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SALTA

Por el cauce del Río Iruya
"Una excursión a caballo desde Iruya hasta Orán"
Nicolás Bello y Nora María Bello

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Escrito por Nico Bello en Agosto de 2003.

Llegamos a Iruya una linda tarde del 2 de agosto del 2003, el clima y la temperatura reinante nos animaba a la travesía que iniciaríamos al día siguiente.

Nos alojamos en la hostería Provincial donde Gloria nos recibió con la cordialidad de siempre. Luego de una cena con típicas comidas de la zona nos preparamos a una demostración del arte popular del altiplano. La gente del lugar haciendo uso del erque, erquencho, caja y flauta acompañando a sus típicos bailes y recitados nos dio una linda velada acorde al lugar que visitábamos.

Luego de los aplausos correspondientes nos dirigimos a preparar nuestras alforjas con lo necesario para iniciar nuestra travesía el día siguiente. Mientras tanto Martín y Miguel, quienes serían nuestros guías y baqueanos, habían ya preparado las cabalgaduras con buenas herraduras y mejores aperos.

Temprano al día siguiente ensillamos nuestros animales, repartimos la carga liviana entre los cuatro y equilibrando bien el resto de la carga en el carguero partimos a eso de las 9 de la mañana de un soleado día de invierno.

La playa del río Iruya nos recibió con su aridez acostumbrada y acomodándonos en nuestros aperos iniciamos la travesía, teníamos varias jornadas por delante en donde nuestros acompañantes serian el río y las altas quebradas que lo aprisionan con sus cerros repletos de un sinnúmero de colores, y a su vez lleno de formaciones tan irregulares que hacen imposible aburrirse del paisaje. La aridez era total.

Nuestro GPS indicaba 2740 msnm. e iniciamos el descenso río abajo.


1-Vista general del pueblo de Iruya y la quebrada aguas abajo.
2-En la playa del río.

El pueblito de Iruya es la capital del Departamento homónimo de la Provincia de Salta, un particular pueblo del altiplano enclavado entre los altos cerros que la aprietan contra la quebrada de río del mismo nombre. Sus calles empedradas y angostas brindan una fisonomía distinta al visitante. Cuenta Iruya con aprox. 1800 habitantes, su gente a pesar de la reserva que caracteriza a su raza es más comunicativa que en otros pueblos del altiplano y se brinda en forma espontánea al forastero que se interna en sus rincones tratando de descubrirla.

Está rodeada por el sur de caseríos como, Toroyoc, Campo Carrera, Pueblo Viejo, Campo Grande y Colanzulí, pueblos todos custodiados por los 5008 msnm del imponente Cerro Morado. Todos ellos disponen de vías de acceso para automóvil y recorriéndolos es interesante observar la particular vida y costumbres de sus habitantes. Hay extensas terrazas de cultivos las que son trabajadas todavía en forma manual o cuando mucho ayudados por bueyes para tirar el arado de mancera. Sus cultivos principales consisten en papa churqeña, papa roja, papa verde, papa andina, ocas, porotos, habas, maíz en sus diferentes variedades y colores entre cuyos preparados sobresale el exquisito mote. También cultivan alfalfa, cebada, cebadilla etc. como principal forraje para sus animales durante el invierno.

Por el norte hay numerosos pueblos como San Isidro, San Juan y muchos otros inaccesibles al viajero común a los que solo se puede acceder mediante vehículos 4x4 e inclusive a caballo.

Es de destacar San Isidro y la calidad de los artesanales tejidos que en él se elaboran, pintoresco caserío enclavado en la unión de dos quebradas con sus casitas colgadas de los cerros alrededor de su capilla.

Luego de trasponer la quebrada que da acceso a San Isidro hicimos un alto con la intención de visitar la prehispánica ciudad de Titiconte, aflojamos los aperos, aseguramos los animales y cruzamos el río en busca del puesto de Dña. Julia Canchi que trabajosamente trataba de ordeñar sus cabras. Pedimos las indicaciones del caso y emprendimos a pié una ardua y peligrosa trepada hacia nuestro objetivo. Tras dos horas de caminata y detrás de unos cerros divisamos a lo lejos una gran planicie en donde ya se empezaban a ver amplias terrazas de cultivo y restos de antiguas edificaciones.

3-Terrazas de cultivo en Titiconte.


TITICONTE

Este asentamiento fue estudiado en el año 1930 por una expedición comandada por dos eminentes hombres de ciencia, los Dres. Salvador Debenedetti y Eduardo Casanova los cuales, años después volcaron todas sus experiencias en una interesante publicación del Museo Etnográfico de Buenos Aires, obviamente se llamaba "Titiconte". Pocos años después estas ruinas fueron visitadas y estudiadas por el Dr. Fernando Márquez Miranda, dando origen a una interesante narración publicada por la Universidad de La Plata con el título de "Cuatro viajes de estudio al más remoto Noroeste Argentino".

Ya próximos a nuestro destino se nos presentaron a nuestra izquierda las principales y amplias terrazas de cultivo a las que a simple vista observamos un gran trabajo de despedrado que contrasta con el terreno circundante. A nuestra derecha parte de las otrora 28 terrazas que existieron y de distinta forma a las anteriores, largas y angostas que ascienden a la ladera sostenidas por sólidos pero hoy parcialmente derrumbados muros de piedra.

Al llegar a la ciudadela llama la atención lo derruido de sus construcciones, vieja viviendas y antiguas collcas para guardar el grano se esparcen por un amplio sector muy removido con el transcurrir del tiempo debido a la irracional actitud de la gente que las ha visitado. Agreguemos también las labores de excavación efectuadas antaño por los investigadores en épocas en las cuales no estaba sistematizado ni había una escuela que racionalizara las excavaciones y búsquedas de restos antiguos.
Hay collcas, las menos que se encuentran en buen estado destacándose sus pisos de piedra bien trabajada al igual que los techos construidos por grandes piedras lajas. Llama la atención sus puertas de acceso al igual que a los restos de lo que fueron viviendas, enmarcadas en grandes piedras lajas colocadas a manera de jambas y dinteles. Esta forma de construcción es poco vista en otros sectores de NOA y muy propia de la zona incluso hasta nuestros días.

4-Interior de una collca.

Por detrás de Titiconte la escarpada quebrada del río Blanco custodiaba la ciudadela del acceso de intrusos desde el sur. El único posible acceso a la ciudadela, por el cual llegamos, salvaguardaba la seguridad de su gente, dándole una visión de 360 grados.

Tan aislado y escondido es este lugar y especialmente la zona, que Eric Boman en su libro "Antigüedades de la Región Andina de República Argentina y del desierto de Atacama" en donde no dejó lugar del NOA sin visitar ni describir la llamó "Terra incognita".
No llegó a visitarla.

Ing. Nicolás Bello


Continúa en... Página 2

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