Por los Andes sanjuaninos |
Días 1 y 2 |
Los que disponíamos de más tiempo saldríamos el jueves por la mañana para pernoctar en Mendoza y subir al día siguiente por los caracoles de Villavicencio hasta Uspallata.
Los "remolones" deberían manejar toda la noche del jueves (madrugada del viernes) con rumbo a Media Agua (San Juan). De allí y sin descanso, subirían a Calingasta por el camino de Los Berros. Hora de encuentro: mediodía del viernes en Calingasta (a un prometido asado).
Mientras transitábamos los caracoles de Villavicencio, escuchamos "modular" por radio al grupo "remolón". Iban por Media Agua. ¡A mas de 80 Km de distancia! Intercambiamos saludos y continuamos nuestro camino. Las montañas interrumpieron la comunicación.
Visitamos la Cruz del Paramillo, El balcón, y pasamos por antiguas minas jesuíticas abandonadas (dejamos para otra oportunidad los petroglifos de los huarpes).
Uspallata al norte, remontando el valle de Uspallata hacia la divisoria de aguas que es límite entre Mendoza y San Juan.
Allí desemboca la huella por la que venía el grupo "remolón" que, a fuer de no dormir, ya casi nos había alcanzado.
Llegamos primeros al cruce y, ante la disyuntiva de esperarlos o ir a "jugar" un rato al Barreal del Leoncito, nos decidimos por la última opción.
Allí nos encontraron media hora mas tarde levantando tierra cuando llegaron Miguel, el Colo, Guillermo, Edu, PAI y Dante.
Salimos ya todos juntos rumbo a la cercana localidad de Barreal.
Lo avanzado del mediodía hizo que, allí no más, desempacáramos las provisiones e improvisáramos un picnic en plena calle frente a la Hostería de Ricardo Zunino mientras Javier intentaba hacer reparar la primera de sus numerosas pinchaduras.
A la altura de Sorocayense cruzamos el río de Los Patos, para tomar por la ruta asfaltada que por la margen oeste nos llevará por Tamberías rumbo al ingreso a la Cordillera. Decidimos ir antes a Calingasta a completar tanques y bidones de combustible y a reparar la cubierta de Javi, que aún conservaba su pinchadura.
Compramos pan y tortas de grasa y, a eso de las tres, comenzamos la penetración hacia la "terra incógnita" remontando el Calingasta por su margen Sur.
Pasamos las antiguas instalaciones de la Mina Lumbrera, desactivadas en esta época del año y, El Colo que hacía punta, comienza a emitir crípticos mensajes respecto a que el camino (que había tomado dirección sur) se estaba encajonando en una estrecha quebrada.
Advertimos que era una senda equivocada ya que habíamos abandonado la vera del Calingasta, cosa que no debió suceder. Por lo que habíamos estudiado sobre las satelitales, el track continuaba pegado al río hasta que este cambiaba su nombre por el de Río Totoras y aún más allá.
Bajamos de las camionetas y, a pié investigamos por dónde continuaría la dichosa senda.
Nada por acá, nada por allá.
Evaluamos tirarnos al lecho del Calingasta y remontarlo, pero una sucesión de traicioneros mallines y grandes rocas nos hicieron pensar en otra solución.
Finalmente desandamos unos cientos de metros hasta una tranquera cerrada que ingresaba a las instalaciones de la Mina Lumbrera, allí un primitivo ser humano bautizado cromagñón por el grupo, supo hacer entender que por la módica suma de $10 por chata nos dejaría pasar.
En el revuelo, dos camionetas "nos olvidamos" de abonar el óbolo. Cromagñon no se hizo problemas, "ya los agarraré a la salida" habrá pensado.
Lo que el no sabía era que nosotros no pensábamos salir por allí, nuestro "circuito circular antihorario" nos debía llevar luego de atravesar el Portezuelo de las Totoras hacia otra salida por el sur...
La hora avanzaba más rapidamente que nosotros.
Evaluamos que sería conveniente armar campamento antes que desaparezca la luz y antes de adquirir mayor altura y tener que soportar temperaturas más bajas.
Ya nos habíamos percatado que el ritmo que llevábamos no nos permitiría cruzar el portezuelo y descender del otro lado hasta muy entrada la noche, y eso podía ser muy riesgoso por las extremas temperaturas que se producen en la montaña ni bien se esconde el sol.
En ese momento íbamos haciendo punta en la camioneta de Nico y elegimos un lugar amplio y plano en esa quebrada para armar el campamento.
El intenso viento en ese recodo del río nos convenció de buscar otra alternativa.
Fue el Colo, junto con Miguel quién halló unos cientos de metros más adelante un sitio mas protegido, pero tan "escueto" que las estacas de una carpa se clavaban "dentro" de la carpa vecina.
Fogón, comida, charla a la luz de las estrellas, hallazgo de varios satélites y estrellas fugaces, nos hicieron disfrutar plenamente de esa comunión con la naturaleza, enturbiada solamente por el ruido y el olor que despedía una chata con su motor encendido para calefaccionar el "nidito de amor" de una de las parejitas.
Amaneció muy tarde, más de las 8 de la mañana, por lo que los que nos levantamos temprano, a eso de las siete, pudímos disfrutar del gélido aire cordillerano que bajaba por esa quebrada luego de haber pasado por sobre los hielos eternos.
Desarmamos campamento y, con los primeros rayos de luz emprendimos la marcha.
Son solo 35 km, repetía Gustavo, "En una hora como máximo estamos cruzando el portezuelo".
Casi tres horas más tarde las ruedas de las chatas comenzaban a hundirse en la nieve que cubría la huella rumbo al portezuelo de la Totora.
- Pongamos las cadenas antes de quedarnos atascados en 40 cm de nieve. Sugirió alguien.
Así lo hicimos en las chatas de Nico, Guille y PAI, mientras Miguel y Javi decidieron continuar a "rueda pelada", y haciendo punta.
La chata de Nico (Toyo 3.0 TD) es totalmente estándard. Baja y con amortiguación muy blanda, por lo que al principio íbamos casi al final de la caravana pisando las huellas abiertas por los que nos precedían.
El valle por el que circulábamos se cerraba en forma de U con unas paredes verticales muy nevadas e intimidantes.
¿Cómo se podrá salir de acá? Porque, a no ser que tengamos alas, parece imposible.
Ya nos habíamos salido de la huella, donde se había acumulado excesiva nieve y andábamos con Javier buscando alternativas viables.
Desde más abajo el Colo y los demás nos guiaban, con una mejor perspectiva, hacia lugares que parecían mas firmes.
Finalmente nos desbandamos y cada cual salió por las suyas a buscar el ansiado camino a la cumbre.
Guille se enterró (ennievó seria el término apropiado) hasta las puertas en varias oportunidades, recibiendo el rescate de Javi y creo que de Miguel. Nosotros estábamos preocupados por no "clavarnos" en algún pozo cubierto de nieve.
Le porfiamos un buen rato a un ataque demasiado vertical a un talud del camino que corría mas arriba, con bastante nieve y arena gruesa suelta.
PAI vino por el mismo trofeo, pero finalmente nos retiramos derrotados (creo que PAI finalmente pudo subir porque luego nos contó que desde la perspectiva que pudo conseguir vió como el camino cubierto con mas de 60 cm de nieve, se metía por una escondida quebrada a buscar altura y volvía a aparecer mucho más arriba y cerca del filo (portezuelo).
Mientras, escuchábamos por la radio que Guille estaba nuevamente con la nieve entrándole por las ventanillas.
Nuestro DT dió por terminada la búsqueda.
Estábamos ya en retirada y en bajada, cuando la confianza nos jugó una mala pasada y el "canchereo" de andar lentamente hizo que nos quedáramos "clavados" en un pozo de nieve, con la chata apoyada de panza y las ruedas en el aire y sin tracción.
Vino Javi en nuestra ayuda. Primero desde atrás, cuesta arriba en la nieve, IMPOSIBLE.
El primer eslingazo desde adelante tampoco dió resultado y produjo que ambas camionetas quedaran frente a frente pujando de la misma eslinga, Nico "clavado" y Javi colgando barranca abajo, sin posibilidad de desengancharlas.
La fuerza humana logró lo imposible, mover la chata de Javi hacia adelante para poder desenganchar la eslinga, desplazarse hacia atrás, tomar impulso, acercarse nuevamente a la chata de Nico e intentar el eslingazo definitivo y salvador.
Gracias Javier.
Cuando reagrupamos definitivamente para la retirada final nos percatamos que faltaban Dante y PAI. Por un rato no respondían a los llamados por la radio y comenzamos a preocuparnos y a pensar en armar una patrulla de búsqueda y rescate.
Finalmente comienzan a modular, contándonos lo que leímos mas arriba respecto a la quebrada escondida, pero asegurando que era absolutamente impracticable.
Varias horas nos costó salir de allí.
Debimos soportar además la cara de satisfacción de Cromagñon que con la mano extendida esperaba los diez mangos para abrirnos la tranquera a los que no habíamos pagado.
Los adelantados arribamos a Barreal a eso de las cinco de la tarde.
Conseguir que una de las tres pequeñas gomerías del pueblito reparase cubiertas sin cámara nos insumió un buen rato.
Javier había "rumbeado" para Calingasta con la idea de repartir la tarea en dos gomerías y no demorarnos. En Calingasta los gomeros "se habían ido a dormir", así que al rato andaba por Barreal suplicando por un parche (el segundo en dos días).
El operativo terminó mas allá de las 6 y media de la tarde y con las últimas luces del día, eso nos dió pié para sugerir una "pernoctada" en hotel, con cama y agua caliente para el baño.
Colo, Miguel, Javier, Gustavo y Guillermo no aceptaron y continuaron camino con la peregrina idea de llegar a El Molle esa misma noche (les comenté que era casi imposible), no obstante combinamos que "los hoteleros" nos levantaríamos a las 4 de la mañana, para salir a las 5 y tratar de estar a las 8 a más tardar en el Puesto de Gendarmería Alvarez Condarco, o a las 10 en el Puesto El Molle, mucho más adentrado en la cordillera....
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