Almorzamos algo en Olacapato, en la capilla entregamos ropa que llevábamos para colaborar
con aquellos pobladores y esperamos.... y esperamos... a Jorge y Francisco.
Eran casi las dos de la tarde y ellos no aparecían.
Comenzamos a preocuparnos, primero por el horario para llegar al paso y luego por ellos.
Les habría pasado algo?
Los llamábamos por radio y, nada, no contestaban.
Al fin decidimos, a pesar de la hora, desandar el camino que habíamos recorrido.
A poco de andar encontramos, a la vera de la ruta, a un señor allí parado, en la mas absoluta soledad.
Nos detuvimos para ver si necesitaba algo.
Nos contó que a sus 80 años todavía le quedaban ganas para venir de su Chaco natal a trabajar en la Puna. Sus manos ancianas estaban curtidas por la sequedad, el trabajo duro y el intenso frío.
Había estado ayudando a construir unas casitas en Catúa, cerca del paso de Sico y ahora esperaba a ver si alguien lo "bajaba" hasta Salta capital, para, de allí volver al Chaco.
Le explicamos que en realidad nosotros no bajábamos hasta Salta, sino que regresábamos unos kilómetros a ver si encontrábamos a unos amigos que habíamos extraviado.
Estábamos en esa conversación, cuando aparecen Jorge y Francisco.
Luego nos explicarían que se entusiasmaron por un caminito de montaña y se internaron bastante sin darse cuenta del horario. Lástima, ya eran casi las tres de la tarde y nos quedaban unas dos horas y media o tres hasta el paso.
Dejamos a este buen señor en el camino y tomamos en sentido inverso a su ruta, hacia el oeste, hacia Chile.
A poco de andar llegamos a Cauchari, encrucijada de caminos y paso obligado para ir a Sico, Socompa, Jama o Antofagasta de la Sierra.
Estaba despoblado, como todas la veces que por allí pasamos en pleno invierno.
Hay dos variantes para llegar desde allí a Sico. Una pasa por Catúa, la otra bordea el salar del Rincón.
Elegimos esta última.
Vemos, en el fondo del salar las huellas que lo cruzan.
También se ven restos de lo que fueron
antiguas explotaciones salitreras.
Jorge y Francisco decidieron bajar con la CRV hasta la superficie del salar.
Allí se encontraron con un poblador que, en una bicicleta con "acopladito" llevaba "sina-sina", un arbusto que crece en el lugar y único combustible para calentarse en esas frías noches de altura.
Con anteojos oscuros para protegerse del sol que enceguece al reflejarse en la sal
y la boca tapada para mitigar el viento frío y seco de las alturas.
El tiempo seguía escurriendosenos entre los dedos...
Desde su extremo norte, el Salar del Rincón nos ofrece esta hermosa vista.
A los pocos kilómetros ya estamos en el puesto de gendarmería, migraciones y aduana del Paso de Sico.
Son las seis de la tarde, hay que hacer todo el papelerío, los gendarmes no están seguros de que el camino no esté bloqueado por la nieve del lado chileno.
No tienen comunicación radial con los carabineros chilenos.
Nos ofrecen, como alternativa, pasar con la camioneta hasta el puesto chileno a hacer las averiguaciones del caso.
Son unos 30/35 kilómetros (11 hasta la frontera y otros 20 hasta el puesto chileno). Aceptamos, nos subimos todos menos Héctor a la camioneta y partimos.
Pasamos por el arco que marca el límite y nos adentramos en territorio chileno.
El camino es malo, el paisaje espectacular.
A eso de las siete de esa tarde de invierno, llegamos al puesto de control chileno. Nos atienden muy amablemente. Nos
informan que el camino hasta San Pedro de Atacama estuvo despejado durante el día, pero todos vemos unas amenazantes nubes negras de tormenta que vienen del oeste. Eso es nieve, nos advierten. Si siguen ahora, es posible que puedan pasar.
Pero no habíamos hecho los trámites del lado argentino, migraciones y aduana. Además Héctor iba con el colectivo rumbo a Catúa, a dormir, para pasara Chile todos el día siguiente.
Que lástima!! Nos perdimos la oportunidad y tendremos que regresar a Catúa para intentar el cruce al otro día.
Volvemos. Hablando con los gendarmes concluimos que con esa tormenta en ciernes, al otro día sería prácticamente
imposible pasar.
Decidimos dormir en Catúa (en el "bondi" o alguna casa particular - Catúa tiene poco mas de 50 habitantes).
A Héctor no lo encontramos en el puesto de gendarmería, nos dicen que se adelantó rumbo a Catúa hace como media hora.
De noche llegamos a Catúa. Ni en el camino ni en el pueblo encontramos a Héctor y su "Motor-Home".
Dónde se habrá metido?
Una hora y media después, habiendo recorrido las montañas en todas las direcciones en su búsqueda, vemos aparecer en la impenetrable obscuridad de la noche al "monstruo antediluviano".
Sí. Es Héctor y su casa autoportante!!!
La gente de Catúa, amabilísima. A las diez de la noche desocuparon el único galpón del pueblo para que podamos meter allí el "bondi" y no se le congelen todos los fluidos en aquella noche invernal a 4000 metros de altura.
Nos alojaron en una habitación comunal. a $5 la cama. Con mil cobijas eran una delicia.
A la mañana siguiente nos ayudaron con el camión Mercedes 1517 (0 Km) de la comuna, a poner en marcha al Mercedes
911 (4.000.000 de Km) de la expedición.
Aquí nos fotografiamos con nuestros amables anfitriones:
Los chicos del pueblo nos observaban como a "bichos raros".
Francisco fotografió la capillita recién terminada de construir.
El día estaba espléndido, pero ya habíamos decidido que intentaríamos pasar a Chile por el paso de Jama, unos 200 kilómetros mas al norte.
Ellos nos informan de la existencia de una huella que acortaría en unos 80 o 90 Km el camino, pero hay que pasar por una abra muy alta (4590m) y con pendientes muy pronunciadas.
Se ofrecen a acompañarnos con el camión Mercedes 1517 hasta el abra (por si el "bondi" no subía).
Ya llegamos (y sin necesidad de ayuda) es el abra "el japonés" de 4590 msnm.
Nos despedimos, les agradecemos y seguimos camino hacia el paso de Jama.
El camino bordea varias salinas, entre ellas la de Jama.
El paisaje es muy, muy bonito. El camino muy muy malo.
Cerca de las tres de la tarde, luego de comer algo detenidos a la vera de la ruta, llegamos al puesto de gendarmería de Jama.
Allí nos enteramos de una muy mala noticia: el camino está bloqueado por la nieve y no tienen idea de cuantos días demoraran los chilenos en despejarlo.
Un canadiense vuelve de chile en su moto y confirma: a unos 90 kilómetros de la frontera la nieve impide totalmente el paso. Dice que allá vio una camioneta abandonada y sin ocupantes. Nos llama la atención que nadie parece preocuparse por ello.
Después el remate: para pasar por acá hay que hacer aduana en Susques (200 Km hacia el este), sin ese trámite es imposible pasar. Igualmente no dejan pasar a nadie hasta no tener la certeza que el camino haya sido despejado. Evidentemente
la tormenta de la noche anterior también dejó sus huellas por aquí.
Sumamente entristecidos decidimos que es inútil esperar acá, y menos sin los "papeles" de migraciones y aduana.
Cabizbajos decidimos "rumbear" hacia Susques, allá decidiríamos que hacer.
En el camino tuvimos que cruzar otro salar, es el de Olaróz.
Pero eso ya es otra historia.
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