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Cordillera=6 - Expedicionarios=0
Por los Andes sanjuaninos

Diario de Viaje
Día 4

A las siete en punto del día siguiente nos levantamos y a las ocho partieron PAI y Javier desde la YPF donde habían ido a repostar combustible. Con Nico íbamos siete minutos atrás.

Nueve menos cuarto estábamos en los containers de Las Juntas, el hotel 5 estrellas de los "duros", que todabía apoliyaban a pata suelta.

Nuevamente la tarea de despertarlos, hacerles mimitos, prepararles el café con leche, etc, nos consume casi una hora.

Los expertos del 4x4 habían dictaminado la noche anterior que el arroyo (dificultad 14 en escala 1 a 10 según alguno y 7 según el "agrandado" de Javi) insumiría al menos cinco días de trabajo de una cuadrilla de off-roaders con ínfulas de peones viales.

Alternativa 1: Ir hacia el sur a las Hornillas a una vista "espectacular" del Aconcagua (le avisé que la vista no era tan "espectacular") y continuar hasta la Estancia Manantiales, lugar donde se concentró el ejército del Gral San Martín antes de emprender el cruce de la cordillera por el antiguo paso de Los Patos.

Alternativa 2:
- ¡¡Se me perdió la cámara!!
Ayer cuando cambiamos de piloto en las Pichireguas o en El Molle.
Ustedes vayan yendo muchachos hacia las Hornillas, yo me vuelvo a buscar la cámara. Nos dice el Colo.
- Ni a palos, Colo. Vamos todos con vos. Y, de paso, le echas una tercer mirada al arroyito que te tiene tan "calentito"...

En El Molle la cámara no estaba, seguiremos hasta la Quebrada de los Difuntos.

Mientras PAI, Dante, Javi, Carlos, Guille y Eduardo II, le echan otra mirada al intimidante arroyo cubierto de piedras, el Colo avanza y nosotros, con Nico, nos quedamos a mitad de camino a hacer de "puente" en las comunicaciones.

El Colo llega a la quebrada y encuentra la cámara.
Javi, PAI y Guille deciden dejar el arroyo para mejor oportunidad.

¿Qué hacemos???

- Sigamos hasta las Pichireguas e intentemos llegar a la laguna Blanca por el viejo camino abandonado, propongo.

- ¿Otra vez esas trepadas y caracoles de ayer??? NO!!!
Se escuchó cacarear por allí atrás.

Finalmente se impuso la valiente voluntad de los osados y seguimos adelante.

Parada a reaprovisionar combustible (estomacal), eran más de las dos de la tarde y pata y pata hacia arriba.

Nuevamente el Colo estimulando
- Faltan solo cuatro o cinco caracoles...
Esta vez ya no engañaba a nadie.

Llegamos nuevamente al portezuelo.

Desde allí se ve una vieja traza abandonada que, en dirección sudeste se dirige a un portezuelo un poco más alto que el que estamos, previo paso por un valle cubierto de traicioneros mallines.

A decir verdad, en ese momento no nos dimos cuenta, pero al llegar a Buenos Aires, entre las reflexiones que generó este viaje surgió el tema del daño que habíamos producido en aquellos mallines.
Luego la toma de conciencia respecto a lo dicho por expertos en flora de alta montaña respecto a la gran cantidad de años que le toma a la naturaleza recuperarse de esa masiva destrucción de vida.

Como enseñanza surgida de nuestra propia torpeza, concluímos que en lo sucesivo, cuando debamos avanzar sobre mallines, los protegeremos previamente con las planchas o escaleras que normalmente llevamos "a pasear" como elemento de rescate.

Los instamos a que hagan algo similar para permitir que cuando sus hijos vayan por esos lugares con sus propias camionetas, encuentren el paisaje tan bonito y la naturaleza tan viva como cuando pasaron ustedes (o nosotros).

La traza está tan en desuso que grandes piedras han caido sobre ella y no nos permiten circular.

Todos los copilotos y acompañantes ¡A laburar!!

Las piedras son muchas y la altura cansa.

Habremos avanzado, a paso de hombre con muchas detenciones, unos 3 Km. pasando por dos mallines que nos hicieron sudar un poco (de nervios no más), cuando llegamos a un sector en el que un tupido bosquecillo de espinos de un metro y medio de alto con intimidantes púas de mas de 5 cm, se interponía entre nosotros y nuestro destino.

Esta vez ganaron las gallinas.

Alguien con autoridad proteccionista intercedió a favor de las pinchudas plantas y, RECULAMOS.

Otra vez el apuro.
Que nos quedan pocas horas de luz.
Que no veremos la espléndida vista del Aconcagua.
Que debemos pasar por las Hornillas...

Pusimos las chatas en piloto automático a que navegaran el track que estábamos recorriendo por cuarta vez (en este viaje), de regreso a El Molle.

A eso de las cinco y media estaríamos cruzando el vado del río Colorado, para tomar rumbo sur hacia las hornillas. Quedaba una hora, una hora y media de luz.

Pasamos tan raudamente que solo le dedicamos una foto al rancho de Doña Antonia.

Mas adelante un arroyo temporario había abierto una zanja que cruzaba el camino.
Allí los off-roaders "pelaron" planchas y destrezas corajudas.

Unos pasamos sobre las escaleras de Guille, mientras otros nos mostraron las bondades de sus chatas mandándose de cabeza al pozo y saliendo victoriosos por la orilla opuesta.

Fue esto casi lo último.

Una foto de todas las chatas sobre el puente de las Hornillas mientras el General San Martín, desde el bronce, nos pasa revista.

Una jugosísima charla con los gendarmes de Alvarez Condarco (con datos para futuras incursiones) y el regreso en la obscuridad hacia los garages donde quedarán guardados los metálicos corceles hasta la próxima travesía.

Allí, en diálogo radial, comenzaron a surgir los rimbombantes nombres que distinguirían a esta travesía.
Finalmente primó la sensatez y la humildad: CORDILLERA 6, EXPEDICIONARIOS 0

¿Me habré vuelto masoquista?
Porque nunca disfruté tanto con una paliza!!!

     
EDUARDO CINICOLA      
Mayo de 2.005            


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Todos los tracks y WPTs relevados en esta expedición los encontrará en ViajerosMapas.


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