Allá baja el camino, no parece tan largo el recorrido.
Ya bajamos bastante y todavía andamos por las crestas
de estas montañas a unos 3700 metros de altura.
Comienza un enésimo zigzag.
Desde dentro del colectivo vemos,
hacia abajo, parte del camino que deberemos recorrer.
Acabado aquel zigzag, divisamos que
la ruta continúa bajando.
El valle se hace cada vez mas profundo.
Estamos nuevamente en un camino sin retorno.
Efectivamente, en aquel escaso ancho
de la carretera es imposible que un vehículo de casi diez metros
dé la vuelta para volver sobre sus pasos.
Otro zigzag.
La trompa del gliptodonte a punto de asomarse al vacío. .
Allí en frente, del otro lado
de ese profundo cañadón, un caserío cuya calle principal
desemboca llamativamente en una bajada a 45 grados solo apta para mulas.
El descenso continúa, y las curvas
cerradas también.
Hace casi una hora que empezó
esta bajada y mis brazos comienzan a acalambrarse. Por momentos me detengo
en alguna curva cerrada solo para descansar entre maniobra y maniobra.
No quiero pedirle auxilio a Héctor, el debe reservarse para conducir
al regreso.
Acabo de completar la maniobra "primera-marcha atrás-primera-marcha
atras-primera" para poder girar. Por un defecto de regulación de
la caja de dirección, el radio de giro hacia la derecha era de unos
20 metros, pero a la izquierda necesitaba 30 o mas metros para lograr el
giro.
Desde el interior del colectivo y enfocando
hacia abajo vemos lo profundo que está el lecho del río.
suponemos que debemos bajar hasta allá para llegar a Iruya.
Si, así fue, tuvimos que bajar hasta
el lecho pedregoso del río.
Ahora tendremos que cruzarlo, las huellas
continúan del otro lado, y luego volver a cruzar para encarar la
trepada final hasta la Iglesia. Allá vamos!!!.
Ya estamos frente a la iglesia mirando hacia atrás.
Son casi las cinco de la tarde, nos quedámos
afónicos gritando por la radio con la esperanza que Jorge, Francisco
y Lucho nos oigan, pero... NADA. Silencio total.
Que hacemos???
Y, no sé... por lo pronto comamos,
son las cinco de la tarde, no almorzamos y estoy muerto de hambre.
La iglesia es muy modesta, pero es casi
increíble que haya sido posible construirla allí, en un sitio
tan alejado. Insisto, el cielo de esas latitudes tiene un azul muy intenso.
Despues de reponer energías salimos
a recorrer Iruya a pié, lamentablemente todas sus calles van "HACIA
ARRIBA!!!!".
Las sombras largas nos indican lo avanzado de la hora. Y todavía
nos falta el regreso (subida y bajada) uff... mejor no pensemos en eso.
Las callecitas estan prolijamente empedradas,
pero no fueron diseñadas para el tránsito vehicular, angostas
y empinadas imaginamos como correrá el agua por ellas los días
de lluvia.
Caminamos, siempre hacia arriba, vale la
pena aclararlo, y descubrimos la hostería Provincial. Una belleza
y muy bien equipada.
Desde la altura se puede apreciar gran parte
del pueblo.
En frente podemos observar una inmensa montaña
de canto rodado y barro seco formada hace millones de años, que
ha sido "carcomida" por el actual rio, dejando al descubierto altísimas
e inestables barrancas que nos muestran su composición.
Ya eran las seis de la tarde, pronto se pondría
el sol y el camino de regreso lo deberíamos hacer en la obscuridad.
Iniciamos el viaje de vuelta y a los pocos kilómetros escuchamos por la radio al resto del equipo.
Unos kilómetros mas y nos cruzamos con ellos.
Excepción hecha de que en el lugar era imposible retomar con el colectivo, no encuentro otra razón plausible para explicar por que no volvimos con ellos hasta Iruya y nos qedamos allí a pasar la noche.
No sé, son esas decisiones que no tienen explicación. A nadie se le ocurrió sugerirlo.
La cuestión fué que nosotros, con Héctor continuamos el camino de regreso para llegar a Humahuaca cerca de la medianoche. Ellos continuaron viaje a conocer Iruya, a pesar que ya se ponía el sol.
Poco antes de llegar a Humahuaca nos alcanzaron y sobrepasaron Jorge, Lucho y Francisco en la Honda CRV y se adelantaron para conseguir alojamiento.
Por supuesto recibimos todo tipo de calificativos por la decisión inconsulta de adentrarnos hacia Iruya, dejando al resto del grupo en la incertidumbre acerca de lo que nos había pasado.
En fin... en este viaje, cada vez que nos separamos se originó un problema, posiblemente fue fruto de viajar en dos vehículos de muy distintas características y perfomances.
Tres años después, Nico Bello (un amigo), partió desde Iruya y, en una excursión a caballo, descendió por el lecho del río hasta la localidad de San Ramón de la Nueva Orán.
Nos narra todo lo que vió y las peripecias vividas en: Una expedición por el cauce del Río Iruya
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