NAZARENO
Cuesta Azul, Poscaya y Llulluchayoc
~
SALTA - Argentina


Foto: Flavio Yarade

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¡Que problema! Era sábado, estábamos a 2.000 kilómetros de casa y el lunes debíamos ir a trabajar, pero, a más de pretender conocer Cuesta Azul y la posibilidad de ir más al sur (rumbo a Iruya), el día anterior, mientras bajábamos la ultima parte del serpenteante camino, vimos un desvío hacia el norte y una indicación que mentaba "Poscaya".
¿Y si el camino sigue de Poscaya más al norte rumbo a Santa Victoria Oeste?

Ese era un enlace que hace años soñábamos con descubrir, ya que nada de eso figura en los mapas.

El desayuno nos dejó con la lengua afuera. No por lo abundante, sino porque la "cafetería" del pueblo estaba al final de una calle peatonal que consistía en una empinada escalera de infinitos escalones...

Salimos apurados para Cuesta Azul.

La huella era mucho más angosta y precaria. Solo cabía un vehículo por vez.

El paisaje continuaba espectacular.

Íbamos por la margen derecha del Río Nazareno pero manteníamos una altura casi constante mientras el río se hundía en las profundidades que sus propias aguas tallaron en aquellas montañas de barro y canto rodado.

Circulando por esa angosta cornisa nos topamos con un muchacho que arrastraba con su bicicleta unas largas e incómodas varillas de hierro de construcción.

Le ofrecimos llevarlo (era enorme es esfuerzo que hacía arrastrando ese peso en las montañas) y así fueron a parar; la bici a la baca del Defe de Jorge y el muchacho a la butaca vacía del acompañante de Denis.

En esos pocos minutos hasta la llegada a Cuesta Azul lo exprimimos a preguntas por la radio, oficiando Denis de intermediario.

Que cómo se llama ese arroyo, que cómo aquel cerro, y aquellas casitas y esos cuadros de cultivo, y que cuándo llueve y que cuándo truena y mil preguntas más.

Lo que veíamos por las ventanillas nos tenía maravillados.

El río Nazareno corriendo alli abajo, muy profundo. Las montañas a ambos lados que se elevaban hasta el cielo. Los cuadros de cultivo, como esculpidos en las laderas. Los ranchitos que parecían prendidos con alfileres de paredes de roca casi verticales.
 


La zona de la travesía.
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Foto: Flavio Yarade
El regreso de la cafetería


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Foto: Flavio Yarade
Primeros pasos rumbo a Cuesta Azul


Foto: Alejandro Danzi
La huella está un poco menos marcada


Foto: Alejandro Danzi
La cornisa tiene el ancho justo para una Land Cruisser con cubiertas 35


Foto: Flavio Yarade
Afueras de Nazareno.


Foto: Carlos Lucchini
Mucho laboreo y mucho verde en las laderas.
Es que Nazareno está a poco más de 3.000 metros de altura y con abundante humedad.


Foto: Carlos Lucchini
Mucho más alto, más tareas de laboreo e importantes edificaciones.


Foto: Carlos Lucchini
Por momentos al ambiente parece casi selvático.
Todo a causa de las nubes que logran colarse por entre esas montañas
como viéramos el día anterior mientras descendíamos.


Foto: Alejandro Danzi
Cargando la bicicleta en el portaequipajes.


Foto: Alejandro Danzi
Y las varillas en la chata de Denis.


Foto: Carlos Lucchini
También, entre campos prolijamente arados, vemos construcciones "de los antiguos", como les laman ellos.


Foto: Carlos Lucchini
Estos círculos de piedra son muchísimo más antiguos.


Foto: Flavio Yarade
Más verde y cornisa...


Foto: Carlos Lucchini
Otro conglomerado de viviendas y cultivos.
Arriba y a la izquierda más...


Foto: Carlos Lucchini
Un acercamiento


Foto: Carlos Lucchini
Allá arriba otro más.
Según el chico de la bicicleta cada una de esas "comunidades" tiene su nombre:
Los Álamos, El Milagro, Campo Grande...


Foto: Carlos Lucchini
Otra casita colgada del cerro.


Foto: Flavio Yarade
Y otras más allá en frente.
Allí incluso logramos distinguir la torre de una capilla


Foto: Flavio Yarade
La cornisa


Foto: Flavio Yarade
Camino destruído


Foto: Flavio Yarade
Más cornisa


Foto: Flavio Yarade
Y más


Foto: Flavio Yarade
Y más.
La gigantesca Land Cruisser, cabe con calzador en el camino.


Foto: Carlos Lucchini
Allá en frente vemos muchas más terrazas de cultivo de antigua data y actualmente abandonadas
lo que nos habla de una población más numerosa que la actual en tiempos pasados.


Foto: Carlos Lucchini
Tomando aire.
Observen el caserío abajo y en la lejanía.


Foto: Carlos Lucchini
Finalmente, luego de una curva...


Foto: Carlos Lucchini
Aparece Cuesta Azul.


Llegamos a Cuesta Azul eufóricos.

La huellita acababa en una minúscula placita con juegos para niños.

Cinco camionetas llegaron intempestivamente a aquel apacible poblado.

Ocho energúmenos bajaron a los gritos.

Mientras yo me subía a la bicicleta del muchacho que habíamos levantado en el camino, otros se subían a los juegos para niños a hacer chiquilinadas.

No nos dábamos cuenta que los escasos pobladores nos miraban con ojos desorbitados.

Dejamos las camionetas allí y nos fuimos sacando fotos a troche y moche, a gatos, perros, chicos, ancianos, chivos, montañas y casas, como japoneses de excursión.

A los 200 metros paramos frente a un balcón natural frente al cual se abría el valle por el que se escapaba el Río Nazareno.

La vista nos convenció que era imposible siquiera intentar bajar por el Río Nazareno con rumbo a Iruya. Este corría unos doscientos metros más abajo con paredes casi verticales que nos impedían de cualquier modo descender.

Allí estabamos extasiados con aquel paisaje inabarcable, cuando escucho a mis espaldas que en tono severo alguien le inquiere a Lucho acerca del por qué de nuestra presencia allí y a quién le habíamos pedido permiso para entrar a la "comunidad".

  • ¿Cómo permiso? ¿Qué permiso? ¿A quién y por qué vamos a pedir permiso?

Y allí se dio el choque de culturas en pleno siglo XXI.

Si de culturas. Porque para aquellas comunidades aborígenes, su comunidad no es un "pueblito" o un "pueblo" tal como lo vemos nosotros.

Su comunidad es SU casa y como tal es lo que nosotros consideramos una "propiedad privada", casi como un "barrio cerrado".

Costaba entendernos y ponernos de acuerdo.

  • Las montañas tambien son nuestras, y si quieren tomar fotos tienen que pagarnos. Seguramente ustedes van a ganar mucho dinero con esas fotos y a nosotros no nos queda nada.

Eran argumentos que nuestro grupo no entendía, pero que ellos veían como único provecho que podían sacarle a esos que vienen, ahora que hay camino, y que les dicen que son turistas.

  • No queremos turistas, no los necesitamos. No queremos que ocurra lo que ocurrió en Iruya en donde se perdió la paz, perdimos nuestra identidad, nuestros hijos aprenden costumbres extrañas. Los visitantes ensucian todo y solo dejan basura.

Eran un grupo de "activistas" que luego, ya más calmados, nos cuentan que habían ido a Salta capital a manifestarse también en contra de la apertura de la Hostería Provincial que estaban construyendo en Nazareno, aquella fastuosa construcción, que solo les llevará gente extraña, intranquilidad y desasosiego...

Luego nos cruzamos con la maestra que, por supuesto, no es natural del lugar sino que la mandaron a trabajar allí. Ella, que ha tenido más contacto con el "mundo exterior", ve con agrado la llegada de visitas. Pero eso no alcanza, los que tienen que estar convencidos son quienes han nacido, viven y crecen allí.

Lamentablemente sus argumentos no son para ser desdeñados. Sus razones son fundadas. Pero lamentablemente también, ahora para ellos, va a ser imposible que detengan la marea humana que tarde o temprano los "invadirá". Solo deben estar preparados para poder sacar algún provecho cuando ellos suceda.

Quizás el provecho no sea tan simple y sencillo como cobrar por sacarle una foto a las montañas, quizás tengan que aprender a brindar algún servicio a cambio de un cánon.

Quizas también vengan acaudalados, que se hagan de la Hostería "Provincial", que se hagan de las tierras de los nativos y den ellos los servicios y cobren ellos por ver el paisaje a través de las ventanas de sus hospedajes, quizás...
 


Foto: Carlos Lucchini
Adueñándome de la bicicleta del muchacho que acarreaba materiales de construcción


Foto: Carlos Lucchini
Dos grandulones en los juegos para niños.


Foto: Carlos Lucchini
Ellos nos miran azorados.


Fotos: Flavio Yarade
Como japoneses con cámara nueva, todo y todos eran fotografiados.


Fotos: Carlos Lucchini y Flavio Yarade


Fotos: Carlos Lucchini y Flavio Yarade
Chicos, grandes, chivas, ancianos...
¿Pedir permiso? ¿Para qué?


Foto: Carlos Lucchini
En un balcón natural, disfrutando el paisaje.


Foto: Flavio Yarade
Con cara de pocos amigos, y con razones sobradas...


Foto: Carlos Lucchini
Otras postales de Cuesta Azul.


Foto: Carlos Lucchini


Foto: Carlos Lucchini


Foto: Carlos Lucchini
La famosa bicicleta y su "verdadero" dueño.


Foto: Carlos Lucchini
Para allá, al sur, se va el Río Nazareno en busca del Bacoya y luego del Iruya
Impensable meter las chatas por allí.

 

PERO ESTO NO TERMINARÍA ALLÍ
NOS HABÍAN QUEDADO ALGUNAS COSAS EN EL TINTERO
...


  Sigue acá...                        

           
EDUARDO CINICOLA
Noviembre de 2008            



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