Unos días antes habíamos intentado ingresar por la RP400 a la zona de El Pachón, donde nos negaron la entrada los guardias de la empresa minera xStrata.
Esa zona tiene varias historias interesantes.
Una de ellas está referida justamente a las empresas mineras y su empeño en impedir que nadie pise lo que ellos consideran, "sus tierras".
Las minas cambian de "concesionario" pero todos se manejan últimamente con los mismos principios, "la tierra es mía".
La vieja Mina de El Pachón está allí, en la cordillera sanjuanina, al norte de Cerro Mercedario y pegada al límite con Chile.
Está en "exploración/explotación" (siempre a media máquina) desde tiempos inmemoriales.
Ha pasado por muchas manos y siempre está en un estado "indefinido".
Solo 800 metros más allá, en territorio chileno está, en plena producción, la mina a cielo abierto "Los Pelambres".
El Pachón tiene el inconveniente que ocho meses al año está cubierta por las nieves invernales.
Ocho meses en que nadie puede quedar en el campamento del yacimiento de altura, pero ¿cómo "proteger" aquello que queda a merced de los vientos y de algún oportunista?
Veamos.
Había dos posibles accesos desde El Molle (Viejo campamento y refugio minero al pié del Mercedario y donde llegaba la RP400).
Uno (Camino 1 V1) subía por el lecho del arroyo de la laguna Blanca hasta el campamento Base de ascenso al Cerro Mercedario, más allá de la Laguna Blanca y luego torcía al norte en busca del abra de Pichireguas, luego descendía al Río Bramadero para ascender nuevamente por el al abra de las Yeguas Heladas (o Pz de la Guardia), descendiendo luego a las nacientes del Río Santa Cruz, bajaba por el hasta el encuentro del Río Pachón, por el que ascendía hasta casi el límite internacional donde se encuentra el yacimiento.
Este camino sufrió los efectos de un aluvión en el arroyo de la Laguna Blanca que lo destruyó totalmente, por lo que se construyó una variante (2) que, desde El Molle, remontaba el Río Blanco hasta el Río Bramadero y subía por el hasta las Pichireguas, para continuar sobre la traza ya mencionada.
Estas dos variantes del primer acceso tenían la "ventaja" que permanecían cerradas por la nieve que se acumulaba en el Pz de las Pichireguas y en el de La Guardia, por lo que no presentaban mayor preocupación para quién explotara la concesión de El Pachón y que dejaba el campamento abandonado durante el invierno.
El problema es que había un segundo "camino" hasta el yacimiento, y este no pasaba por alturas tales que garantizaran su bloqueo invernal.
Ese más antiguo camino, partía de El Molle, remontando el Río Blanco (igual que la variante 2), pero al llegar al Bramadero continuaba hacia el norte, a buscar las "juntas" con el Santa Cruz (que es afluente del Blanco), en el paraje Placeta. Desde allí remontaba suavemente el Río Santa Cruz por sus orillas hasta llegar a "las juntas" con el río Pachón, por el que se llegaba al yacimiento, sin haber ascendido en ningún momento a los 4.052 metros de altura del portezuelo de La Guardia.
Un "golpe de suerte" solucionó el inconveniente que esta "puerta trasera" representaba para quienes, con contrato de concesión minera, se adueñaban de todos esos valles.
Un deslave "natural" cayó de la ladera del cerro Estrella (donde hay un avión siniestrado – otra de las historias mágicas de esos lugares-), y endicó las aguas del río Santa Cruz. Formó una gran laguna que inundó la huella y obstruyó totalmente el valle, lo que imposibilitó definitivamente el tránsito por esa segunda alternativa.
Esto sucedió allá por el 2003/2004 y la laguna puede apreciarse en las fotos que publica Google Earth.
"Santo remedio y problema solucionado. Acá no entra nadie mientras nosotros no estamos (y tampoco cuando estamos)". Habrán pensado las empresas mineras.
A pesar de ello, tuvimos la suerte de poder ingresar allí en mayo de 2.005 cuando ya se habían ido los mineros, en su receso invernal pero aún no había nevado lo suficiente como para cerrarnos el paso por el Portezuelo de La Guardia, donde sí habíamos tenido problemas unos años antes.
Unos meses más tarde de nuestra visita de mayo de 2.005,ocurrió algo impredecible.
La naturaleza toma sus propias decisiones y, en septiembre de 2005 socavó el dique que detenía las aguas de la laguna que se había formado y, liberó violentamente sus aguas, que bajaron como tromba por el Río Santa Cruz, arrastrando todo a su paso, incluso la antigua huella que llegaba hasta el pie del dique.
El agua siguió por el Santa Cruz, llegó al Blanco, aceleró su velocidad, arrancó enormes rocas de las orillas y del lecho, al llegar al refugio El Molle socavó parte de su plataforma y se llevó varias paredes (a pesar que está unos seis metros por sobre el nivel normal del río), arrastró dos o tres camionetas nuevas que andaban por allí (cuyos ocupantes oyendo el estruendo del alud que se acercaba saltaron de ellas y ascendieron por las laderas para poner a salvo su pellejo), el aluvión aminoró un poco su alocada carrera al ensancharse el lecho allí donde el Blanco se une con el Río de los Patos y así pasó por Barreal, Sorocayense, Tamberías y Calingasta, dañando todos los cultivos cercanos al río y muchas casas.
La locura de agua, piedras y lodo estuvo a punto de provocar una catástrofe cuando el aluvión llegó al obrador de la construcción del dique Caracoles.
Por suerte allí la cosa no pasó a mayores.
Lo que nos interesa de todo esto es que ese aluvión posiblemente haya borrado definitivamente la entrada 2 a El Pachón y, con ello la posibilidad de unir aquellos valles con El Valle de Los Azules, que es donde estábamos.
En efecto: el Río Santa Cruz (aquel de la laguna cuyo dique colapsó) colecta en su recorrido, antes de desaguar en el Blanco, el aporte del Río la Pantanosa, por su margen izquierda.
Por allí se escurría hacia el norte otra precaria huella que permitía salir (o entrar) a Calingasta por el Portezuelo de las Totoras.
¿Realmente habría quedado totalmente intransitable aquella huella?
Tres días antes habíamos intentado justamente transitar de sur a norte y nos encontramos con que, a la altura de El Molle, la huella había desaparecido arrasada por el aluvión pero, yendo de norte a sur y descendiendo por el río de la Pantanosa, deberíamos poder llegar, aunque sea hasta su confluencia con el Santa Cruz.
Era un buen desafío.
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