Entre la llovizna que persiste en detener nuestro paso conversamos largamente con los encargados de la estación, los que con amabilidad responden a nuestras incontables preguntas. La charla se vuelve amena y empiezan a desgranar datos que nos resultan interesantes y que ayudan a imaginar el comportamiento del río, el cual en ese momento tenia un caudal de 10 m3/segundo, aunque en esta época de estiaje suele llegar a veces a 6 m3/seg. En verano su caudal medio oscila los 250 m3/seg llegando a caudales máximos de crecidas que rondan los 400 o 450 m3/seg.

Estamos a 948 msnm y evaluando estos datos comenzamos a valorar el gran movimiento de este río. No dejamos de ver que en 72 Km de recorrido hemos descendido 1802 metros. La pendiente promedio del mismo es de 2,5% con máximos del 5,1% entre Iruya e Higuera. Empezamos a comprender y valorar algunas de las causas por las que este río esta considerado como unos de los mayores de Sudamérica en cuanto al transporte de sólidos. Para tener una dimensión real de este fenómeno los valores oscilan entre las 20 y las 2000 Tn por hectárea y por año de sólidos transportados. Semejante nivel de arrastre de sedimentos es el principal responsable del color león del río Paraná y de los altos costos de purificación del agua que consumen los pueblos y ciudades situados a sus orillas. Más aun, a el se debe también el alto costo de dragado que insumen los canales de acceso al puerto de Buenos Aires resultando uno de los puertos mas caros e irracionales del mundo. Los sedimentos que año tras año van transformando el delta del Paraná tienen el mismo origen. Mas del 60% de los sólidos que transporta el río Paraná provienen del Iruya, pequeño y casi desconocido río al cual hace mas de 160 años que los entendidos en la materia buscan soluciones al descontrolado comportamiento de sus aguas. Los primeros informes sobre la alta cuenca del río Bermejo datan de la década de 1840.