... un descubrimiento...
- Mirá, mirá, esa huella sube en caracol a la cima de aquella montaña... ¿vamos?
Hay ciertas preguntas con respuesta obvia, sobre todo con los compañeros de expedición con que contaba.
A los veinte minutos ya estábamos girando y ascendiendo en caracol a un pico perfectamente cónico de casi 4.500 metros de altura.
La angostísima y trabada huella estaba laborada por una topadora.
En realidad había tantas huellas que se cruzaban y entrecruzaban, muchas de ellas terminando en la nada que a Pièrre se le ocurrió que aquello era una "escuela de operadores de topadoras", allí rendirían el exámen final de su carrera.
Para nosotros era un laberinto. Para las camionetas un suplicio.
Retomes de altísima pendiente que requerían dos y hasta tres maniobras con la cola o la trompa avanzando hacia el precipicio, hacían crujir las transmisiones conectadas en 4x4.
Finalmente llegamos a una pequeña planicie entre dos cimas, a pocos metros de su cúspide.
Jorge medita sobre continuar a pié hasta la cima, mientras yo elijo trepar con la chata a la otra cumbre (un poco más alta).
Elijo una mala traza, con mucha pendiente y piedra suelta y la Cherokee, a mitad de camino, bufa escarbando el suelo sin conseguir la adherencia y sustentación necesaria para subir tantos kilos de hierro por allí.
Bajo y Piérre decide acompañar a Jorge en su caminata.
En el interín Denis nos sorprende llamándonos por radio desde su camioneta, subido a la cima que me había negado el acceso.
Ni bien baja de su incursión pedestre Jorge se monta a su Toyota a imitar a Denis.
Con el orgullo herido, no me queda otra posibilidad que exprimirle todos sus HP a la Cherokee "exigiéndole" que nos lleve también a la cima a nosotros.
Con sus 4.578 metros de altura es el cerro más alto de los alrededores y allí estamos nosotros, estacionando las camionetas en la pequeña superficie de su cima.
El paisaje es soberbio. Tenemos visibilidad hasta el horizonte en los 360 grados de nuestro derredor.
Miramos, fotografiamos y disfrutamos de aquel momento.
Estábamos exultantes, habíamos logrado el objetivo que se nos negara unos meses atrás; llegar al Paso de los Patos Norte, con un premio extra, habíamos coronado la cima de uno de sus centinelas con las camionetas y paladeábamos un paisaje inacabable.
Allí cerca estaban los pasos fronterizos de "Las Coipitas" y de "Doña Rosa", son históricos pasos de mulas y arrieros un poco más altos que el de los Patos.
- ¿Qué les parece si intentamos llegar a ellos?
¿Les comenté de las preguntas de respuesta obvia...?
Tuvimos que transitar unos miles de metros, paralelos a la frontera y con rumbo norte, del lado chileno del límite.
Unos pocos cientos de metros a campo traviesa nos llevaron prontamente al Hito XIII-62 "Paso de las Coipitas" de 4.278 metros de altura. Fotos y vuelta a circular con rumbo norte casi sobre el filo hacia el siguiente y cercano objetivo.
En pocos minutos llegamos al "Paso de Doña Rosa" (Hito XIII-64). Allí podemos observar como una desdibujada huella de animales desciende abruptamente hacia Argentina.
Miramos hacia abajo y divisamos como la senda se mete entre dos cerros con una gran vega en el medio.
Denis quiere bajar por allí.
Yo tengo mis reservas. Si la vega es cenagosa (como la mayoría de ellas) podemos quedar atrapados en una inmensa trampa. El dato que necesitamos es asegurarnos que aquella violenta pendiente por la que estamos descendiendo tiene la suficiente adherencia como para poder remontarla, si la vega, 1.000 metros más abajo, no nos deja pasar.
Yo siento que, aun en bajada las ruedas de la Cherokee, se hunden en esa mezcla de arena y pedregullo sin "grip".
- Por que no te detenés e intentás probar si podemos regresar. (Le pido a Denis que, en su ansiedad, había tomado la delantera).
Fue la dura prueba de fuego.
Tan solo intentó girar a la izquierda para regresar y la camioneta seguía deslizándose de costado hacia el fondo de la quebrada.
La pendiente (que dentro de los vehículos no se notaba) era tan pronunciada que la TLC estuvo a punto de volcar de costado.
Era imposible. Cada intento de Denis por regresar lo llevaba más abajo o sus ruedas se hundían en esa blanda e inconsistente superficie de arena y pedregullo.
La única alternativa era intentar ayudarlo con un malacate o sirviéndole de ancla para que el utilice el suyo, pero estaba muy lejos, totalmente fuera del alcance de los cables de cualquier malacate.
Jorge prueba con su Toyota y ve que, con cuidado y pisando los sectores más duros, puede bajar unos cuantos metros con posibilidad de regresar.
Avanzó y con un meticuloso y arduo trabajo de dos malacates enfrentados, pudieron sacar a la pesada Land Cruiser de Denis hasta un lugar más firme.
Regresamos al filo, volvimos a circular con rumbo sur hacia el Portezuelo del Castillo por territorio chileno, regresamos a Argentina y descendimos.