LAGUNA BRAVA
perdida en las alturas de los Andes

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El lunes a primera hora volvimos al centro de la ciudad de Catamarca, ubicamos un representante de Volks Wagen quién determinó que habría que cambiar buena parte del tren delantero del Gol, dañado por el golpe del día anterior.

Era un vagón de "guita" (mucho dinero).

Le pedimos, si con buena voluntad, se podría enderezar un poco, como para que las dos ruedas delanteras apuntaran para el mismo lado. Accedió y prometió que estaría arreglado para esa tarde a última hora. Por mucho menos "tela".

Volvimos al camping en el Renault 12 a esperar. Aprovechamos para bañarnos todos con agua caliente y descansar.

A la tarde fuimos a retirar el Gol, compramos una "cubierta" y volvimos a las carpas. Cenamos y dormimos.

El martes desayunamos temprano y salimos hacia el sur, por una carretera asfaltada y llana.
A poco mas de 100 Km ingresamos a la provincia de La Rioja. Dejamos la carretera principal y torcimos hacia el Oeste.

Por un camino de ripio recorrimos la Cuesta de la Cébila (o Sébila) que nos llevó a Estación Mazán (uno de los tantos pueblos que murió cuando el ferrocarril -privatizado- anuló ese ramal de sus diagramas), de allí a Aimogasta para llegar, ya entrada la noche, a Chilecito (al pié del Nevado de Famatina de 6.150m). Esa noche 23:30 Hs nos alojamos en una pensión muy económica.

Al día siguiente (miércoles), antes de irnos de Chilecito, visitamos la terminal del cablecarril de la mina "La Mejicana".

En realidad la mina de oro "La Mejicana" no produce mas el preciado metal desde hace unos cuantos años, pero suponemos que fue algo muy importante pues la compañía inglesa que se encargaba de su explotación construyó uno de los cablecarriles mas largos y altos de su época para bajar el mineral. Efectivamente tenía (y tiene) 35 kilómetros de extensión y "trepa" desde los 1.100 metros sobre el nivel del mar (ciudad de Chilecito) hasta mas de 4.800 en que se encuentra la boca de la mina. Fue construido entre 1895 y 1.900, época de oro del yacimiento. Hoy se encuentra semi-abandonado.

Hubiera sido muy interesante subir hasta las bocas de la mina, pero implicaba una caminata o cabalgata de casi tres días de ida y vuelta y en realidad ya llevábamos un día de atraso (gracias Pablo).

De Chilecito debíamos ir hacia el Oeste a Villa Unión, para luego torcer al Norte, hacia Jagüé, puerta de entrada a la Reserva Faunística Provincial de "Laguna Brava".

Para llegar a Villa Unión debíamos atravesar previamente la Cuesta de Miranda, que cruza el Nevado de Famatina por el Sur, por su parte mas baja, siempre yendo hacia el Oeste.

Desde Chilecito a la Cuesta de Miranda se puede ir por asfalto o por camino de ripio, pasando por Sañogasta. Elegimos esta última variante que en su primera parte acompaña el trazado del cablecarril por unos kilómetros.

 


Saliendo de Chilecito, camino a Sañogasta.

La Cuesta de Miranda no es muy alta (2.020 m.), pero es muy bella. Desde su cima, mirando al naciente se ve la quebrada tallada por el río, entre paredones de roca roja.


Cuesta de Miranda, altura máxima 2.020 m.
La bajada, hacia el poniente no es tan bonita.

Pasamos por Villa Unión cerca de las cuatro de la tarde. Luego por Vinchina (último puesto de combustible), Villa Castelli, la impresionante quebrada de "La Troya" en donde el río homónimo se enrosca en meandros incomprensibles, taladrando la montaña y volviendo por la misma dirección en que se fue, después realizar giros de 180 grados.

Nos detuvimos embelesados en cada curva. Eso provocó que nuestro arribo a Jagüé se produjera cerca de las 9 de la noche.

Jagüé (Alto Jagüé) es un pueblo extrañísimo.
Su calle principal está horadada en el cauce de un río seco de montaña. Las casas se encuentran dos metros mas altas que la calzada, en el borde de barrancas de lodo seco. Imaginamos que en ocasión de esas intempestivas lluvias en la alta montaña, esa avenida se debe convertir en un río desenfrenado de barro y piedras.

Esa noche nos detuvimos frente al control del guarda-parque, "Don Carrizo", quien nos informó que en el pueblo no había ningún hotel ni hostería, ni pensión. Ante nuestra desazón nos ofreció la posibilidad de pernoctar en una construcción a medio terminar de lo que sería las "oficinas" para el control de ingreso a Laguna Brava en Jagüé.

   
Allí solo había cuatro paredes, las aberturas de lo que serían las puertas y ventanas y un contrapiso sin terminar. Herramientas y materiales por doquier. Pero tenía techo.

Sabíamos que, por la noche, la barra mercurial del termómetro perforaría el cero hacia abajo, en unos cuantos grados, pero no había otra alternativa, así que ubicamos como pudimos las bolsas de dormir (sacos de dormir) en aquel piso polvoriento preparándonos a esperar la salida del sol.



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