¿Una nueva huella hacia Corona del Inca?
~
La Rioja - Argentina

"Día 3"

Para ver las fotos más grandes intente acá          


Foto: Gerardo Schreiber
Buscando las nacientes de Punillas.

Para ver las fotos más grandes (requiere banda ancha), intente acá


Ese día me levanté con una noticia buena y tres malas.

La buena fue que no había llovido aguas arriba del Punillas, por lo que la ola de barro y piedras me perdonó la vida.

Las tres malas consistían en tres cubiertas pinchadas y completamente desinfladas en la Cherokee.

Denis también tuvo dos noticias malas, mientras que Emilio y Mauricio tuvieron una cada uno.

La "buena" de Mauricio era que el auxilio con dos tarugos aún no se había desinflado.

Les contaba a los muchachos que no recordaba una sola vez en mis travesías en 4x4 en que hubiese pinchado un neumático. En esta oportunidad fueron tres en simultáneo.

Solo llevaba dos auxilios, pero estrenaría al fin el "equipo de emparche con tarugos" que viaja desde hace un par de años en la chata.

La gomería "Punillas" se puso a trabajar a pleno, criques, parches y compresores no daban abasto.
 


Alguna la pudimos "entarugar" puesta, otra la tuvimos que sacar para poder hallar la pinchadura pasándole la esponjita de lavar utensillos de cocina, con un poco de detergente. Y la última, simplemente le pusimos aire con el compresor de Denis, aparentemente era la que más lentamente se desinflaba. Por suerte los dos auxilios permanecían aún en sus lugares.

Denis, Mauricio y Emilio, mientras tanto emparchaban las suyas.

Tanto trabajo a destajo hizo que se fundieran los contactos del compresor de aire de la chata de Mauricio, que nos dio un susto pero que, finalmente y por suerte, pudieron reparar de forma transitoria.

Nos pusimos en marcha pasadas las diez de la mañana.

Estábamos cerca de donde, remontando el Punillas teníamos que girar hacia el Oeste, ahora si en franca dirección a la Caldera.

Justo en ese giro hay una gran vega que, si bien no está encajonada, preferimos evitar.
 


Tomamos la ribera oeste del Punillas y comenzamos a remontar una fuerte pendiente que nos depositó en una amplísima pampa de suaves guijarros, cuyo único inconveniente eran las pequeñas matas de grandes y filosas púas.

Tratábamos de andar con cuidado, ya habíamos sufrido el poder de esas minúsculas plantitas.

Avanzábamos francamente y a buen ritmo. Desaparecieron las plantas pinchudas y la planicie se convirtió en una mesa de billar de suave y compactada arena que apuntaba a una quebrada por donde venía un hilo de agua proveniente del Oeste. Hacia allá nos dirigíamos.

Una vez embocada la quebrada y, si bien circulamos por las orillas del riacho sobre la ladera suavemente inclinada de las montañas, lo hacíamos con cierta soltura, solo interrumpidos de vez en cuando por alguna grieta formada por algún descenso temporario de agua, que desnudaba la piedras más grandes que se hallaban bajo la arena.
 


En un momento no se pudo circular más por la ladera y debimos bajar al río. Poco más adelante una vega de altos coirones puso freno a nuestro andar. Parecía imposible seguir adelante. La vega tenía más de 600 metros de largo e intentar pasar por allí requeriría de muchísimo trabajo, sin saber qué nos esperaba poco más adelante.

Hasta la divisoria de aguas que se encuentra a 5.500msnm y que da paso a la cuenca endorreica de la Caldera faltaban más de 20Km.

Emilio y Javier bajaron a caminar y a investigar.

Yo decidí cambiar la rueda delantera izquierda que seguía perdiendo aire por alguna pinchadura, por el auxilio que llevaba en la baca, que, aunque era una medida mas chica, la diferencia era muy poca y en ese tipo de terreno no sería inconveniente.

Como los muchachos no regresaban, ayudado por Denis, saco la trasera que no había emparchado a la mañana y, aprovechando la cercanía del arroyo, lo usamos para detectar la pichadura y emparchar in situ.

Quedaba ahora con una rueda con pinchadura leve en el techo y una flamante (sin rodar) de auxilio adentro de la cabina.

A esta altura, tanto inflar cubiertas, el compresor de aire de la chata de Denis también fundió los contactos del fusible principal.
 


Al rato vuelven los muchachos con versiones encontradas acerca de lo que se podía hacer y lo que nó.

Que se puede pasar por la vega. Que nó.

Que se puede remontar la ladera sur. Que es imposible y vano...

Finalmente decidimos hacer el intento por la ladera sur. Si bien el terreno era flojo y la pendiente empinada, dividiéndola en dos tramos y zapateando a las chatas, pudimos subir, transitar unos cuantos cientos de metros por arriba y bajar nuevamente al río más adelante, pasada la vega.

Seguíamos avanzando.

Ahora había que cruzar el arroyo, unos "insignificantes" 70 centímetros de ancho por otros tantos de profundidad, rodeados de altas matas de pasto que lo ocultaban y dificultaban la maniobra.

Pasó Denis golpeando bastante la chata.

Emilio estaba renegando con plancha y malacate cuando descubrimos que poco más adelante parece haber una nueva vega encajonada.
 


Le pido a Mauricio si puede subir por la margen sur unos 20 metros en altura y avanzar lo que se pueda para "otear" el panorama. Así lo hizo y el Informe fue negativo.

La vega que veíamos se extendía por muchos cientos de metros hasta un recodo del río donde dejaba de verse.

Abajo, Denis desciende de su chata para hacer una incursión pedestre. Lo acompañan Emilio y Javier.

Aprovecho para bajar 50 litros de nafta del tanque auxiliar al tanque principal. Los incesantes sacudones de los últimos dos días volvieron a abrir un poro de soldadura y estaba goteando nuevamente.

El informe de los "exploradores" es terminante y nefasto. Por allí no se puede continuar sin topadora.

Reconozco que estábamos cansados, muy cansados y ello influyó para decidir el no va más.
 


Teníamos en mente que aún nos quedaba intentar por la alternativa de salida (inexplorada y muy difícil) hacia la Laguna de los Aparejos y, si el intento era vano, deberíamos desandar los tres días sobre y dentro del río Bonete.

Eran más de las tres de la tarde del tercer día cuando comenzamos el regreso en busca de una salida hacia el norte.

Rápidamente desandamos el camino hasta la vega donde el Punillas gira haca el Sur.

Nosotros lo hicimos hacia el norte.

Hasta allí y aún más, bordeando la vega por el oeste, el terreno era amigable.

De repente notamos que estaba obscureciendo.

No era el crepúsculo, eran unas negras nubes de tormenta que posiblementa nos trajesen nieve.

No digo nada.
 


El terreno se puso "fulero".

Es ahora un gran cono de deyección que baja del norte hacia la vega, surcado por decenas de grietas de todos los tamaños y tapizado de piedras de un tamaño suficiente como para hacer muy incómoda la marcha.

- Allí está, debemos salir por esa quebrada que baja del cerro a nuestra izquierda. Nuestro objetivo está detrás de la linea cumbrera, debemos pasar la divisoria hacia la cuenca de la Laguna Aparejos, en Catamarca.

Las nubes ya cubrían parte de la montaña (el Cerro Cenizo).

La pendiente era pronunciada pero el mayor problema eran las piedras que nos obligaban a ir a paso de hombre.

No obstante eso, la Cherokee comenzó a calentar. Arrastraba ese problema desde que no conseguí en la ruta ni en Laboulaye una tapa de radiador "original". Tuvo que ir una de fiat, cuya válvula abre con menor presión provocando el derrame del refrigerante. Eso solo ocurría (y ahora lo notaba) cuando se sometía el motor al esfuerzo de una propongada trepada.
 


Ese tema distrajo mi atención y el grupo comenzó a desmembrarse.

Cada cual elegía el camino que mejor le parecía.

Llegando a los 4.600 metros, en un lugar tapizado de muy filosas piedras tuve que detenerme porque la temperatura había subido mucho a pesar de que afuera debía hacer poco más de cero grados. Estaba muy nublado y algunas gotas mojaban los parabrisas de las chatas.

Tuve que dejar que se enfriara un poco para agregar mas de cuatro litros (de agua) al circuito refrigerante.

Cien metros más adelante esperaba Denis, trescientos más allá Mauricio (que comenzaba a preocuparse), mientras a Emilio lo había perdido de vista.
 


A poco de poner en marcha nuevamente la caravana y, sumamente preocupado por el tema temperatura, se agrega la preocupación por el suelo. Efectivamente, las piedras eran cada vez más grandes y más filosas.

Avanzaba en primera de baja y peinando el embrague para pisar con el máximo cuidado.

Prontamente ocurrió lo inevitable. Un fuerte y violento resoplido me anotició que una de las cubiertas había cedido al embate de las piedras.

La situación era incomodísima. En una ladera inclinada a casi 4800 metros de altura, sin superficie lisa para afirmar el criquet y con el auxilio sano dentro del baul, lo que me obligaría a bajar todo el equipaje para sacarlo. Con la preocupación por la pérdida de refrigerante y las nubes que peinaban nuestras cabezas dejando caer las primeras gotas.

No pude evitar emitir un improperio a todo pulmón.

El corte en el lateral de la cubierta lo había provocado una piedra como una laja y filosa cual gilette que estaba posicionada perfectamente vertical, solo dos metros más atrás, y escondida entre otras un poco más grandes.
 


Finalmente y en términos de abreviar el trámite, decidimos poner el auxilio pinchado que estaba en la baca y darle aire con el compresor de Denis (que andaba pidiendo pista para aterrizaje de emergencia).

Hablando de Denis, fue el, siempre bien dispuesto, quién hizo la parte gruesa del trabajo de cambio de rueda.

Debemos haber estado detenidos otra media hora y ya estaba más abscuro, ahora no solo por la tormenta sino también por la hora.

Habíamos perdido totalmete de vista a Emilio y Javier que suponíamos siguieron un poco la marcha mientras nosotros estuvimos detenidos.

No podíamos ponernos de acuerdo hacia dónde habían ido.

Finalmente lo vemos aparecer en el filo y medio entre nubes a Emilio que dejó su chata y bajaba caminando para guiarnos hasta donde el estaba.

Caminar entre esas piedras y a 4800 metros de altura no es recomendable para gente sin entrenamiento, sin embargo Emilio haciendo de tripas corazón llegó hasta donde nosotros....
 


Yo estaba sin acompañante ya que Mariano había pasado a la chata de Denis por lo que Emilio sube conmigo.

Por poco tiempo, porque al rato está nuevamente abajo tratando de buscar el mejor camino en ese laberinto de puntiagudas rocas para evitar nuevas roturas de cubiertas.

El "nuevo camino" nos depositó unos 50 metros más arriba y 150 metros a la derecha de donde Emilio había dejado su chata con Javier.

Para no tener que descender ni que Emilio siguiese caminando, llamamos a Javier para que se nos una.

Javier no contestaba.

Insistimos.

Nada.

Lo llama Mauricio, Denis...

Nada. Javier no contesta.

Desde donde estamos no podemos ver claramente si Javier está en la chata, pero de ser así nos tendría que haber visto.
 


De repente, en la semipenumbra sube una nube negra por la ladera y la Toyota de Emilio desaparece de la vista.

¿Pero, qué está pasando? ¿Qué le pasa a Javier que no responde?

Cunde un poco de alarma.

Si Javier hubiese bajado de la camioneta, habría quedado inmerso en la nube y seguramente perdido todo punto de referencia. En ese caso era muy posible que se extraviase, más teniendo en cuenta que pronto obscureciería por completo.

Al rato vuelve la calma, lo hallaron a Javier que, preocupado por no ver ni escuchar más a Emilio, bajó a buscarlo. Sin handy y sin avisar de sus movimientos antes de abandonar la chata. Un susto.

Rápidamente reagupamos y tomo la punta para intentar salir de ese berenjenal de rocas.

Los de atrás me advierten que ya no se ve nada.

Efectivamente la espesa niebla hace perder contacto con la chata de adelante, la obscuridad y poca visibilidad no permite elegir la mejor traza. Mauricio propone detenernos y caigo en la cuenta que es la actitud más sensata para el momento.
 


Nos encontramos en el punto más alto de la divisoria de aguas, no es el mejor lugar, ¿o si?

A poco de acomodar las chatas una al lado de otra comienza a caer agua nieve.

A nadie se le ocurre siquiera bajar a calentar algo para comer, mucho menos armar carpa. Se está levantando viento.

El cansancio no me permite captar que hay ansiedad y preocupación en el ambiente. Ansiedad y preocupación que aparentemente aumentó cuando comenzó a nevar copiosamente.

Posiblemente más de uno habrá pensado ¿Y ahora cómo saldremos de acá si no para de nevar?

¿Quién nos sacará si nadie conoce el camino... Mejor dicho si NO HAY CAMINO?

Yo, descansé tranquilo y felíz, protegido de la tormenta por la chata y las bolsas de dormir.
Disfrutando de la copiosa nevada...

¿Inconciente?

~ 0 ~


 


Mapa de la zona tomado de ViajerosMapas.com


 
 
 
Las   F O T O S


Foto: Emilio Salar
Las heridas de la batalla del día anterior.


Foto: Emilio Salar
Tres, para ser más precisos.


Foto: Emilio Salar
Aunque no fuimos los únicos.


Foto: Javier Pla
La "Gomería Punillas" trabajando a pleno.


Foto: Javier Pla
Continuaríamos aguas arriba del Punillas.


Foto: Eduardo Cinícola
Esquivando plantitas "pinchudas".


Foto: Gerardo Schreiber
Estas tienen púas chicas, pero implacables con los laterales de las cubiertas.


FOTO: Mariano Mazzeo
Son muchos kilómetros cruzando los dedos...


Foto: Gerardo Schreiber
Cambia nuevamente el suelo, ahora vuelven las piedras.
Otra vez debemos cruzar el río y ahora tratar de subir a la planicie de la izquierda.


FOTO: Mariano Mazzeo
Cruzamos el río.


FOTO: Mariano Mazzeo
Y subimos a la planicie.
Ahora le toca al resto de los muchachos.


FOTO: Mariano Mazzeo
Denis la pelea con éxito.


Foto: Eduardo Cinícola
Es el turno de Emilio y Mauricio.


FOTO: Mariano Mazzeo
Ya que estamos arriba, ¿Inflamos un poco la trasera izquierda que viene mal?.


Foto: Javier Pla
Se terminan las "pinchudas" y comienza una hermosa pampa de arena muy pareja que nos llevará hasta aquella quebrada.


Foto: Javier Pla
Parece ser que es la primera vez que un vehículo pisa esa superficie.


Foto: Javier Pla
En el interior de la quebrada debemos andar con cuidado por las piedras y los coirones.


FOTO: Mariano Mazzeo
Los costados de la quebrada nos muestran su origen aluvional.


FOTO: Mariano Mazzeo
Hace millones de años otro río mucho mayor que este trajo todo ese material.
Hoy el discreto Punillas, vuelve a tallar aquel barro primigenio.


Foto: Gerardo Schreiber
Cruzamos el valle de un lado a otro buscando siempre seguir adelante.
Se nos ocurre pensar que es el tercer día en que andamos absolutamente por fuera de los caminos.


Foto: Eduardo Cinícola
El tránsito por el vallecito del Punillas se complica.
Es prácticamente imposible pasar sobre esos túmulos sin tener que trabajar varias horas.


Foto: Javier Pla
Escapamos por las laderas.


Foto: Gerardo Schreiber
Otra vega, nuevamente a investigar.


Foto: Gerardo Schreiber
Bonito paisaje.


Foto: Gerardo Schreiber
Aprovechemos para emparchar...
"Gomería Punillas" no pierde el tiempo.


Foto: Gerardo Schreiber
Hallamos la manera de continuar adelante.


Foto: Gerardo Schreiber
El modesto Punillas, solo un pequeño zanjón a esas alturas...


Foto: Eduardo Cinícola
Se convierte en un hueso duro de roer.


Foto: Gerardo Schreiber
Otra vega se interpone en nuestro camino.
Esta ya es la definitiva. No hallamos más salida.


Foto: Eduardo Cinícola
Regresamos a la vega en donde el Punillas gira hacia el sur y nosotros al norte.


Foto: Eduardo Cinícola
El terreno y el entorno son hermosos, pero se empiezan a acumular nubes negras sobre nuestras cabezas.


Foto: Javier Pla
Aguerrida...


Foto: Javier Pla
Más adelante vuelven los coirones y bajan las nubes...
Mauricio abre camino.


Foto: Javier Pla
Negociando una ladera inclinada.


Foto: Javier Pla
Comenzamos a subir y empeora el camino, sube la temperatura de la cherokee y las nubes se vuelven amenazantes.


Foto: Javier Pla
Nicky feliz..


Foto: Javier Pla
Las nubes más bajas.


FOTO: Mariano Mazzeo
Y las piedras más grandes.


FOTO: Mariano Mazzeo
Más grandes y más filosas...


Foto: Gerardo Schreiber
¿A dónde vamos?


Foto: Gerardo Schreiber
Eduardo buscando llegar a las nubes.


Foto: Javier Pla
Denis.


FOTO: Mariano Mazzeo
Mauricio, en una trepada fenomenal y en un entorno espectacular.


Foto: Gerardo Schreiber
La chero con la boca abierta buscando aire que la refresque.


Foto: Gerardo Schreiber
Un aquelarre de filosas rocas, esperaba por nuestros neumáticos.


Foto: Gerardo Schreiber
Avanzábamos ahora en lenta caravana.


Foto: Gerardo Schreiber
Tomé la punta buscando la salida.


Foto: Gerardo Schreiber
Hasta que la noche y la neblina hicieron aconsejable detenernos.


Foto: Eduardo Cinícola
La noche nos trajo nieve.


Foto: Eduardo Cinícola
Estábamos a 4.801msnm.


Foto: Javier Pla
Casi en la cima de una montaña.


Foto: Javier Pla
La nevada duró toda la noche...


SE ACABA DE ESTA MANERA ANGUSTIOSA LA TERCER JORNADA DE ESTA TRAVESÍA.
PARA EL DIA SIGUIENTE CONTINUABAN LAS MISMAS INCÓGNITAS...
¿HALLAREMOS LA SALIDA, O DEBEREMOS VOLVER SOBRE NUESTROS PASOS?
¿ALCANZARÁ EL COMBUSTIBLE? ¿ALCANZARÁN LOS NEUMÁTICOS DE AUXILIO?
¿DECAERÁ EL ESPÍRITU AVENTURERO?
A LA QUE SE AGREGABA AHORA ¿PARARÁ DE NEVAR?

Mmmm....

  Sigue acá...

    Esta aventura comenzó acá...

           
EDUARDO CINICOLA
Marzo de 2009