Una región desolada con mucha historia |
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Pero así como lo ignoramos, tuvimos que volver a ver que es lo que indicaba,
Porque no hallábamos la manera de salir de aquel lecho encajonado entre altas bardas de arena.
La vegetación comenzaba a cambiar, ya no eran achaparrados arbustos espinosos...
Y con su "balde" !!
Tal es la importancia de este implemento para ellos, que hasta existe entre sus festividades, la mismísima "Fiesta de la Batea",
Nos despedimos de esta amable gente y continuamos con rumbo norte.
Según el GPS estábamos prontos a llegar al punto "Tucumanao".
Por fin nos sacaríamos la incógnita.
Ya transitábamos por una senda/huella que por momentos se angostaba como para que solo pasen animales, y cada tanto presentaba bifurcaciones en las cuales debíamos tirar la moneda eligiendo por cual tomar.
Varias veces elegimos mal y terminamos en la nada, en un monte muy cerrado, en un "rulo" que nos llevaba nuevamente al lugar de donde veníamos o en alguna zanja que no conducía a ningún lado.
Finalmente, y por caminos distintos, llegamos al Tucumanao.
Grande fue nuestra sorpresa...
Lamentablemente, del cacique Tucma no queda nada allí.
Nada ha quedado de ellos, por lo menos acá.
Ya se iba el sol, debíamos buscar un lugar donde acampar.
Al día siguiente nos quedaba investigar esos extraños pircados, canales o caminos que viéramos en las fotos de Google Earth un poco más al norte.
¿Sería que el IGM había ubicado mal en sus cartas el verdadero centro del Tucumanao?
Terminaba así la segunda jornada de aquella extraña travesía.
No habíamos hallado nada espectacular en el punto señalado como "Tucumanao" en las cartas del IGM, pero habíamos recorrido paisajes nuevos, distintos, que nos habían sorprendido y nos habían permitido disfrutar también del manejo de nuestras camionetas en terrenos difíciles.
Los campamentos y su mística eran la frutilla del postre que coronaba los riquísimos platos con los que nos homenajeaba Javier.
Como mencioné antes, para el día siguiente nos quedaba investigar esos extraños pircados, canales o caminos que viéramos en las fotos de Google Earth un poco más al norte.
¿Sería que el IGM había ubicado mal en sus cartas el verdadero centro del Tucumanao?
Si, aquel balde de cuero, con el que sacan el agua de sus aljibes es el que les dá la denominación a esos puestos.
Claro, allí el agua es un tesoro, y el lugar donde había un pozo y un balde para extraerla de las entrañas de la tierra
merecía figurar en los mapas, pues podía ser la diferencia entre la vida y la muerte del viajero.
FOTO: Aldo LOMBARDI
Seguimos adelante, ahora sí transitando en aquel bosque cubierto de cadáveres vegetales.
FOTO: Aldo LOMBARDI
Algunos, verdaderos "patriarcas" que murieron de pié y allí se mantienen, aún erguidos.
Mientras, una oleada de nuevos retoños lucha por recuperar su espacio, su lugar, en aquel valle de Paccipas.
FOTO: Aldo LOMBARDI
En vida debe haber sido un ejemplar espléndido, brindando una gran superficie de sombra.
FOTO: Eduardo CINICOLA
Pasamos por un puesto que parecía abandonado...
FOTO: Diego TOGNETTI
Seguimos camino.
Desapareció la arena y ahora la tierra tipo talco, reseca y suelta comienza a formar guadales.
FOTO: Javier LEPEZ
Comenzamos a ver animales "sueltos".
Asnos.
FOTO: Eduardo CINICOLA
Y más asnos.
FOTO: Diego TOGNETTI
Tambien una cerda y sus cerditos...
FOTO: Eduardo CINICOLA
Así llegamos a otro puesto...
FOTO: Aldo LOMBARDI
En realidad otro "Balde".
FOTO: Eduardo CINICOLA
Aquí encontró finalmente Javier su famosa batea.
Las bateas son un elemento muy importante en la vida de estos pobladores,
hechas de un tronco de madera de una sola pieza ahuecada tiene múltiples aplicaciones,
hasta como utensillo de cocina (esta era la parte que le interesaba a Javier).
en la que los pocos habitantes de la zona tienen un pretexto de reunión e intercambio de mercaderías y manualidades, así como de experiencias.
FOTO: Diego TOGNETTI
Los chicos, extrañados con esta visita inesperada, nos mostraban sus trabajos manuales con plumas de ñandú.
FOTO: Diego TOGNETTI
No sabemos que estaría pensando, pero se alegraron mucho con las galletas y dulces que les regalamos.
FOTO: Diego TOGNETTI
Hasta nos retribuyeron los regalos con una exquisita "tortaparrilla".
FOTO: Eduardo CINICOLA
Y nos mostraron su tesoro...
FOTO: Aldo LOMBARDI
Dos manos completas de puma, con sus garras, embalsamadas.
Lo habían cazado sus padres en la zona porque les diezmaba el ganado...
FOTO: Aldo LOMBARDI
Por suerte ahora las chivas están más seguras.
El que lamentablemente no tuvo tanta suerte fue el puma...
Por fin veríamos si quedaba algo más que el nombre del "imperio" de cacique Tucma.
FOTO: Aldo LOMBARDI
Por distintos caminos llegamos al Tucumanao...
FOTO: Eduardo CINICOLA
Y allí nos encontramos con el casco de una "estancia"...
FOTO: Diego TOGNETTI
La Estancia San Nicolás...
FOTO: Eduardo CINICOLA
Una minúscula capilla...
FOTO: Eduardo CINICOLA
Con su altar, donde por supuesto está ubicado el moreno San Nicolás.
FOTO: Aldo LOMBARDI
Caballo...
FOTO: Aldo LOMBARDI
Lazos de tiento...
FOTO: Javier LEPEZ
Herramientas de laboreo...
FOTO: Javier LEPEZ
Un carro...
FOTO: Javier LEPEZ
Ropa tendida y un perro...
FOTO: Javier LEPEZ
Una vieja camioneta Dodge, descompuesta, sin ruedas y
con un filtro de aire en inmersion de aceite, estratégicamente ubicado
para circular por aquellos interminables guadales.
FOTO: Eduardo CINICOLA
Y el monte ralo,
Nada más...
A diferencia de civilizaciones como incas, mayas o aztecas o los mismos diaguitas, quilmes o tolombones, que construian sus casas y templos en la duradera roca, estas tribus seminómadas de llanura, seguramente confeccionaban sus construcciones con los elementos perecederos del lugar; adobe, madera y ramas.
FOTO: Javier LEPEZ
Nos vamos decepcionados del "Tucumanao" y, en nuestro camino al norte, nos encontramos con este paisaje fantasmagórico.
Kilómetros de bosque "petrificado"...
FOTO: Javier LEPEZ
¿Qué fenómeno climatológico habrá producido esta mortandad en masa?.
FOTO: Eduardo CINICOLA
Es un ambiente "raro", sobrecogedor...
Nos dá la sensación de que allí ocurrió una gran calamidad ecológica.
FOTO: Eduardo CINICOLA
Se vino la noche.
Y con ella el campamento...
FOTO: Aldo LOMBARDI
Nuestro chef a domicilio, preparando fuego e implementos para sorprendernos con otra de sus exquisitas preparaciones.
FOTO: Javier LEPEZ
De la comida no quedó testimonio, pero si de la lavada de platos...
FOTO: Javier LEPEZ
Le tocó a Diego, y parece que mucha gracia no le hizo.
FOTO: Javier LEPEZ
Igualmente recibió el apoyo moral de sus compañeros hasta último momento.
FOTO: Javier LEPEZ
Llegó la hora de la contemplación.
Llegó la hora de disfrutar de esos cielos inmensamente estrellados.
EL VIDEO
Esta aventura comenzó acá...
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EDUARDO CINICOLA
Agosto de 2011 |
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