Descendemos 200 metros y volvemos a la precaria ruta internacional que nos arrimará a la frontera con Chile.
Más adelante se cruzan varias veces carretera y vías ferroviarias, siguiendo estas últimas un sinuoso trazado de amplias curvas y mínima pendiente.
Por momentos vemos el corte de las vías en la ladera de la montaña por sobre nuestras cabezas. Por momentos somos nosotros los que estamos más altos y desde allí vemos la víbora de metal enroscándose a nuestros pies.
Vimos varias paradas más o pequeñas estaciones abandonadas.
Decidimos bajar hasta una de ellas y por una abrupta picada descendemos hasta el nivel de los rieles. Es la estación Chuculaqui.
¡Qué desolación, qué soledad, que sensación de insignificancia siente el humano en aquella inmensidad de escarpado terreno!
Me es imposible no pensar en la gente que laboró y vivió allí, en esa casita de piedra al lado de la parada del tren.
¡Qué alegría debió representar para ellos cada vez que un convoy se detenía a dejarles provisiones y noticias del mundo exterior!
¡Qué tristeza cuando el paso de los trenes comenzó a espaciarse!
¡Qué mortal herida cuando dejaron de pasar!
De Chuculaqui decidimos avanzar por sobre los rieles hasta un próximo paso a nivel. Por un momento tuvimos la sensación de viajar en el desaparecido tren.
El abandono se hace patente cuando, en una raja abierta en la montaña para el paso de las vías, enormes rocas desprendidas de la ladera, se acumulan obstruyendo parcialmente el paso.
Por suerte las pudimos esquivar sin tener que recurrir al cabrestante, aunque dudo que hubiéramos logrado moverlas.
- El camino ahora tiene menos curvas y contracurvas, estamos en una especie de altiplanicie por la que podemos circular a mayor velocidad.
Luego asciende y desciende varias veces hasta que comenzamos a divisar la silueta inconfundible del volcán Socompa.
Es impresionante ver en el link el gigantesco movimiento de rocas que provocó el colapso de su cuadrante noroeste.
Mientras dejamos atrás la "entrada principal" a la Salina del Llullaillaco, nos damos cuenta que se nos ha hecho muy, muy tarde para lo planificado.
- La tardía salida de Tolar Grande, sumada a la extensa detención en Caipé hace peligrar nuestra llegada con luz a Mina Julia y la bajada a Mina Casualidad donde teníamos previsto acampar.
Lamentablemente, o afortunadamente, hay que tomarse tiempo para "deglutir" tanto paisaje. Acá no hay monotonía, la sorpresa aguarda detrás de cada curva.
Cuesta imponer un buen ritmo.
Decidimos desistir de llegar al paso Socompa, solo llegaremos hasta las cercanías de la estación Quebrada del Agua, donde intentaremos ver los restos de un gran accidente ferroviario en el que un tren de carga entero se desbarrancó por la ladera, posiblemente luego de chocar con una gran roca desprendida de las alturas de la montaña.
Pasamos por una ténue huella que se abre hacia el sur. La habíamos detectado en las fotografías satelitales y la habíamos marcado como opción para cortar camino hacia la base del volcán Llullaillaco.
Poco más adelante arribamos al sitio del accidente ferroviario.