La Ruta a IRUYA
Atravesando la sierra de Santa Victoria

FOTOS y Relato
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Como les comentamos en las aventuras anteriores de esta travesía, este fue un viaje distinto de los que solemos hacer por esas montañas.

Distinto porque fuimos en un colectivo MERCEDES BENZ del año 1963 convertido en "casa rodante autoportante" o "motor home" (como dicen los gringos) o CASA-MOTOR (como deberíamos decir los latinos).

El asunto es que Héctor compró este ómnibus y decidió quitarle los asientos, ponerle cuatro cuchetas (en realidad 4 cómodas camas de una plaza), baño con inodoro químico y ducha, cocina con hornallas, horno, pileta de lavar y calefón para agua caliente.

En diciembre de 1999 le reparó el motor a nuevo y nos fuimos al sur, a probarlo y a "ablandarlo"...

Como vimos que el "monstruo" andaba aceptablemente bien, le haríamos la "prueba de fuego". Ahora lo llevaríamos al Norte, a superar los 4500 metros de altura por rústicos caminos de la Puna.


Aquí vemos cuando fuimos a probarlo a la Payunia.

En esta oportunidad también llevamos una camioneta Honda CRV.
Los integrantes del "equipo" fuimos cinco:  Héctor y Eduardo en el "bondi" y, Jorge, Francisco y Lucho en la camioneta.

Corría el mes de agosto de 2000, día 17.
Amanecimos en una pensión en Abra Pampa (Jujuy).
Ya habíamos recorrido los pasos de Sico y Jama, sin poder cruzar a Chile, Susques, Abdón Castro Tolay, Casabindo, Laguna de Pozuelos, Santa Catalina, La Quiaca y Yavi.
Comenzábamos a recorrer el camino al sur.
Sabíamos de la existencia de un poblado salteño (IRUYA) al que solo se podía acceder desde la quebrada de Humahuaca (Jujuy) cruzando la Sierra de Santa Victoria que separa la provincia de Salta de la provincia de Jujuy, en esas latitudes.

El día no fue uno de los más felices.
Costó un poco que el Mercedes Benz 1963 arrancara a la mañana, debido al intenso frío.
Planificamos ir a IRUYA, pero antes entraríamos a "Mina El Aguilar"  (un Pueblo-Mina en actividad a casi 4500m de altura), que nos quedaba de paso (desvío de 50 Km).
Eran ya cerca de las 11 y Lucho, Francisco y Jorge estaban meta foto y foto en la plaza y estación de Abra Pampa.

La travesía prevista para esa jornada era muy exigente con el tiempo.
Eduardo sugiere partir ya con Héctor en la casa autoportante y que el resto del grupo los alcanzara, con el vehículo mas rápido, cuando terminaran su labor artística.
Trataríamos de estar conectados por radio (los equipos de Banda Ciudadana que utilizábamos tenían un alcance de no mas de 10Km). A poco de salir ya perdimos contacto con los que se quedaron en Abra Pampa. Era previsible.

Dió la mala suerte que, debido a la nueva traza del asfalto, el antiguo acceso a Mina El Aguilar no lo vimos, y cuando nos dimos cuenta ya nos habíamos pasado unos 20Km (de camino de cornisa).  Eran cerca de las doce del mediodía. Evaluamos con Héctor que retomar, entrar y salir a Mina El Aguilar, nos demandaría gran parte de la tarde y no podríamos llegar a Iruya.  Muy enojados con nosotros mismos por el error cometido, continuamos camino.

A la hora llegamos al desvío que conduce a Iruya.  Se había previsto que allí quedara estacionada la casa rodante (el camino es muy trabado y angosto) y continuarían Jorge, Lucho y Francisco en la camioneta.

Allí estábamos esperando que llegara el resto del equipo, cuando le sugiero a Héctor que, en lugar de perder tiempo esperando, nos internáramos lentamente hasta donde pudiéramos.
Lo que no nos dimos cuenta es que, incomunicados con los que viajaban en la camioneta, ellos no sabrían donde estaríamos.

Conclusión: nosotros abandonamos la Ruta Nacional Nro. 9, hacia el Este, hacia Iturbe (camino a IRUYA) mientras el resto del equipo intentaba infructuosamente ingresar a la Mina El Aguilar, primero y encontrarnos a nosotros despues.
Así fue que llegaron al desvío a IRUYA, dos horas después de nuestra partida. Al no encontrarnos, desconcertados, continuaron hacia el sur, a buscarnos.  No estábamos en Humahuaca. Volvieron al Norte y volvieron al sur y al norte y al sur, hasta que...


     

Mientras tanto Héctor y yo en el colectivo reformado habíamos llegado a la estación abandonada de Iturbe perteneciente al ex Ferrocarril Belgrano que antiguamente conectaba en La Quiaca-Villazón con el ferrocarril boliviano para llegar hasta la ciudad de La Paz.

Llegar hasta allí solo nos había insumido unos 30 minutos y, el camino, aunque no era una autopista, era "manejable".  Así que luego de levantar una familia completa de collas que nos pidió "carona" como dicen los brasileños, o "hizo dedo" como decimos por acá, partimos con cierta incertidumbre.
Hasta donde llegaríamos con aquel inmenso vehículo que requería tres y cuatro maniobras en cada retome de aquella angosta ¿carretera?
Lenta pero inexorablemente subimos y subimos ante los ojos desorbitados de los collas que veían como la "trompa" primero y la "cola" despues, de aquel mastodonte de hierro se asomaba al vacío del precipicio en cada curva.  Pero ya estábamos "jugados" retomar era IMPOSIBLE.
Primera de fuerza y rugido infernal del monstruo antediluviano sumergido en una nube de tierra y humo negro de gas oil mal quemado. Y arriba y arriba.  Aquel arroyo que vadeamos hace un rato ya se ve como un delgado hilo plateado en la profundidad del precipicio.


Eran las tres de la tarde cuando la cuesta se termina. Estamos en la cima de la Sierra de Santa Victoria.  Acá termina la provincia de Jujuy y comienza la provincia de Salta.  

  Del otro lado el paisaje es sobrecogedor, el camino desciende abruptamente a un profundo valle en el que se divisan algunos pequeños caseríos y campos de cultivo.
Allí vemos como el camino discurre, en faldeo. ¿Cuanto faltará (en tiempo) para IRUYA?
Eso le preguntamos a los collas, que no hablaban español. Uno de ellos que se hacía entender con cierta dificultad, nos dice algo así como que es cerca, atras de aquellos cerros.
El cartel dice 21Km, pero serán iguales que los que hicimos?
A mí ya me duelen los brazos (literal y realmente) de luchar con la durísima dirección de aquel vehículo en cada retome.

Allí también confirmé mi fundada sospecha de la existencia de Dios.  Y no fue por la magnificencia de aquellos paisajes.
Resulta que ahí estábamos pensando si seguir o volver, cuando no se por qué, pero algo me impulsó a tirarme debajo del colectivo a revisar el tren delantero del vehículo. Por primera vez en los 4.000 kilómetros de montaña que habíamos recorrido, se me ocurre (nadie antes lo había hecho) sin saber por qué, revisar la mecánica del gliptodonte.
Y vean ustedes que es lo que descubrí.
Esto es el bulón que sostiene uno de los elásticos que unen el eje delantero al chasis. casi totalmente desenroscado y a punto de caerse.
¿Qué hubiera pasado si se hubiera salido por completo?
En la exigencia mecánica de aquel camino poceado y con violentas curvas, es muy probable que se hubiera salido el eje delantero con las consecuencias imaginables.
No sin gran esfuerzo pudimos reubicar el elástico en posición y ajustar ese bulón.
     

El incidente no nos amilanó, y sabiendo ahora que Dios estaba de nuestro lado, decidimos continuar camino...

Todavía faltaba lo mejor...

Sigue:  


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