Bañados del Pantano - Bolsón de Pipanaco - Valle de Paccipas:
Una región desolada con mucha historia

Día 2


FOTO: Diego TOGNETTI
¿Desierto?

MUSICA de FONDO                     [volumen]........


Dormimos esa primera noche a la vera del Río Seco.
Recién habíamos recorrido un tercio de la travesía del "Valle de Paccipas", donde se encuentran los Bañados del Pantano y el Salar de Pipanaco.

Estaba intrigado en llegar a un punto marcado en las viejas cartas topográficas del Instituto Geográfico Militar, como "Tucumanao".

Imaginaba que allí encontraríamos el centro del gran ¿imperio? del cacique Tucma.

Algo debería haber.

Las fotografías satelitales de Google Earth, de no máxima definición en la zona dejaban ver muy poco. Solo algunas líneas rectas que asemejaban paredes, canales o algún camino, pero su ubicación no coincidía con la de las cartas del IGM.

¿Es que estábamos viendo otra cosa y nada quedaba de la cabeza del "imperio" ?

En realidad ese "imperio" que menciono no era tal, sino más bién una gran zona de influencia de las decisiones del cacique Tucma allá por el año 1545, sin que ello llegara a conformar un estado organizado. Ni siquiera rico en bienes materiales. Luego veremos que en toda la zona que se denomina el Tucumanao había decenas de "tribus" o parcialidades, cada una con su jefe o cacique, de los que se distinguieron Juan Calchaquí y el cacique Chelemín, quienes encabezaron sendas revueltas generales, logrando aglutinar a la mayoría de esas tribus, en contra del conquistador español en tan tempranas épocas como 1.561 y 1.630.-

Desarmamos nuestro campamento y volvimos a meternos entre arena tierra y matorrales.

El próximo posible gran obstáculo sería el Río Belén, al que deberíamos vadear por alguno de los dos o tres lugares que habíamos elegido con la parcial información que nos brindaban las fotos satelitales. Y digo "parcial" porque si bien uno puede observar el ancho del río al momento de ser tomada la foto, no puede percibir el tipo de suelo de sus orillas ni el alto de sus barrancas, si las hubiera.

Bueno, esa era una gran incógnita, y una gran preocupación, ya que estos ríos de llanura, como el Bermejo en las cercanías de Jachal (San Juan), se caracterizan por convertir sus orillas en ciénagas cuando traen agua. Ciénagas capaces de "deglutirse" una camioneta o de convertirse en verdaderas autopistas, cuando el fuerte sol, el viento y la escasa humedad ambiente resecan su superficie.
En el medio hay un período engañoso, donde una más o menos delgada capa superficial se seca mientras que debajo subyace la ciénaga.
Conocer el espesor y la resistencia de esa capa superficial seca es vital para no quedar entrampado hasta la próxima crecida.

La arena que habíamos "padecido" durante el primer día de travesía iba siendo reemplazada por tierra y pedregullo con muchas matas espinosas, salpicadas por extensiones más o menos grandes de lisas superficies cubiertas de pedregullo, cual grandes canchas enripiadas.
Era allí donde por unos cientos de metros podíamos tomarnos un descanso y aflojar la tensión que provocaba el ir permanentemente observando el piso y los espinos tratando de evitar la rotura o pinchadura de un neumático.

Íbamos haciendo zig zag, tratando de enhebrar esas "canchas" ripiadas rodeadas de jarillas, para aminorar los riesgos, pero eso enlentecía nuestra marcha ya que no siempre íbamos en la dirección adecuada para llegar a nuestro destino, y éste era, en primer instancia, alguno de los tres sitios mencionados y marcados en el GPS como "posibles vados" del río Belén.

Como les conté más arriba, el objetivo del día era llegar al punto que figuraba con el nombre de Tucumanao en los viejos mapas.
Luego..., luego debíamos seguir la travesía de ese ¿desierto? hacia el norte, hacia Andalgalá.

De los algarrobales que hicieran famosa a la región todavía no habíamos visto más que algún que otro especimen suelto, muerto y reseco.


 

Quienes fuimos


 
 
 
Las   F O T O S


FOTO: Aldo LOMBARDI
No muy temprano y, con cierta parsimonia, desarmamos el campamento.
Mi carpita estaba lo suficientemente alejada como para no recibir quejas por mis ronquidos nocturnos


FOTO: Diego TOGNETTI
Durante gran parte de la mañana estuvimos saltando de "ripiera" en "ripiera"..


FOTO: Eduardo CINICOLA
Luego, cerca del mediodía, unos buenos tramos arenosos nos permitieron elevar un poco el magro promedio de avance.


FOTO: Diego TOGNETTI
Una verdadera felicidad.


FOTO: Aldo LOMBARDI
No había espinos (por lo menos tantos) que nos complicasen el avance.


FOTO: Diego TOGNETTI
Pero duró poco, a la media hora las cosas comenzaban a complicarse nuevamente.


FOTO: Diego TOGNETTI
Estábamos llegando a las orillas del Río Belén, nuestro gran "cuco".


FOTO: Aldo LOMBARDI
Pero el "cuco" nos deparó una agradable sorpresa.
Estaba completamente seco.
Y era una verdadera autopista sin peaje.


FOTO: Aldo LOMBARDI
El problema consistía en hallar la manera de tirarse por esas barrancas de más de 5 metros.


FOTO: Diego TOGNETTI
Esa osamenta de carnero le daba un aire de lejano oeste al árido ambiente...


FOTO: Eduardo CINICOLA
Pero a estos ireverentes travesistas se les planteó la gran duda metafísica...
¿Ser o no ser...?


FOTO: Diego TOGNETTI
Las huellas de un reptil (posiblemente un lagarto) ambientan un poco más el lugar.


FOTO: Diego TOGNETTI
Javier se anima a meter la mano en una madriguera en busca de su habitante.


FOTO: Aldo LOMBARDI
No les voy a decir que nos tiramos por las barrancas...,
pero despues de investigar un poco y pisar unos cuantos espinos más encontramos esta "bajadita de estacionamiento".


FOTO: Diego TOGNETTI
Ya estábamos dentro del lecho seco del río Belén.
Sus frágiles barrancas, mezcla de arena y tierra son las que aportan el material que convierte su lecho en ciénaga cuando llega el agua.


FOTO: Diego TOGNETTI
La permanente erosión fluvial modifica su fisonomía y su curso.


FOTO: Eduardo CINICOLA
El lecho seco y parejo nos permitió poner la tercera y cuarta marcha después de más de 36 hs de andar si usarlas.


FOTO: Eduardo CINICOLA
había pasado el mediodía y los estómagos clamaban por combustible.
Paramos bajo la sombra de un árbol a preparar el picnic.


FOTO: Javier LEPEZ
Javier y Diego sacan la batería de provisiones.


FOTO: Eduardo CINICOLA
Bajo la atenta mirada de un águila que nos sobrevolaba.


FOTO: Eduardo CINICOLA
Con sus plumas traslúcidas por el sol de contraluz.


FOTO: Javier LEPEZ
Luego del picnic continuamos unos kilómetros más por el lecho del río, buscando una salida por su margen norte.


FOTO: Diego TOGNETTI
Un espantapájaros atravesado en el lecho/autopista parece indicar algo.
Lo ignoramos...

Pero así como lo ignoramos, tuvimos que volver a ver que es lo que indicaba,
Porque no hallábamos la manera de salir de aquel lecho encajonado entre altas bardas de arena.


FOTO: Eduardo CINICOLA
Indicaba la escondida salida hacia ¡una huella!!.
Una lamentable huella que seguramente a algún lado nos llevaría.

La vegetación comenzaba a cambiar, ya no eran achaparrados arbustos espinosos...


FOTO: Aldo LOMBARDI
Aparecían los primeros añosos algarrobos...
La acumulación de sedimentos tapó acá sus troncos en más de tres metros...
¿Qué habrá debajo?
¿Estarán allí las despojos del epicentro del Tucumanao?


FOTO: Eduardo CINICOLA
La huella se desdibuja y se cubre de nuevos brotes de árboles,
pero seguramente en los últimos años alguien circulaba por acá.


FOTO: Diego TOGNETTI
Cuando estudiábamos las cartas topográficas del IGM de la zona veíamos muchos puntos denominados "baldes"
Así veíamos el "Balde de San Isidro", "Balde de la Garrocha" y otros.
No entendíamos bién que significaba aquello, pero lo asumimos como sinónimo de "puesto".


FOTO: Diego TOGNETTI
Y así fue que llegamos a un "balde"
Y era justamente un "puesto"


FOTO: Diego TOGNETTI
Con sus animales...
Sus paisanos a caballo...


FOTO: Diego TOGNETTI
Con sus "paredes" hechas con el material abundante en el lugar, troncos sin mucha elaboración.
Con el infaltable perro...


FOTO: Diego TOGNETTI
Con los imprescindibles pasamontes colgados...
Niños jugando...


FOTO: Aldo LOMBARDI

Y con su "balde" !!
Si, aquel balde de cuero, con el que sacan el agua de sus aljibes es el que les dá la denominación a esos puestos.
Claro, allí el agua es un tesoro, y el lugar donde había un pozo y un balde para extraerla de las entrañas de la tierra
merecía figurar en los mapas, pues podía ser la diferencia entre la vida y la muerte del viajero.


FOTO: Aldo LOMBARDI
Seguimos adelante, ahora sí transitando en aquel bosque cubierto de cadáveres vegetales.


FOTO: Aldo LOMBARDI
Algunos, verdaderos "patriarcas" que murieron de pié y allí se mantienen, aún erguidos.
Mientras, una oleada de nuevos retoños lucha por recuperar su espacio, su lugar, en aquel valle de Paccipas.


FOTO: Aldo LOMBARDI
En vida debe haber sido un ejemplar espléndido, brindando una gran superficie de sombra.


FOTO: Eduardo CINICOLA
Pasamos por un puesto que parecía abandonado...


FOTO: Diego TOGNETTI
Seguimos camino.
Desapareció la arena y ahora la tierra tipo talco, reseca y suelta comienza a formar guadales.


FOTO: Javier LEPEZ
Comenzamos a ver animales "sueltos".
Asnos.


FOTO: Eduardo CINICOLA
Y más asnos.


FOTO: Diego TOGNETTI
Tambien una cerda y sus cerditos...


FOTO: Eduardo CINICOLA
Así llegamos a otro puesto...


FOTO: Aldo LOMBARDI
En realidad otro "Balde".


FOTO: Eduardo CINICOLA
Aquí encontró finalmente Javier su famosa batea.
Las bateas son un elemento muy importante en la vida de estos pobladores,
hechas de un tronco de madera de una sola pieza ahuecada tiene múltiples aplicaciones,
hasta como utensillo de cocina (esta era la parte que le interesaba a Javier).

Tal es la importancia de este implemento para ellos, que hasta existe entre sus festividades, la mismísima "Fiesta de la Batea",
en la que los pocos habitantes de la zona tienen un pretexto de reunión e intercambio de mercaderías y manualidades, así como de experiencias.


FOTO: Diego TOGNETTI
Los chicos, extrañados con esta visita inesperada, nos mostraban sus trabajos manuales con plumas de ñandú.


FOTO: Diego TOGNETTI
No sabemos que estaría pensando, pero se alegraron mucho con las galletas y dulces que les regalamos.


FOTO: Diego TOGNETTI
Hasta nos retribuyeron los regalos con una exquisita "tortaparrilla".


FOTO: Eduardo CINICOLA
Y nos mostraron su tesoro...


FOTO: Aldo LOMBARDI
Dos manos completas de puma, con sus garras, embalsamadas.
Lo habían cazado sus padres en la zona porque les diezmaba el ganado...


FOTO: Aldo LOMBARDI
Por suerte ahora las chivas están más seguras.
El que lamentablemente no tuvo tanta suerte fue el puma...


Nos despedimos de esta amable gente y continuamos con rumbo norte.

Según el GPS estábamos prontos a llegar al punto "Tucumanao".

Por fin nos sacaríamos la incógnita.
Por fin veríamos si quedaba algo más que el nombre del "imperio" de cacique Tucma.

Ya transitábamos por una senda/huella que por momentos se angostaba como para que solo pasen animales, y cada tanto presentaba bifurcaciones en las cuales debíamos tirar la moneda eligiendo por cual tomar.

Varias veces elegimos mal y terminamos en la nada, en un monte muy cerrado, en un "rulo" que nos llevaba nuevamente al lugar de donde veníamos o en alguna zanja que no conducía a ningún lado.

Finalmente, y por caminos distintos, llegamos al Tucumanao.

Grande fue nuestra sorpresa...


 


FOTO: Aldo LOMBARDI
Por distintos caminos llegamos al Tucumanao...


FOTO: Eduardo CINICOLA
Y allí nos encontramos con el casco de una "estancia"...


FOTO: Diego TOGNETTI
La Estancia San Nicolás...


FOTO: Eduardo CINICOLA
Una minúscula capilla...


FOTO: Eduardo CINICOLA
Con su altar, donde por supuesto está ubicado el moreno San Nicolás.


FOTO: Aldo LOMBARDI
Caballo...


FOTO: Aldo LOMBARDI
Lazos de tiento...


FOTO: Javier LEPEZ
Herramientas de laboreo...


FOTO: Javier LEPEZ
Un carro...


FOTO: Javier LEPEZ
Ropa tendida y un perro...


FOTO: Javier LEPEZ
Una vieja camioneta Dodge, descompuesta, sin ruedas y
con un filtro de aire en inmersion de aceite, estratégicamente ubicado
para circular por aquellos interminables guadales.


FOTO: Eduardo CINICOLA
Y el monte ralo,
Nada más...


Lamentablemente, del cacique Tucma no queda nada allí.
A diferencia de civilizaciones como incas, mayas o aztecas o los mismos diaguitas, quilmes o tolombones, que construian sus casas y templos en la duradera roca, estas tribus seminómadas de llanura, seguramente confeccionaban sus construcciones con los elementos perecederos del lugar; adobe, madera y ramas.

Nada ha quedado de ellos, por lo menos acá.

Ya se iba el sol, debíamos buscar un lugar donde acampar.

Al día siguiente nos quedaba investigar esos extraños pircados, canales o caminos que viéramos en las fotos de Google Earth un poco más al norte.

¿Sería que el IGM había ubicado mal en sus cartas el verdadero centro del Tucumanao?


 


FOTO: Javier LEPEZ
Nos vamos decepcionados del "Tucumanao" y, en nuestro camino al norte, nos encontramos con este paisaje fantasmagórico.
Kilómetros de bosque "petrificado"...


FOTO: Javier LEPEZ
¿Qué fenómeno climatológico habrá producido esta mortandad en masa?.


FOTO: Eduardo CINICOLA
Es un ambiente "raro", sobrecogedor...
Nos dá la sensación de que allí ocurrió una gran calamidad ecológica.


FOTO: Eduardo CINICOLA
Se vino la noche.
Y con ella el campamento...


FOTO: Aldo LOMBARDI
Nuestro chef a domicilio, preparando fuego e implementos para sorprendernos con otra de sus exquisitas preparaciones.


FOTO: Javier LEPEZ
De la comida no quedó testimonio, pero si de la lavada de platos...


FOTO: Javier LEPEZ
Le tocó a Diego, y parece que mucha gracia no le hizo.


FOTO: Javier LEPEZ
Igualmente recibió el apoyo moral de sus compañeros hasta último momento.


FOTO: Javier LEPEZ
Llegó la hora de la contemplación.
Llegó la hora de disfrutar de esos cielos inmensamente estrellados.


Terminaba así la segunda jornada de aquella extraña travesía.

No habíamos hallado nada espectacular en el punto señalado como "Tucumanao" en las cartas del IGM, pero habíamos recorrido paisajes nuevos, distintos, que nos habían sorprendido y nos habían permitido disfrutar también del manejo de nuestras camionetas en terrenos difíciles.

Los campamentos y su mística eran la frutilla del postre que coronaba los riquísimos platos con los que nos homenajeaba Javier.

Como mencioné antes, para el día siguiente nos quedaba investigar esos extraños pircados, canales o caminos que viéramos en las fotos de Google Earth un poco más al norte.

¿Sería que el IGM había ubicado mal en sus cartas el verdadero centro del Tucumanao?


 

EL VIDEO


  Sigue acá...

Esta aventura comenzó acá...

           
EDUARDO CINICOLA
Agosto de 2011            


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