El track que grababa el GPS en aquella pampa era un perfecto zig-zag. Cualquiera podría pensar viéndolo que aquellos eran empinados caracoles faldeando un cerro. No, éramos nosotros esquivando grietas.
Si bien íbamos más rápido que por el lecho del río, recorríamos miles de metros para avanzar solo 100 o 200 en dirección a la meta.
A las grietas y púas de las plantas, se sumaban unos peligrosos "tronquitos" que asomaban de la superficie.
Efectivamente, cuando esas plantas mueren o se secan por alguna razón, queda como vestigio de su existencia y apuntando al cielo, un tronco casi petrificado del tamaño de un caño de media pulgada y de 3 a 15 cm de altura, peligrosísimos para la integridad de las castigadas cubiertas.
A la hora de habernos separado, guiados por nuestras huellas y algunas indicaciones radiales, Mauricio y Emilio ya estaban en zona.
Con Denis estábamos justamente en un laberinto de profundas grietas que nos tenía atrapados.
Les indicamos a Emilio y Mauricio que intentaran cruzar el río e ir por la márgen derecha (oeste).
Desde donde estábamos veíamos que el tránsito por allí enfrente podría ser mucho menos tortuoso ya que de nuestro lado, a las grietas, se sumaban campos de grandes piedras que nos obligaban a ir muy, muy lentamente cuidando cubiertas.