Nuevo acceso al Vn Galán por lagunas Pabellón
más Real Grande, Colifalla y Escuelita de Ciénaga Redonda
- Catamarca - Argentina -


Foto:Eduardo Cinicola
Lagunas Pabellón - Caldera del volcán Galán

MUSICA de FONDO:


Corría el mes de Octubre del año 2.006. Miryam Colombo nos había pedido ya desde antes de salir de Buenos Aires que debíamos, si o si, buscar, encontrar y llegar hasta una ignota escuelita denominada "Ciénaga Redonda" en la Puna catamarqueña ya que ella llevaba muchas donaciones que nos había hecho cargar en las camionetas.

La verdad es que ni el Colo ni yo conocíamos donde quedaba esa escuelita.

Preguntando en Antofagasta de la Sierra nadie sabía exactamente dónde hallarla y solo algunos la "habían sentido nombrar".

Finalmente recurrimos a nuestro amigo "Adolfo Fabián", gran conocedor de todos los rincones del gran departamento de Antofagasta de la Sierra.

Ese conocimiento lo profundizó por su trabajo de enfermero del hospital de Antofagasta que le requería recorrer todos los alejados puestos (generalmente ubicados en las vegas) y escuelitas de ese vasto territorio, para dar atención primaria a sus escasísimos habitantes. Tarea esta que realizaba recorriendo cientos de kilómetros de desoladas huellas en su moto de 125cc.

Eso lo convertía en el más conocedor de la región y es por eso que acudimos a el por ayuda.

Si, sabía donde quedaba. Pero solo sabía llegar hasta allá y se le hacía muy engorroso a el explicarnos y a nosotros entender cómo deberíamos hacer para encontrarla.

Nada de GPS ni de WPTs ni de Norte, Sur, Este u Oeste, solo para allá y luego allá y más allá.

Francamente puso toda su voluntad y su conocimiento para dibujarnos en un papel aquel precario mapa sin conservar ninguna escala y que nos debería sevir de guía para llegar a nuestro objetivo.

Lo que si quedaba en limpio, es que era por detrás del Salar del Hombre Muerto.

Decidimos entonces que aprovecharíamos para llegar hasta allí cruzando la gran caldera del Vn Galán y luego tomaríamos al norte, hacia el salar, a tratar de encontrar la dichosa escuela.

Ingresaríamos a la caldera por el paso que descubriéramos el año anterior orientados también por Alfredo y siguiendo los pasos de Henry Barret por una quebrada (Cañón de la herradura) que nos permitiría llegar a ella directamente desde Antofagasta de la Sierra, sin pasar por El Peñon.

El único inconveniente que le habíamos hallado a esa entrada por el Oeste al galán, era que nos depositaba fuera de la caldera, unos kilómetros al sur. Por lo que luego deberíamos ascender nuevamente al labio sur para ingresar.

Estudiando las primitivas imágenes satelitales de las que disponíamos en aquel entonces y, previo al viaje, había descubierto que podríamos modificar el último tramo de la traza que seguimos el año anterior para poder "caer" directamente dentro de la caldera, a la alturas de las lagunas Pabellón, que se encuentran en su interior.

Por supuesto ningún vehículo motor había intentado eso previamente por lo que no disponíamos de ninguna referencia ni de la seguridad acerca de que feura factible.

Por suerte Miryam y Hans tenían espíritu aventurero y aceptaron de buen gusto aquella nueva travesía exploratoria que les proponíamos, adobada además con una casi segura visita a "Colifalla", la "Mitica ciudadela dentro de la caldera del Galán".

Otro incentivo eran los petroglifos y pictografías que encontraríamos camino a y en la Vega de Real Grande.

Bien, partamos...
 


Foto:Eduardo Cinicola
Salimos por la RP43 con rumbo Norte para, poco más adelante, desviarnos hacia el Este por una apenas marcada huella en aquel entonces, que nos llevaría hasta la Vega de Real Grande.


Foto:Eduardo Cinicola
La huella va ascendiendo lentamente y luego de pasar por unos increíbles petroglifos en las rocas del piso que ya mostramos acá nos conduce a...


Foto:Eduardo Cinicola
La Vega de Real Grande.


Foto:Eduardo Cinicola
Allí caminando unos metros por el arroyo...


Foto:Eduardo Cinicola
...nos sorprendemos con los primeros dibujos de antiguos pobladores.


Foto:Eduardo Cinicola
Son muchas las pinturas en aquella pared de roca.


Foto:Eduardo Cinicola
Que demuestran la permanencia humana durante prolongados períodos de tiempo en aquel sitio.


Foto:Eduardo Cinicola
Cuando regresábamos a las camionetas veíamos que partes de la vega todavía permanecían congeladas, a pesar que la mañana ya había avanzado bastante.


Foto:Eduardo Cinicola
La traza que habíamos descubierto y marcado en los GPSs el año anterior no parecía para nada transitada.


Foto:Eduardo Cinicola
Solo las huellas de Miguel, que marcha delante, indican una cercana presencia humana.


Foto:Eduardo Cinicola
Ábrete sésamo... y, misteriosa y repentinamente, aquel paredón inexpugnable de rocas se abrió ante nuestros ojos
permitiendo que las camionetas se escurrieran por allí, rumbo a las alturas.

Habíamos vuelto a encontrar el esquivo paso que posteriormente bautizamos como "Paso Barret", y que "descubríeramos" en 2.005.

Es aquél que permite llegar a la caldera del Volcán Galán desde AdlS en un viaje directo,
sin pasar por el Peñón ni por el Salar del Hombre Muerto


Foto:Eduardo Cinicola
El paso sigue siendo "claustrofóbico"...
Se cierra sobre las camionetas...


Foto:Eduardo Cinicola
Su pronunciada pendiente y rústico suelo exige a los motores y neumáticos...


Foto:Eduardo Cinicola
Pero nos deja pasar nuevamente.


Foto:Eduardo Cinicola
Allá arriba, a casi 5.000 metros de altura se abre una amplia altiplanicie por la que deberemos circular
por unos cuantos kilómetros con rumbo al Este, hacia el todavía lejano Galán.


Foto:Eduardo Cinicola

Una pronunciada bajada (por la que hoy, año 2.018, en que publico ésto ya se ha formado un camino),
nos va llevando hacia la vega donde otrora Miguel quedara encajado al caer la noche de aquel dia de invierno de 2.005


Foto:Eduardo Cinicola
Allá está, pero todavía nos restan bajar unos cuantos cientos de metros.


Foto:Eduardo Cinicola
Pero antes, otra pronunciada bajada que luego comprobaríamos que es de muy difícil tránsito en sentido inverso,
se nos interpone.


Foto:Eduardo Cinicola
Ya abajo vemos como, pequeños penitentes en proceso de deshielo, mantienen húmeda aquella vega.


Foto:Eduardo Cinicola
Indefectiblemente debemos cruzarla.
Elegimos su parte más seca para no lastimarla y para no quedar encajados.
Allí están aún nuestras huellas del año anterior cuando estaba más blanda.


Foto:Eduardo Cinicola
Y es allí donde cambiamos el rumbo del track abierto en nuestra expedición previa.
Ahora, con rumbo noreste, deberemos bajar a esa otra vega, cruzarla y luego subir por alguna de esas silletas
que se ven enfrente, pasadas las cuales caeríamos dentro de la caldera del Galán.


Foto:Eduardo Cinicola
Pero, una cosa es decirlo, y otra muy diferente es hacerlo...
La vega nos atrapa ni bien pisamos su borde pretendiendo cruzarla...
Tuvimos que sacarla arrastrándola con el malacate de la camioneta de Miguel.


Foto: HANS
Dimos un gran rodeo para cruzar de una manera más segura la vega pero...
Ya transitando por la orilla opuesta, Miguel se confía demasiado y, con dos ruedas atrapadas por el fango queda inmovilizado.
Mucho más de una hora nos costó sacarlo de allí.
El día seguía avanzando y, Colifalla, nuestro destino, estaba aún muy lejos.


Foto: HANS
Miryam está perdiendo la paciencia.
Aún no sabe que estas travesías exploratorias seguramente acarrearán este tipo de "accidentes".

Habíamos dibujado dos "XX" en ViajerosMapas como trazas tentativas de lo que podía ser un nuevo ingreso (ahora por el Oeste) a la caldera del Galán.
La más ambiciosa nos debería dejar en la costa Oeste de la Laguna Diamante.

Allí encaramos primero y luego de peludear un poco por aquella dura pendiente y ya haciéndose tarde, desistimos de continuar gastado más tiempo y energías por allí. (Finalmente esa nueva alternativa la pudimos abrir unos años después).

Nos quedaba entonces la "alternativa "B" " la "XX" que nos debería depositar, también dentro de la caldera, pero un poco más al sur, a la altura de las Lagunas del Pabellón, o se nos quemaban los papeles .

Comprobar que era practicable nos costó una buena dosis de esfuerzo y buen manejo luchando, a campo traviesa, con esa pendiente ascendente que nos llevaría hasta la silleta detrás de la cual deberían estar las lagunas.


Foto:Eduardo Cinicola
Si, allá estaban, se las veía hermosas.
Y lo importante ahora es que con esta nueva traza se acortaría el ingreso a la caldera viniendo desde Antofagasta de la Sierra.


Foto: HANS
En pocos minutos bajamos la pendiente hasta el nivel de las lagunas.


Foto:Eduardo Cinicola
La felicidad por el logro apenas se veía empañada por lo avanzado de la hora.
Las encajadas en la vega y el tiempo invertido en hallar el mejor track para subir al labio de la caldera, nos habían cobrad su precio.


Foto:Eduardo Cinicola
Por suerte, el tránsito por dentro de la caldera, tal como sabíamos, podía realizarse a buen ritmo por lo amigable del terreno.


Foto:Eduardo Cinicola
Cuando pasamos por las cercanías de la Laguna Diamante (que también se halla dentro de la caldera),
ya el sol amenazaba con ocultarse tras las sierras del Tocontis que allí ofician de borde occidental del gran cuenco.


Foto:Eduardo Cinicola
Es común ver estos torbellinos de sal en horas de atardecer.

Se había ido el sol.
Nuestra previsión era llegar hasta "Colifalla", un abandonado puesto de veranada en aquellas alturas, pero para llegar todavia nos faltaban unos cuantos kilómetros.

La oscuridad nos atrapó mucho antes de llegar.

En esa época todavía no estaban marcadas las huellas hasta Colifalla ni más allá.
Solo disponía en el GPS de los tracks de dos viajes anteriores. Uno el de Piri de la primer incursión en camioneta por allí, La fundación de Colifalla donde habían hecho varios intentos buscando como llegar, finalizando en un recorrido bastante traumático con caidas a profundas hondonadas para luego emprender violentas trepadas entre piedras y campos de coirones y el otro que había grabado yo cuando participé de "La toma de Colifalla".

Lamentablemente entre todo el material que tenía cargado en el GPS, no tenía diferenciado cual era cual, confiado en que lo reconocería en el terreno.

Lo que jamás imaginé fue que íbamos a llegar allí de noche. Y oficiando de navegante el destino de la expedición estaba en mis manos.

Si, se cumpió la ley de Murphy y elegí el track equivocado.
La oscuridad era tal que no podíamos divisar nada en la lejanía, solo los 5 o 10 metros que iluminaban los faros de la camioneta hacia adelante hacia donde, o desaparecia el suelo en una hondonada, o apuntábamos a algo que parecía una pared. Una pendiente casi infranqueable tapizada de túmulos de pasto puna y arena que hacía sacudir las camionetas de forma violenta.

Solo yo sabía que había equivocado el camino.
Luego de las encajadas en las vegas con la perdida de tiempo que ello implicó.
Luego del mal humor que ello provocó en Miryam, el horno no estaba para bollos cómo para decirle que, encima, había equivocado el track y los había metido en el más complicado y tortuoso, y encima, DE NOCHE !!

Le verdad es que sudé bastante (por los nervios) a pesar de los varios grados bajo cero que habían bajado a ese altiplanicie luego que desapareciera el sol.

Creo que ni ella ni el Colo se dieron cuenta del error y pensaron que el sufrimiento de aquel trayecto era el precio insoslayable a pagar para llegar a Colifalla.

Finalmente, cerca de las 23hs, arribamos a aquella "mansión en las alturas".
Sí, una mansión, dado que lo contrario hubiera sido dormir a la intemperie ya que no habíamos previsto carpas para aquel recorrido.

El hallazgo final de Colifalla y la proximidad de una comida caliente preparada diligentemente por Miryam, fue calmando los ánimos.
 


Foto:Eduardo Cinicola
Bien, comeremos algo calentito...


Foto:Eduardo Cinicola
Ese techo y paredes renegridas, tiznados con el humo del carbón nos cuentan de las tantísimas noches frías y solitarias,
al abrigo del brasero, que habrá pasado el pastor acá, a 4.300m de altura para cuidar de sus animales.


Foto:Eduardo Cinicola
Nosotros con nuestras modernas camperas igual lo padecimos.


Foto:Eduardo Cinicola
A pesar de la sequedad del ambiente de montaña, el poco rocío nocturno amanece congelado.


Foto:Eduardo Cinicola
Y no solo en la chapa del techo de las camionetas.


Foto:Eduardo Cinicola
Ese día debíamos emprender camino hacia el norte, hacia el Salar del Hombre Muerto,
en la esperanza de encontrar la Escuelita de Ciénaga Redonda.


Foto:Eduardo Cinicola
Debemos dejar a la derecha al Cerro Redondo y continuar aguas abajo
paralelos al río de los Patos, que acá es poco más que un pequeño arroyo.


Foto:Eduardo Cinicola
Nos sorprende un cartel que en aquel entonces consideramos desubicado...
¿A quién puede ocurrírsele venir a pescar truchas acá en un ambiente tan seco y hostil, en un río que es casi una zanja?
Luego nos enteramos que son muchos los pescadores que, entrando por el Salar del Hombre Muerto, van allí a pescar.


Foto:Eduardo Cinicola
La reberberación por los intensos rayos del sol de montaña hacen desdibujar la silueta de la chata de Miguel que viene detrás nuestro.


Foto:Eduardo Cinicola
Las vicuñas se espantan a nuestro paso. Estas no están acostumbradas a ver vehículos.


Foto:Eduardo Cinicola
Cuando nos acercamos al Salar del Hombre Muerto vemos como un obrero aún trabaja con primitivas herramientas.


Foto:Eduardo Cinicola
Finalmente las indicaciones de Adolfo Fabián resultaron exactas,
Un sencillo cartelito a la vera del Salar nos indicaba que estábamos en la dirección correcta...


Foto: HANS
Pero antes de llegar nos sorprendemos viendo niños y adultos trayendo agua desde una lejana vertiente...


Foto:Eduardo Cinicola
poco más alla, escondida detrás de ese pequeño morrito nos encontramos con
el caserío de Ciénaga Redonda y su precaria escuelita.
Miryam, Hans y Miguel ya están bajando las donaciones, los niños observan intrigados a esos inesperados visitantes.


Foto:Eduardo Cinicola
Verlos parte el alma.
Eran pobres, muy, muy pobres...


Foto:Eduardo Cinicola
Les pedimos que posen para la foto. Queremos llevarnos un recuerdo de ellos.


Convinimos que de ninguna manera haremos la humillante foto del visitante generoso entregándole "regalos" a los niños que deben poner cara de agradecimiento.

Ellos no piden nada, es uno que siente la obligación de ayudarlos, de hacer lo que no hacen los gobiernos.

- o ~ 0 ~ o -

Y hablando de hacer, Miryam Colombo siguió haciendo y mucho por aquellos niños luego de aquella primera visita de octubre de 2.006

Divulgó, convencio a amigos y a grupos de 4x4 que hicieran travesías solidarias. Y las hicieron.

La escuelita comenzó a aparecer en los mapas de GPS y más gente colaboró con ellos.

Machacó y machacó y convencio a las mineras de la zona a que hicieran obras, donaran una ambulancia y ayudaran a esa gente.

y no se detuvo allí. Hasta el día de su muerte acaecida diez años después, siguió insistiendo con políticos y autoridades, hasta coseguir que les hicieran baños, cisternas, agua potable y, hasta la promesa de una nueva escuela que, cuando escribo esto (año 2.019) ya está funcionando.

Aquellos niños que conocimos ya no están más, se han hecho hombres y mujeres adultos. Muchos siguieron estudiando en Antofagasta, o en Belén o en Catamarca. Otros quizá trabajen en las mineras.

Miryam y Hans ya no están más en este mundo, pero dejaron obra, grande o pequeña, no se. Seguramente grande para los involucrados. Muy grande desde mi punto de vista.

Vaya en este simple relato mi orgulloso homenaje para ellos.

Gracias Miryam, gracias Hans.

           
EDUARDO CINICOLA
Abril de 2.019            


Foto:Eduardo Cinicola
Alla, detrás de los cerros quedó la querida escuelita de Ciénaga Redonda.
Ojalá sus alumnitos se hayan convertido en mujeres y hombres de bien...




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