pocas posiblilidades de hallar el pajarraco, pero por ello no dejaríamos de revisar todos los rincones y cañadas que viéramos.

Las cinco de la tarde y Vega Los Colorados eran la hora y el lugar de reunión que nos habíamos fijado.
En efecto, nos habíamos separado las dos camionetas para cubrir la mayor superficie posible aún a riesgo de extraviarnos (en la chata de Aldo contábamos solamente con un Handy de 5W y poco alcance como elemento de comunicación).

Por momentos estábamos en contacto visual con Carlos y Lucho, ellos al fondo de una quebrada y nosotros en una cima (o al reves), por momentos teníamos solo contacto radial y, la mayoría de las veces, estábamos absolutamente aislados.

Revisamos muchas cimas, muchas quebradas y planicies pero, del pajarraco, ni noticias.

Bastante más allá de las cinco de la tarde llegamos nosotros al puesto de Don Ceferino Fabián, único habitante por aquellas latitudes.
Su morada es una gran casa con patio y corrales que supo albergar familias enteras de pastores en otros tiempos. Hoy solo está el cuidando un hato de llamas y otro de ovejas de su "patrona", y cuando deje este mundo ya nadie ocupará su lugar. Los hijos de la anciana viuda, dueña de los animales, se han ido a la ciudad y no tienen intenciones de regresar, al igual que los hijos de Ceferino Fabián.

La vida allí es monótona y dura. "Vida de subsistencia" dirían los antropólogos. Términos que encierran en su contenido la crueldad de una vida impedida de progreso una vida de "vivir y morir en el mismo lugar o en las mismas condiciones". Los jóvenes ya no aceptan eso y, por ahora, el lugar no da para más.

La vista de los cerros intensamente rojos, los pastos vedes y amarillos de la vega y las llamas pastando encarnan un paisaje idílico. Ese atardecer lo "gastamos" tomando fotos.

Los dos Carlos (Carlos Correia y Carlos Lucchini, alias Lucho o Conejo Negro) habían llegado unos minutos antes y lo habían "matado" a preguntas a Ceferino Fabián, quien volvió a contestar las mismas inquisiciones cuando se las repetimos nosotros, con el gusto de quien está necesitado de hablar, de comunicarse, de intercambiar aunque sea palabras con otro ser humano. Es una actividad que modifica por unos minutos su monótona rutina diaria rodeado de animales.
Si, como digo, tan solo por unos minutos, porque tal como nos "recriminó" Don Ceferino de indefinida pero curtida edad:

"...porque en un rato, ustedes se van a ir y yo vuelvo a quedarme solo..."

Grande fue su alegría cuando nos escuchó decir...
- No, Don Ceferino, si a usted no le molesta nos gustaría armas las carpas acá y quedarnos a dormir.

Sus ojos se iluminaron y partió raudamente a despejar una de las abandonadas habitaciones para que tuviéramos un reparo.

Aceptamos su hospitalidad y lo invitamos a cenar con nosotros ¿Atún con cebolla o un guiso, que prefiere?

- Atún con cebolla (dice con entusiasmo)... casi nunca como pescado!!


 


Día 5

La mañana siguiente debíamos ir al primero de los lugares marcados como probable locación del Pajaraco, asi que desarmamos campamento y luego de un desayuno que compartimos con nuestro anfitrión nos despedimos y partimos.

Primero quería que ambos Carlos conocieran, aunque sea desde un balcón, el salar de Antofalla, así que nuestro rumbo apuntó al Norte y luego Oeste.

Lucho da rienda suelta a uno de sus pasatiempos favoritos, la fotografía, y captura estas imágenes.


Salar de Antofalla


Pueblo de Antofalla visto desde el lado Este del Salar

Ya habían pasado unas cuantas horas desde el amanecer así que debíamos comenzar a "trabajar".
Continuamos subiendo cimas donde descubríamos apachetas y nuevos horizontes mientras nos acercábamos a aquella primer vega que reunía condiciones como para "alojar" en sus cercanías al pajarraco.

Era poco más allá del mediodía cuando Carlos, haciendo punta, llega al Waypoint marcado como "Vega 03". Está escondida detrás de unas montañas. Cerca de allí, a 850 metros está marcado el WPT "Ver 03" que sería la posible ubicación del geoglifo o un punto de observación.

Lamentablemente cuando llegamos nos damos cuenta que "Ver 03" está del otro lado de la Vega y en un pequeño valle ascendente. Posiblemente unos 150 o 200 metros más alto que la vega, pero es imposible cruzar en vehículo para llegar allá.

Tendremos que caminar.... ¿Caminar?...

Caminar es una cosa, cuesta a 4300 metros de altura pero es factible, ahora... ¿Subir....? Subir es otra cosa...
Hago un cálculo rápido y concluyo que 150 metros equivale a un edificio de 50 pisos.
Yo no subo 50 pisos por la escalera ni en Buenos Aires, a nivel del mar!!!
¿Cómo voy a subir 50 pisos a 4300 metros de altura y sin oxígeno....?

¿Quien viene? , pregunta Aldo que ya se preparó para la expedición pedestre.

Está bien yo voy. Digo haciendo caso omiso a mi pensamiento anterior.

Y yo, dice Carlos que ya había comenzado a cruzar la Vega saltando de túmulo en túmulo.

El comienzo no fue tan traumático para estos tres sujetos de costumbres sedentarias, habitantes de urbe de llanura de altura cero.
Cuando la pendiente comenzó a aumentar, los pulmones nos pedían detención y descanso cada diez pasos exactos.

Así tardamos una hora y media en subir 200 metros y avanzar un kilómetro...

Y todo para nada!!!

Allí no había ningún pajarraco.

Extendimos el área de exploración unos cientos de metros para observar unas hondonadas y formaciones rocosas llamativas pero, nada. Allí no había nada.

Lo que sí llega a observar Aldo es una gran pampa de arena que se extiende al Oeste de la vega, pero para llegar allá debemos bajar a nivel del agua de la vega, avanzar unos 800 metros y ¡¡¡Volver a subir!!!

Una hora más nos costó regresar a donde habíamos dejado las camionetas.

Eran más de las tres de la tarde y estábamos agotados, extenuados y muertos de hambre.

Cuando recuperamos el aliento nos preparamos algo para comer.

En una hora ya estábamos repuestos y con "tanques llenos".

- ¿Vamos hasta la pampa de arena? Pregunta Aldo.

- Si, pero con las chatas, yo no camino un paso más.

Avanzamos por el costado de la vega pero, parecía imposible.
Por la cresta de la lomada que bordeaba la vega..., tampoco fue factible. Los altos túmulos formados por los coirones y la arena que se acumula en su derredor atentaban contra la integridad de las camionetas. Luego de 15 minutos de suplicio por allí decidimos abortar.

- Ya sé, digo. Volvamos al camino, que retrocediendo unos kilómetros es posible que encontramos otro valle que nos acerque de una manera menos traumática.

Así lo hicimos. Encontramos el valle, bastante más arriba y por el nos metimos.

Le pedimos a Carlos que nos espere. Le avisaremos si el camino es viable y nos lleva a donde pretendemos.

A poco de andar nuevamente los túmulos de coirones nos sacuden como en coctelera.
Aldo sufre por su camioneta y está a punto de abandonar.
- Un poco más Aldo, hacia aquella silleta. Seguro que desde allá la veremos.

Sufrimos pero llegamos y la vimos. Allá estaba a nuestros pies.
No la podíamos apreciar en toda su extensión, la misma lomada donde nos hallábamos nos ocultaba parte de su superficie, pero...

- Allá, allá enfrente... me señala Aldo.

Aquello parece un fuerte o unas construcciones sobre la ladera de la montaña.

Miro y, efectivamente. Parecían fortificaciones.
Prolijas y parejas fortificaciones en las laderas de la montaña que custodiaba la planicie de arena, unos metros mas alta que la vega en la que habíamos estado.

Una observación con los prismáticos me permite ver que el tamaño de aquellas rocas que conforman la supuesta fortificación es enorme.

- No, Aldo. Son muy grandes las rocas. No creo que haya habido en este lugar suficiente mano de obra como para mover semejantes rocas a ese lugar.

Pero más allá veo un grupo de rocas que podría tener forma de Pajarraco...

A decir verdad la distancia era mucha y aún con el teleobjetivo no me animaba a afirmar que aquello fuera el Pajarraco, pero...

- Volveremos mañana con mejor luz!!

Esa noche Aldo pretendía hacer un tercer campamento, Carlos deseaba acercarse hasta Antofagasta de la Sierra (hostería) y yo especulaba que podíamos conseguir alojamiento en Los Nacimientos.

Los convencí de arrimarnos hasta allí y, por suerte, una niña nos guió hasta Don Segundo Rodriguez quien aceptó alojarnos en una hermosa y fuerte casa de paredes de piedra que otrora utilizara como depósito de acopio de lana de llama, cuando la actividad de cría en esas montañas era significativa.
Hoy ya no quedan crianceros ni pastores. Nos dice con un dejo de nostalgia por tiempos mejores.

Lo animamos a que oriente su actividad hacia el turismo. Que acondicione los lugares que posee para alojar viajeros aventureros.
Luego nos damos cuenta que practicamente tiene todo acondicionado, la casa donde nos aloja tiene una gran sala y dos dormitorios, paredes de piedra, piso de cemento, puerta y ventanas herméticas y techo de chapa y adobe.
Las camas están hechas, con sábanas limpias y tantas mantas que hay que quitar algunas durante la noche porque parece que uno morirá aplastado por su peso.

Por ahora fallan los sanitarios, solo una letrina con paredes y puerta en los fondos para necesidades fisiológicas, pero afirma haber comprado ya los artefactos y anuncia que la intendencia, con los pocos pobladores de Los Nacimientos, ya han tendido los caños plásticos que llevarán el agua a las casas. Nos muestra el gran tanque de acopio, aguas arriba del arroyo.

También tienen grupo electrógeno que les diera la provincia e instalación eléctrica que hicieron ellos, pero por un tema de jurisdicciones nadie les manda el gasoil para el generador. Ni el municipio (AdlS) ni la gobernación. (?)

Don Segundo Rodriguez resultó ser además la persona que, según Enrique lo reconociera en la expedición anterior.

"Dijo Enrique que dijo D. Segundo"
- Ah... usted es el señor que andaba recolectando plantitas hace 25 años. Si, me acuerdo que el día que encontraron "aquello" habían salido para allá. Señalando en dirección a Vega Los Colorados a campo traviesa.

Esa era la versión de agosto de 2005.

Ahora, puestos a conversar, la versión cambió radicalmente. Del "interrogatorio" a Don Segundo surgió que:
a) Don Segundo no reconoció a Enrique sino, por el contrario:
"-El señor me reconoció y me hizo recordar cuando anduvo por acá en 1982 recolectando plantas".
b) De "esa cosa" Don Segundo no sabía nada.
"-Llegaron la noche anterior y se quedaron a dormir acá, al día siguiente salimos juntos, yo llevaba dos maestros a Antofalla y ellos se detuvieron cerca del mediodía por acá no más, a unos 10 Km. Luego no los volví a ver".

Lo único valorable que rescatamos de aquella conversación era que Enrique había andado por allí en 1982 y que, hasta que se cruzara con D. Segundo en Los Nacimientos no había hallado nada, o por lo menos no se lo comentó en aquella oportunidad a esa persona.


 


Día 6

Esa noche comimos y dormimos muy bien.

Por la mañana, después del desayuno vino la operación de reponer presión a los neumáticos que habíamos desinflado hacía ya dos días.

Con el matafuegos de 7Kg de CO2 la operación fué muy sencilla, en solo 8 segundos por rueda se lograba subir la presión de 22 a 45 libras por pulgada cuadrada.

El plan para ese día era volver a la Vega 3 y tratar de llegar de alguna manera a la gran pampa de arena que se hallaba unos 40 metros más arriba en dirección Noroeste.
Aldo pensaba que se podría subir con las camionetas bordeando la vega por su margen noreste. Ojalá, porque ganas de repetir la maratón de ayer no tengo!!

Trabajosamente bordeamos la vega con las camionetas hasta llegar al pie del talud sobre el cual se hallaba la altiplanicie a la que pretendíamos subir.
Imposible continuar con los vahículos.

¿Quién me acompaña? Preguntó Aldo mientras se disponía a partir.

Esa vez solo se anotó Carlos. Lucho y yo preferimos no someter a nuestros organismos a exigencias a las que no están acostumbrados, en ambientes tan extremos.

Eran las 12:30 cuando partieron hacia arriba munidos de un handy como elemento para comunicarse.
Media hora más tarde ya desaparecían tras el borde superior del talud, y con ellos desaparecieron las comunicaciones. El handy no tenía alcance.

A las 14:30 ya comenzamos a preocuparnos por la falta de noticias y decido subir a ver qué está pasando.
A las 15:00 había arribado al borde del talud y se extendía frente a mi una amplia superficie plana cubierta de arena gruesa, rodeada de suaves cumbres.
Veo unos 200 metros mas adelante, y dentro de aquella pampa, algo así como una isla de pasto amarillo, mas allá asoman unas extrañas rocas negras.

Busco un lugar con un poco de altura para ver si diviso donde andan Carlos y Aldo.
Realmente no los encuentro por ningún lado. Veo, al Sudoeste una pequeña pampita de arena mas obscura unos metros más arriba de donde me encuentro.
También diviso las "fortificaciones" que habíamos visto ayer en la semipenumbra del ocaso. Realmente, con buena iluminación descubro que se trata simplemente de una particular formación rocosa, pero lamenteblemente no son producto del ingenio humano.

Sigo oteando a la distancia para tratar de divisar algo que se mueva, maldiciendo que el apuro en mi partida me hiciera olvidar los prismáticos.
Nadie contesta mis llamados por el handy que llevé, escaso de baterías.

Deduzco que por el único lugar que pudieron irse es por aquella quebrada al noroeste, a unos 1200 metros, justo donde acaba la planicie.
Comienzo a caminar en esa dirección, deteniéndome cada 20 o 30 pasos a recuperar el aliento.

Cuando llego al lugar donde las rocas negras sobresalen de la superficie arenosa, trato de identificar alguna forma.

Si, puede ser. El área que cubren daría para un geoglifo con forma de pájaro, pero faltan piezas. ¿Alguien se las habrá llevado? ¿Las habrá cubierto la arena?

Estoy en esas cavilaciones cuando veo a la distancia dos pequeños puntos que se mueven entre las rocas. Estarán a más de un kilómetro y medio.

Espero que se acerquen y comienzo a chiflarles y a hacerles señas con el reflejo del vidrio del reloj. Logro llamar su atención y allá me contestan.
Escucho a su vez por el handy a Lucho que, preocupado, me modula desde el equipo móvil de una de las camionetas. Con mayor potencia su señal llega donde estoy yo, pero el no logra captar mis débiles respuestas.

40 minutos les llevó a los muchachos atravesar la pampa que nos separaba.
Antes que le diga nada, Aldo me comenta sus sospechas sobre aquellas piedras negras. Coincidimos que muy probablemente aquella sea la locación del Pajarraco de la Puna, pero para quitarse definitivamente las dudas habría que realizar un paciente trabajo de excavación.
Lamentablemente, la perspectiva a ras del piso no da como para tomar una fotografía representativa de aquello, pero buscaremos un mejor punto de observación.

Carlos está exultante por lo que acaban de ver en su expedición. Me cuenta que subiendo por la quebrada que se halla al fondo de esta pampa, encontraron otra pequeña planicie de arena que debieron atravesar para subir a una silleta que resultó ser la divisoria de aguas, tras la cual tuvieron una espectacular vista del Salar de Antofalla.
A toda costa quiere que intentemos llegar hasta allá con las camionetas.

40 minutos más nos insumió descender hasta donde estaba Lucho, allí comimos como desesperados, eran más de las cuatro de la tarde y estábamos sin almorzar.

A las cinco comenzó un intento de subir a la pampa arenosa por la lomada que teníamos a nuestra derecha. Quince minutos de "coctelera" y una "colgada" de Carlos nos convencieron que ese no era el mejor camino.

Bien, por lo que me dicen creo que si retomamos el camino principal y nos dirigimos hacia el abra podremos acercarnos por la cresta de estos cerros al lugar donde llegaron ustedes.

Así lo hicimos y, luego de avanzar bastante por un recorrido tipo montaña rusa, los coirones amedrentaron las voluntades de los conductores a unos 1300 metros de la divisoria de aguas.

Lucho quería ir a toda costa, aunque fuera caminado, yo estaba bastante cansado y Aldo y Carlos esperarían.
Cuando Conejo Negro ya había caminado unos 200 metros, me decido. Iré a ver la divisoria de aguas y el Salar de Antofalla, de paso veré si obtengo un mejor ángulo para ver la planicie donde se encontraba el Pajarraco.

Ahora, sentado frente a la PC y escribiendo esto, parece inconcebible que para recorrer 1.300 metros hayamos tardado una hora, pero la realidad es que no se podían dar mas de diez pasos sin detenerse a recuperar el aliento (lo maravilloso es que a pesar del esfuerzo de los últimos días, no nos apunamos).

Llegamos a la divisoria de agua pasadas las seis de la tarde. En realidad Lucho llegó unos 10 minutos antes que yó (no pude recuperar esos 200 metros, que me llevaba de ventaja, de ninguna manera).

Tomamos fotos, armamos una pequeña apacheta e invertimos otra hora en regresar.

Mientras volvíamos pudimos tener un mejor ángulo, aunque muy lejano, de la pampa donde suponemos yace el Pajarraco.

Ahí está, a la derecha de la "isla de pasto", es la mejor toma que pudimos hacer.

Esa noche nos dirigimos a Antofagasta de la Sierra, allí dormiríamos en la Hostería, comeríamos en lo de "la abuela" y completaríamos tanques y bidones para emprender nuestra próxima aventura; ir a Fiambalá por el Salar de Antofalla y las lagunas del Volcán Peinado.
No sabíamos de nadie que hubiera hecho ese recorrido de norte a sur. Un intimidante arenal en subida amedrenta al más valiente.

¿Seremos unos inconcientes...?

     
EDUARDO CINICOLA      
Octubre de 2.005            


Las Fotos
Fotos Lucho
Fotos Aldo
Fotos Edu
Fotos Carlos

  AdlS / Fiambalá x Vn Peinado  

Todos los tracks y WPTs relevados en esta expedición los encontrará en ViajerosMapas.


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