Salimos no muy temprano de Fiambalá rumbo al Paso de San Francisco.
Dos horas mas tarde abandonábamos el asfalto con rumbo a los volcanes.
De entrada no más, una pronunciada y larga cuesta de arena hizo cinchar a los motores y elevar un poco la temperatura.
Llegados arriba se abre el paisaje del gran anfiteatro de montes eruptivos que, como ya mencioné, tienen la particularidad de ser los más altos del planeta.
Son imponentes, intimidantes. Uno no puede dejar de imaginar lo que debe haber sido aquello cuando, en actividad, disputaban por quien "eruptaba" más alto.
Allí vemos las huellas de aquella "batalla".
Gigantescos ríos de lava solidificada, enormes y renegridas rocas redondas que, como saetas, salieron catapultadas de aquellos cráteres rugientes para caer a varios kilómetros de distancia.
Asi vemos en las laderas del Incahuasi las "bombas" que le arrojara su vecino el Vn Rojo y la lava del Negro que avanzaba lentamente hacia el Rojo para rodearlo como quien sitiara un castillo medieval.
Sorprendentemente vemos mucha nieve en sus cumbres.
Es el segundo verano en que veo más nieve en los cerros que en pleno invierno.
¿Será el fenómeno de la Niña? ¿Será el Niño? ¿Seran efectos colaterales e insperados del calentamiento global?
¿Será la "globalización" y el enfriamiento de las economías por la crisis mundial?
No sé. Pero es placentero ver nuevamente la nieve coronando las testas de estos monarcas.
Hacía varios años que aún en pleno invierno lucían tristes y "desnudos".
El cerro Nacimientos del Cazadero (gran volcán renegrido) nuevamente se vistió de blanco en pleno enero.
Solo el "Ojos", el más grande entre los grandes, permanece con la cima "limpia". Ya le tocará también a el una tormenta localizada.
Penetrar a la arena de ese circo no es fácil. Hay que atravesar un endemoniado pedregal cuyos filos se ensañan con los laterales de las cubiertas de las chatas.
Hay que avanzar y retroceder, girar y balancearse. Todo a paso de tortuga, con el copi abajo buscando la mejor traza y guiando al piloto. Las chatas se retuercen.
Cuando pasamos ese pedregal que, cual foso con cocodrilos defiende el centro del anfiteatro, las amígdalas se nos cierran repentinamente frente a una bajada espeluznante.
Aldo no quería tirarse por nada del mundo, hasta que le aseguré que conocía una salida "secreta" que nos sacaría de allí sin necesidad de remontar esa ladera imposible.
Esa sería solo la primera de varias "mentirillas" inofensivas que infunden confianza.
Nos deslizamos luego por una gran superficie plana cubierta de pequeños guijarros que nos permiten andar más cómodamente.
Todo nuestro derredor está cubierto de volcanes.
El Rasguido, el Rojo, el Nacimientos del Cazadero, el Negro, el Walter Penk, el Muerto, el Gendarme Argentino, más atrás el Ojos del Salado, el Medusa, el Fraile, el gigantesco Incahuasi, el "Cerro de las Lozas", y muchos más sin nombre conocido.
Nos observan...
En realidad nos perdonan la vida, les da mucha lástima nuestra insignificancia...
Seguimos avanzando. Estoy ansioso por llevar a Aldo hasta donde debería estar su deseada Tambería.
Conozco un lugar donde la veremos desde arriba, teniendo una visión panorámica.
Por lo que vi en las fotos satelitales, estaba en una profunda grieta en forma de "V" que partía al medio una gran meseta.
Deberíamos subir por la parte norte a la meseta y con rumbo sur avanzar hasta toparnos con la grieta.
Desde arriba deberíamos ver la Tambería...
A buen ritmo pasamos temprano por dos campamentos que hiciéramos en ocasiones anteriores.
El deseo de llegar hizo que Aldo trepase con los magros 86HP de la Toyo aspirada, en un solo intento a la meseta, operación que en viajes anteriores costara varias escaladas fallidas a chatas mucho más potentes.
La meseta no era ningún billar. Había que andar lento y con cuidado esquivando grandes y filosas piedras por varios kilómetros.
Llegué primero al lugar desde donde suponía que se debía ver.
La curvatura de la pendiente de la grieta no permitía que viera el fondo. ¡Debería caminar!.
Bajar el equivalente a unos 15 pisos, estando a 4.700 metros de altura y con poco oxígeno, no es una tarea que me resulte grata, pero confieso que la intriga me carcomía el bocho a mi también.
Bajé lentamente, pensando a cada paso que todo lo que bajara luego lo debía remontar.
Cuando finalmente vi el hilo de agua al fondo del barranco, busque su origen, donde debería estar la vega en la que debería estar la tambería. Eso era hacia mi derecha, pero una curva en la gran raja me impedía ver.
Lamentablemente mi olfato me falló y estaba desfasado unos 300 metros del lugar a investigar.
Lentamente, de a 5 pasos y 15 inspiraciones/expiraciones, fui remontando lo que había bajado.
A los diez minutos estaba nuevamente al lado de mi camioneta.
Aldo, que había guardado celosamente el WPT con la ubicación exacta de la tambería, había dejado la Toyota alli y, junto con Gabriel se fueron 300 metros a la derecha para intentar descubrirla.
Mi ánimo y mis piernas no daba para más, asi que allí me quedé, junto al Conejo Negro esperando ansiosamente las noticias que traerían Aldo y Gabriel.
La cara de Aldo lo decía todo. No necesitábamos explicaciones.
El paso cansino, los brazos caidos y el gesto triste nos anticipaban lo que hubiéramos deseado no escuchar.
- No es una tambería, es una vega con unos cursos de agua que se asemejan a cuadros y corrales...
Pobre Aldo. Estaba muy ilusionado, pero esa era solo una ficha de las que jugaríamos en en tema arqueológico.
Todavía faltaban unas construcciones precarias que había visto, sin investigar mayormente, en anteriores expediciones.
Faltaban los misteriosos círculos de la Salina de la Laguna Verde, faltaban las extensas rastrilladas que descubriéramos en GoogleEarth.
Se estaba haciendo tarde. Debíamos hallar pronto un lugar donde acampar, los 4.700 msnm de la meseta no la convertían en lugar ideal para dormir nuestro primer día en la montaña. Intentaríamos bajar unos metros hasta las orillas del río Cazadero.
De el nos separaba un desnivel de 260 metros que había que descender por una quebrada de no más de 800 de longitud, tapizada de grandes cantos rodados.
Aldo no me creía cuando le aseguraba que ya nos habíamos tirado por allí en otras oportunidades y me miraba con cara de desconfianza.
En la quebrada con forma de "V", las piedras mas grandes se ubicaban justo en la trayectoria que debían tomar las camionetas.
La cherokee podía andar "de costado" trepada en uno de los laterales de la "V" para esquivarlas, pero la pesada Toyota deslizaba su cola hacia el vértice de la "V" en cuanto su conductor intentaba eludir las grandes bolas de roca.
Conclusión Gabriel a pié corriendo piedras mientras nosotros los esperábamos abajo.
No digan nada, pero a Aldo no le gusta ni un poquito andar con la chata "escorada".
Llegados a las orillas del Cazadero, apuntamos aguas abajo, con la intención de llegar a una vega mucho mas grande que se halla a unos kilómetros de allí para armar el campamento a la menor altura posible.
A poco de andar vemos que el valle se va angostando y el río corre muy abajo y encajonado entre dos altas paredes. No valía la pena seguir insistiendo. Ya se venía la noche.
Finalmente dormimos a 4.250msnm. en las butacas de las camionetas enfundados en sacos de dormir.
Unos ténues copos de nieve, que caían cuando nos acostamos, nos metieron un poco de preocupación.