Continuamos avanzando y parando, avanzando y parando, deteniéndonos a cada rato a observar, disfrutar de ese espectáculo grandioso e inexplicable, intransferible que provoca las más variadas sensaciones y la necesidad, perentoria pero vana, de intentar captar y meter todo aquello dentro de las cámaras.
Mejor aprovechemos para vivir el momento, para llenarnos el pecho y el alma de paisaje, para descubrir y dar razón de la existencia de un creador.
El “gallego” no puede entender esa grandiosidad, esos inmensos espacios, ese horizonte de volcanes, todos de más de 6.000 metros de altura. Nosotros tampoco, a pesar de ser visitantes “casi asiduos” de la región.
Cada vez que vamos, la emoción nos embarga. Y surge en nuestro interior una necesidad incompresible de tirarnos al piso y entrar en contacto con esa tierra, con esa naturaleza a la cual pertenecemos (a pesar que nos encapsulemos en ciudades).
Seguimos.
Avanzaremos tranquilos. Andamos con tiempo ya que ese día no penetraremos más allá del lugar previsto para el campamento a 4.400 metros de altura. Internarnos más implica seguir subiendo y, el “golpe” de dormir en la primera noche a 4.400 sin aclimatación ya es demasiado como para “estirarlo” más allá. Aún así seguramente tendremos tres o cuatro apunados (es estadístico).
Pasar una noche apunado, para quien lo sufre, es tremendo. A la falta de oxígeno y el frío que padecemos todos hay que sumarle una terrible cefalea y estómago revuelto inclusive con algunos vómitos nocturnos (lo que implica salir o al menos intentar salir de la carpa).
El amanecer es definitorio, si “el paciente” no mejora debe bajar inmediatamente para prevenir los temibles edemas pulmonares o los más mortales edemas cerebrales.
Olvidemos por ahora los edemas y el “soroche” y continuemos recorriendo, subiendo y bajando, sin marcas, sin huellas, sin carretera, sin “carriles”.
Allá se larga el santiagueño Arturo a trepar la ladera del Ojos de las Lozas en su moto enduro. Alla atrás nos entusiasmamos nosotros a seguirlo en la Cherokee. Subimos y subimos. Parece que las posibilidades se acaban pero no, podemos seguir. Le apuntamos a su cumbre secundaria y, en poco tiempo estamos apoyando las cuatro ruedas de la chata en su aguda cima. Pampa celebra haber batido su propio record de altura en tierra. Llegamos a 5004msnm. En la cumbre secundaria del Vn Ojos de las Lozas.
Nos asomamos a ver a nuestros compañeros que se han quedado a esperarnos que regresemos de nuestra “travesura” y, allí los vemos. Las chatas, pequeñas, insignificantes se mimetizan con las rocas del entorno. Bajamos apurados y embalados por esa empinada pendiente, a más de 60Km/h hasta que una grieta labrada por la lluvia nos hace pegar un lindo salto.
Todos teníamos el WPT del lugar previsto para el campamento, así que cada cual eligió lo que consideraba el mejor camino para arribar a el. Unos fuimos por unas cimas redondeadas, tirándonos luego a la quebrada por la que discurría el seco lecho de un arroyo y otros hicieron algo similar más al Oeste.
No eran las cinco de la tarde cuando llegamos al mismo sitio donde armamos campamento 5 años atrás. Un lugar no recomendable, el lecho de una confluencia de dos arroyos secos… secos mientras no lloviese, pero estaban reuniéndose unas oscuras nubes en el cielo.
El problema era que, fuera de allí, todo eran rocas puntiagudas y poco “amigables” como para echarles la carpa encima. Decidieron correr el riesgo.
Yo no tengo ese problema porque me acostumbré a dormir en la camioneta. La pereza de armar carpa y mucho más la de desarmarla a la mañana hizo que me encariñara con las butacas de la Chero. Allí, enfundado en mi bolsa de dormir, he pasado mis mejores noches en la cordillera, y les aseguro que fueron unas cuantas ;o) .
El asunto es que a medida que íbamos llegando al campamento iban cayendo los “heridos” por la puna. Los motociclistas eran mayoría. Claro, su esfuerzo de domar corceles de acero, parados en pedalines transitando arenales y esquivando traicioneras piedras con varias inevitables caídas (y levantadas) sobre sus almas, los ha dejado “fuera de combate”.
Los que pudimos cenamos algo y temprano, muy temprano, nos fuimos a dormir.
Doce horas después abandonaríamos nuestros capullos cual gusanos que se convierten en mariposas…. Jajajaj