Por los Andes sanjuaninos |
Día 3 |
Al día siguiente muy, pero muy temprano para mi gusto (4 de la madrugada) me despertaron los golpes de la mucama en la puerta.
Desayuno veloz, breve charla con el sereno del hotel que además era baqueano y muy conocedor de la cordillera y, a las 5 en punto, partimos.
El camino estaba muy parejo, la obscuridad nos ocultaba los paisajes del Río de los Patos discurriendo dentro de la quebrada así que ni tiempo para las fotos perdimos.
El Colo me había prometido que al pie de la columna derecha de entrada al Puente Bailey que cruza el río de los Patos en las Juntas, nos iba a dejar una nota informando que rumbo habían tomado (sur hacia Alvarez Condarco u Oeste hacia El Molle).
No eran aún las 6 de la madrugada cuando al arrimarnos al puente de Las Juntas, nos encontramos con las siluetas de las dos Toyo y la Mitsu de los muchachos.
Los muy vagos no habían hecho más de 30 Km desde Barreal y se tiraron a dormir dentro de unos containers de transporte marítimo que allí ofician de refugio para los cuidadores del puente. Bocina y bocina y los muy guachos no se levantaban.
A mí me salía espuma por la boca después de haberme "comido" semejante madrugón al p... A los 15 minutos decidimos continuar y esperarlos más adelante.
A las 7 de la mañana y aún de noche llegamos al puesto de El Molle. Yo no lo podía creer. En el invierno del año pasado, con el puente clausurado, desvío por las Hornillas, visita a los gendarmes, almuerzo campestre y camino tapado de rocas, nos había insumido hasta las cinco de la tarde llegar a El Molle (está claro que no habíamos partido a las 5 de la mañana!!). Mas de una hora nos tuvo el grupo "remolón" esperando en El Molle.
Aprovechamos para echarle una mirada con PAI, Dante y Nico a la cortada provocada al viejo camino al Pachón vía Laguna Blanca. El corte se produjo por un derrumbe en el arroyo con inmensas piedras bola de un metro de diámetro.
Con los primeros rayos de sol verificamos que en esas condiciones era practicamente imposible intentar nada por allí.
Por suerte existe la traza nueva que bordeando el río Salinas/Blanco hacia el norte hasta la Quebrada de los Difuntos y remontando primero el Portezuelo de Las Mulas y luego el de las Pichireguas, esquiva este infranqueable obstáculo del arroyito (que nos traería su historia con miles de opiniones).
A las ocho de la mañana aparecieron muy campantes Colo, Miguel, Guillo, Eduardo 2, Javier y Carlos.
Se habían ido a visitar a los gendarmes del puesto Santa Ana mientras nosotros esperábamos.
50 metros antes de llegar Javier pincha su primer cubierta del día.
No se imaginan lo contentos que estaban con Carlos (a la izquierda en la foto).
Ocho y media habremos comenzado el recorrido hacia el Pachón.
El sol ya nos iluminaba un bello Río Blanco (de color verde lechoso) que bajaba dentro de una quebrada con paredes inclinadas cubiertas de piedras que semejaban un manto de chocolate rallado.
Cruzamos el Arroyo Bramadero y un poco más adelante giramos a la izquierda para comenzar el ascenso.
Al llegar a la cúspide de esa primera cuesta (abra de las Mulas) rebautizada Abra de la Pinchadura de Pla, Pla pincha (por segunda vez en el día y en un tramo de 25 Km).
Se lo notaba un poco "calentito" por lo frecuente de su actividad de cambiar neumáticos (a lo que parece que no está muy acostumbrado), pero ya en esta tercera del viaje habían adquirido cierta práctica con Carlos y levantaron la chata con el Hi-Lift.
Aprovechamos el tiempo para observar unos cóndores que revoloteaban sobre nuestras cabezas. ¿Se estarían relamiendo imaginando comida fresquita en envase de ser humano?
Hablando de comer, se nos despertó el apetito y abrimos la despensa para mandarnos algo sólido al buche.
Comenzó la bajada, la primera. Y que bajada!!
Por suerte hacía poco había pasado una motoniveladora quitando de la huella el "chocolate rallado".
Las cerradas horquillas en descenso requirieron en más de una oportunidad dos y hasta tres maniobras.
Cuando llegamos al fondo de esa quebrada, nos encontramos nuevamente con el arroyo Bramadero. Lo cruzamos y comenzamos otra infernal subida en faldeo.
A la media hora divisábamos, allá abajo y como si fuera de juguete, la cuesta anterior (la de la pinchadura de Pla). Más atrás la Cordillera de Ansilta (vista desde el Oeste) lucía sus cumbres nevadas, muy nevadas.
- Faltan solo cinco horquillas más. Nos decía por la radio El Colo (yo sabía que eran como 20) pero servía para incentivar.
Llegamos. Finalmente llegamos.
¿A dónde?
Al Portezuelo de las Pichireguas de unos 3.090 msnm
El verlo casi sin nieve me hizo alimentar espectativas de llegar esta vez hasta el Pachón.
Solo falta otra bajada más y tres portezuelos que superan los 4000 metros de altura.
Yeguas Heladas 4090, La Guardia 4150, y Las Ojotas de 4010 a tan solo 5 Km del límite con Chile.
El entusiasmo nos empujaba hacia adelante.
El Colo, como carnada, propone almorzar en El Pachón.
Superamos el lugar donde en agosto de 2004 las acumulaciones de nieve nos cortaron el paso a 3.560 msnm y de noche.
Esta vez la nieve comienza recién a 3.800 metros de altura.
¿Nos dejará pasar?
Quienes hacían punta iban marcando una profunda huella que nos facilitaba el tránsito a los que íbamos detrás.
Sin hablarlo, hubo casi un acuerdo tácito de no colocar las cadenas en los neumáticos.
¿Habrá sido la fiaca, o la experiencia del día anterior que nos demostró que con nieve fresca no fueron tan efectivas?
Subida, bajada, vuelta a subir por aquellos caminos de cornisa cubiertos de nieve pusieron un poco de adrenalina a la expedición.
Del abra de las Ojotas comienza la bajada por la margen occidental del Río Santa Cruz, al que le descubrimos sus inicios, allí, a pocos metros, en la divisoria de aguas con Chile.
Conversando por radio decidimos que es mejor dejar el Pachón y el Hito Internacional para "postre" y evitar así entrar dos veces a la mina.
Hablando de mina, nuestro próximo objetivo sería entonces la Mina de los Erizos, de la que no teníamos más información que su cercanía a un afloramiento rocoso de fuerte color amarillo.
El WPT del GPS, tomado de la Topo del IGM, nos indicaba que se encontraba a 800 metros a nuestra izquierda, pero del otro lado del río Santa Cruz, que aquí ya tiene un caudal considerable y abruptas barrancas a sus orillas.
Por otro lado, el "bueno" del Sr. Garmin, en su IMG, nos informaba que la Mina los Erizos se encontraba 4 Km más al Norte.
Allí fuimos y descubrimos una hermosísima laguna formada por el endicamiento natural (provocado por un deslizamiento de la ladera del Cerro Estrella) del río Santa Cruz.
PAI estaba intrigado por saber como era que ya habitaban patos en esa reciente laguna.
Lamentablemente, el agua cubrió gran parte de la senda que continuaba hacia el norte y que permitía salir de allí sin necesidad de pasar por las cinco abras que ahora sí deberíamos atravesar nuevamente a nuestro regreso.
Chau circuito circular Colo, tendremos que desandar nuestros pasos.
Guillo se jugó y en su humeante L200 vadeó el Santa cruz y se fué hacia el Oeste, hacia donde el IGM nos decía que se encontraba la mina Erizos.
Lamentablemente fue un esfuerzo inútil, porque luego de recorrer más de 1500 metros a campo traviesa en esa dirección, no halló nada.
En realidad no sabíamos muy bien qué estábamos buscando. ¿Unas construcciones abandonadas, hornillas, algún signo de trabajo humano?
Mientras Guillo, ya de regreso, vadeaba trabajosamente el Santa Cruz y remontaba sus escabrosas orillas, el Colo nos grita por la radio:
- ¡El avión!, ¡El avión!.... descubrí el avión!!!
Se refería a los restos de un DC3 carguero de Panagra que se estrellara en 1.938 en el Cerro Estrella, según nos relatara Federico Kirbus.
Sabíamos también que un alemán residente en Barreal había conseguido permiso para llevarse las partes de aluminio que en aquella época tenían mucho valor.
¿Qué sería lo que habría quedado de aquel avión siniestrado, incrustado en la nieve de este gigantesco cerro?
- ¡Allá!, ¡Allá!, Mirá, casi en la cima misma... esa saliente obscura con forma de cigarro debe ser el fuselaje que quedó casi intacto.
Le faltan las alas y la cola, eso se debe haber llevado el alemán!!!!
Allí afloraron diez largavistas, catalejos, prismáticos, lupas y otras yerbas.
Cada quién tenía una opinión distinta.
Por un momento pensamos decirle... Si, Colo, tenés razón...
Pero después optamos por decir la verdad: Para ninguno de nosotros eso era el fuselaje de un avión.
- Mejor!! (dijo el Colo, que es imbatible en convertir adversidades en oportunidades), entonces para la próxima organizamos otra expedición y nos traemos un par de andinistas que vayan a investigar!!!
- Se hace tarde, vayamos para el Pachón a intentar subir al hito limítrofe!!!
Partimos raudamente y en no más de media hora ya estábamos frente a unos míseros galpones de chapa, cerrados con cadena y candado.
¿Y esto era la famosa Mina de El Pachón?
Honestamente esperaba ver algo más imponente, más importante.
La imponencia que les faltaba a las instalaciones, le sobraba al paisaje.
Es un profundo valle en forma de U rodeado de altos filos nevados.
En esas laderas descubrimos los "desarrollos" (precarios caminos abiertos por los mineros que trepan la montaña en busca de alguna veta mineral).
Eran muchos y se cruzaban y entrecruzaban. Compartían una característica; estaban todos cubiertos de nieve.
Gustavo tenía el dato que subiendo por el desarrollo central se podría llegar al hito.
Pero... ¿Dónde arranca el desarrollo central?
Las irregularidades del terreno nos impiden ver cual camino es cual. Parece uno de esos laberintos de los juegos de ingenio de las revistas.
Mientras todos continúan en la sesión fotográfica de los galpones, con Nico nos decidimos y tomamos la delantera por una de aquellas huellas.
Nos sigue Guillermo con Eduardo II.
A poco de andar nos damos cuenta que la huella está torciendo mucho hacia el sur.
Escuchamos por la radio la algarabía del resto del grupo que, aparentemente, dió con la traza indicada.
Tozudos, continuamos unos metros más a ver dónde nos conduce esta huella.
Después de una última lomada, aparece.
Allá está.
Sus aguas están congeladas.
¡Es la laguna del Pachón!!
A unos 50 metros de sus orillas nos tenemos que detener porque el camino baja abruptamante y se acumuló mas de un metro de nieve.
Si nos quedamos "clavados" allí, no nos sacan ni con helicóptero.
- Urgente, a retomar, que estos guachos ya están llegando al hito!!!
Guillo que venía atrás retoma primero y detrás de el vamos nosotros.
Debemos volver unos kilómetros hasta los galpones y tratar de encontrar las huellas de los muchachos.
No nos costó mucho y en pocos minutos ya los habíamos alcanzado.
Andando por sobre la nieve ya aplastada por ellos la cosa resultó sencilla.
El camino era una cornisa infernal, cubierta con mas de 30 cm de nieve y un amedrentador precipicio que parecía invitar al patinazo y zambullida.
Solo Miguel con el Colo, en la Toyo aspirada y sin cadenas seguía adelante.
El resto se había quedado en un pequeño ensanche del camino especulando con poder retomar allí para bajar.
Se oyó por enésima vez un cacareo de gallinas por la radio.
Solo habremos avanzado unos quinientos metros, cuando escuchamos el ¡No va más! Emitido por la radio por Gustavo.
Ahí estábamos. A unos 400 metros en línea recta del Hito Limítrofe del Pachón, solo que estaba unos trescientos metros más arriba y el desarrollo para llegar a el debería tener unos dos kilómetros, cubiertos con una capa de más de 60 cm de nieve.
IMPOSIBLE.
¡Qué lástima, lo teníamos ahí, casi al alcance de la mano!
Al rato ya estaban todas las camionetas amontonadas en la estrecha huella nevada.
- Te irás solo, porque lo que es yo, no te acompaño ni borracho, le dijo Dante a PAI que venía con ganas de hacer el último tramo caminando.
Finalmente debíamos volver.
Las opciones eran: Recular por casi un kilómetro por el camino de cornisa cubierto de nieve o... girar y retomar allí, con un ancho de unos seis metros entre el paredón de roca y el precipicio.
Se optó por retomar.
Recuerdo que a Nico lo engancharon con un malacate de la trompa y lo hicieron girar de prepo sobre su propio eje.
Eran la cinco y media y el sol ya se escondía tras las montañas aunque nos quedaría aún una hora y media de luz, cuando emprendimos el regreso.
- Apuremos, apuremos, que tenemos que pasar las cinco abras hasta llegar a El Molle.
Al regreso le imprimimos ritmo veloz.
En exactamente dos horas y cuarenta y cinco minutos hicimos el recorrido desde las cercanías del Hito hasta El Molle, cruzando sucesivamente los portezuelos de Las Ojotas, La Guardia, Yeguas Heladas, Pichireguas y Las Mulas.
El Defe de PAI se hamacaba de lo lindo y, con casi 400 Kg de carga en el techo, tocaba con la baca en el suelo en cada una de los cientos de horquillas que transitamos (mete miedo verlo manejar a Pablo).
Fue una vista espectacular, en plena noche, unas camionetas bajando por una de las cuestas mientras otras subían por la siguiente.
Las luces yendo y viniendo al compás de los zigzags de los faldeos impresionaban como un valet fantasmagórico.
En El Molle se armó "rebelión en la granja".
Mientras unos pujábamos por ir a dormir a Barreal (a poco menos de dos horas de camino) otros pulseaban por quedarse a dormir allí, en condiciones infrahumanas, con el objeto de trepar al día siguiente por el celebérrimo arroyo de la Laguna Blanca, del que ya dieramos cuenta unos cuantos párrafos atrás.
Javi quería ir a verlo para tener su propia opinión.
Los "abuelos" nos queríamos rajar lo antes posible para el hotel (charla va, charla viene eran casi las nueve y media de la noche) llegaríamos a las once y media, con pocas posibilidades de comer algo.
Finalmente salimos a "hacer las reservas" mientras los expertos en off-road decidían si valía la pena regresar al día siguiente a intentar llegar por ese arroyo hasta la Laguna Blanca, al pié del Mercedario.
Pasada la medianoche aparecieron Dante, Pablo, Javier y Carlos en el hotel.
Eran más de la una cuando nos fuimos a dormir despues de una extenuante jornada en las entrañas de la cordillera, que había comenzado allí mismo 21 horas antes.
La última indicación del DT era que nos encontraríamos a las 9 de la mañana en Las Juntas. Perfecto, eso nos permitiría dormir por lo menos hasta las 7 ¡Casi seis horas!!!
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